La reina honorífica, Sofía de Grecia, inauguró ayer el VIII Congreso Nacional de Alzhéimer que organiza la Confederación Española de Alzhéimer (CEAFA) con la colaboración de la Federación Aragonesa de Alzheimer (Alzheimer Aragón) y que entre los días 14 y 16 de este mes reúne en el auditorio Carlos Saura del Palacio de Congresos de Huesca a 450 personas que representan a más de 300 asociaciones y a las familias que viven de cerca esta enfermedad y otras demencias. La reina madre es presidenta de honor de esta organización no gubernamental desde 2002. En primer lugar quisiera felicitar a los organizadores por la brillante ejecución del evento inaugural, la magnífica puesta en escena y el correcto protocolo seguido. En segundo lugar, agradecer a la reina el gesto de no estar presente sólo en la parte formal de la inauguración, sino quedarse también a la ponencia inaugural, sentada en la primera fila. Como no estamos muy acostumbrados a que altas autoridades en la inauguración de un encuentro de estas características asistan sólo a la inauguración formal y luego, casi por la puerta de atrás se vayan, es lógico que nos haya llamado la atención este correcto gesto que acredita la sensibilidad del sexto miembro de la familia real española. Pero más allá de ello, queremos quedarnos en este post en una cuestión que divide a los profesionales de protocolo a la hora de interpretar la cesión de la presidencia.
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Reyes con carácter honorífico, no eméritos
Fotografía oficial de los Reyes honoríficos Juan Carlos I y Sofía de Grecia.
Estos días los medios de comunicación y muchos ciudadanos insisten una y otra vez en el término emérito para referirse al rey Juan Carlos de Borbón y emérita a la reina consorte Sofía de Grecia. El término exacto que debe utilizarse es Reyes honoríficos, que no es lo mismo. La normativa les confiere el título con “carácter honorífico” de Rey y Reina y honores de Príncipes de Asturias. No quiero darle mayor importancia, pero con el fin de ser exactos no debemos confundirnos, ni confundir a los demás, porque los términos tienen significado diferente. No es lo mismo honorífico que emérito. Continúe Leyendo…
El Protocolo judicial en España
La renuncia de la Infanta de España y la igualdad de género en la sucesion en la Corona
Viendo el programa de Telecinco “Nada es igual” del día 6 de diciembre sentí vergüenza ajena, y una rabia enorme, por la gran cantidad de tonterías y inexactitudes a propósito de una posible renuncia de la Infanta Cristina, que según la muy dudosa revista Vanitatis vendría negociando con el Rey con su hija desde hace un año. Los comentaristas, que ya no me atrevo a llamar periodistas de nada, decían cosas con una alegría impresentable, como si todo valiera. Muchas veces da la sensación que más que informar juegan a presumir “quién sabe más”, quien tiene más acceso a los entresijos de Palacio, sin que prácticamente alguno de ellos sepan absolutamente nada con la precisión requerida para afirmaciones tan contundentes como las dichas.
Duquesa sí, además de princesa
Se ha generado una polémica de esas bonitas tras la boda real británica a propósito de cómo dirigirse a Catalina, si como princesa o como duquesa (de Cambrige). Los muy puristas defienden en medios de comunicación de cierto alcance que el hecho de que la Reina haya concedido a su hijo Guillermo y a su nueva esposa el título de Duques de Cambrige es para que lo usen y se evite en la medida de lo posible la expresión Príncipes de Gales o Princesa de Gales. Sea lo que sea lo que la Reina quiera o los periodistas intentar utilizar, hay una cosa cierta: por historia, tradición y normativa, los herederos directos, en este caso Carlos en primer lugar y Guillermo en segundo lugar, llevan como título oficial Príncipes de Gales. Ambos el mismo. Algo que ya de por sí es cuando menos anacrónico. Deberían distinguirse entre uno y otro reservando el Príncipe de Gales exclusivamente para el primer heredero (como en España el Príncipe de Asturias, que sus hijas son infantas y seguirán siéndolo hasta que el padre sea rey). Pero como eso no es así, resulta muy difícil que quien siempre ha sido príncipe y como tal se le trataba se quiera ahora de convertirle en duque. Eso es una majadería. Y si es príncipe, su esposa es princesa, consorte pero princesa. Por supuesto que también son duques y como tales pueden hacer uso del mismo, como en España (volvemos a lo nuestro) hablamos de S.A.R. la Infanta doña Margarita, duquesa de Soria, y el excelentísimo señor D. Carlos Zurita y Delgado, duque de Soria.
Dicen que la Reina quiere evitar con esta medida la existencia de otra princesa (supongo que del pueblo), y que lo mismo que quiere que se llame a la esposa del Príncipe Carlos duquesa de Cornuelles, quiere que sea lo mismo con Catalina. Ésas son claves internas de la Casa Real Británica en la que ni entramos ni salimos. Sencillamente, conviene recordar que a efectos de protocolo, tanto la esposa del Príncipe Carlos como la del Príncipe Guillermo son princesas consortes de Gales a todos los efectos, además de duquesas de lo dicho. Y, por cierto, lo mismo podemos decir del duque de Edimburgo, esposo de la Reina, que aun teniendo ese título cuenta con la dignidad de príncipe (ya nació como nació Príncipe de Grecia y Dinamarca al ser hijo de Andrés de Grecia y Dinamarca y de Alicia de Battenberg). No hay que olvidar que el tratamiento de Alteza Real solo lo tienen los príncipes y princesas, y en el caso español, los infantes.
Guillermo y Catalina, vayan donde vayan en los actos oficiales tendrán el sitio como príncipes. Eso ya denota lo que son.
Por tanto, una cosa es lo que son y el tratamiento que se les puede dar (que probablemente haya que respetar en la mayoría de los casos), y otra cómo quiere la Casa Real británica y sus miembros que se les trate públicamente. Pero en el caso de Catalina, me parece que los medios no podrán evitar la expresión princesa. Vende más queduquesa. Y es que además todo esto de duques, condes, barones, lores, etc. suena tan antiguo que la mayoría prefiere hablar de nuevos príncipes y princesas que nos alegren los duros días de la crisis actual que vive el mundo.