La necesaria evolución en la formación de Eventos para revalorizar la profesión

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La forma de enseñar a los futuros organizadores de eventos debe cambiar. Las clásicas clases, con lecciones magistrales, compartición de experiencias o trabajos o discusión en equipo, han de dar paso a nuevas metodologías que hagan vivir al alumno en el aula a lo que se tendrá que enfrentar en la realidad profesional. En este último post prevacacional, quiero compartir algo en lo que nuestro equipo de ISPE viene trabajando y reflexionando desde hace tiempo: hay que transferir al alumno la responsabilidad de las decisiones desde el primer momento, la necesidad de competir por ser el mejor y disparar su capacidad creativa y gestora.

¿Cómo? A través de varios caminos. En primer lugar a través de la formación dual en su doble sentido. Aprender en el aula mientras se trabaja en uno o varios eventos o en la agencia correspondiente que te asignen. Aprender en el aula que un día está en formato “escuela” y al día siguiente aparece con sus cuatro paredes diáfanas y cuyo espacio hay que reconvertir en horas para un evento tematizado, por ejemplo. Aprender como observador en una minipráctica de un acto real y analizar junto a sus profesores la tarea realizada por los responsables finales del mismo. Aprender en el aula a asumir responsabilidad, a ser buena persona capaz de trabajar en equipo, a saber coordinar y mandar, a asumir las funciones que le asignan otros y a ser reflexivo sobre sus aportaciones y resultados.

Ser profesor en una carrera tan específica como ésta no es fácil. Hay magníficos profesionales con brillante trayectoria que agotan sus esfuerzos de enseñar por la falta de una metodología de aprendizaje y evaluación adecuada. Expertos de primera fila que no siempre son capaces de transmitir bien lo que saben, aunque su concurrencia es fundamental, porque comparten experiencias. Expertos con los que hay reunirse previamente para preparar la sesión, así como también con los alumnos para “sepan exprimir y sacar” todo lo que lleva dentro el profesional. Esa es la combinación que hay que saber aplicar con armonía y cuidada prudencia.

Respirar creatividad

El aula es un espacio donde se debe respirar creatividad, discusión, resolución de dudas, inspiración. Un aula que debe dar paso a otras donde se implementen los conocimientos y el manejo de las nuevas tecnologías aplicadas que van más allá de meras infografías o sencillas multimedias. El aula de producción, junto con la de diseño y escenografía, resulta igualmente esencial para que los alumnos toquen y exploren sus posibilidades y descubran sus posibilidades para aplicar a sus creatividades.

Cada curso de formación tiene que ser un reto permanente de trabajo en equipo e individual, donde los alumnos se enfrenten a situaciones reales donde es necesaria la presencia de un profesional de la organización, compitan entre ellos, hagan sus mejores proyectos, los sepan defender, los hagan económicamente viables, acordes con la filosofía de su cliente o jefe, y que sepan valorar los beneficios de su acción. Por eso hay que introducir el evento real en el centro de formación, donde los alumnos preparen sus propuestas y se lleven luego a la práctica de forma real. Necesitan conocer perfectamente un verdadero centro integral de producción de eventos, por el que vayan pasando por todas sus dependencias y compartir con los profesionales creativos, con los responsables tecnológicos, con quienes visten y decoran los espacios, quienes montan las escenografías, sus luces y sonidos, quienes trabajan en la carpintería metálica o de madera, quienes imprimen miles de metros cuadrados de lonas y otros materiales para revestir paredes, o imprimir en 3D, quienes disponen la logística capaz de movilizar camiones de material, quienes confecciones y construyen un menú idóneo al tipo de evento que se pide, por los ejecutivos de cuentas, siempre pendientes de las necesidades del cliente, por quienes llevan las redes sociales, los que trabajan el marketing, los que disponen los planes comunicacionales o los que van a coordinar los recursos humanos, por citar algunos de tantos servicios necesarios. Esto es fundamental y es la clave de la nueva formación.

Innovar con cabeza

Por supuesto no puede faltar la capacidad de estudio, el conocimiento de la cultura general y específica, la historia, las normativas y las técnicas, pero todo al servicio de los retos en los que continuamente debe estar implicado el alumno. Enseñanzas machaconas, donde no vale una invitación cualquiera, sino la bueno y correcta, ni una sencilla infografía escénica, sino el plan de ingeniería y producción que conlleva, ni un mero “timing” tanto organizativo como de ejecución de un evento, sino se hace adecuadamente. Al alumno hay que decirle tocando y viendo sus propuestas lo que vale y no vale, lo que supone asimilar un éxito y también la triste sensación del fracaso. Tenemos que hacer alumnos fuertes, de cabeza clara, que arriesguen, que emprendan, que innoven y, al mismo tiempo, respeten determinadas tradiciones o situaciones, pero que siempre estén un metro por delante de los demás.

Enseñar a comunicar emociones

Ese es nuestro nuevo reto que exige cambiar muchas mentalidades, medios, programas académicos y, sobretodo, metodologías y tecnologías. El alumno ha de sentir que cada mañana no va al centro de formación, sino al “trabajo”. Sé se le va a valorar y evaluar y saldrá con su calificación, pero esa nota no será la que provenga de horas de lectura y estudio, sino de la combinación de aquellas y su capacidad de adaptarlas a la finalidad de la profesión para la que se prepara. Una profesión humanizante, sorprendente y de sentimientos. Capaz de comunicar emociones, hacer sentir a los públicos. Un reto y un objetivo así exige darle la vuelta a la tradicional formación. Ese es el nuevo reto en el trabajamos, a sabiendas de que los programas formativos deben actualizarse y hay que dar paso a otras materias muy necesarias que demanda el sector que emplea y que exigen los nuevos eventos del siglo que vivimos. Esa es nuestra apuesta. Una apuesta para una industria que deja a España más del 12 por ciento de sus ingresos y que en los próximos diez años será la que más empleos generará de calidad.

Especializarse dentro del propio sector

No debe faltar en este post la referencia a la necesaria especialización. Llevo muchos años en esto y la respuesta de un alumno después de superar un grado o una titulación en Protocolo y Eventos, pasa por insistir que lo tiene todo sabido y ahora debe complementarse con otros estudios diferentes. Por supuesto que eso es interesante también, pero no hay que olvidar que la industria de los eventos no quiere personas que sepan de todo y luego la realidad demuestre que son especialistas de nada. Al contrario, una vez que se tiene la base necesaria, hay que apostar por la especialización. El mercado requiere especialistas. ¿Es lo mismo organizar la toma de posesión de un presidente autonómico, que inaugurar una empresa u organizar una gala televisiva de entrega de premios o recaudación de fondos solidarios? Es evidente que no.

Nuestra profesión en esto no es distinta a las demás. Alguien que estudia derecho se especializa luego, o medicina, o comunicación, o… Añadir las que queráis. Hoy importantes organizadores de festivales, por citar un caso, no pueden contratar a un alumno graduado porque no está especializado en este campo. O una agencia de eventos no puede contratar como ejecutivo de cuentas, ni tan siquiera junior, porque los candidatos no sabrían hacer su función. Eso nos debe hacer pensar a quienes pusimos en marcha el primer Grado que tuvo España en este campo. Precisamente por ello llevamos meses, también, hablando de ello en el grupo de trabajo creado por el Instituto Nacional de Cualificaciones del Ministerio de Educación, Cultura y Deportes, igualmente preocupada al respecto. En este grupo estamos profesionales de protocolo, OPC, agencias de eventos, MICE, azafatas y otros sectores que tenemos el hilo común de los eventos. Y está claro que o nos especializamos dentro de nuestro propio sector o nuestras limitaciones serán muy grandes.

Revalorizar al profesional

Los recién graduados, o quienes están ya realizando su últimos cursos dentro de los estudios en Protocolo y Eventos deberían tener ya muy claro hacia qué lado inclinarán su opción y trabajar desde ya por esa necesaria especialización. Una tarjeta de visita que diga “Organizador de eventos” tendrá poco valor. Una en cambio que diga “Técnico en eventos de Entretenimiento” o sencillamente “Wedding Planner” o “Productor de Festivales” tendrá más posibilidades y mejor futuro. Y aplícase a todos los campos tan amplios que tiene el sector general de la industria de los eventos.

Tema a pensar muy en serio. Lo tengo muy claro y en esa línea voy. Esa es la labor que desde la “academia” debemos hacer quienes tenemos vocación de formar. Hay que dar mucho valor a esa fuerza de la enseñanza actualizada, especializada y que responda a la realidad de nuestro sector. No soy cardiólogo y traumatólogo al mismo tiempo, aunque haya estudiado Medicina. Apliquemos el cuento a lo nuestro y pidamos a nuestras asociaciones y representantes que en su dibujo de futuro tengan en cuenta esta transformación profesional que va más allá del eterno debate protocolo-eventos y que es necesario para revalorizar nuestro trabajo.