Día de la Constitución en el Congreso, el Protocolo de la sensatez

Presidencia Congreso
El Protocolo reglado está pensado para que a veces nos lo saltemos. La lógica de determinadas situaciones hace necesario que excepcionalmente la rigidez de las precedencias en los actos de carácter general haya que hacerla añicos. Eso ocurrió hace apenas unos instantes en el Congreso de los Diputados, en uno de los actos más importantes, como es el del aniversario de la Constitución, que ya cumple la edad de Cristo.
Había una cierta curiosidad entre los profesionales por visualizar el tratamiento que los responsables de Protocolo del Congreso de los Diputados iban a dar a diferentes cuestiones en este acto, cuando hay un gobierno en funciones, unas cámaras disueltas, unos diputados y senadores electos, un presidente en funciones y un candidato a Presidente que será elegido como tal la semana que viene al contar su grupo político con mayoría absoluta.Al menos en los Institutos de Protocolo (IUP e ISPE) de la Universidad Camilo José Cela (UCJC) esperábamos novedades.
La cuestión esencial era el tratamiento protocolario que se iba a dar en este acto al todavía líder de la oposición, igualmente en funciones, ya que aunque conserve unos días esa situación todo el mundo sabe que es como un “presidente electo”, término éste que sólo alcanzará tendrá un día, el que transcurre desde su nombramiento por el Congreso hasta que jura o promete ante el Rey su nuevo cargo. Entonces esta actual “bicefalía”, por llamarla de alguna forma, se dará por concluida.
Pienso que la decisión del Congreso y el Senado de conferir un estatus especial en este acto al Presidente del Partido Popular por su condición de próximo Presidente, es un acierto. Como pudimos observar por primera vez la Presidencia no fue de dos, como acostumbran las Cámaras cuando hacen actos conjuntos, los presidentes del Congreso –que pronuncia el único discurso- y el del Senado que se sitúa a su izquierda-, sino que en esta ocasión fue de cuatro. A la derecha de los presidentes legislativos se ubicó el Presidente actual (en funciones, pero presidente) y a la izquierda de aquellos el futuro Presidente. Haberle situado como Jefe de la Oposición, por detrás de las Mesas del Congreso y el Senado, que es donde le correspondería como miembro del Congreso, o a continuación de los presidentes de las comunidades autónomas y ex presidentes del Gobierno de España (no pude apreciar si había alguien) según señala el artículo 10 del Real Decreto 2099/1983 de Ordenación General de Precedencias en el Estado. Nadie entendería que quien en apenas 15 días será el inquilino de La Moncloa no esté en la foto de este Día de la Constitución. Mi enhorabuena a los responsables de Protocolo del Congreso y Senado por esta decisión.
En ediciones anteriores, la presidencia del acto era de dos, quedándose el Presidente en el primero de las autoridades un paso detrás, y el líder de la oposición entre los portavoces. Esta opción que es buena, y a la que se volverá seguramente, dejó paso excepcionalmente a otra alternativa igual de excepcional. Pero pienso además que es un bonito detalle despedir a un Presidente dándole también una posición igualmente excepcional.
Antecedente en el 2004
Tiene su antecedente esta decisión cuando José Luis Rodríguez Zapatero había ganado las elecciones a Mariano Rajoy en 2004, tres días después del brutal atentado de Atocha. En el funeral de Estado de La Almudena, en zona especial tras la Familia Real, se sentaban juntos en el banco de la iglesia correspondiente el presidente en funciones José María Aznar y el hasta entonces líder de la oposición que semanas después pasaría regir los destinos de España en estos casi siete años y medio. Entonces alabamos esa decisión, y hoy volvemos a decir lo mismo.
Aferrarse a la norma nos llevaría al absurdo. A veces las normas, cuando aparece el sentido común –que aquí sí se puede decir- hay que aparcarlas en algún supuesto porque sino el Protocolo no serviría para nada. Eso sí, el resto, en ese Salón de los Pasos perdidos, donde hay tanta gente que pensar en una ordenación fiel es imposible, se respetó el resto de los lugares especiales conforme a la costumbre de las Cámaras. A la derecha de la Presidencia, un paso por detrás los miembros del Gobierno y tras ellos los presidentes de Co9munidades autónomas, encabezados por los de las autonomías con estatutos más antiguos, Galicia y Principado de Asturias. A la izquierda de la presidencia, la Mesas del Congreso y el Senado, seguidos de portavoces y tras ellos los ex presidentes de las Cámaras Baja y Alta.
Como siempre, un bonito detalle que los presidentes del Congreso y el Senado reciban uno a uno en la puerta a todos los invitados, algo que también se ha consolidado en las últimas legislaturas. Retrasa el inicio puntual de los actos, pero es elegante y facilita la labor mediática. En mi opinión sólo sobraba el micrófono que bajo el toldo provisional de acceso se situó para que los líderes principales hicieran sus declaraciones. Claro, terminaron por hablar de todo menos de la Constitución. Este es un acto del Poder civil en el que la voz debe ser única, y la representa mejor que nadie el Presidente del Congreso de los Diputados. No obstante, seguimos sin entender muy bien por qué en este Día de la Constitución nunca ha estado el Rey –o desdeluego casi nunca, no puedo comprobarlo ahora-. En la conmemoración de la Carta Magna, con la presencia de todas las autoridades del Estado es inevitable preguntarse por qué quienes deciden estas cosas entienden que no debe estar el mismo monarca que el fin de semana vimos en Sevilla disfrutando como todos los españoles de la Copa Davis.
Quienes nos sentimos españoles, demócratas, defensores de las autonomía, de la paz, de la convivencia, del respeto de los derechos de las personas, de la libertad de opinión, de culto, del derecho al trabajo, la sanidad, una digna jubilación, y un largo etcétera que viene reflejada en la Constitución este sencillo acto de esta mañana es muy importante y que haya ido precedido del solemne acto del izado de la bandera en los jardines del descubrimiento de la Plaza de Colón de Madrid más. Porque con ese gesto, quienes nos representan están simbolizando bajo la enseña común a la que se rinde honores la unidad que ahora más que nunca necesitamos.

Un buen protocolo hace más grande al deporte


Una vez más el Protocolo y la adecuada organización hicieron posible que  los aficionados en general de la ya reconocida “Armada española” pudieran disfrutar de la grandeza que supone llegar a lo más alto de una competición de Tenis entre naciones. De esta forma, en mitad de un hermoso duelo de hinchas, “la roja” se impuso a la selección argentina tras una disputadísimo encuentro entre Rafael Nadal y Juan Martín del Potro que se prolongó durante más de cuatro horas.

En ese tiempo los dos jugadores quemaban todas sus energías, uno para cerrar la victoria definitiva de su equipo y el otro para alcanzar un empate en la contienda que mantuviera vivo el sueño argentino de devolver la faena del Mar de Plata. Finalizada propiamente la competición, llegaba la alegría desbordante de unos y la tristeza de otros, pero es ahí donde un buen Protocolo se hace enormemente gigante. Ha de estar preparada la ceremonia de premiación, incluso las celebraciones paralelas y siguientes, y desde la perspectivas todas las posibles situaciones. Es fundamental en el deporte que los actos de celebración sean extraordinariamente cuidados y preparados para que realmente se pueda trasladar más allá de la cancha las emociones.
Para argumentar esta circunstancia sólo es necesario observar las portadas digitales e impresas de los principales diarios españoles  en las que se repiten  imágenes similares de la “quinta española” junto al Rey con la “Ensaladera” (Copa) entre sus manos o bien mostrando a los cinco jugadores más el capitán enganchados como una cadena que irradia felicidad. La cuidadosa preparación y desarrollo de la ceremonia de entrega de los trofeos a los finalistas –que obviamente tuvieron su momento de reconocimiento- y a los vencedores fue clave para que los medios de comunicación pudieran transmitir con elegancia, sencillez y nitidez el sentimiento de las partes. Sin una adecuada organización, pensada en primer lugar para premiar a los protagonistas, y en segundo lugar para hacer partícipe a las aficiones implicadas se hubiera perdido mucha eficacia comunicativa. De lo contrario hubiera sido un caos, un desorden, que no hubiera estado a la altura de la brillantez deportiva. Esto es el más claro ejemplo de cómo la comunicación necesita de un buen protocolo que le proporcione la puesta en escena de la victoria o la derrota.
La “foto” es para unos la celebración y el desconsuelo para otros, y esas imágenes deben ser pensadas para que den la vuelta al mundo. De ahí la importancia de que todo lo hecho estuviera plenamente estudiado y preparado. Respetando las exigencias que las Federaciones imponen para una ceremonia de premiación, el momento de la entrega de los trofeos se hace más grande cuando el Protocolo favorece la espontaneidad de los sentimientos, aparta a los oportunistas de la foto y se centra solo y exclusivamente en lo que es el deporte y sus representantes (sin menospreciar a quienes lo patrocinan). Siempre se ha dicho que en la celebración deportiva intentar poner orden o un determinado protocolo es ganarse un chorro de cava en la cabeza. Es difícil, sí, pero hay tiempo para todo. Para la dignidad del deporte en sí, el respeto a los deportistas de una y otra parte y el homenaje a la hinchada, es necesario que tras el partido se canalicen las emociones con una adecuada puesta en escena que no trate de ahogar la alegría, pero que tampoco ignore al que sufre. Ya vendrán después momentos más libres de celebración a la que los deportistas tienen derecho y la hinchada también.
Por eso, sin un buen protocolo ayer en La Cartuja de Sevilla no hubiera sido lo mismo. Y aunque hubo determinados aspectos muy mejorables pero que no restaron relevancia -eso sí debe de evitarse que alguien de la organización, con walki en la mano,  esté cruzándose constantemente por el medio en una especie de “sinvivir” para que nadie tapara a los medios  y se hiciera lo previsto (tema nada fácil en estos casos, pues los deportistas suelen olvidarse de que sólo desde determinados ángulos puede compartirse la celebración con el público que ha seguido en su casa, o en el bar, o en el taxi, la final de la Copa Davis). La ceremonia fue sencilla pero brillante, a la altura del partido, con reconocimiento incluido a los árbitros, ayudantes y recogepelotas y con un Rey de España que siguiendo las indicaciones de Protocolo dejaba el puesto entre el público para pisar el albero y sumarse al evento final.
Creo que las imágenes que ayer pudimos vivir acredita la importancia de un buen protocolo en el deporte, cuya aplicación correcta solo hace que engrandecerlo. Ha de ser una organización a la altura de las circunstancias y sin olvidar que hay muchos millones de aficionados que han de conformarse con la televisión. La foto que se adjunta a esta columna acredita cómo en una sola instantánea se puede decir todo: triunfo para la “roja”, valor de equipo, compartir la victoria con todos los españoles, el reconocimiento individual,  el apoyo y agradecimiento del país a través de la presencia del Monarca y todo ello en una reconocible pista de tenis. Solemnidad con el himno del campeón y presencia de los símbolos nacionales. Con imágenes así, las miles de fotografías que se tomaron durante el encuentro quedarán simplemente para los detalles complementarios o para el archivo gráfico.
Ya será cuestión de analizar en otro momento el por qué el himno no termina por hacer vibrar a los aficionados, que gritan mejor otro tipo de melodías como la expresamente hecha para este acontecimiento y cuya letra cantaba todo el mundo:
“Pasan los años, pasan los jugadores, es por un sueño que vamos a luchar, vale la pena, la Roja es lo más grande, el público que cante, gritando sin parar… por eso yo te quiero dar… Sevilla mi corazón, yo te sigo a todas partes, gracias por ser español… yo te quiero dar… Sevilla mi corazón, yo te sigo a todas partes, gracias por ser español… En cada punto me dejaré la vida y cada bola será el último ser, porque la Roja jamás será vencida, vamos España arriba, dejémonos la piel…”. (para oírlo en esta dirección:http://www.youtube.com/watch?v=zutLgjGxyXM).
Claro con el permiso del “A por ellos” que sigue siendo el principal himno de guerra. Puede que esté bien así para el himno nacional se preserve únicamente para la parte más solemne y oficial. Una cuestión a estudiar más: ¿debe los símbolos nacionales ir más allá de lo que la ley permite o aconseja? ¿Puede un jugador acudir a recoger el trofeo envuelto a modo de falta con una bandera de España como en el caso de Verdasco? ¿Puede seguir autorizándose la venta de banderas constitucionales con el toro, el escudo del Real Madrid o del quijote como vimos en las imágenes de la tele? Pero ese es otro debate.