Los eventos y el derecho a la información

DERECHO  INFORMACION
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Una de las disciplinas que está prácticamente en todos los planes de estudios de las ciencias relacionadas con la Comunicación es el Derecho a la Información que le asiste a la Sociedad en general, a través de sus instituciones o de los ciudadanos, y de los propios comunicadores. Pero vivimos tiempos donde el Derecho a la Información está siendo gravemente vulnerado en nuestra modesta opinión. En unos casos de manera manifiesta y en otras sibilina. Esta falta a uno de los principios que consagra nuestra Constitución Española afecta cómo no al mundo de los eventos. De ahí la importancia de que los profesionales tengamos nociones claras de lo que representa este Derecho, cuáles son sus límites y riesgos, qué es lo irrenunciable o con qué alternativas contamos frente a los intereses mediáticos.

 

Basta con hacer un seguimiento a los informativos de televisión y a los medios de comunicación escritos o digitales para darse cuenta de que a la Sociedad se le ocultan -no siempre con mala fe o por razones políticas- todos los días informaciones de todo tipo, entre ellas muchas relacionados con el mundo de los eventos, que es en lo que pretendo centrarme en esta reflexión sabatina. La constitución consagra la libertad de expresión y el derecho a comunicar y recibir libremente información veraz por cualquier medio. Pero sin que expresamente se vulnere, lo cierto es que los españoles -por centrarnos en nuestro país- vemos cómo diferentes eventos de interés general no encuentran el eco que seguramente deberían tener. La libertad de opinión debe de respetarse, y en el caso de los medios incluso la libertad de selección de las informaciones que pueden publicar, ya que por razones obvias en sus espacios no cabría todo lo que pudiera ser susceptible de interés. Pero, ¿dónde está el límite de lo razonable?
El “secuestro” informativo
Dejando la política al lado para no herir susceptibilidades, observamos, por ejemplo, en el ámbito del deporte cómo en aras al interés privado del medio se “secuestra” determinada información. Así si TVE tiene los derechos en exclusiva de un torneo importante de tenis es habitual que con independencia del resultado o la trascendencia del mismo no salga referencia alguna en otros medios. O viceversa, que sin interés alguno se le dedique un tiempo extraordinario. Por ejemplo, estos días se está celebrando el Campeonato del Mundo de Balonmano y hay medios que apenas han dado referencia de su celebración, pese a que España ha hecho de nueva historia (a la hora de escribir esta crónica es ya cuando menos finalista mundial; esperemos que sea campeona). En el ánimo de aumentar audiencias, los emisores de información periodística se vuelcan a tope con el evento en el que tienen la exclusiva con independencia de su interés o de que haya otras noticias claramente más importantes.

 

No dudamos de que a los editores les asiste el derecho a potenciar informativamente los eventos en los que tienen intereses, a dedicarles más tiempo, más profundidad, pero sin olvidar que los ciudadanos tienen también derecho a ser informados de otros acontecimientos  de interés general. Entiendo -a duras penas- que algunos eventos puedan ser “apropiados” en exclusiva (incluso prohibiendo el acceso a los demás) por parte de los medios cuando no responden al interés nacional, como la boda de un famoso o similar, pero no algo en el que esté en juego la imagen, proyección y marca de España. Claro que tampoco se protesta mucho al respecto por vender exclusividades es un negocio muy rentable no solo para los grupos periodísticos.

El Patrocinio

Ocurre lo mismo con los patrocinios, cuando un medio se convierte en colaborador de un evento, inmediatamente los otros se olvidan de él, salvo excepciones muy puntuales que obedecen al ideario del Medio. Eso a los organizadores de eventos nos representa un problema serio, pues casarse con un Medio es divorciarse de los demás y limitar la proyección. Cuántos profesionales  a veces deciden no recurrir al patrocinio de un periódico para evitar esa situación, o al contrario a ofrecer ese mecenazgo para garantizar que al menos un medio se hará eco del acto.

 

Estamos en tierras movedizas, donde cada uno hará sus interpretaciones. El derecho a informar nadie lo pone en duda, pero el derecho a ser informados, al menos de las cuestiones de interés general, debe de ser irrenunciable. Ayer, sin ir más lejos el espacio deportivo del noticiario de la noche de Telecinco, dedicaba tres minutos a la operación médica del jugador madridista Casillas, otros dos minutos al entrenamiento del Barcelona, un par de temas de escasa importancia más y cerraba dedicando diez segundos a comunicar que España pasaba a la final del Campeonato del Mundo de Balonmano (que como sabrá la mayoría además se celebra en nuestro país). Por el contrario, Televisión Española, adjudicataria de los derechos del torneo, dedicaba casi en exclusividad su espacio a la hazaña de la “roja”. Sólo es una muestra de una práctica generalizada en todos los medios.

 

Por otra parte, este Derecho queda vulnerado con el patrocinio de marcas ajenas a los Medios, pero que éstos en su contrato de exclusividad se ven condicionados en el proceso comunicativo por los compromisos que adquieres, hasta el punto de aparcar la ountualidad o el interés informativo. Es decir manda el factor económico, no la noticia. Es habitual que en un campeonato de automovilismo o motociclismo, corten su retransmisión -aunque se esté en un momento clave de la carrera- por los compromisos publicitarios, o que en un duelo ciclista de interés se prescinda de él porque en el contrato de patrocinio obliga a sacar la imagen de un “pedaleador” pasando bajo el cartel patrocinado de una meta volante o de esprín especial. ¿Dónde están los límites del Derecho?
Alternativas 
Soy consciente de la superficialidad de esta reflexión, que he centrado en eventos deportivos -algunos sencillamente no aparecen en medio alguno aunque sea noticiable-, quizá porque es difícil fijar los límites del Derecho cuando hay intereses económicos (dejo los políticos o económicos para otro momento), bien por venta de exclusivas, patrocinios o mediciones de share o índices de audiencia. En fin, que obviamente es necesario seguir meditando al respecto, pero está claro que en los eventos debemos los profesionales estudiar mucho las medidas para lograr la repercusión, pues ya no es suficiente el interés informativo, sino el  económico que pueda generar al medio (publicidad, audiencias, reputación, etc.). Lograr soluciones ya es cosa de expertos y hace de nuestra profesión algo más que de “maestro de ceremonia”. De ahí que la mayoría busquemos alternativas para publicitar nuestros eventos (y las redes sociales se alzan por ahora como una a tener muy en cuenta) para que el Derecho a informar no esté en manos solo de un puñado de grupos mediáticos, sino también de los promotores.

 

Podemos decir que hoy un evento que quiera llegar, sea de la materia que sea, debe disponer de sus propias redes de distribución de la información. Ya no solo organizamos eventos, sino que estamos en la obligación de difundirlo -salvo aquellos de índole privado-. Es decir, estamos pasando a ser los periodistas que cubren nuestros propios eventos, buscando aliados que nos retuiteen, subiendo  fotos y videos a las redes, emitiendo mensajes, etc. Antes en la oficina de protocolo tener una buena de base de datos para luego hacer invitaciones era (y es) fundamental. Hoy no es menos posicionarse adecuadamente en redes sociales, contando además con un importante número de seguidores. Hemos dado la vuelta a la tortilla. Pero, también al Derecho, pues con esa política obviamente informamos solo de lo que nos interesa. Todo un lío, pero es una realidad que está ahí y que debe ser objeto de debate. Quizá en España cuando comencemos a organizar verdaderos congresos y encuentros sobre el mundo de los eventos, donde el debate vaya más allá de meras cuestiones puntuales, y empecemos a tener profesionales comprometidos en el análisis de las innovaciones, es posible que a los protocolarios nos empiecen a valorar más seriamente en el mercado de trabajo.