Investidura Biden: ceremonia y protocolo para la esperanza

Jose biden investidura de presidente
Momento de la jura del presidente con la mano izquierda sobre la biblia y la mano derecha alzada.

La ceremonia de investidura del nuevo presidente de los Estados Unidos de América, Joe Biden, y su vicepresidenta, Kamala Harris, no defraudó las expectativas. Las dudas sobre la solemnidad de la misma, se despejaron a los pocos minutos de iniciarse. Ni la sensación de apocalipsis por la grave brecha creada en la sociedad americana, ni la ausencia de ciudadanos de a pie, ni el temor a posibles “trifulcas”, ni la pandemia, frenaron la magistral puesta en escena de un evento que se enmarca en un conjunto de actos que conforman el ya conocido “Día de la democracia” en este país. El principal, la cita del Capitolio, supo respetar la costumbre y la tradición e incorporar una nueva narrativa que si no se ve en conjunto no puede entenderse el significado real de todo. Hubo protocolo de altura, y aunque se puedan criticar algunas cuestiones como sillas vacías, puestos decididos por cuestiones políticas, etc., no influyó en el resultado. Hubo un protocolo muy especial: el de la palabra y los gestos, ese protocolo que trasciende a lo habitual y va más lejos en una situación muy crítica. Ahí el protocolo supo estar a la altura y demostrar que es algo más que acomodar gentes o establecer un orden de discursos e intervenciones. Hubo equilibrio entre la palabra y los gestos, un ritmo adecuado y mucho sentimiento. Muy humana la ceremonia, lo que convirtió a los protagonistas en piezas de un gran puzzle cuya foto final creo que ha llegado a millones de personas en todo el mundo. ¿Se puede pedir más?

Conjunción protocolo, comunicación y producción

La reflexión principal que nos digiere esta ceremonia, ya prácticamente conocida por todos y no tiene objeto entrar en los detalles que pueden encontrarse en cualquier medio de comunicación o blogs especializados, es valorar la importancia del éxito gracias a una perfecta conjunción entre el protocolo, la comunicación y la producción. De este último solemos olvidarnos o dejarlo en segundo lugar, pero ha sido clave para dar forma tanto al protocolo como a la comunicación. Muchos analistas se han quedado con la potencialidad de los protagonistas, con las músicas, la poesía y el rezo, pero no han reparado que aquí había un proceso narrativo que, desde el protocolo y la comunicación, ha sabido dar forma la producción (la seguridad la sitúo a parte porque responde a otra situación sobradamente conocida). Tenemos que empezar a dejar de hablar de logística cuando nos hallamos ante una gran puesta en escena, y referirnos a la producción de eventos como una delicada especialidad muy compleja dentro de este sector que exige conocimientos técnicos muy altos y una gran pericia. Para este tipo de actos es imprescindible la figura del responsable de producción porque es el que va a dar visibilidad y cobertura a las decisiones de los otros responsables.

lady gaga canta el himno de estados unidos en la investidura de joe biden
Lady Gaga interpreta el himno nacional de Estados Unidos.

La narrativa de la ceremonia

En cualquier caso, me quedo con la narrativa general de la ceremonia de investidura de Biden, el significado global que se ha querido dar a esta ceremonia americana. No hay duda que fue espectacular, llamativa y de calado. Biden se enfrentaba a una historia de cuatro años catastróficos para los Estados Unidos, y el día de su toma de posesión debía hacer algo distinto sin romper las partes tradicionales de la ceremonia. Un país vertiginosamente dividido, quebrado, muy enfrentado, tras una nefasta gestión de sentimiento de país unido a cargo de Trump, empezar una nueva legislatura que requiere de mensajes claros, gestos potentes y un ceremonial de la palabra pronunciada o cantada de calado hondo. También se consiguió.

Dice Pablo Guimón en el diario El País en relación a esta cuestión que “en el aciago último año, la maquinaria política estadounidense, en particular la demócrata, se ha convertido en una más que solvente productora de televisión. Tras el ensayo general que fue la convención nacional del partido en el verano, la ceremonia de investidura se convirtió en un poderoso espectáculo catódico para transmitir el mensaje de quién es desde este miércoles el presidente Biden. El espectáculo debe continuar, reza la máxima del show business. Y en medio del duelo y la gravedad el momento, hubo espectáculo, sobrio y armonioso, en sintonía con los valores que trata de transmitir la Administración, pero espectáculo al fin y al cabo”.

No fue solo un espectáculo

No estoy de acuerdo con la última afirmación de espectáculo. De considerarse como tal habría de entenderse como una puesta en escena de unos mensajes de profundidad que han llegado, a través de la palabra, la música y los gestos. Todas las tomas de posesión del mundo o investiduras, pensando así, serían meros “espectáculos”, pero hay que distinguir cuándo estos se quedan en meras performance o contribuyen a la transmisión de valores. Lo visto en la investidura confirma que no fue un espectáculo sino una adecuada forma de potenciar el buen protocolo, ceremonial y correcta comunicación. En situaciones así, estas puestas en escena donde se combinan distintos recursos ayuda a mantener la atención, a potenciar el mensaje de la palabra, a revivir y dar más sentido al mero protocolo tradicional de la jura y la biblia. Faltó el público, pero no influyó porque en este tipo de ceremonias la televisión y las redes sociales son las que mandan.

Lo que no se olvidará

Sí, hubo una narrativa en esta investidura, una historia que se contó, y unos cuantos mensajes para manifestar que EEUU seguirá siendo potente si supera la “era Trump”. Biden y su equipo han sabido poner la primera piedra de un nuevo tiempo. A estas alturas nadie olvida la solemnidad de los juramentos. Nadie olvida a una magistral Lady Gaga poniendo la carne de gallina con el himno nacional. Nadie olvida la interpretación de Jennifer López de su autorreferencial canción de “Let’s Get Loud”, ni su grito en español pidiendo libertad y justicia para todos. Nadie olvida a Amanda Gorman, la joven poeta que se encargó de poner en verso la llamada a la unidad del país que marcó toda la ceremonia. Como afirma Manuel Trillo en el ABC, “Gorman, de 22 años y una apariencia frágil, hizo vibrar con su poema “The Hill We Climb” (“La colina que subimos”) a muchos estadounidenses que desean pasar página del trumpismo y acabar con la actual fractura social”. Nadie puede olvidar ese choque de puños entre Biden y Harris. Nadie puede olvidar ese bonito gesto de la vicepresidenta y su marido despidiendo en la escalinata del capitolio a su predecesor. Y nadie puede olvidar cada párrafo del discurso del presidente que no tiene una palabra de desperdicio.

Solidaridad universal

Una ceremonia que se construye así, en la investidura del 46 presidente de EEUU no se olvidará pese a la pandemia, la brecha social, el juego sucio anterior o la falta de público.

El protocolo hizo de la palabra y los gestos un gran evento más allá del mero espectáculo audiovisual. Ha sido el reflejo del deseo de la mayoría mundial para que ese país irradie la esencia de la verdadera democracia (tendrán que ajustar cosas), justicia, convivencia y solidaridad universal, más allá incluso de sus propias fronteras.

A mí no me queda la menor duda que en estas circunstancias ha sido el acto más posibilista y esperanzador de un país amenazado en su democracia y que tiene al mundo en vilo. Que hubiera más a menos banderas, más o menos patriotas, más o menos público…, en el fondo me da un poco igual. Las 200.000 banderas en recuerdo de las víctimas colocadas frente al Capitolio ha sido otro gesto conmovedor y atinado que ha suplido con dignidad la obligada restricción de público, que ya fue otro importante gesto más de la ceremonia. El protocolo y el ceremonial ha demostrado una vez más que puede ponerse, mediante sus recursos y creatividad, al servicio de la unidad y la convivencia al más alto nivel.

Una curiosidad: el esposo de Kamala Harris, Douglas Emhoff, ha sido denominado oficialmente “Segundo Caballero”, según la recoge la misma web de la Casa Blanca.

Otra pregunta para dejarla como reflexión oficial: ¿es posible exportar esta ceremonia a otras países en la toma de posesión de un jefe de Estado o sólo es viable en Estados Unidos? ¿Os imagináis algo así en la proclamación del rey de España? De momento impensable salirse del estricto protocolo.

Vídeos de los mejores momentos de la ceremonia

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