Se ha generado una polémica de esas bonitas tras la boda real británica a propósito de cómo dirigirse a Catalina, si como princesa o como duquesa (de Cambrige). Los muy puristas defienden en medios de comunicación de cierto alcance que el hecho de que la Reina haya concedido a su hijo Guillermo y a su nueva esposa el título de Duques de Cambrige es para que lo usen y se evite en la medida de lo posible la expresión Príncipes de Gales o Princesa de Gales. Sea lo que sea lo que la Reina quiera o los periodistas intentar utilizar, hay una cosa cierta: por historia, tradición y normativa, los herederos directos, en este caso Carlos en primer lugar y Guillermo en segundo lugar, llevan como título oficial Príncipes de Gales. Ambos el mismo. Algo que ya de por sí es cuando menos anacrónico. Deberían distinguirse entre uno y otro reservando el Príncipe de Gales exclusivamente para el primer heredero (como en España el Príncipe de Asturias, que sus hijas son infantas y seguirán siéndolo hasta que el padre sea rey). Pero como eso no es así, resulta muy difícil que quien siempre ha sido príncipe y como tal se le trataba se quiera ahora de convertirle en duque. Eso es una majadería. Y si es príncipe, su esposa es princesa, consorte pero princesa. Por supuesto que también son duques y como tales pueden hacer uso del mismo, como en España (volvemos a lo nuestro) hablamos de S.A.R. la Infanta doña Margarita, duquesa de Soria, y el excelentísimo señor D. Carlos Zurita y Delgado, duque de Soria.
Dicen que la Reina quiere evitar con esta medida la existencia de otra princesa (supongo que del pueblo), y que lo mismo que quiere que se llame a la esposa del Príncipe Carlos duquesa de Cornuelles, quiere que sea lo mismo con Catalina. Ésas son claves internas de la Casa Real Británica en la que ni entramos ni salimos. Sencillamente, conviene recordar que a efectos de protocolo, tanto la esposa del Príncipe Carlos como la del Príncipe Guillermo son princesas consortes de Gales a todos los efectos, además de duquesas de lo dicho. Y, por cierto, lo mismo podemos decir del duque de Edimburgo, esposo de la Reina, que aun teniendo ese título cuenta con la dignidad de príncipe (ya nació como nació Príncipe de Grecia y Dinamarca al ser hijo de Andrés de Grecia y Dinamarca y de Alicia de Battenberg). No hay que olvidar que el tratamiento de Alteza Real solo lo tienen los príncipes y princesas, y en el caso español, los infantes.
Guillermo y Catalina, vayan donde vayan en los actos oficiales tendrán el sitio como príncipes. Eso ya denota lo que son.
Por tanto, una cosa es lo que son y el tratamiento que se les puede dar (que probablemente haya que respetar en la mayoría de los casos), y otra cómo quiere la Casa Real británica y sus miembros que se les trate públicamente. Pero en el caso de Catalina, me parece que los medios no podrán evitar la expresión princesa. Vende más queduquesa. Y es que además todo esto de duques, condes, barones, lores, etc. suena tan antiguo que la mayoría prefiere hablar de nuevos príncipes y princesas que nos alegren los duros días de la crisis actual que vive el mundo.
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12 de Mayo de 2011
El pasado domingo no pude evitar ver el primero de los nuevos capítulos de la serie de Antena 3 TV sobre el Doctor Mateo, rodado Lastres, localidad del municipio de Colunga, que está en mi querida tierra asturiana. Aunque el contenido de la misma dista mucho en sí de la realidad de los médicos rurales y de la vida en un pueblo marinero, me alegro de su éxito porque ha multiplicado por mil el número de visitantes que ha acogido este verano la citada localidad. No importa que en la serie el pueblín se llame San Martín del Sella, porque al final Lastres es inconfundible. Uno se sienta ante el televisor el domingo en la noche después de haber relajado unos días en Semana Santa, y si bien desenchufasde protocolo, pronto todas las alarmas te saltan y devuelven a la triste realidad que rodea en algunos aspectos al protocolo. Veo la imagen de la alcaldesa de la serie en su despacho con las banderas de Asturias y de España colocadas al revés, incluso en la fachada municipal. Es una anécdota sin más en la que seguramente solo unos pocos recurramos. Pero, ¿tanto cuesta preguntar por el orden correcto?
Entonces me comprometí a escribir algo sobre la necesidad de que los directores y productores de determinados filmes o series relacionados con el mundo institucional o de los eventos que requieran un protocolo normativizado cuenten con asesores en su nómina de colaboradores. Da más credibilidad, y no sólo porque las banderas estén de una manera o de otra, sino porque hay muchos detalles de protocolo que se ignoran y que de atenderlos adecuadamente añaden rigor. ¿No se cuidan otros aspectos esenciales? Pues el protocolo en muchas películas y episodios es fundamental, y a otras series actuales me remito como La República, La Señora, La Duquesa de Alba, 23 F o sobre los Príncipes de Asturias o el Principito de Gales y su Kate…, en donde se aportan situaciones protocolarias que no se ajustan para nada a la realidad protocolaria.
Queda uno pasmado viendo y oyendo cada cosa… Es como menospreciar continuamente al protocolo. Va siendo hora de que hagamos nuestra cruzada.
De aquí al cielo
La foto, que ya ha dado la vuelta al mundo protocolario, ya lo dice todo. Poco más se puede añadir. Seguramente unos pensarán de una manera y otros de otra, afortunadamente. Pero resulta tremenda, impactante, y personalmente de alguna forma me devuelve al siglo XIX. Ver a un sacerdote bendiciendo unas instalaciones, en concreto el nuevo aeropuerto de Castellón; clama al cielo. Y más en un acto promovido por autoridades oficiales, que son representantes en este caso de la Comunidad Valenciana y de la provincia de Castellón.
Para un aeropuerto por donde van a pasar seguramente personas de todo tipo y condición, católicos, no católicos, ateos, musulmanes, etc., no parece que lo más recomendable sea pedir que en el transcurso del acto oficial un señor vestido de sotana invoque el nombre de Dios para poner en marcha un servicio ciudadano. Creo que demuestra una escasísima sensibilidad hacia la ciudadanía en general y un desprecio a quienes en nombre de las instituciones públicas recurran a determinadas prácticas que la propia Constitución Española no permite. La máxima norma prohíbe radicalmente la discriminación por razones religiosas, y entiendo que en un acto público promovido por una autoridad pública, recurrir a un protocolo que incluye una oración de una determinada confesión religiosa me parece que es discriminatorio y por lo tanto es probable que entre la ilegalidad.
Pero al margen de eso (soy partidario de un protocolo aconfesional), la fotografía nos aporta otras cuestiones que no podemos soslayar. A la imagen casi inquisitorial del cura bendiciendo se une la imagen de una trasera que parece transportarnos a través de un avión al cielo, con la susceptibilidad que aporta todo esto de viajar en avión y el miedo de los pasajeros. Y la imagen de una placa que aquí se muestra tapada por un paño azul, a cuya vera se encuentra una conductora del acto que parece absolutamente aterrada. Y no es para menos. Ella quiere estar con los pies en la tierra ante tan celestial momento. Claro, la cosa chirría.
Chirría tanto que después del suspense, paño fuera y aparece un texto de placa conmemorativa que seguramente cualquier profesional de protocolo cuestionaría inmediatamente. Creo que un evento de estas características no es el mejor ejemplo del buen protocolo que se hace en España y de los magníficos profesionales que hay. Pasemos capítulo y vayamos volando. Pero por Dios… que estas cosas de la España pasada se queden en el lugar que les corresponde y no salgan a la acción de las instituciones públicas. Los profesionales de protocolo tenemos que impedir que se produzcan situaciones como éstas…
Lo cierto es que viendo la secuencia completa y analizando los videos, uno llega a la conclusión siguiente: ¿realmente se ha inaugurado un aeropuerto? ¿O es una lanzadera hacia el cielo? ¿Estaremos ante un aeropuerto divino? No me extraña que Camps, presidente valenciano, haya querido dejar su firma sobre una placa que hasta la Real Academia Española podría decir algo a propósito de las faltas de ortografía que tiene. Por cierto, ¿que habrán hecho con la placa? Alguien la habrá enviado al infierno.
La edad de los vocales del CGPJ
El otro día me llegó hasta el Instituto Universitario de Protocolo de la Universidad Camilo José Cela un comentario de un señor, no vinculado al mundo de protocolo, en el que mostraba su extrañeza por el hecho de que los vocales del Consejo General del Poder Judicial se ordenasen por edad. Es cierto, porque el Reglamento 2/2005, de honores, tratamientos y protocolo en los actos judiciales solemnes, aprobado por el citado Consejo, en su artículo 12 establece ese sistema de precedencia.
La verdad es que cuando se aprobó, a todos nos extrañó la cuestión, pues el criterio de la edad es algo de lo que poco a poco se va prescindiendo, no sólo en el puro protocolo, sino en las relaciones sociales. Siempre hemos predicado que preguntar la edad, por ejemplo, para establecer la ordenación de una mesa para una comida resulta de mal gusto. Pues algo así me parece a mí cuando hay que pedir la fecha de nacimiento a los vocales del Consejo para colocarlos por su edad. Es decir, el más mayor precede a todos, sólo por eso, por tener más años.
En los tiempos que corren parece lógico pensar que la edad, salvo entornos muy determinados, o situaciones muy evidentes o familiares, no debe ser un criterio para hacer precedencias. Pienso que en estos casos, lo que debe de regir es la antigüedad en el ejercicio del cargo. El problema es que en el Consejo no todos son jueces o magistrados, ni todos abogados, por lo que no hay una profesión común para fijar el factor de antigüedad, cuestión que complica la cosa. También, toman posesión el mismo día como vocales. Por eso entiendo que hayan preferido acudir a la edad, que a priori parece que es lo que más se acerca al criterio de la antigüedad o veteranía en un oficio.
Pese a todo no me termina de convencer este resultado fruto de la teoría del mal menor. No sé si es mejor el orden alfabético, aunque vuelvo a retorcerme los labios pensando que Javier Álvarez, por decir un par de nombres, va a sentarse por delante de Jacinto Rodríguez, solo por el mero hecho de que un apellido empiece por “A” y el otro por “R”. Hay que exprimirse la cabeza para encontrar criterios objetivos, que estoy seguro se terminarían por encontrar. Lo que pasa es que probablemente siempre salga un pero político y como nadie quiere líos, y menos por cuestiones de protocolo, pues se recurre a lo que nadie va a discutir. Por favor don 78 años, abogado prestigioso, póngase el primero, antes que don 49 años, Magistrado del Supremo.
Para ser chino en la mesa
El Manual de Protocolo de la Empresa
Sin embargo, desde el punto de vista de protocolo y organización de eventos, un manual de protocolo no debe convertirse en un tratado (a veces bíblico). He visto muchos manuales de protocolo en la empresa y me han pedido muchas opiniones al respecto, y siempre he contestado de la misma forma: “Os estáis atando demasiado”. Efectivamente, en muchas ocasiones se hacen manuales para ser incumplidos. Y los manuales no están para decir cómo se numeran, los asientos de una mesa, que para eso ya hay muchos libros y no hace falta perder tiempo o gastar dinero.
Los manuales son útiles cuando se hacen para ser documentos orientativos en un porcentaje alto y de obligado cumplimiento en una proporción inferior. Es una máxima del protocolo la famosa frase de que no hay dos actos iguales. Intentar imponer que una invitación ha de ser de una manera u otra, que el logotipo de la empresa debe ir en tal sitio de la trasera, que las autoridades serán recibidas por…, que el nivel de los regalos será…, que en las reuniones se pondrá papel, agua, bolígrafo… Todo eso es perder tiempo y eficacia. Es cierto que habrá cosas a las que buscar procedimientos y que incluso sea muy recomendable hacerlo. Pero hay otras que solo sirven para que el empresario eche a correr. Fijar el nivel de las precedencias internas es bueno, pero siempre hay que dejarlas abiertas a las circunstancias. No siempre el director general del banco va a ir por delante del director regional.
Por eso conviene que los profesionales abramos un serio debate de cómo han de ser los manuales de empresa a partir de ahora, teniendo en cuenta que la mayoría de los que existen no sirven para nada según he podido comprobar personalmente en muchos casos. Ni tan siquiera, por ejemplo, en un caso que me atañe, ni la propia Fundación Príncipe de Asturias ha querido hacerlo porque sería inviable su aplicación por la singularidad de cada edición. Su auténtico manual se reduciría a menos de dos folios, porque el 95 por ciento de los temas susceptibles de regular deben variar de una edición a otra.
Y también hago una llamada a la reflexión sobre los contenidos y desarrollos de esos sí necesarios reglamentos municipales de protocolo, donde a veces se quiere regular tanto que no hay más remedio que olvidarse en algunos casos de que existe. Ya nos hemos encontrado con casos donde el reglamento se ha convertido en una trampa para quienes lo promovieron.
Pienso que con esto de los manuales y los reglamentos se ha corrido demasiado sin que se madurase bien sobre sus contenidos, su filosofía y su ámbito de aplicación. Los que mejor funcionan son los que se han limitado a decir en diez folios las cuatro cosas que hay que regular. Los que han ido más lejos hoy son conflictivos y poco operativos. No obstante cada empresa o institución es un mundo, y en cada caso sus responsables deberán decidir. Pero toca ya plantear un debate que partiendo del análisis de los resultados de quienes cuentan con estos documentos desemboque hacia cuál debe ser el enfoque a seguir de cara al futuro.
El Consejero y el Protocolo de los Goya
La intérprete
El niño y el papa
El Protocolo tiene a veces tan mala fama ante la prensa, que los periodistas están ansiasos y a la caza de posibles escenas que rompan la normalidad que suele aportar un acto bien organizado. Así un tropezón del Rey se convierte en portada o un plantón de Berlusconi en objeto de todo tipo de comentarios en Salvame Deluxe… Estos días los medios se han cebado en el niño brasileño, que probablemente ansioso de “tocar un Papa”, echó a correr en la Audiencia habitual de los miércoles en dirección al trono del representante de Dios en la tierra.