Se va un optimista 2012, llega un 2013 que será “El año de los Eventos”

Último día de 2012. Quedan atrás 366 días de este año bisiesto que en lo económico nos ha dejado un España maltrecha, un paro galopante y una desmoralización creciente en la Sociedad que hace difícil vislumbrar el final del túnel. Desde el punto de vista del sector de la organización de eventos, 2012 ha aportado más luces que sombras. No ha sido mal año para el empleo, en proporción a otros campos, ni para el crecimiento general, como acredita el estudio de ISPE sobre el acceso al mercado laboral en este período, y como demuestra el número de eventos que ha crecido en un 23 por ciento. Es indicativo este crecimiento el hecho reconocido por la Asociacion Nacional de Marketing de que casi la mitad de los presupuestos destinados a esta actividad se han desviado hacia el ámbito de los eventos. Es decir, las empresas apuestan cada vez más por el evento como una alternativa a las tradicionales acciones de marketing, relaciones públicas y publicidad. Tal y como están los tiempos el sector de los eventos termina el curso con fuerza y con unas previsiones de crecimiento reales importante. Sin lugar a dudas 2013 será un buen año en este sentido.

Es cierto que la crisis, que en el campo de los eventos llegó antes que al resto de los sectores y vivió su gran crisis en el 2010/2011, ha hecho cambiar mucho el modelo en nuestra profesión, y hemos pasado de ser meros aplicadores de las técnicas de organización, para convertirnos en auténticos gestores de otra forma de comunicar mediante la escenificación de mensajes. Las tarifas, es cierto, se han reducido, como en todas las profesiones, y surgen cada vez con más fuerza empresas pequeñas y cientos de autónomos que buscan sus propias alternativas. Las empresas contratantes ya no buscan solo el mejor precio, sino la mejor garantía y la mayor creatividad. Una tendencia ésta que irá al alza y que abre nuevas oportunidades para jóvenes emprendedores, hasta ahora maniatados por la imposible competencia de las grandes empresas de comunicación que ante la crisis de la publicidad han virado su barco hacia el mundo de los eventos. De hecho en 2012 más del 60 por ciento de personas empleadas en las agencias de comunicación lo han sido para ocuparse de la parte de los eventos.

 

Desde el punto de vista de la profesionalidad y el reconocimiento, 2012 nos ha dejado perlas muy importantes para favorecer el necesario corporativismo, hoy fundamental para acreditarnos con fuerza ante la Sociedad. En Febrero nacía con fuerza “QueremosOrganizarEventos”, un movimiento en redes sociales que ha demostrado la necesidad de unirnos y que ha aportado resultados hasta ahora nunca conseguidos. Ha demostrado QOE frescura, fuerza, ganas, ideas, unión y debate. Ha sido como un gran Congreso permanente en el que ha habido más de un millón de intervenciones, que se dice pronto. Ha sido el hito más importante de toda la profesión.

 

La Asociación Española de Protocolo ha experimentado un crecimiento espectacular en este año, superando ya los quinientos socios, cuando en 2010 rondaba el centenar. La AEP ha organizado sus primeras Jornadas y ha entregado sus reconocimientos en el transcurso de un acto en la Casa Encendida en Madrid. Tiene mucho recorrido por delante la Asociación, pero es necesario que siga no sólo creciendo sino encontrando su lugar idóneo en un sector que está cambiando a velocidades de vértigo. Creo que la Asociación necesita más frescura y la incorporación de nuevos brazos y mentes capaces de dar respuesta a esta necesaria evolución.

 

Sigue siendo increíble el gran déficit de profesionales que no están asociados. Es hora y aunque estemos en fechas entrañables, de levantar claramente la voz para criticar abiertamente a aquellas personas que trabajando en el sector no estén en esta Asociación o en cualquier otra autonómica. Y voy a ser más duro: una persona que se dice profesional del Protocolo y no está asociado pongo mucho en duda que realmente lo sea. Soy consciente de que evidentemente ser bueno en el trabajo no requiere asociarse. Pero ser un buen profesional sí obliga a corporativizarse. Y es más: de momento a las asociaciones no se le puede exigir mucho cuando apenas tiene como asociados un simbólico número de los cientos de miles que se dedican a las competencias organizativas en nuestro país. Hay muy poca responsabilidad en este sentido y uno a veces se queda boquiabierto. Muchos nos dicen, ¿pero qué me da la Asociación? ¿Qué está haciendo? Vamos a ver. La Asociación para dar necesita fuerza y ésta solo la tendrá con la participación efectiva y real del sector.

 

Hay que pedir para 2013 que hagamos labor pura de “apostolado” de la importancia de estar en una Asociación, especialmente en la Española, único núcleo con posibilidades de agrupar los intereses de la profesión y regular el mercado de trabajo, como va a tener que ir asumiendo cada vez más. Pienso que en 2012 ha ido sentando los pilares de lo que en 2013 debe de consolidar. Confío mucho que en 2013 los profesionales se vayan integrando. La casi simbólica cuota anual no es excusa para no asociarse. El problema es que muchos no son conscientes de la importancia que tiene de unirse en tiempos complejos y de cambios, porque solo con una Asociación fuerte, con capacidad de interlocución antes las instituciones con las que debe negociar el sector profesional, después haberse ganado la primera gran batalla fundamental: ser reconocida oficialmente nuestra profesión, a raíz de que el Consejo de Ministros habilitara el Grado Europeo de Protocolo y Organización de Eventos.

 

No me corto para nada, y me reitero, que hoy debería ser obligatorio portar el carné de socio para ejercer esta profesión. Y cuando me refiero a la AEP, lo hago extensivo a cualquier otra Asociación con ámbito competencial en las comunidades autónomas o provincias. Nunca consideraré  a un profesional como tal si no asume el compromiso de corporativizarse y respetar el código deontológico. Así de claro. De lo contrario pensaré que es un “ave de paso” (con perdón). Suena duro, pero hay que empezar a llamar las cosas por su nombre y pedir mayor compromiso porque se va a necesitar mucha fuerza para luchar contra esa lacra que crece: el intrusismo. Que nadie se queje después si no ha hecho algo para apoyar el corporativismo. Ese es nuestro deseo para 2013: que las asociaciones se hagan fuertes y que todas las existentes en España confluyan en la tan necesaria Federación.

 

Hago una pregunta: ¿si eres profesional de Protocolo y Eventos por qué no estás en la Asociación? Y la respuesta no vale esta: ¿qué me da la Asociación? Ta dará mucho cuando estemos todos. Se entra en la Asociación de momento no para pedir, sino para aportar. Ese es el esquema mental que hay que cambiar. ¿Eres ya socio? ¿No? ¿A qué esperas? Van a producirse muchos cambios en el sector y hay que estar comprometido con él y trabajar todos juntos. Tener el carné hoy es una obligación y un orgullo.

 

No quiero cerrar este comentario sin hacer referencia a ese fenómeno excepcional que ha sido la consolidación del Instituto Superior de Protocolo y Eventos (ISPE-UCJC) que se ha convertido en muy poco tiempo en el gran referente formativo y dinamizador de esta profesión en España. Ha sido capaz de dar las vueltas de tornillo necesarias para adaptarse a la realidad profesional y crece a buen ritmo porque ha sabido encontrar el camino por el que avanza nuestra profesión. Nuestro reconocimiento para esta labor fruto del esfuerzo de sus responsables, sus profesores y sus alumnos, entre ellos cada vez más profesionales que precisan el reciclaje y la cualificación (curiosamente ya más demandada en las entidades privadas). No habrá una gran profesión, si detrás no existen grandes centros habilitadores para ejercerla. Otra necesidad por la que hay que apostar.

Feliz 2013, un año de muchos compromisos, muchas acciones y muy buenas ideas en marcha que harán que este período marque un antes y un después. Ese tren que arrancaba el 1 de enero de 2012, que cumplió sus estaciones, sigue su curso.

La reinvención del nuevo saber estar y del protocolo social

Teléfono

Han pasado ya quince años desde que escribiera mi primer artículo en La Hora de Asturias sobre un tema de protocolo social y, obviamente, hemos dejado atrás otro número igual de años. ¿Cuánto ha cambiado la sociedad española y mundial a lo largo de este tiempo, si lo analizamos exclusivamente desde el punto de vista del saber estar, las formas, el trato, las relaciones sociales, la urbanidad, el protocolo…? Para algunos quince años es mucho tiempo; para otros, ha sido un suspiro. Pero, sea lo que sea, pocas cosas ya son iguales en tan escaso plazo de tiempo. Hace quince años mojar la yema del huevo con pan en público era casi “un delito”; hoy lo es pero, no hacerlo. La sociedad española ha variado mucho su percepción de lo que es un buena educación social, aunque es cierto que aún muchos se aferran a la vigencia de las mismas, otros estiman denostadas gran parte de ellas, e incluso otros que hacen de esa llamada buena educación un armapara mostrarse públicamente como más modernos bien a través de un estricto cumplimiento o viceversa.

En tan escaso espacio de tiempo han cambiado mucho las cosas desde el prisma de la conducta social o la buena educación. Creemos que la mayoría de estos cambios han sido para bien, aunque también se ha puesto de moda saltar aspectos de la buena educación tradicional con el ánimo de alejarse de un mal entendido protocolo. En estos tiempos, quienes no terminan de entender adecuadamente el Protocolo con mayúsculas, por una parte, y la Educación Social, por otra, optan por saltárselo sólo con la finalidad de mostrarse más rompedores o transgresores. No compartimos esa visión. La buena educación y el buen saber estar no es cosa de antiguos, retros o desfasados. Tampoco síntoma de distinción, sino sencillamente de respeto y apuesta por una buena convivencia.
No voy a entrar en señalar qué es para mí lo correcto o lo incorrecto en cada caso, porque francamente me interesa poco y además tampoco soy nadie para decir lo que está bien y lo que está mal. El propósito de estas líneas es sencillamente reflejar que en tan poco tiempo estamos viviendo un cambio sin igual en las formas de relación social. En el mismo han influido notablemente las nuevas formas de comunicación, a través de las tecnologías, la globalización y la cada vez mayor influencia de la sociedad norteamericana. Y también, por qué no decirlo, por ese sentido de lo práctico que todos hemos adquirido en una sociedad de prisas, menos jerarquizada, más igualitaria y menos dramatizada. Pero, sea por lo que sea, hay que registrar la evolución.
La denominada buena educación en términos generales ha evolucionado positivamente en muchos aspectos, aunque también hay que reflejar que la relajación en las formas ha aportado situaciones muy curiosas. Hace precisamente diez años me hacían una entrevista en el diario ABC que titulaba con una expresión mía: “La corbata como prenda obligatoria terminará por desaparecer”. Una entrevista que generó entonces alguna carta de protesta e indignación por determinados estilistas y, sobretodo, por los fabricantes de estas prendas. Pero lo cierto es que una década después hay que decir que el uso de la corbata para eventos sociales donde era imprescindible hoy ya no lo es tanto. Cada vez observamos más en actos que esta prenda ya no es tan esencial y que la moda está dando alternativas dignas que no restan para nada el buen saber estar. La corbata siempre estará ahí, pero no como complemento obligatorio. Es más, la liberación de esta obligación social ha generado claramente una mayor sensación de libertad y autonomía que entendemos positiva, siempre y cuando que el atuendo alternativo esté a la altura de las circunstancias.
A la mesa
Quizá donde más se ha notado la evaluación de las formas sociales es en la mesa. A nadie se le escapa que era habitual comer en casa de una manera y en público de otra. Por mucho que nuestros padres nos dijeran que en casa había que comportarse como lo haríamos fuera de ella, lo cierto es que al final no se hacía. Eso producía –produce– cuando comíamos –o comemos– fuera de nuestro hogar, en situaciones ajenas a los encuentros con los amigos, una cierta incomodidad. ¡Cuánta liberación sentimos cuando a alguien se le ocurre decir al inicio de la comida, “¡nos quitamos las chaquetas!”. Era como hacer que el encuentro gastronómico rompiera la frontera de un saber estar, queriendo estar, pero disfrutando estar.
No se considera hoy de mala educación en la mayoría de los encuentros gastronómicos hincar la mano a la gamba, o mojar con pan el huevo (con la ayuda del tenedor), o compartir unas almejas sin tener que separarte tu ración con una cuchara. Claro está que tampoco parece saludable untar el pan en la salsa de ese plato común. Es muy habitual hoy en las comidas de negocios solicitar uno o varios platos compartidos, para continuar con uno principal individual. Esa comida compartida que queda en el centro de la mesa, y que de acuerdo a las normas clásicas deberíamos retirar nuestra porción con los cubiertos, constituye una buena ocasión para favorecer el diálogo sin tener que estar pendiente de servirte lo tuyo. Vas picando y se favorece algo que hoy es la clave de todo: la naturalidad.
Sin embargo, es cierto que existe un mayor interés de las personas por saber comer adecuadamente, que en este tiempo han proliferado los manuales del saber estar, pero la mayoría ha sabido interpretar que la buena educación en la mesa tiene sus dosis de naturalidad, espontaneidad y sentido común. También es verdad que los restaurantes y las empresas de cáterin han adoptado soluciones que permiten atender esta evolución sin romper las buenas formas. Precisamente, uno de los mayores cambios que se han experimentado en estos últimos quince años ha sido la adaptación de la hostelería en su conjunto. Si hace veinticinco años lo más correcto en un banquete era que los invitados se sirvieran a sí mismos de la fuente o bandeja que presentaba el camarero, hoy se ha impuesto la comidaemplatada, es decir, dispuesto el alimento en el plato para el comensal. De esta manera, el invitado no sufre tanto por la dosis que ha de tomar, la manera de servirse y esa antigua obligación de tener que comerse todo el plato. Los buenos chefs prefieren que la comida llegue al invitado conforme al diseño del cocinero y no a cómo te la pueda servir el anfitrión o uno mismo. Ése, a nuestro entender, ha sido un cambio positivo. En comidas sociales la cantidad es lo de menos, y la calidad se impone. Hemos avanzado hacia una comida variada, generalmente tematizada y cuyos platos ofrecen en su presentación un diseño que más bien parece una obra de arte. Claro está, la tortilla o la croqueta siempre estarán ahí, pero hoy se presentan en estos eventos de forma alternativa y más imaginativa. Estas nuevas presentaciones que incluso a muchos comensales el propio camarero tiene que explicarles lo que es y cómo hincarle el diente.
La parte gastronómica de un evento es un importante acompañamiento a lo esencial del encuentro, que suelen ser las relaciones personales. No hay que olvidar que hace años un buen y amplio cóctel se agradecía porque era menos habitual participar en ellos, pero ahora, allá dónde hay un evento, aparece enseguida la copa y la comida. Se impone hoy sorprender con reducidas porciones de comidas impensables que obviamente gustarán más a unos que a otros. Pero, en este sentido, la tendencia actual avanza por estos derroteros. Se busca que el invitado se vaya satisfecho, pero sobretodo sorprendido y agradecido por la singularidad.
Sencillez y naturalidad
Dejando de lado las situaciones familiares o de amistad, las comidas fuera de casa se han vuelto más sencillas, menos pesadas, más ligeras y favorecedoras del intercambio de la palabra. Hemos pasado, al menos en el mundo de los negocios y las relaciones institucionales, de las comidas interminables a las comidas medidas. En este sentido, siempre me acordaré de lo que me decía una y otra vez Graciano García, director emérito de la Fundación Príncipe de Asturias, que entendía algunos protocolos como una forma de secuestrar a los invitados. “He ido a una comida y nos dieron más de las cinco”, decía el creador de los Premios del Heredero de la Corona. Lo mismo decía de otros eventos no gastronómicos: “En las invitaciones debería ponerse o bien el programa o contenido del acto o al menos el tiempo previsto de su duración, porque he ido a eventos donde calculas por lógica una determinada duración y luego resulta que no hay manera de marcharse cuando ha pasado el tiempo razonable. Es todo un secuestro”, añadía. Y no le falta razón. Creo que, en ese sentido, se ha mejorado bastante, pero aún queda camino por recorrer.
Hasta hace poco había que saludar a los demás de una forma determinada, las mujeres podían hacerlo sin levantarse del asiento, se seguía una cierta jerarquía, unos tratamientos… Hoy, también ha variado: un apretón de manos o abrazos entre ellos, y par de besos para ellas. El  casi ha barrido al usted, e incluso a veces hasta nos suena raro oírlo por ejemplo cuando un político se lo aplica al entrevistador de la tele o de la radio. Comienza a sonar raro la palabra señor o señora, hemos matado ya el señorito oseñorita (salvo para uso despreciativo), y el don ya es cosa de finolis.
Las cartas ya han pasado al olvido salvo la correspondencia oficial que incluso observamos como bichos raros. Todo lo comunicamos vía internet. Tampoco vamos al banco. Nuestra clave personal nos permite acceder a las cuentas en casa y llevarlas con más comodidad, pagamos sin desplazarnos y sin ver al receptor, quien por supuesto ni nos muestra su agradecimiento. Ya parece hortera enviar una felicitación de Navidad y buscamos opciones audiovisuales que circulan por la red. Si según un estudio de hace doce años cada español recibía una media de cuatro felicitaciones navideñas, hoy estamos por debajo de una y, sin embargo, nuestro buzón de correo electrónico en esta fechas se colapsa de felicitaciones impersonales y algunas muy poco originales. Pero claro, ya muchos padres han decidido dejar en segundo plano los Reyes Magos porque regalar en Papa Noel es dar una oportunidad al pequeño para que juegue más tiempo antes de volver al cole, mientras mata las navidades a la vera de sus abuelos, muchos ya convertidos en padres de hecho.
Encierro tecnológico
La sociedad ha cambiado notablemente. Uno mismo está escribiendo este artículo en el vagón del AVE entre Madrid y Barcelona. He observado la totalidad del convoy y de los 75 que vamos sentados en turista, 63 personas están ensimismadas en su mundo tecnológico. El ruido constante de las teclas y el tacatá de interactivos, mensajes, se rompe constantemente por los cientos de sintonías de los teléfonos portátiles o de las conversaciones donde llegar a conocer prácticamente la vida de un compañero de viaje dos asientos más allá. No se habla ya con el de al lado como en los antiguos vagones de Renfe, ni casi se levanta la vista cuando la azafata te ofrece los auriculares. Los televisores se quedan, como muchas veces en casa, encendidos como si fuera necesario acreditarnos que estamos en casa.
A los niños y jóvenes les gusta cada día salir menos del hogar. Su plataforma de juegos virtuales es más atractivo que ir a mitad del patio del colegio o sencillamente a la calle o a las zonas comunes de una urbanización. Prácticamente entre ellos se comunican más tiempo por la mensajería móvil y por las redes sociales que de palabra. Se hace la foto la niña recién peinada y a los dos minutos la puede ver medio mundo. Manda un twet y moviliza a toda su panda o, sencillamente, gasta una broma al profesor que graba en video y sube luego a las redes para ridiculizar al maestro. Los padres, todavía en proporción muy alta, no ponemos coto al abuso de estos artilugios que indudablemente conducen a la pérdida de determinadas habilidades sociales y a la vida en sociedad. Quizá por ello, cuando llega el momento del encuentro tengan que recurrir a otras hazañas o tirar del botellón sin límite para recuperar su capacidad de iniciativa o su libertad cuando está ante el ordenador. No le gusta estudiar, ni entiende para qué, porque en Internet lo tiene todo y la calculadora ofrece el resultado correcto.
En este sentido, se habla de una o dos generaciones perdidas como consecuencia de la crisis. Pero quienes tenemos la oportunidad de dedicarnos a la enseñanza desde hace muchos años también podemos constatar que una gran parte asiste, tras sus estudios universitarios iniciales, a docenas de cursos especializados. Pero gran parte de ellos carecen de iniciativa, imaginación, creatividad y habilidades, porque estas generaciones ya se han atrincherado en las redes y las tecnologías. Es increíble ir por la calle y ver a un niño de ocho años con su teléfono portátil o usarlo fundamentalmente para jugar o mensajear. O toman prestado del papi o la mami el Ipad para jugar al trivial electrónico o a las nuevas guerras de las galaxias.
Pero no sólo es cosa de niños la llegada de nuevas formas de conducta social. También los maduros hemos modificado maneras que hace bien poco generaban descalificaciones. ¿Quién no oyó alguna vez la frase “Nunca llevaré un móvil porque no quiero esa dependencia”? Hoy llevan móviles (a veces varios) todo el mundo. Incluso a los abuelos, que tanto les costaba manejarse con ellos, no se separan de los mismos un instante. ¿Quién no oyó alguna vez que en los restaurantes debería hacerse como en el Oeste, poner un letrero en la puerta como “En vez de colgar las pistolas aquí”, “Dejen su teléfono”? Hoy llegamos a la mesa y lo primero que ponemos es el teléfono, que normalmente atendemos aunque estemos en compañía, dando excusas con la llamada esperada. Se habla mucho de cuál debe ser el protocolo en estas situaciones, pero es absurdo decir que lo normal es ni sacar el teléfono, ni atenderlo salvo una verdadera emergencia, porque la realidad es otra. ¿A cuántos restaurantes no vamos sencillamente porque tienen mala cobertura, o con esa excusa levantarnos de la mesa cada equis tiempo? En este tema es curioso observar en bares de menú del día a personas solitarias con su Ipad abierto sobre la mesa y atender con una mano su facebook mientras con la otra toma su potaje o, sencillamente, viendo la televisión a la carta.
El fumar
La prohibición de fumar en espacios cerrados ha provocado otro cambio en nuestros hábitos sociales. Quienes no han podido liberarse de las ataduras del tabaco, han tenido que tirar de imaginación para aliviar su ansiedad. Saben de determinados rincones del trabajo donde puedes dar rienda a tu cigarro, o tomar la cerveza a la puerta de esos cientos de bares que se han visto obligados a crear otro tipo de terrazas, bajo setas caloríficas y entre repletos ceniceros. Claro, llegan estas épocas y los costipados, a la orden del día. No hay un lugar público que tenga un acceso digno: o te encuentros un par de ceniceros desbordados de colillas o el suelo de las inmediaciones está asolado de tabaco o un grupo de incomprendidos se encuentra compartiendo el humo de sus pitillos. Fumar ya no es cosa social, ni tampoco de hacer de ese hábito algo con estilo y respeto. La ansiedad puede con todo, incluso con la buena educación de lanzarte a la cara el humo con esa mirada muchas veces desafiante.
Asistimos a cambios importantes en las actitudes ante los demás, está claro. Resulta difícil para los estudiosos de esta materia delimitar ahora mismo qué debería ser correcto o qué no, porque lo práctico lo invade todo. El pantalón vaquero roto, las zapatillas roídas, el pantalón mostrando el tanga o el calzoncillo, la clara influencia del vestir dejado de clara influencia norteamericana invade nuestras calles. A veces en la diversión, pero también en las aulas, en los centros de trabajo y cada vez más en determinados eventos sociales. Choca mucho esta circunstancia, por ejemplo, en los jóvenes de hoy –especialmente ellas– cuando dejan en casa el pantalón raído para ponerse su espléndido vestido y maquillaje para asistir al cumpleaños de la amiga o para salir el viernes por la noche. Y no se conforman con una solución de Zara. El pelo largo ha dado paso a la maquinita en ellos, y en el caso de ellas comienzan a hacerse las mechas cuando apenas pasan los doce. No cuestionamos nada, nos limitamos a recoger estos cambios.
Situándonos en el mundo
Nos hemos vuelto todos muy modernos casi de golpe. Salimos de casa y enviamos un twet avisando al mundo de nuestros primeros pasos matinales y vamos dando muestra de nuestra existencia a lo largo de la jornada. Hay quien incluso va dejando rastros con su móvil de la ubicación en que se encuentra. Y todo pese a que decidimos aislarnos con los auriculares. Es como si se quisiera que todo el mundo supiese lo que uno hace pero que no moleste. No preguntamos al transeúnte cuando nos perdemos porque llevamos GPS. Casi no preguntamos por el nombre del hotel donde nos alojaremos, sino la dirección exacta o para ponerla en nuestro GPS, cosa por cierto ésta que ha aportado un gran servicio aunque alguna vez el artilugio nos haga dar más de una vuelta. Antes de ir a algún lugar nos conectamos a Google Map para echar un vistazo a la zona o ya ni preguntamos por qué zona cae la calle o lugar donde hemos quedado porque en menos de un minuto sabremos dónde está, cómo llegar por dónde y en cuánto tiempo. Y si lo hacemos en transporte público, nos apalancamos en el primer asiento libre, abrimos nuestro ibook y nos ponemos a leer olvidándonos del anciano o disminuido que se queda sin asiento y sin que nadie le ofrezca acomodo.
Uno va de camino al trabajo y observa cientos de tipos de todas las edades que caminan a través de sus rumbos parapetados en dos cascos con los que escuchan su música favorita o su emisora. Y adiós a los insomnios de la pareja, que sus auriculares y un Ifone o Ipad se pone a ver su película preferida y deja de dar vueltas en la cama o lanzar suspiros de desesperación. No necesitamos reloj ni despertador, ni agenda, ni libreta. Todo está en el artilugio. Por eso hoy se ha convertido en todo un drama perderlo o que te lo roben. Casi prefieres dar la cartera antes que tu móvil u ordenador.
Tiempos muy importantes de cambios, donde lo práctico se impone. Por eso, quizá entre tanta modernidad la pretendemos equilibrar a través de los programas televisivos glamurosos, mirando los vestidos de nuestras princesitas y artistas del momento o haciendo de la boda de nuestra… un evento por todo lo alto o tomando a veces decisiones increíbles cuando en un acto sencillo te están pidiendo un traje oscuro para ellos y un traje de cóctel para ellas. Es la contradicción de una sociedad que empieza a frivolizar con las relaciones sociales y no es consciente de la importancia que tienen y de saber estar a la altura de la circunstancias. Pero el mundo ha cambiado en muy poco tiempo y hay que reinventar el nuevo protocolo social. Precisamente ahora que el protocolo y la organización de eventos en su conjunto ya es una carrera oficial de Grado, un grupo de especialistas de la Universidad Camilo José Cela ha creado un grupo de investigación en torno a la Catedrá Ferrán Adriá para reinventar el nuevo protocolo que afecta a la conducta social. Ha de reinventarse porque los tiempos han cambiado y ya no podemos decir que es de mala educación dejar los cubiertos usados encima del mantel cuando reposamos para beber porque en el plato donde nos han servido la comida, cuyo fondo aparece iluminado por una bombillita no hay manera de encontrar una forma de dejar la pieza.
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Texto publicado en el periódico asturiano La Hora de Asturias con opcasión de su número 200. Tuve la oportunidad de escribir en su número 1.
http://www.lahoradeasturias.com/pdf_edicion/PDF_EDICIONES/ESPECIAL%20200.pdf
Páginas 18, 19, 20 y 21

¿Por qué el “Queremosorganizareventos”?

No es una acción más. O una intentona. Es sencillamente una apuesta. Y confiamos en que salga bien. No paro de recibir todos los días numerosos correos o llamadas, o de recibir a personas que me transmiten su desánimo por la falta de oportunidades para acceder al mundo del protocolo y la organización de eventos. Lo cierto es que el tema está como está para todas las profesiones. La crisis ha sacudido a todos. Pero si protocolo fuimos los primeros en sufrir las consecuencias de ella, también seremos de los primeros en salir.

Llevamos un grupo de personas cavilando hace tiempo sobre la necesidad de hacer algo que sirva para revitalizar el sector, hacernos notar, recuperar el optimismo, sensibilizar a la sociedad y demostrarle que con protocolo se puede salir mejor de este atolladero. El cambio de Gobierno ha dado posibilidades a unos, pero sigue dejando fuera a cientos.
Y no podemos quedarnos impasibles. Ni los que tenemos la oportunidad de trabajar, ni los que sufren el terrible paro, la falta de oportunidad o los bajos salarios, o ejercer lejos de lo que han estudiado. No podemos. Primero hay que recuperar el optimismo, porque si persistimos en el pesimismo nunca saldremos.
Por eso, hemos pensado que debíamos lanzar de forma espontánea una iniciativa a la que libremente cada uno se apunte para proponer ideas, acciones, hacer lobby, ayudar… Incluso los profesionales también deberían meterse en este movimiento, entre otros motivos, porque nadie está a salvo. Tenemos que recuperar la conciencia colectiva, la conciencia de que somos profesión y debemos corporativizarnos. No queda más remedio que unirnos y entre todos ir tratando de sacar uno a uno de este atolladero.
Quieroorganizareventos no es la panacea, ni tampoco la solución, pero pretende ser la casa de todos, un lugar en donde nos encontremos, hablemos, generemos iniciativas, busquemos soluciones y reclamemos alternativas. Pero no es nuestro deseo fijar el camino unos pocos, sino entre todos. Se pueden hacer muchas cosas y eso es de lo que se trata. Vamos a abrir foros, fomentar el intercambio, habilitar una web con ese nombre –ya registrada– y que sea gestionada con orden pero con la ayuda de todos. Buscaremos los foros de profesionales para recordarles que hay generaciones detrás con ganas que no buscan apartar a nadie, sino ayudar, recibir apoyo y que se les brinde la oportunidad de colaborar en sus eventos.
Este movimiento, que algunos ya llaman P-15, quiere la unión, aunque sobretodo las ideas. ¿Cómo puedo ser un emprendedor en protocolo y organización de eventos y poder iniciar carrera profesional desde ya? Ése es nuestro propósito y por eso pasamos a la acción. Buscamos la oportunidad. De ahí que este tren vaya camino de ello desde que comenzó el año. Creemos que se pueden llevar a cabo iniciativas que devuelvan las ganas, que nos den fuerza y que nos dirijan por la senda correcta. Queremos que las asociaciones profesionales se ocupen más de este tema y pedimos a los profesionales que desde sus puestos orienten y procuren posibles participaciones en eventos, aunque sea como ayudantes u observadores.
Hay una generación de protocolo que busca sitio, y aunque poco a poco se van dando buenos pasos es hora ya de dar los definitivos.
Queremos que el movimiento culmine en todo el territorio nacional, pero que en cada autonomía o provincia los interesados se muevan y expongan sus conclusiones y resultados. Estamos en un momento importante y crucial donde ser emprendedor es algo más que llevar un currículum. Pero, en la desorientación general, es necesario que iluminemos el camino y que quienes tenemos algunas bazas las pongamos a disposición de la comunidad protocolaria.
Funcionará si quienes se comprometen cumplen y trabajan en serio. Por eso, a través de las redes sociales hemos lanzado la iniciativa y con buena respuesta. Hay mucha, mucha, gente que quiere ayudar, que quiere hacer cosas sin más ánimo que el de tirar por esta profesión. Todos tenemos contactos y mal se tiene que dar para que no rasquemos cosas.
Confiamos mucho en esa web y en las muchas ideas que nos han hecho llegar. Ya veréis cómo comenzará pronto a dar resultados.
Ahora queda fijar la hoja de ruta. Primer paso, en febrero, reunión restringida pero libre de quienes puedan acudir a Madrid. Se tratará de fijar los parámetros del movimiento y las primeras iniciativas, así como la mínima organización de salida que precisamos. Y en marzo nos iremos al primer gran foro de emprendedores. Todo sin ánimo de lucro, sin costes, buscando las ayudas necesarias.
Creemos que merece la pena, porque hay que abandonar el pesimismo y situarse en el optimismo. Hay tiempo para la oportunidad. Claro está, como siempre digo, si se vale para esto y si de verdad uno se compromete. Si estás apuntado has asumido una bonita responsabilidad. Si no lo estás, vente al grupo. Siendo muchos tendremos más fuerza. Aislados en cada pueblo o ciudad no somos nadie.
Y en esa hoja de ruta, las réplicas en cada autonomía tienen que producirse con intensidad, con iguales acciones pero a escala regional. Tendrá que haber coordinadores para cada acción y para cada lugar, pero todos tenemos la misma voz y el mismo voto. Y todo sin dejar de estar al lado de profesión que amamos profundamente.
Ésa es la apuesta de Quieroorganizareventos. La apuesta de todos. No es una iniciativa que queramos llevar unos pocos. Ayudamos a ponerla en marcha, a facilitar medios, contactos, pero al final quien tiene que tirar del carro son todos, debidamente bien organizados, con réplicas en todas las comunidades autónomas. Nos ofrecemos a ayudar, estimular, empujar, abrir puertas, etc… Pero el reto está en las ya más de casi trescientas personas que de una y otra manera han puesto en marcha una gran ola que puede llegar lejos. No es una iniciativa para ofrecer puestos de trabajo, pero sí para facilitar la inserción. Poco a poco iremos haciendo.
Ánimo y en breve la constitución del Comité Organizador. Primer paso de este imparable Tren 2012. Destino Oportunidad.