De la indignidad de “la” Infanta al Rey “refrendado”

Foto Rey

La semana que culmina nos ha dejado dos hechos que obviamente no han pasado desapercibidos para los ciudadanos. Por una parte, la revocación del título de Duquesa de Palma de Mallorca por parte del Rey a su hermana la infanta Cristina de Borbón, y, por otra, la toma de posesión de los alcaldes en los 8.115 ayuntamientos que hay en España, en los que trabajarán sus 68.230 concejales que elegimos hace apenas 15 días. Por ello, vamos a referirnos en dos artículos a ambas cuestiones, buscando como siempre el lado protocolario.

El diario El País, en su edición de hoy, asegura sobre la Familia Real: “La decisión adoptada por el Rey de revocar el título de duquesa de Palma a Cristina de Borbón y la reacción de esta asegurando que ya había renunciado antes de que se promulgara el real decreto pone de relieve el abismo que se ha abierto entre los dos hermanos como consecuencia de la imputación de la Infanta en el Caso Nóos. El movimiento realizado por Felipe VI sitúa de nuevo el foco en el paso siguiente: la renuncia de Cristina a sus derechos dinásticos, una decisión que solo depende de ella y que la desvincularía de la Casa del Rey”.

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Premios Príncipe de Asturias: protocolo para emocionar

Banderas premiados buena

El acto de entrega de unos premios debe transmitir emoción. Se hacen para conmover el ánimo. Su pretensión inicial es la de reconocer unos méritos, pero éstos deben generar la aceptación general más allá de la decisión de un jurado. Si el galardón es justo el público se emociona, porque normalmente los méritos que aportan los premiados no dejan indiferentes a quienes observan el acto. Su relevancia y valor genera esa sensación de que realmente estamos ante un hecho excepcional y como tal la emoción salta a borbotones. Emoción en quienes lo reciben por verse reconocidos por su aportación singular en la disciplina en la que trabajan y emoción en los públicos porque se sienten parte de quienes reconocen. Conjugar ambas “motividades” es la esencia (o debe serlo), más allá de la formalidad, de la ceremonia de entrega de los premios Príncipe de Asturias hasta ayer a las 19,55 horas de España y desde entonces Premios Princesa de Asturias, título de la actual heredera Leonor de Borbón y Ortiz, nueva presidenta de honor de la Fundación también rebautizada Princesa de Asturias.

En consecuencia todos los aspectos organizativos y de contenidos de estas ceremonias deben dirigirse a lograr aquellas sensaciones. El protocolo, los discursos, los gestos, la escenografía, la producción, etc. Tienen que transmitir necesariamente todos los conceptos que llevan consigo un homenaje. Si no es así se está sustrayendo lo fundamental. Si alguien de los que siguió la ceremonia bien presencialmente o a través de los medios de comunicación o redes sociales ha quedado indiferente es que algo ha fallado o estamos ante públicos sin sensibilidad alguna (que de todo hay, desgraciadamente). Nadie con un mínimo de sentimientos pudo ayer evitar emocionarse en alguna fase de la ceremonia en la que los gestos y las palabras penetraban en el corazón.

Desde el mismo discurso del Rey (solo en dos ocasiones ha hablado un rey en el acto de Oviedo, en 1984 Juan Carlos I en ausencia del entonces Príncipe por sus estudios en Estados Unidos, y el de ayer con Felipe VI), o las palabras pronunciadas por los premiados, sus gestos de agradecimiento al recoger el galardón, su natural etiqueta sin cortapisas más allá de los mínimos recomendables, la solemnidad de los himnos a través probablemente de las versiones que más ponen la carne de gallina (gaita), la presencia discreta pero bien sentida de las reinas (la titular y la honorífica), la presencia de autoridades nacionales e internacionales, todo ello debidamente armonizado bajo un correcto protocolo flexible son esenciales para que la ceremonia de Oviedo sea capaz de trasladar al mundo lo que significan sus premios: la foto anual del reconocimiento universal a un grupo de personas que trabajan por la paz, la justicia y la convivencia. Y cada uno desde sus diferentes ámbitos del conocimiento y el trabajo. Debe de transmitir que tan importante es descubrir la vacuna contra el ébola que facilitar el entendimiento entre las personas a través de la sana práctica del deporte. O que es tan importante dar belleza a edificios singulares que haber hecho felices a muchas generaciones a través de Mafalda. Todos son importantes y necesarios, aunque luego cada espectador pueda priorizar. En esa visión de conjunto se basa el éxito de la ceremonia ovetense, año tras año, tras su primera entrega en 1981. Y por eso no hay un protocolo definido en el ordenamiento de los premiados, que cada año se ubican de acuerdo a criterios de equilibrio que establece la Fundación.

Caddy Adzuba Concordia

No precisa de una gran producción escénica, ni de un severo protocolo para conseguirlo. Basta con alcanzar esa correcta armonía entre el espacio y el ceremonial para lograr el cumplimiento de los objetivos. De hecho la Fundación Princesa de Asturias apenas realiza cambios de un año para otro ni en su puesta en escena, ni en su protocolo, porque es consciente de que quizá la fórmula no requiera más que la estricta actualización que impone los tiempos. Sencillamente porque el éxito reside en la fuerza de los gestos –que hay que trabajarlos mucho, no se improvisa tan fácilmente- y en la fortaleza de las palabras que tanto galardonados como Rey/Príncipe lanzan a los cuatro vientos desde el atril del escenario. La fórmula funciona porque hay detrás un buen protocolo, el que no parece sentirse y que, sin embargo, como una mano invisible conduce todo sin exhibirse.

La ceremonia de esta 34 edición, como la mayoría de las celebradas en los últimos veinte años, me ha emocionado mucho. He sentido la fuerza que trasladaban ese puñado de hombres y mujeres y he visto a un Rey con un discurso tan profundo con mensaje, tan de valores humanos y tan de papel de jefe de Estado comprometido con la realidad de su país, descrito con una belleza extraordinaria y expuesto con un espectacular saber estar de un FelipeVI que se sometía a una nueva reválida tras su proclamación. Muchos saben lo que para él representa esta Fundación que ha hecho suya totalmente (le costará pasar los trastos a su hija en su momento, ayer ya lo pudimos comprobar anecdóticamente) y a la que siempre se ha agarrado para posicionar públicamente al Heredero y exhibir desde una buena plataforma sus pensamientos, creencias y apoyo a toda causa que vaya en beneficio de la sociedad. El diario El País, en su edición de esta mañana, dedicaba nada menos que su editorial a la figura Real con ocasión de su intervención en el Teatro Campoamor. Bajo el título “Mejor juntos” terminaba con este párrafo:

La España actual requiere de un Rey que le hable de los problemas que le angustian y que se implique con los ciudadanos en la búsqueda de una solución, no de un monarca feliz en la distancia de su mundo propio. Ayer se escuchó a un Felipe VI mucho más próximo a lo que reclamamos: enérgico frente al desencanto, resuelto ante los profetas del catastrofismo, atento y preocupado por la división que los problemas políticos y económicos causan. Sería deseable que este discurso fuese el inicio de una nueva etapa en la trayectoria del Rey, a quien se le recomendó desde varias esferas un inicio prudente para no despertar reacciones contrarias. Hoy no puede haber mejor recomendación que la de animar a don Felipe a ganarse cada día el trono, como su padre le enseñó.

Frank Gehry

La magia del protocolo

El protocolo del acto que vivimos ayer respondió al esquema habitual. Prácticamente la misma puesta en escena que ya la hace singular (con ver una foto ya se sabe lo que es) y la distingue frente a otros actos de reconocimiento. A esta ceremonia le ocurre lo mismo que a los grandes clubes de fútbol de éxito: son inimitables. Se puede aprender mucho de ella, incluso se inspira uno para buscar aplicaciones en otros eventos, pero no es posible copiarla, ni mucho menos pretender parecerse. Nunca se lograría. Ha conseguido dar con la tecla, claro está que ha costado más de treinta años de intensos y arduos trabajos.

Es una ceremonia sin errores que merezcan la pena destacar, porque aunque los hubiera la fuerza final de los mensajes y los gestos termina por ocultarlos o convertirlos en meras anécdotas, cuestión ésta que además es favorable porque le da ese necesario toque de humanidad. Sus protagonistas son personas y las personas a veces “tropezamos” sin pretenderlo. Desde mi experiencia de tiempos atrás he llegado a pensar que muchas de esas “anécdotas” no responden a saltos en el protocolo, sino a calculadas actuaciones desde la espontaneidad. Cada edición tiene su anécdota, y la de este año fue la “supuesta”confusión del Rey a la hora de convocar los premios 2015 donde su protagonismo durante 34 años le jugó la mala pasada de referirse en primera instancia a los Premios Príncipe de Asturias, para con gesto simpático y natural corregir y señalar Premios Princesa de Asturias. La situación permitió además dar un poco de juego a la Reina que le dio un beso. Queriendo o sin querer –a veces pienso que lo hace a sabiendas- la frase más esperada por lo que significa de relevo generacional en la Fundación no será olvidada nunca y todos, todos, ya saben que desde ayer los Premios se pronuncian en femenino y que la heredera Leonor asumirá pronto su total protagonismo, eso sí bajo la tutela de sus padres hasta que cumpla su mayoría de edad y jure la Constitución ante las Cortes Generales.

Beso Princesa

Marathon buena

No fue una improvisación que el seleccionador nacional Vicente del Bosque buscara al otro míster, Luis Aragonés, para que se uniera al conjunto nacional más laureado de la historia de esta disciplina deportiva. Tampoco fue una casualidad que Bárbara Hendricks en el año 2000 improvisara a capela un canto a favor de libertad, ni que Rabín y Arafat se abrazaran en el coliseo ovetense, ni que los científicos rivales Gallo y Montagnier que se disputaban la titularidad de sus avances en el diagnóstico, prevención y tratamiento de la infección por el Virus de la Inmunodeficiencia y el Sida se reconciliaran públicamente con un solvente apretón de manos sobre las tablas del Teatro, ni que las víctimas del Holocausto nazi se emocionaran hasta las lágrimas, nio que los maratonianos de Nueva York simularan la carrera ayer, por citar algunos ejemplos más cercanos en la memoria. No son casualidades porque el protocolo dispuesto conduce a ello y aunque en ocasiones ya esté previsto en otras sin preverlo se sabe que ocurrirá porque el diseño protocolario de la ceremonia terminará por provocarlo. Esa es la magia que en muchas ocasiones el buen protocolo puede crear.

Grandes aciertos, escasos errores

Si la ceremonia ha salido bien y se han conseguido los objetivos, el protocolo no debe ser criticado, y si en las líneas que siguen se hacen referencia a algunos de ellos entiéndase que solo se busca el afán de contribuir al camino de la perfección de este evento (palabra que se queda escasa cuando se hace referencia a esta solemnidad humana que gira sobre esta cita anual). Hay que reconocer que el protocolo en general se ejecutó en lo fundamental con un acierto espectacular y que en su edición de 2014 se ha aplicado bien y de forma sencilla, como corresponde. Por lo tanto, hay que felicitar a sus organizadores y animarles a que sigan por esa línea.

Ni el evento más perfecto se escapa a los errores. El gran acto de referencia protocolaria de España como es la entrega de estos premios, tampoco se escapa de los riesgos de los errores, pero todos ellos no han influido en el resultado final que es lo que importa. Supuestamente se equivocó el Rey a la hora de convocar la siguiente edición, no se calculó bien la posición en el atril cuando habló desde su silla de ruedas el genial Quino, ni tampoco su acceso al escenario fue programado con la misma solemnidad que el resto, la maestra de ceremonias anunció antes de que sonara el himno de Asturias la salida de los premiados (cuando debería haberlo hecho después), la bandera de España en el lateral detrás de los galardonados no estaba en el lugar correcto de acuerdo a la filosofía de su presencia, la decoración floral sigue siendo la asignatura pendiente de esta Fundación que recarga innecesariamente el escenario, la duración del Himno Nacional se quedó lejos de los 52 segundos que manda el Real Decreto correspondiente, las escaleras de acceso al escenario siguen siendo un problema para las mujeres que llevan vestido largo ceñido como el caso de Caddy Adzuba, premio de la Concordia, excesiva presencia de autoridades en el escenario, especialmente del gobierno de la nación. Bueno son algunas de las cuestiones que pueden resaltarse, pero ninguna de ellas, insistimos, es relevante desde el punto de vista protocolario, salvo algunos que pasamos a comentar.

Premiados general

Banderas premiados buena

La bandera de España que se coloca detrás de los galardonados cuando entre ellos hay algún español, debe ubicarse en el orden alfabético establecido –desde la edición 33 en español-. No por celebrarse en España hay que dar prevalencia a la bandera que se coloca en honor del representante de nuestro país. Eso es un error, porque desequilibra el concepto de igual importancia a todos los galardonados. La bandera oficial de España ya se sitúa en su puesto de honor y prioritario a ambos lados de la presidencia, junto a las enseñas asturiana y europea. Ahí sí que debe ser la primera, pero no en la otra hilera de vexilos. Este error cometido ayer es importante para los protocolarios –irrelevante para la mayoría de la sociedad- y se produce cuando no se entiende muy bien el por qué de su presencia. Ha habido ediciones donde el vexilo nacional no estaba, sencillamente porque no había galardonados españoles. Eso evidencia que la presencia o no de la misma responde a ese criterio, luego en consecuencia su colocación es como una bandera más junto al resto de países y su puesto obedece al orden alfabético elegido.

Cambios necesarios de acometer

No es culpa de los responsables de protocolo, pero pienso –como lo he pensado siempre- que las autoridades y numerosas personalidades que ocupan asiento en el lado izquierdo de la presidencia del acto en el escenario no deberían estar. Parece duro decirlo así, sin más, pero en razón a la filosofía del evento, no aporta nada su presencia y sí en cambio llena en exceso un espacio en el que deben de lucir exclusivamente los galardonados, los reyes y la fundación anfitriona, y en ese orden. Sinceramente, abogo y estoy convencido que más tarde o temprano así se hará, para que tanto las primeras autoridades (ayer Vicepresidenta del Gobierno, ministros de Asuntos Exteriores, Fomento y Educación, Cultura y Deportes, Presidente del parlamento asturiano, Delegado del Gobierno y Alcalde de la Ciudad, como los embajadores de los países de los galardonados y premiados de ediciones anteriores, deberían ubicarse en un lugar especial y de privilegio pero fuera del escenario.

En ese lado izquierdo deberían colocarse solamente los jurados, representados por sus presidentes, y los altos cargos de la fundación anfitriona (Directora, Secretario General y Director Emérito Vitalicio), y por precepto legal, el séquito que acompaña a los Reyes (ayer el Jefe de la Casa de S.M. y el Jefe de la Secretaría de la Reina). Y nadie más. Autoridades, para un lugar de honor en la zona de público, como la reina Sofía. Premiados de ediciones anteriores, para otro palco de honor. Soy consciente de que cada año se “limpia” más de personas esta zona, pero debería darse ya el paso decisivo de prescindir de casi todos. ¿Para qué poner autoridades si el acto ya lo preside quien nos representa a todos los españoles, el Rey? ¿Por qué tantos ministros, algunos de ellos sin una justificación clara? La fórmula es clara: presidencia donde corresponde, galardonados a su derecha, y anfitriones (directivos y jurados) a su izquierda. Y es suficiente. Los demás sobran en esta zona.

Reyes

Otro cambio que la Casa de S.M. debía resolver ya de una vez. Me consta que la Fundación lo ha intentado en numerosas ocasiones, pero sin éxito. La presencia del ayudante de campo del Rey, tras la presidencia, es excesivamente llamativo en el tiro de cámara. Es cierto que juega un papel relevante a la hora de entrega de los diplomas, pero para eso hay soluciones. Durante la ceremonia, el ayudante debería ocupar un lugar más discreto, ladeado, y solo en el momento de dar el pergamino que el Rey ha de entregar al galardonado debe entrar en la zona de la mesa de la presidencia. Si no se corrige esta situación seguirá llamando mucho la atención la presencia de un militar ayudante, precisamente en un acto que habla de paz y convivencia (con esto que no se ofendan nuestros militares que soy consciente de que su misión fundamental es garantizar la paz). Tiene solución fácil; falta solo la voluntad de hacerlo.

Llegada premiados

La presencia de los gaiteros junto a la fachada del Teatro y en lugar muy visible en la explanada, debiera requerir la búsqueda de una posición un poco más retirada (pero sin que pierdan visibilidad) para que la entrada de los premiados y de la Familia Real sea más lucida y no se estreche tanto la proyección de la imagen que se transmite.

Científicos 2

Es hora ya de que la Fundación disponga otro formato de atril. El que usa ha cumplido ya su misión histórica y necesita otro formato que evite esa sensación de mueble que separa excesivamente. Debe prescindir de una decoración floral que termina por recargar excesivamente el fondo del escenario. No le aporta gran cosa y en ocasiones le perjudica mucho. Hoy hay múltiples soluciones para evitar esa gran mancha azul del fondo del escenario. Por cierto, a esa trasera le falta una frase que en muy pocas palabras resuma la filosofía de estos premios. Daría muchas más fuerza al evento.

Foto general

Por la misma razón abogaría por retirar los dos centros florales dispuestos por delante de la mesa y en sus extremos, que obedece exclusivamente a la necesidad de tapar la cámara robotizada que dispone RTVE, entidad encargada de ofrecer la señal institucional. Valorando el uso que hace de ella los realizadores, no justifica que la mesa se vea condicionada por dos complementos que no quedan bien.

Yendo más lejos, pienso que es necesario prescindir del punto de fotografía reservado a los gráficos en el escenario. Aunque me consta los esfuerzos que la Fundación hace para limitar al mínimo el número de periodistas, sigue siendo muy alto. Aunque decisiones drásticas en este caso siempre generan el malestar de los periodistas, lo cierto es que su presencia desmerece la solemnidad del acto (entiéndase que no vamos por lo personal). Si en mis manos estuviera, reduciría la presencia a uno o dos fotógrafos de la Fundación, responsables de recoger las imágenes desde ese punto –especialmente el momento de la entrega de diplomas- y ponerlas inmediatamente a disposición de todos los medios.

Hay que buscar una solución de accesibilidad al escenario para discapacitados. Las escaleras de acceso, además de impedir que galardonados con limitaciones físicas puedan disfrutar de la misma solemnidad que el resto de compañeros de viaje, son peligrosas e incómodas para todos los premiados, muchos de los cuales por razones de edad tienen severos problemas a la hora de subir y bajar. No es fácil, conociendo el teatro, encontrar una solución sencilla, pero hay que encontrarla porque España no puede transmitir al mundo una posible incapacidad para resolver algo tan delicado como la accesibilidad. Y si ello implica la disposición de una rampa, aunque sea en perjuicio de la pérdida de aforo en las primeras filas, no quedará más remedio que hacerlo. Seguro que los arquitectos encontrarán soluciones que garanticen, además, la seguridad de todos los que hagan uso de la rampa. Quizá es hora de que el Ayuntamiento ejecute una pequeña obra que permita levantar y bajar una rampa desde el suelo con las medidas necesarias para evitar una excesiva inclinación.

Discurso Presidente

La entrega del pergamino/diploma a los premiados está bien, pero pienso que es hora ya de pensar en que lo que debiera entregarse a los premiados es la preciosa escultura de Miró, cuestión que no se ha hecho nunca por su excesivo peso (se muestran a ambos lados de la presidencia y que tras la ceremonia se envía a los domicilios de los galardonados). Se prescindió en su momento del sobre con el cheque de la cuantía del premio (no tenía sentido alguno) y creo que ahora llega el turno de hacer valer la obra de arte del genial escultor español, Joan Miró. Hay soluciones prácticas para ello. Ver a los premiados recoger el premio y salir a saludar al público con un diploma enrollado evidencia aún más una de las debilidades de estos premios, su baja cuantía frente a otros reconocimientos.

Igualmente, el Rey en su discurso debiera prescindir detanto vocativo al principio de su discurso. Pienso que con un genérico Majestad, en honor a la Reina honorífica, al anfitrión de la ceremonia, a los galardonados, a las señores y señoras autoridades y al público es más que suficiente. Ese formalismo inicial no va en línea con el fuerte calado de su discurso y el tono humanista del mismo. Y además porque con ello se da excesiva relevancia a quien en ese día no la debe tener.

Todos estos cambios y otros, son necesarios de acometer de forma progresiva, pero la solemnidad y belleza de la ceremonia, exige ya que al menos algunos de los aspectos comentados se corrijan. Obviamente, todo en su tiempo y en su momento, pero mejoraría mucho la estética de la ceremonia si se atajara lo que aquí exponemos y que personalmente he defendido, sin éxito, durante mi responsabilidad como director de protocolo de la ceremonia.

Gestos protocolarios relevantes

El acto de ayer estuvo cargado de gestos emotivos e interesantes. También había especial interés en saber si la condición de rey de Felipe de Borbón, supondría una buena excusa para acometer cambios de calado en la ceremonia. Como señalábamos al principio, no los ha habido. Tampoco era el momento. Cualquier novedad llamativa podría haber quitado protagonismo a quien más había que darselo, pues no siempre estos premios gozan de la presencia del Jefe del Estado.

Pero sí hubo algunos detalles o gestos protocolarios destacables. La interpretación del himno en su versión larga (52 segundos que se quedaron en 45, pero eso reconozco que con las gaitas atinar es complejo) sustituyó a la tradicional versión corta de 27 segundos que corresponde al heredero. Por la misma razón, la entrada de Felipe VI y Letizia Ortiz fue anunciada como Sus Majestades los Reyes de España, frente a la fórmula tradicional de Sus Altezas los Príncipes de Asturias. El Rey no hizo inclinación de cabeza como acostumbraba como heredero al llegar al escenario y girar hacia el palco de la Reina hoy honorífica, Sofía de Grecia. No obstante, el Rey tuvo el bonito gesto de girarse hace ella y saludarla con la mirada. Creo que era crucial ese detalle y quedó muy bien resuelto.

Otro cambio han sido los sillones utilizados por los Reyes. Hasta ahora, los entonces Príncipes utilizaban unos sillones en cuyo respaldo figuraba el escudo de Armas del Heredero. En la ceremonia de ayer, se prescindió, y creo que con acierto, de símbolo alguno. Iguales sillas que las de los otros dos concurrentes en la mesa: el Presidente del Principado deAsturias y el Presidente de la Fundación (anfitrión). Por supuesto, otro cambio ha sido el guión que llevaba en el coche Felipe VI. Como le corresponde lució el suyo de Rey, desplazando al azul habitual que lucía como Príncipe.

Coche oficial Rey

Obviamente, el recibimiento ha cambiado. Hasta ahora la Reina Sofía era la primera en llegar y ser recibida en el Teatro y encabezaba la comitiva hasta su acceso al palco. La Reina honorífica supo asumir su papel relegado y ocupar el tercer puesto, dejando la prioridad a los reyes titulares. Sin embargo, pese a la discreción que en todo momento quiso tener la esposa de Juan Carlos I, el rey Felipe VI tuvo numerosos detalles tanto en los movimientos protocolarios como en el discurso para disminuir el impacto de ese “relegamiento” institucional. Lo cierto es que el Rey supo manejar de forma impecable esta siempre difícil cuestión.

Caddy Adzuba Concordia2

Por primera vez lució en la parte delantera del paño que cubría la mesa presidencial la Corona de Rey, quedando en el armario la habitual corona de Príncipe que volverá utilizarse cuando Leonor asuma su rol en esta ceremonia.

En fin pocos cambios protocolarios derivados de la presencia de un Felipe como rey no como príncipe. El principal: creo que por primera vez pronunció un discurso que realmente caló en la gente, como acreditan todos los titulares de los medios de comunicación que hemos ojeado esta mañana. Esta vez el teleprompter funcionó con normalidad y el Rey hizo una exhibición de saberlo utilizar con una naturalidad espectacular que hizo pensar durante mucho tiempo que realmente tenía el discurso memorizado (pero no, leyó el que estaba previsto).

Reiteramos nuestra enhorabuena a los organizadores, y sirvan estas reflexiones como una modesta aportación pensando en el futuro de estos grandes premios que en muy pocos años se han convertido en la gran ceremonia de referencia cultural y de la paz del mundo. En eso, ha ganado ya claramente la partida a los Nobel (aunque la Fundación nunca ha querido compararse, porque sencillamente su marco y terreno de juego es otro). Pero la gente si que lo hace y por eso hay que señalar claramente que la belleza y estética de estos premios españoles superan a los de la academia sueca y noruega.

Ver cerermonia completa en: http://www.rtve.es/alacarta/videos/premios-principe-de-asturias/

Felipe VI o la sencillez en el Protocolo

almuerzo_honduras_03xComida en honor del presidente de Honduras el 1 de octubre.

Es evidente el nuevo estilo protocolario que el rey Felipe VI va imponiendo poco a poco en sus actuaciones públicas desde que fuera proclamado como tal ante las Cortes Generales, el 19 de junio. Han pasado ya esos cien días de cortesía que suelen darse a los mandatarios públicos para juzgar sus actuaciones y desde el punto de vista protocolario, está claro que el nuevo monarca apuesta por un estilo propio, que se aleja de su antecesor. Los cambios que va introduciendo son positivos, porque responden al deseo de romper la imagen de una monarquía anclada a determinadas tradiciones y costumbres que francamente hoy no tienen lugar en la sociedad del siglo XXI. Es posible que algunos nostálgicos aborrezcan estos cambios, pero resultan esenciales. Son pequeños gestos realizados cada día, que si se contemplan ahora en su conjunta dan cuenta de positivas variaciones de las que seguramente tendrán que tomar buena nota otras altas instituciones del Estado.

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 Los reyes durante su visita a la Feria Internacional Ganadera de Zafra el día 2 de octubre.

 

El estilo de la proximidad, la sencillez y la proyección de una imagen vinculada al trabajo y a los problemas reales, son las claves de los eventos protocolarios que hemos venido analizando a lo largo de este período, aunque ello no quiera decir que haya prescindido de algunas tradiciones que obviamente conviene mantener al menos durante un prudencial tiempo. Estos cambios eran urgentes por la crisis Real, pero al margen de ello, porque Felipe VI, para ser consecuente con su discurso de proclamación, debe ejercer un protocolo que contribuya al cumplimiento de su compromiso.

 

Hay muchos ejemplos de esos cambios protocolarios importantes, pero –por citar el último- es llamativo el que tuvo lugar en Palacio Real el pasado 1 de octubre con ocasión de la visita oficial del presidente de Honduras, Juan Orlando Hernández. Los monarcas españoles ofrecieron un almuerzo muy rebajado de pomposidad, con una etiqueta sencilla (traje, ni tan siquiera oscuro, y vestido corto), y se prescindió de la “solemne” cena de gala. Es cierto que no se trataba de una visita de Estado (veremos en la primera que se produzca cómo se enfoca), pero ya se intuye que Felipe VI quiere un estilo más ejecutivo y práctico, aunque conserve algunas cuestiones de momento obligadas como la invitación a consortes. El hecho de que sea comida frente a la cena ya es algo que de por sí facilita las cosas. La relación de invitados responde a criterios novedosos, permitiendo el acceso a otros representantes de la cultura, el deporte…, en definitiva de la sociedad, cuestión que por cierto los medios pusieron muy en valor.

 

Acabar con la imagen de rigidez protocolaria

 

Sin embargo, la Casa de S.M. tiene que seguir luchando aún con esa imagen que arrastran las casas reales de un protocolo rígido y algo desfasado. De hecho el periódico hondureño El heraldo, con un título poco afortunado (“Juan Orlando Hernández y su visita presidencial con protocolo real”), subtitulaba así: ”Las reglas diplomáticas, el orden, la compostura y una estricta seguridad formaron parte de la audiencia del presidente de Honduras con el rey de España, Felipe VI”. Y la crónica no hace justicia a este nuevo estilo. Quizá porque quedan aspectos que limar en la aplicación de un ceremonial que todavía arrastra estigmas y aunque el estilo de comunicación y tratamiento a los medios informativos que el responsable del área, Jordi Gutiérrez está llevando con acierto, requiere todavía un tiempo para que los medios y la sociedad en su conjunto los perciban con claridad. Un ejemplo de ello es la crónica hondureña del diario Heraldo que no hace justicia al nuevo protocolo de Felipe VI. Os invito a leer la crónica y que cada uno saque sus propias conclusiones.

http://www.elheraldo.hn/pais/753808-331/juan-orlando-hern%C3%A1ndez-y-su-visita-presidencial-con-protocolo-real

 

En fin, lo importante es cambiar aspectos que hoy no tienen sentido y que poco a poco el nuevo Rey logre transmitir esa imagen que hará más justicia con la filosofía y política protocolaria del monarca español. Incluso la propia reina Letizia, ha dado indicios de cambios en su actuación pública, lo que beneficia la imagen de una Corona que debe recomponerse tras los episodios vividos y que la han llevado a una alta pérdida de confianza por los españoles.

 

portada_vanity_fair_74_8486_276x369

 

Portada del último número de la Revista Vanity Fair.

 

Por otra parte, el absurdo papel protocolario que se está reservando al rey honorífico Juan Carlos, junto a la eterna imagen de soledad de la reina Sofía –de la que se hace eco en un duro reportaje en su último número 74 la relevante revista Vanity Fair[1][1]- que ha quedado excesivamente relevada, no termina de ayudar a mejorar la imagen de una monarquía a la que todavía puede llegarle severos reveses. Pero al menos los reyes actuales tratan de hacer todo lo posible por responder a lo que señaló el jefe del Estado en su discurso de proclamación: “Éstas son, Señorías, mis convicciones sobre la Corona que, desde hoy, encarno: una Monarquía renovada para un tiempo nuevo. Y afronto mi tarea con energía, con ilusión y con el espíritu abierto y renovador que inspira a los hombres y mujeres de mi generación”.