11-M 2014: ¿Funeral de Estado?, no. ¿Unidad?, tampoco.

140311_funeral_estado_11_m_la_almudenaLos Reyes en la Misa solemne en homenaje a las víctimas del atentado del 11-M. Tras ellos, en primera fila las cuatro presidentas de las asociaciones representantes de las mismas.
Muchas personas me han preguntado si la misa celebrada el pasado 11 de marzo en la Catedral de La Almudena de Madrid, con motivo del décimo aniversario del brutal atentado (conocido como los atentados del 11-M) en el que fallecieron 192 personas y resultaron heridas otras dos mil, si puede decirse que fuera un “Funeral de Estado”. La pregunta tiene su sentido por cuanto que la mayoría de las referencias periodísticas –en el habitual desconocimiento en la materia de nuestros informadores- así lo titulaban. Sin embargo, no lo fue.
La propia Casa de S.M. el Rey ya procuró cuidar al detalle la terminología y en sus comunicados e informaciones institucionales no habla de Funeral de Estado, sino de “Misa Solemne de homenaje y recuerdo a las víctimas de los atentados terroristas del 11 de marzo de 2004, con motivo del X aniversario”. En nuestra modesta opinión esa es la manera correcta de definir lo que desgraciadamente hubo que recordar.
La presencia de los Reyes, acompañados por la Princesa de Asturias, doña Letizia Ortiz –su esposo se encontraba representado oficialmente a don Juan Carlos y a España en la toma de posesión de la Presidenta de Chile- y la Infanta doña Elena de Borbón, así como de las altas representaciones del Estado y de los partidos políticos con representación parlamentaria, puede incitar a la confusión, pero protocolariamente no es un funeral de estado. Entre otras cosas porque ni tan siquiera fue un funeral.
La Real Academia de la Lengua entiende como funeral a lo “perteneciente o relativo al entierro y a las exequias” y en su segunda acepción a la “pompa o solemnidad con que se hace un entierro o unas exequias”. Es evidente que la ceremonia religiosa del pasado 11 de marzo no responde a ninguna de esas situaciones. Ni tampoco, por otra parte, ninguna autoridad con competencia en ello ha declarado que lo sea. En consecuencia, no fue un funeral de Estado aunque su apariencia fuera como tal e, incluso,  que protocolariamente se le haya dado un tratamiento que incita a la confusión.
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 Llegada de los Reyes a la Catedral de La Almuedna en su coche oficial que portaba el guión de S.M.
Situaciones que confunden
Quizá en ella haya influido el hecho de que los Reyes acudieran a La Almudena en su coche oficial con el guión de S.M., cuestión que el Jefe del Estado español reserva exclusivamente para determinados actos contemplados en el ceremonial de Estado. No es cuestionable que don Juan Carlos haya querido hacer uso de este privilegio porque la normativa no determina cuándo debe usarlo, sino simplemente que tiene su propio guión que puede exhibir cuando lo considere oportuno dentro de las especificaciones técnicas que el Reglamento correspondiente contempla (este tema debería ser objeto de una reflexión aparte porque no hay unidad de criterio al respecto).
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 Tras la llega del Rey fue recibido por el Presidente del Gobierno y esposa, las presidentas de las cuatro asociaciones de víctimas y el Cardenal Arzobispo de Madrid acompañado por el Nuncio Apostólico.
Tampoco debe pensarse que es un funeral de Estado por el hecho de que los monarcas hayan sido recibidos por el Cardenal Arzobispo de Madrid a la puerta de La Almudena, pues esa distinción se hace siempre que un miembro de la Familia Real acude a una ceremonia religiosa, un protocolo previsto por el ceremonial vaticano para jefes de Estado católicos. Que el presidente del Gobierno, acompañado de su esposa, recibiera a pie de coche, tampoco debe entenderse como otro síntoma más de funeral de Estado, sino que obedece al protocolo de recibimiento habitual por las autoridades de turno cuando los Reyes acuden oficialmente a un evento tanto en Madrid como fuera de la capital.
Sí en cambio, en el mal llamado funeral de Estado no se hubiera contemplado que tras el recibimiento por el Presidente del Gobierno, don Juan Carlos y doña Sofía fueran saludados por las cuatro representantes de las asociaciones que por primera vez desde 2007 acudían juntas a un mismo acto (Fundación de Víctimas del Terrorismo, Asociación de Víctimas del Terrorismo (AVT), Asociación 11-M Afectados por el Terrorismo y Asociación de Ayuda a las Víctimas del 11-M).
De cualquier forma debemos olvidarnos de la cuestión de los funerales de Estado. No existen oficialmente desde que la constitución Española, en su artículo 16 declara la aconfesionalidad  al afirmar en su apartado 3 que “ninguna confesión tendrá carácter estatal. Los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia Católica y las demás confesiones”. En consecuencia, el Estado como tal no puede convocar un funeral de Estado religioso, sino que como mucho podría celebrar una ceremonia pero de carácter civil (que es lo que debe empezar a hacerse), al que luego podría seguir un acto religioso –católico o de otra confesión- “teniendo en cuenta la voluntad que hubiera expresado el fallecido o, en su caso, la que manifiesten sus familiares”, según señala la disposición adicional cuarta del Reglamento de Honores Militares vigente por el Real Decreto 684/2010. Y aunque esta normativa se circunscribe al ámbito de lo militar, el hecho de que haga referencia a actos oficiales que se celebren con ocasión de honras fúnebres, da legitimidad a la afirmación que realizamos. Además, no hay otra normativa sobre la celebración de funerales de Estado más allá de la referencia señalada.
Por lo tanto hay que dejar de hablar de funerales de Estado religiosos, y a apostar por ceremonias civiles de despedida, a las que (por qué no) se puede añadir un acto religioso de la confesión que sea si ese ha sido el deseado del finado o de sus familiares. Pero es necesario distinguir claramente entre el evento civil y el acto religioso, siendo deber del Estado el civil y cuestión familiar el religioso (aunque asistan a este último autoridades). Esta es todavía una de las asignaturas pendientes del ceremonial de Estado, pero confiemos que no tarde mucho en ponerse las cosas donde legalmente señala la Constitución. Y de nuevo reclamar a los periodistas que no confundan los términos.
La foto de la unidad
Precisamente las víctimas, a través de dichas asociaciones, trasladaron imagen de unidad (siete años después), algo que por supuesto celebramos porque no tiene sentido la desunión, aunque a nadie se le escapan los intereses partidistas que en esta década han estado detrás. Esa foto recibiendo juntas al Jefe del Estado o sentadas en el primer banco más próximo a la posición Real, trasmite buenos valores y dio fuerza al acto. De hecho fue el titular más destacado. Una unidad relativa porque luego cada una recordó a sus seres perdidos a su manera y en diferentes lugares. Esa brecha sigue abierta todavía.
No podemos decir lo mismo de nuestros representantes institucionales y políticos que, aunque participasen juntos en la ceremonia, no consiguieron trasladar la proyección de unidad. Tampoco el protocolo seguido ayudó al respecto. Algunos problemas al margen sobre la precedencia de puestos en La Almudena –especialmente entre los representantes de las Mesas del Congreso y el Senado y los portavoces oficiales de los partidos políticos con representación parlamentaria, cuyo ordenamiento parece cada día más necesario clarificar, pues cada uno interpreta el Real Decreto 2099/1983 a su manera-, nuestros políticos no han conseguido exhibir la unidad una década después de la matanza. ¿Cómo es posible? (quizá porque no la haya, lo que hace que sea más imperdonable el asunto).
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 Acto en el Teatro Real de Madrid de entrega de condecoraciones, la víspera del 11-M.
Es sorprendente que no haya habido un acto oficial civil, promovido por la institución que correspondiera, donde se hubiera podido aplicar un protocolo que pusiera en valor la unidad de quienes nos representan a los ciudadanos ante un hecho que no admite (o debería admitir) fisuras. El día anterior, en el que podríamos denominar único acto oficial, el Ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, entregaba en el Teatro Real a 365 víctimas de los atentados la condecoración de la Real Orden de Reconocimiento Civil a las Víctimas del Terrorismo, ceremonia en la que también estuvieron juntas las cuatro representaciones de las víctimas.
Fue una pérdida de oportunidad que este evento oficial no se hubiera convertido en un verdadero acto de Estado se quedó en un acto de gobierno). Hubiera bastado con la sencilla decisión de incorporar con el protagonismo debido a las principales instituciones y a todos los partidos. ¿Hubiera sido un sinsentido que en la zona de la presidencia del acto hubieran estado los representantes de las diferentes opciones políticas y que cada uno de ellos hubiera tenido la oportunidad de imponer en nombre del Estado dicha condecoración? Pienso que hubiera sido positivo, pues estas distinciones no son del Gobierno, sino del Estado. No era el Ministro (y menos el de Interior, aunque de él dependa la Real Orden) la autoridad idónea para presidir este acto civil, sino el mismísimo Rey, quien junto a los representantes institucionales y políticos hubiera entregado las condecoraciones.
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 Detalle de la presidencia del acto en el Teatro Real.
Hubiera sido una magnífica oportunidad para demostrar, gracias a un nuevo protocolo, la necesaria imagen de unión política. Tampoco me parece acertado que el Ministro, para esta entrega estuviera acompañado en la mesa presidencial de los cuatro representantes de las asociaciones, porque o son ellas quienes las otorgan, sino el estado. Otra cosa es que en el escenario se les hubiera reservado un lugar especial.
Se ha perdido de nuevo otra oportunidad. No voy a entrar en determinar de quién es la responsabilidad, ni las razones, simplemente quiero reflejar la pobreza social que proyecta ver a un ministro del Interior asumiendo el total protagonismo en un acto que es de todos. Algo que vuelve a cuestionar la validez moral y política que el derecho premial oficial tiene en nuestro país (otro campo que requiere de una urgente puesta al día). Pienso que es un error lo que se ha hecho. Las víctimas a través de sus representantes concurrieron unidas, pero no se ha podido apreciar lo mismo en quienes representan al pueblo español que en esta cuestión sí está unido. Probablemente en todo ello, más que cuestiones políticas, haya habido una desacertada visión del protocolo al respecto.
“Los de protocolo”
Soy incapaz de finalizar esta reflexión sin hacer especial mención a algo que sencillamente me parece reprobable profesionalmente hablando. He visto más de veinte videos diferentes del acto de La Almudena y he llegado a contar 41 responsables de protocolo que llegaban a la puerta de La Almudena acompañando a sus “señoritos” (expresión utilizada en la jerga profesional en España para referirnos a los jefes políticos para los que trabajan). No cuestiono que deban estar para cumplir su función y más en actos tan concurridos y delicados como estos. Un técnico de protocolo –aunque tenga rango político- si acude para trabajar no puede llegar a La Almudena paseando junto a su jefe como si fuera su consorte o acompañante. Podría esperarle en algún discreto lugar para atenderle, o caminar  metros por delante, pero ¿al lado? Que mediten todos ellos un poco sobre este protagonismo que toman que está totalmente fuera de lugar y nos perjudica a todos. Como es ya tan habitual creo que hay que empezar a recordar que la discreción en Protocolo es la primera obligación.

¿Estamos ante nuevo Protocolo papal?

La elección de un nuevo Papa siempre suscita el mayor interés mundial, como puede deducirse no sólo de la simbólica presencia de miles de personas en la Plaza de San Pedro, sino en los miles de periodistas que estos días han llegado de todos los rincones del mundo a la ciudad eterna. Programas especiales, informativos en exclusiva, la imagen del nuevo Papa desde el balcón de la fachada principal vaticana era la prioridad. Cada uno seguro que lo habrá vivido en su propio entorno observando cómo a los segundos de verse la fumata blanca se corría hacia sus ordenadores o a la televisión más próxima para conocer de la voz del Protodiácono el nombre del Sumo Pontífice, su nacionalidad y oficial de su Pontificado.

Se proclama la esperada frase: “Habemus Papam”.
El Arzobispo de Buenos Aires, Jorge Mario Bergoglio (Buenos Aires, 17 de diciembre de 1936) ha sido elegido como el nuevo Papa el día 13 de marzo del 2013, ocupando el trono de San Pedro con el nombre de Francisco (al ser le primero no lleva numeración, ni tampoco es traducible como Francesco, tal y como algunos medios y periodistas han afirmado). estola, cruz pectoiral
Aparecía en el balcón principal el nuevo Vicario de Cristo, tras dos días de encierro de los 114 cardenales que con menos de 80 años podían votar. Se cumplía así el ritual ceremonioso de la elección y de la presentación al mundo del sucesor de Pedro. Nos sorprendía ya en esos primeros instantes algunos detalles que en situaciones como éstas son extremadamente importantes: vestido de sotana blanca como corresponde, pero sin la muceta roja con forro de armiño, que sus antecesores como Juan XXIII, Pablo VI, Juan Pablo I, Juan Pablo II o Benedicto XVI mostraron el mundo el día de su primera salida al balcón. La cara de estupor de Guido Marini, el maestro de las celebraciones litúrgicas pontificias, el mismo que pronunciaría la célebre frase “extra omnes” previo al cierre definitivo de la Capilla Sixtina en el Cónclave y quien se ocupa de todos los ornamentos y vestiduras, lo decía todo.
Solo la sotana blanca pontificia, con una cruz pectoral de plata y no de oro como sus anteriores, esgrimiendo una dulce sonrisa y transmitiendo una calidez y sencillez poco en el Vaticano. Quizá esa imagen hubiera sido perfecta si alrededor del Papa Francisco no hubiera tanto cardenal y ayudante que no hacían más que atosigarle y ofrecerse continuamente. “No hay que perderse este momento de gloria y quedarse fuera de la foto”, parecían pensar, mientras el Pontífice trataba pese a su entorno en transmitir la sencillez y sobriedad de la que hacen gala los jesuitas. Unas sentidas palabras y con cierto sentido del humor. Sólo se colocó la estola para la bendición Urbi et orbi, como es preceptivo, pero rápidamente quiso quitarse la tras impartirla. Tras unos segundos desesperantes intentaba que alguien le pasara de nuevo el micrófono para mostrar más humanidad: “Bona noite y buen reposo”. Frase sencilla para agradecer sin solemnidades las muchas horas de espera de los fieles católicos o de los curiosos.

¿Estamos ante un nuevo protocolo de posicionamiento en público? Es difícil aventurar en tan poco tiempo si el estilo personal del Papa Francisco obligará a los responsables oportunos a desarrollar un nuevo protocolo o al menos otro diferente. Pero todo apunta a que sí. Veremos la influencia que puede tener en los ritos, tradiciones, ceremoniales y liturgias que conforman el gran protocolo eclesial, más difícil de cambiar. Para eso habrá que esperar probablemente mucho más y si es su deseo adelgazar el boato de los representantes eclesiales deberá enfrentarse seguramente a gran parte de la Curia que siempre tiende a alejar al Papa de sus feligreses. Le costó al inicio a Juan Pablo II, pero parecía conseguirlo hasta el atentado que sufrió en el Vaticano, y Benedicto XVI se quedó en esa figura penetrante de gran sabio predicando desde su cátedra.
Por lo visto en los primeros días de su pontificado, personalmente sí creo que estamos ante una puesta en escena del protocolo personal del Papa, que seguramente trasladará a sus actos y a quienes participen con él. Su Maestro de Ceremonias tendrá que hacer un Máster express para pillar las intenciones que en este campo se ven venir, y el jefe de seguridad del Vaticano tendrá que aumentar sus dosis de aspirinas, porque no le va a faltar unos buenos dolores de cabeza.
Después de la puesta en escena de su presentación, en los días sucesivos lanzó unos cuantos dardos que obviamente no pasan desapercibidos. Acudió a la basílica de Santa María la Mayor, conocida en Roma como la Catedral española, no en su limusina oficial, sino en un coche algo más sencillo, portando él en sus manos el ramo de flores que depositaría en el altar a los pies de la Virgen, entraría por la puerta lateral para evitar solemnidades, mostró su disgusto porque estuviera cerrada a los fieles por el hecho de que él acudiera. Lo hacía con sus zapatos negros traidos de su sencillo apartamento de Buenos Aires, no haciendo uso de las sandalias rojas del pescador, símbolo del sufrimiento, zapatos que Benedicto XVI práctiucamente no dejó de usar.

Y el mundo se sorprendería más aún cuando regresaría a la pensión vaticana donde residió durante su estancia en Roma para recoger su maleta, sacar su cartera y pagar la factura como lo haría cualquier otro cardenal desplazado. Se reuniría ese mismo día en la Sala Clementina con el Colegio Cardenalicio -entre cuyos representantes ya se apreciaban cruces pectorales menos doradas- y tras oir las palabras del Secretario de Estado Vaticano, destrozaba de nuevo el tradicional Protocolo para levantarse de su sitial e ir al encuentro de aquél para darle un abrazo, un gesto por cierto que casi le cuesta darse de bruces en el suelo. En la misa del día siguiente con los mismos y en idéntico lugar pronunciaría su homilía no sentado desde la Cátedra, sino desde un atril de pie “que es como la mayoría de los sacerdotes de dirigen a sus fieles en esa fase de la misa”, resaltaban algunos medios.
“Revolución en el ropero pontificio”, titulaba el diario gallego Faro de Vigo el pasado 16 de marzo. Finaliza la crónica su anónimo periodista con este párrafo: “Los primeros movimientos del Papa Francisco apuntan a una revolución en el ropero papal y a un uso de vestimentas más sencillas y sobrias, así como a un arrinconamiento de lo ostentoso y lujoso. Varios datos concomitantes lo corroboran por el momento. Uno, los planos televisivos que muestran cierta expresión de estupor en Guido Marini, el maestro de las celebraciones litúrgicas pontificias, el hombre que pronunció el “extra omnes” en el Cónclave y que administra las sacristías del Papa y todos los ornamentos y vestiduras. Dos, el hecho de que los cardenales no lucieran ayer ostentosos pectorales de oro, o dorados, sino similares al del propio Francisco, de plata o de acero. Tres, que los ceremonieros que han acompañado al Papa en su misa con los cardenales en la Capilla Sixtina no utilizaran los roquetes y las albas de puntillas, ese tejido esmeradamente repujado en hilo que en la Iglesia introdujeron con gran éxito los pañeros y los hiladores de los Países Bajos desde el siglo XVI en adelante. Cuatro, la indumentaria del propio Francisco, la más simple que pueda usar un Papa, por ejemplo, sin la muceta roja, y menos con forro de armiño. Pudiera ser que Francisco utilice sus propios zapatos negros temporalmente y algún día calzase los rojos, pero ello no restaría validez a estas primeras notas de un Papa que o bien ahorma al ropero pontificio o bien acaba siendo ahormado por este”.
Estamos ya ante un Papa de gestos importantes, al que ya algunos cronistas televisivos han venido en llamar textualmente “Nueva música para la Iglesia”. Todo apunta a que será un jefe de la Iglesia Católica cercano, sencillo y sobrio, que ta tenido que recordar a los “Príncipes de la Iglesia” (cardenales) que hay que pensar más en Jesús si no se quiere convertir a la Iglesia en una sencilla ONG. Este Papa dará mucho que hablar por su estilo protocolario y deseamos que también por sus acciones para acabar con los excesos y escándalos que rodean ahora al Vaticano y su jerarquía, y que se guardan celosamente en un libro/informe escrito por tres cardenales (uno de ellos español) en la caja fuerte de las habitaciones papales, documento que le ha dejado el Papa Emérito, incapaz de enfrentarse a esos problemas, tal y como en el viernes el periodista vaticanista, autor del libro “Los cuervos del Vaticano”, Eric Frattini, en el transcurso de un coloquio organizado por la Universidad Camilo José Cela, en el que también estuvo el especialista en protocolo José Carlos Sanjuán y que tuve la oportunidad de coordinar. Finalizaba mi intervención con una pregunta al periodista y al experto en Protocolo: ¿Veremos alguna vez a este Papa ofreciendo una rueda de prensa formal? La respuesta del periodista fue tajante: “Muy probablemente…Sí. Incluso admitiendo preguntas”.

Ver video: http://www.telemadrid.es/?q=noticias/internacional/noticia/el-bergoglio-estilo-llega-al-vaticano

¿Y qué tratamiento damos al ex Papa?

Benedicto XVI
Son muchas ya las personas que me han preguntado al respecto. ¿Qué tratamiento tendrá a partir del 28 de febrero quien ocupara, como Benedicto XVI, la cátedra de Pedro al frente de la Iglesia Católica?  Hace más de setecientos años (la última fue en 1294, Pietro Angeleri di Murrone, que pasaría a la historia de sus cien días de papado como Celestino V[1]) que no vivíamos una situación así: la renuncia voluntaria de un Papa. La primera fue en el año 97, con Clemente I -cuarto Papa de la Iglesia Católica, al ser condenado y mandado al exilio-, la segunda la de Ponciano también enviado al exilio en el año 235, la tercera Benedicto IX en el año 1044, destituido por la vida que llevaba -aunque luego volvió a ser Papa en 1045 durante un mes y de 1047 a 1048 y el último fue Gregorio XII en 1415, en la época del Cisma de Occidente, obligada por el emperador Segismundo. Es absolutamente inédito que un Papa deje de serlo en vida, lo que introduce en los tiempos actuales una nueva situación protocolaria.
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 Papa Celestino V
Es cierto que no ha de preocuparnos mucho si el hasta ahora Benedicto XVI se mantiene apartado del mundo y lejos de la realidad cotidiana. Pero, ¿qué pasaría si un día participara en un evento religioso o de otro tipo? ¿Debemos seguir refiriéndonos a él como Santidad? ¿Hay que seguir llamándole Benedicto XVI? Preguntas difíciles de responder por esa falta de costumbre y la inexistencia de referencias legales al respecto, y sin que la jerarquía católica se haya manifestado aún al respecto con claridad y firmeza.
La lógica no dice que debería dejar de llamarse Benedicto XVI, para utilizar la condición anterior a la que tenía antes de su elección como sucesor de San Pedro y Vicario de Cristo por el Sínodo de Obispos, como Cardenal Ratzinger. Sin embargo, expertos vaticanos consideran que la condición de cardelanato no podrá mantenerla, ya que es un dignidad que concede el Papa y Benedicto dejó de serlo cuando fue elegido Pontífice el 19 de abril de 2005. Sin embargo, es posible que el nuevo Papa le mantenga tal condición, quizá de forma honorífica (otra cosa es que él acepte). Es evidente que seguirá siendo Obispo, cuestión que es de por vida si no se incumplen las normas.
Dicen los mismos expertos que seguirá llamándose Benedicto XVI porque aunque no sea Papa desde el 28 de febrero, ha sido el Papa que ha llevado ese nombre, y como tal estará en la historia. Además, el sentido común y la lógica nos dice que le seguiremos llamando Benedicto, y probablemente muchos dirán “Papa Benedicto”. Por eso quizá es un poco absurdo pensar en que sencillamente será el Obispo Ratzinguer, o el Obispo emérito de Roma Ratzinguer. Legalmente será así, si no se modifica nada, pero desde el punto de vista protocolario como lo analizamos aquí, sospechamos que la realidad irá por encima de la legalidad.
Según la Agencia Efe, mantendrá el nombre de Benedicto XVI, aunque advierte no tener respuesta para el título que tendrá. Es de imaginar que el nuevo Papa tratará de darle la consideración que estime oportuna. Un ejemplo de que las cosas no pueden seguir igual en cuanto al tratamiento, reside en que un Papa cuando muere se le retira el conocido como “Anillo del Pescador” (símbolo del poder Pontificio) y se destruye una vez el Cardenal Camarlengo verifica la muerte, hecho simbólico que certifica que el reinado ha concluido. En este caso, el portavoz vaticano, Federico Lombardi no supo (o quiso) responder con exactitud a esta cuestión, aunque se mostró convencido en público que su anillo sería machacado, “ya que los objetos relacionados con el ministerio petrino tienen que ser destruidos”.
¿Excelentísimo o Eminencia Benedicto?
El caso es que si no es Papa no podrá ser tratado como Santidad, ya que eso se reserva para el Papa titular. No es como el caso de un Rey que abdica y conserva el tratamiento de Majestad de por vida, e incluso el nombre oficial, tal y como ocurriera con Felipe V (en sus abdicaciones), Fernando VII (en su exilio francés) o Alfonso XIII (en su exilio romano). Sin embargo, se nos hace duro pensar que alguien que ha sido Su Santidad en tratamiento pase ahora a ser un sencillo Excelentísimo y Reverendísimo Señor Obispo o Eminencia si se decide que tenga la condición de Cardenal. E incluso se nos hace duro pensar que un ex papa se coloque entre los obispos por el orden de antigüedad. Supongo que ante unas circunstancias nuevas (las referencias históricas señaladas no nos valen para lo que estamos escribiendo y menos para estos tiempos) tendrá que resolver el futuro Papa que salga del cónclave que designará al sucesor.
Cuando se manifieste al respecto podremos saber lo que hay que hacer a ciencia cierta, tanto en el tratamiento (por si alguien quiere enviarle una carta a su residencia) o en el protocolo si decidiera estar presente en un acto vaticano o eclesial en cualquier lugar del mundo. Si se diera la circunstancia de que el próximo Papa falleciera antes que Ratzinguer, y éste quisiera asistir a su funeral, ¿dónde se le ubicaría? ¿Un puesto especial? Sí, pero dónde. Bueno, tenemos todas las dudas, pero confiemos que pronto se despejen.
Se requiere para la validez, según el artículo 332 del Código de Derecho Canónico, que la renuncia sea libre y se manifieste formalmente, pero que no sea aceptada por nadie. La citada fuente de derecho subraya que los dos modos previstos en la legislación para el cambio en la cabeza de la Iglesia son el fallecimiento o la renuncia y que este segundo supuesto tiene una peculiaridad: “No se requiere que sea aceptada por nadie, dado que no tiene superior en la tierra”.
Asimismo, agrega que una vez hecha la renuncia y manifestada, en el modo que sea, la sede Pontificia queda vacante y no puede volverse atrás. ¿Pero protocolariamente cómo queda un ex Papa, que además seguirá llamándose como el Papa? Estaremos atentos.


[1] Ver más sobre este Papa en http://juancarloslopezeisman.blogspot.com.es/2012/09/renuncia-del-papa-celestino-v-13.html.