El sector profesional de protocolo y eventos ha encontrado frente a la crueldad de la pandemia una oportunidad para reforzar su corporativismo y unirse ante una situación que nunca hemos vivido. Ha servido para intercambiar opiniones, debatir, valorar, aprender de todos y dar visibilidad a muchos técnicos que habitualmente tienen escasos foros donde expresarse y compartir sus preocupaciones. Más de medio millar de expertos hemos tenido la ocasión de juntarnos semanalmente entorno a las Jornadas de Protocolo Covid´19 que cada martes por la tarde se ha convertido en referente punto de encuentro. Ha habido en las cinco sesiones celebradas (este martes, a las 17.00 horas tendremos la sexta) debates muy interesantes y resultados evidentes que se han concretado en acciones. Por primera vez, en formato virtual, salvando todo tipo de distancias, las siete principales asociaciones de protocolo que hay en España han participado activamente en la promoción de estas jornadas y se han puesto a trabajar unidas por lanzar iniciativas conjuntas.
La “guía de recomendaciones de eventos ante la crisis”, que en estos días verá la luz en su formato definitivo, tanto para eventos institucionales como de empresa, la propuesta de creación de un “Observatorio profesional de protocolo y eventos”, en el que ya un grupo de personas trabajan, la iniciativa de generar una nueva política de comunicación que nos de visibilidad y fortaleza ante la sociedad, la definición de eventos tipo para homenajes y solidaridad, el análisis de casuísticas que nos ha permitido actuar con seguridad, son algunos de los resultados. Pero por encima de ellos, lo importante es esa sensación de que hemos recuperado el sentimiento de sentirnos próximos y útiles. Un gran paso que no debe perderse y sobre el que las asociaciones han de seguir trabajando para ir todos de la mano en los temas que nos conciernen.
Sensatez y unidad
Hemos visto de todo en esta crisis en relación a las acciones protocolarias. Aciertos, fallos, irregularidades, cumplimientos, politizaciones desmedidas… Ante la falta de un servicio visible de “Protocolo de Estado”, los profesionales han asumido ese hueco desde la sensatez y la unidad. La orfandad al respecto se ha llevado mejor de esta manera, aún cuando nos hayamos encontrado con decisiones políticas que no responden a protocolo alguno y que peligrosamente han provocado desunión en la sociedad. Precisamente, cuando más falta hacía la unión de todos los ciudadanos nos hemos dividido entre quienes apostaron por un luto oficial ya y quienes consideramos que es necesario esperar el momento idóneo una vez se desaceleren fehacientemente las cifras de víctimas y contagio.
Cuando entremos en la “nueva normalidad” (manida frase de estos días) será el momento de homenajes, reconocimientos, actos de solidaridad, promovidos desde la jefatura del Estado y cada una de las institucionales oficiales del país y de las entidades privadas. Mientras tanto hay que seguir combatiendo la pandemia, volcar todos los esfuerzos y recursos para superarla, pero estando al mismo tiempo al lado de quienes han sufrido y siguen sufriendo las consecuencias de esta crisis. Cómo no, también, de transmitir esperanza, ánimo y solidaridad, mediante acciones que trasladen la sensibilidad institucional a todos los españoles, más allá que enlutar nuestro símbolo nacional.
Víctimas somos todos
La crisis no tiene colores y se ha cebado en gentes de todo tipo y condición, de un lado y de otro, y que no ha tenido compasión alguna especialmente con nuestros mayores. Es hora de arropar y contagiar ánimo. Claro que muchos han vivido situaciones muy delicadas, han perdido seres queridos que no pudieron ser despedidos como debían, y, por supuesto, merecen el duelo público que no han tenido. No debemos olvidarnos tampoco que víctimas no son solo los que desgraciadamente se han ido o padecido la enfermedad, sino también sus padres, hijos, amigos que han vivido estos momentos desde el dolor más cruel y solitario. Víctimas son y siguen siendo todos los ciudadanos que viven el confinamiento con respeto y siguiendo las directrices de las autoridades, necesitando en muchos casos atención psicológica. Víctimas han sido todos los niños que sin entender muy bien lo que pasa han visto arrebatos casi dos meses de normal vida. Víctimas somos todos, aunque afortunadamente algunos no hayamos padecido la enfermedad. Pero todos hemos perdido a algún ser querido o amigo cercano, o al padre o madre de un ser próximo.
Por ello, el reconocimiento y la solidaridad debe ser general. Cierto es y así lo reconocemos cada día a las ocho de la tarde, que hay grupos profesionales que han estado en el frente de la batalla arriesgando enormemente sus vidas y las de sus “convivientes” (otro palabro que ha traído la pandemia), los llamados “héroes” que deben tener su gran reconocimiento nacional. Pero hay otros héroes anónimos que desde sus casas han luchado contra la situación como esos miles de profesores y maestros que han seguido atendiendo sus obligaciones en la distancia y han tenido que ejercer también de psicólogos y animadores y que han dado todo. Esos padres y madres que han tenido que conciliar en escasos metros cuadrados teletrabajo y atención a sus pequeños y mayores. Héroes los que han hecho posible que la cadena alimenticia garantice el suministro vital en nuestros hogares. Héroes los porteros de las casas que no han dudado en ayudar al vecindario. Todos hemos sido héroes desde nuestra responsabilidad laboral, social y familiar.
El concepto de evento
Sólo desde ese pensamiento de apertura de lo que significa “víctima” y “héroe” podremos concebir los eventos que vienen de reconocimiento y solidaridad. Esto pasará, pero para todos. Cuando recuperemos la normalidad podremos hacer esos actos con las necesarias presencias testimoniales y buscando al cien por cien la participación social en los formatos que se propongan. Por eso no tiene sentido alguno declarar ahora luto oficial de Estado que es algo muy distinto al concepto de luto social o familiar que la sociedad tiene.
El luto oficial nunca debe ser indefinido, ni por meses, ni por plazos, porque entonces deberíamos estar siempre de duelo. Poner la bandera a media asta o colocar en la moharra un crespón es sólo un gesto testimonial de solidaridad y recogimiento que tiene un tiempo concreto y que ha de producirse en el momento adecuado. Lo que algunas instituciones han hecho sólo han conseguido dividir y desvirtuar el sentido que tiene el luto institucional, que es otra cosa muy distinta a lo familiar y social.
También se han adelantado homenajes, pero sin contar con las víctimas y héroes anónimos de todos los sectores. No me siento, como ciudadano, identificado en esos actos, por mucho que agradezco el trabajo de esos colectivos de riesgo a quienes diariamente aplaudo. Todos hemos luchado contra el Covid’19 desde nuestras responsabilidades y el Estado debe homenajearlos.
Nuestro colega Xesc Xisc ha puesto hoy como ejemplo en redes sociales la decisión del obispado de Mallorca de fijar un gran funeral por todas las víctimas del coronavirus, señalando como fecha “una vez se haya superado la situación”. Medida de sensatez, y lógico que la iglesia para sus creyentes organice funerales en todas las catedrales y templos de España. El estado (que somos todos), a nivel laico, deberá hacer lo mismo mediante actos cívicos de alto impacto y respeto donde el silencio y los aplausos se combinen, los ciudadanos sean los protagonistas, y las voces políticas dejen paso al gran aplauso nacional o al lloro conjunto. Pero por encima de todo la esperanza de salir, porque la crisis sanitaria pasará, pero la económica (que será más grave) perdurará más tiempo y dejará más víctimas.
El observatorio profesional
Me quedo con otro resultado de estas jornadas que venimos celebrando con la propuesta de creación de un “Observatorio Nacional de Protocolo y Eventos” (ONPE o como quiera llamarse) que se ponga al servicio del colectivo, para que desde el estudio y el seguimiento de la realidad de nuestro trabajo se pueda avanzar en la madurez y reconocimiento de nuestro oficio. Un instrumento de estudio y análisis de nuestra realidad y entorno concebido para dar luz y continuidad a las inquietudes mediante el seguimiento y la investigación.
De su trabajo y sus conclusiones se obtendrán resultados importantes para todos y va a contribuir con una adecuada política de comunicación al respeto de nuestra profesión, de las normativas vigentes y del sentido común contrastado, tanto en los medios de comunicación como en la sociedad en general. Un instrumento que puede romper el tradicional aislamiento de los profesionales y que, sin menoscabo del importante trabajo de las asociaciones, contribuya a que éstas tengan informes y estudios que faciliten sus objetivos.
Confío mucho en él y es hora de sacarlo, como también es momento de que las asociaciones, respetando sus singularidades y autonomía, converjan en una plataforma que permita alzar una sola voz cuando sea necesario. ¿No perdemos fuerza cuando mandamos una carta al director del departamento de Protocolo de la Presidencia del Gobierno en la que firman varias asociaciones que tienen proporcionalmente un número bajo de afiliados cada una? Una sola voz incrementa la fortaleza. Hay que pedir que de una vez se alisen las aristas y sigamos trabajando juntos como se está haciendo con estas jornadas y las intensas reuniones preparatorias de su Comité Promotor donde están representadas todas las asociaciones. Ese es el camino y el Covid’19 nos ha dejado esta oportunidad. No la desaprovechemos.
Legislación para el luto
Aprovechando estas jornadas deberíamos destinar una monotemática a tratar de elaborar una propuesta de legislación sobre el luto oficial, que sea de aplicación para todas las instituciones del Estado. El vacío legal que hay sobre algunas cuestiones básicas al respecto, hace que cada cual tome decisiones en cualquier dirección, sin que tampoco haya instrumentos legales para enmendarlas.
Es cierto que el luto oficial nacional debe señalarlo el Gobierno central o el Congreso de los Diputados. También pueden declarar luto autonómico o local el resto de las instituciones. En esa nueva normativa debería contemplarse cómo debe de actuarse con las banderas que no son del ámbito competencial de quien señala el luto. No tiene sentido alguno hoy que si un municipio por cualquier circunstancia declara luto sólo su bandera se ponga a media asta. Los ciudadanos no lo entienden y el protocolo que no se comprenda no vale para nada. Deberían poderse bajar todas las banderas que habitualmente ondean en las instituciones, pero también debe reflejarse que cuando hay una situación nacional que afecte a todos los españoles la decisión no se tome pueblo a pueblo, comunidad a comunidad, sino por la institución nacional que tenga la competencia.
No se debe de olvidar, como bien recuerda continuamente nuestro colega gallego Rafael Vidal, que la bandera de España no es de uso privativo del gobierno, sino es patrimonio y símbolo de todos los ciudadanos e las instituciones que lo representan, luego si hay duelo oficial deberían tener competencia para enlutar la enseña nacional en su demarcación. Lo mismo con la autónomica. Y cuando se declare luto nacional las instituciones deben estar obligadas a poner a media asta todas sus banderas. La normativa debe contemplar claramente el uso de los crespones sobre la bandera para que todos señalemos el pesar de la misma forma.
Creo que podemos hacer una aportación extraordinaria si somos capaces de consensuar los profesionales un borrador de normativa al respecto que podamos entregar al Congreso de los Diputados y al Goberno. De nuevo ahí el Observatorio y las asociaciones tienen mucho trabajo que hacer.
VI Jornada, próxima cita
Si quieres inscribirte a la VI Jornada de Protocolo Covid’19, Eventos contra la crisis, de esta martes día 5 de mayo, a las 17.00 horas (peninsular de España), sólo tienes que inscribirte en esta dirección: https://us02web.zoom.us/meeting/register/tZEkcOCtqj4tH91itfVbs_jqXu1SJM6ezeKX