Este artículo sobre protocolo y eventos probablemente sea el que más me vaya a costar escribir. De hecho estoy frente a la pantalla y se me acumulan muchas cosas. No sé ni por dónde empezar. Miro a la derecha, a través de mi ventana, y observo la calle solitaria, si acaso al fondo una señora paseando a su perro y un señor con mascarilla seguramente camino de la panadería. Hemos perdido seres queridos y amigos en este tiempo, vivimos con crudeza las cifras espantosas que nos deja el “bicho” cada día, sentimos la distancia cuando un conocido padece encerrado en su cuarto la epidemia… Nada podemos hacer más que acompañar mentalmente y transmitir ánimo y cercanía.
Ayer por la mañana, como en los últimos sábados, nos reuníamos (desde el encierro personal) el grupo coordinador de las Jornadas de Protocolo ante el ordenador para preparar la tercera sesión virtual de este martes, 14 de abril, a las 17.00 horas peninsular de España. Las dos primera citas fueron un éxito, no por el alto número de profesionales que participaron (que también), si no por facilitar un canal de comunicación que pudiera generar un debate sosegado sobre nuestro papel como profesionales de protocolo y eventos en estos tiempos de confinamiento y, especialmente, en los diferentes retos que nos vendrán cuando las medidas restrictivas lo permitan. Todos tenemos necesidad de hablar, de recibir ideas y opiniones, de sentirnos útiles y poder contribuir serenamente y al margen del debate político a la normalización en cuanto se pueda.
Llegará la autocensura ciudadana e institucional
Vivimos tiempos fatales, pero los que vienen a corto y medio plazo no nos permiten augurar la vuelta a la normalidad hasta bien entrado el año 2021. Nos llegan informes serios de que los estragos fuertes están por venir, que el sector de los eventos como tal no podrá recuperarse (los que estén superviviendo) hasta dentro de muchos meses, y que pocas cosas cambiarán al menos durante un tiempo tal y como las conocemos. Llegará la propia autocensura social. ¿Seremos capaces de dar un beso a alguien hasta saber que hemos liquidado el virus? ¿Daremos la mano? ¿Asistiremos al macrofestival de otoño? ¿Nos sentaremos a comer con nuestro compañeros de trabajo? ¿Llevaremos durante un buen tiempo guantes y máscaras a la oficina? ¿Aceptaremos la invitación para asistir al Día de la Fiesta Nacional?
Vendrá también la autocensura institucional y empresarial. ¿Convocará la empresa la cena de Navidad? ¿Y el rey la Recepción oficial del 12 de octubre? ¿Cómo celebrará su sexto año como monarca nuestro jefe de Estado con la entrega de condecoraciones a la sociedad como hizo el pasado año? ¿Se celebrará en el mismo formato la ceremonia de entrega de los Premios Princesa de Asturias cuando ni tan siquiera se han emitido los fallos? ¿Asistirán los premiados a una España que internacionalmente hablando somos parte del epicentro de la gran crisis en este momento? ¿Qué se va a hacer con la entrega del Premio Cervantes el 23 de abril? Cada uno desde su ministerio o institución central, autonómica y local se hacen estas mismas preguntas. Incluso en la reunión de este sábado varios colegas ya nos anunciaron que todas las actividades previstas hasta final de año están ahora mismo bien suspendidas o en un sospechoso “veremos”.
La incertidumbre
Hace pocos días aparecía, por otra parte, un informe de Eventoplus que aportaba un poco de oxígeno cuando hablaba de que los grandes espacios feriales no habían recibido suspensiones de eventos en más de 25/35% y que el resto habían sido aplazados o recolocados en fechas a posteriori. Pero sigue habiendo una gran incertidumbre de cuál es la fecha de salida segura y cuando ésta se produzca cómo serán dichos eventos, porque se nos hace muy difícil pensar en actos con grandes concentraciones antes de que finalice este año.

El presidente del Gobierno en una de sus habituales reuniones virtuales con los presidentes autonómicos durante la crisis.
La psicología social
No sólo son ya las medidas sanitarias que deberemos respetar según se vayan comunicando, sino la psicología personal de cada uno de nuestros invitados y su posible temor a mezclarse con otras personas durante un tiempo. Todos los expertos nos trasladan su sospecha del repunte invernal y que si una vacuna no asoma antes puede devolvernos de nuevo al punto cero (y si aparece confiemos que pueda con un virus mutado).
Cambiarán cosas, evidentemente, quizá no tanto como se está pensando. Las tecnologías de intercomunicación nos han enseñado que se pueden hacer otras cosas, pero el ser humano necesita el contacto, las empresas el “face to face” y las autoridades la cercanía a su pueblo. Van a tener que ser muy pensados los eventos para que a la obligada reducción de invitados, pueda aliviarse con la imaginación y creatividad en las puestas de escenas. La Santa Sede nos dio una lección al salvar de forma muy elegante y digna sus oficios religiosos, especialmente en el Vía Crucis celebrado el viernes con una plaza vaticana totalmente vacía.
Reinventarse y reciclarse a marchas forzadas
La palabra reinventarse suena más que nunca. Habrá que hacerlo en el sector de protocolo y eventos. Por eso será más necesario que nunca que cuenten las autoridades y empresarios con nuestros consejos e ideas y que los profesionales nos pongamos claramente las pilas para reciclarnos a marchas forzadas porque nos van a exigir mucha creatividad compatible con las exigencias sanitarias, sociales y presupuestarias. ¿Estamos preparados? Pienso que sí, pero llega la hora de demostrarlo. No será suficiente con actos sencillos testimoniales. Habrá que hacer más y nuestros folios en blanco deberán llenarse de ideas para trasladar a nuestros “jefes” o “clientes”. Pero como bien señala Javier Carnicer que no pensemos que somos el ombligo del mundo, sino una minúscula parte del mismo, aunque tengamos cosas que aportar dentro de nuestras competencias
No vamos a pasar tampoco de un mundo de contacto a un mundo virtual. Está claro que el teletrabajo, los tele contactos o tele reuniones han demostrado su eficacia y el ahorro de costes, pero será difícil que sustituya al carácter social de la humanidad. Seguirá habiendo eventos presenciales y pasarán a ser más necesarios, pero tendremos que hacer un recorrido gradual hacia la normalización. No obstante, me queda la duda de si cada vez que salte una gripe invernal “normal” muchos recuerden medidas de la actual pandemia.
Las arcas del Estado y de las instituciones se están volcando en lo que toca ahora, hacer frente a la epidemia y a la grave crisis económica que ha generado, con un escenario que los expertos sitúan en España entre 30.000 y 50.000 muertos y más de siete millones de parados, que como mucho una parte recibirán una ayuda que no llegará al medio millar de euros o poco más.
¿Hacemos eventos de seis mil euros con la que está cayendo? ¿Podrá una empresa destinar cuarenta mil euros para su convención tal y como están las cosas? ¿Cómo se sentirá esa pareja que celebra su boda cuando algunos de sus invitados les trasladen la imposibilidad de asistir porque no pueden hacer frente a un regalo digno? ¿Tendrán que suspender su boda porque no tengan recursos? En fin, son cientos de preguntas que nos vienen a la cabeza y que pintan un panorama complicado. Debemos ser conscientes.
El miedo a vivir en sociedad
Cuando se levante el total confinamiento, empezará el otro, el más difícil, el miedo a vivir en sociedad y el pánico por sobrevivir. Históricamente España ha sabido sobreponerse, en mayor o menos tiempo, a situaciones complejas y estoy seguro que terminaremos por resolver pero quedan meses por delante muy complicados. En ese escenario, los profesionales de protocolo y eventos tenemos un papel importante si tenemos en cuenta todas estas consideraciones. No tengo miedo ni me importa que los técnicos informáticos sean ahora más relevantes, porque no podrán sustituir el talento, conocimiento y experiencia que tenemos o para el que nos han preparado. No descarto que en los gabinetes los informáticos sean clave, pero nosotros también como los responsables de comunicación y relaciones institucionales. Sólo el trabajo conjunto, con aportaciones creativas van a permitir que los eventos puedan seguir cumpliendo su papel en la sociedad.

Fachada del Ayuntamiento de León, gobernado por el Partido Popular, con las banderas a media asta por las víctimas del Covid’19
El luto nacional
Perdemos mucho tiempo hablando de si luto nacional ya o luto nacional más tarde. Mi mente ha pasado de defender con pasión que era necesario esperar, y la verdad es que ahora me da un poco igual porque esa no es la batalla actual de los ciudadanos. Ver la bandera a media hasta o con un lazo negro ni me aporta más coraje y esperanza, ni me la quita, la verdad. Lamento eso sí, que se haya convertido de nuevo en un instrumento político en un país en el que nuestros representantes no han estado ni a la altura de los zapatos del pueblo en general. Hace pocos días un diario titulaba que “Sánchez decretó por Rubalcaba el luto nacional que ahora niega a 14.555 muertos”.
No es mentira la afirmación pero eso es manipular y descontextualizar. Tan dramático, diferencias al margen, es lo que está sucediendo con las miles de víctimas al año por accidentes de tráfico, violencia machista o accidentes laborales. Tampoco quiero yo manipular trayendo otros escenarios que seguramente no son comparables. Pero cuando hablamos de sentido de Estado nos referimos siempre a saber en qué momento y cuándo debe simbolizarse ese luto. Si se declara el “sine die” qué valor irá teniendo que nuestras banderas estén a media asta.
El sentido de estado es demostrar que primero hay que centrarse en la emergencia y después en los actos simbólicos de solidaridad y homenajes. Entonces sí que tendrá sentido que un día los españoles paremos de verdad para vivir una auténtica jornada de sentimiento colectivo en recuerdo de las víctimas y de homenaje a nuestros héroes.
El gran acto nacional de solidaridad
Ese gran acto deberá girar entorno a un gran evento nacional, presidido por el jefe del Estado, con presencia de los representantes políticos pero también de una clara representación de todos los españoles que han estado en el frente de batalla y desde sus ventanas. Sólo así sentiremos de verdad que a nivel nacional el país expresa un gran clamor de sentimiento solidario. De momento, los aplausos de las ocho, hasta que en las palmas nos salgan llagas, es lo mejor que le ha pasado a este país en muchos años.
Los minutos de silencio que algunas instituciones guardan cada día no tienen sentido frente al sonoro clamor de cada tarde a las ocho. Toma más valor la espontaneidad ciudadana que la declaración oficial. Eso es tener sentido de estado, y especialmente saber que no es cuestión de ir por libre para ver quien se muestra más solidario. Agradezco más las comparecencias del ministro de Sanidad y sus técnicos, en su parte informativa y no política, que ver una bandera enlutada ¿Tiene sentido que un presidente de comunidad autónoma vaya a visitar un hospital y que en la puerta de esta institución esté preparado un atril para hablar ante los medios? ¿Para qué acude al hospital de campaña, para estar cerca de las víctimas y los profesionales sanitarios o para tener excusa y hablar? Los ciudadanos también hemos aprendido mucho en esta crisis en relación a nuestros representantes, y observo que una de ellas es que no es fácil ya que nos tomen el pelo.
Gran homenaje a las 20.00 horas
Necesitamos ir preparando ya un gran evento de estado para la primera fecha que se pueda hacer y con todas las medidas sanitarias exigibles. Pero ese evento tiene que conectar con las casas, con los vecinos de cada rincón del país, debe meterse en cada hogar y ha de contar con el aplauso general de las ocho de la tarde. Que no lo protagonicen los políticos, y que se cuente en la distancia con todos los españoles a quienes hay que meter mentalmente en el homenaje. Quizá la plaza de Oriente de Madrid pueda ser un buen emplazamiento, y las 20.00 la hora adecuada.
Pero evitemos un acto institucional que no cuente con la presencia física y en distancia de la sociedad. Debe dejar huella y punto de referencia para el recuerdo de un 2020 catastrófico, que sea lugar de encuentro para quienes cualquier día del año quieran recordar a sus familiares y seres queridos o a nuestros héroes. A partir de ese gran acto, tendrán que venir los de cada comunidad autónoma y cada localidad, obviamente, pero siempre pensados en la misma línea: homenaje de la sociedad (a través de nuestros representantes) pero para la sociedad. Sospecho que la idea de la llama simbólica será uno de los recursos que se usarán. Pero es necesario que en cada localidad los vecinos tengan también su punto de referencia para recordar de por vida a quienes un mal año les llevó una pandemia a su ser querido.
Actos aconfesionales y austeros
En esa relación de aportaciones nos atrevemos a aconsejar que los actos sean totalmente aconfesionales, porque aquí han muerto y sufrido gentes de todas las confesiones, que no haya discursos sino gestos muy significativos, que sean austeros en los gastos, como recordaba mi colega Ramón Peche, en esa reunión preparatoria de ayer sábado. Es importante como me señalaba un alto cargo de protocolo de nuestro país que sea un acto de recordatorio de las víctimas, pero con la mirada puesta en la esperanza. Probablemente habrá que ir haciendo pequeños eventos de solidaridad en esta fase, pero levantado el estado de alarma llegará el turno para esos amplios actos de solidaridad.
Eso es tener sentido de Estado. El luto de momento no me aporta nada, pero es hora que en España se regule al respecto para impedir el uso partidista de la bandera nacional que no es un símbolo privativo sino de todo. La declaración del luto es una competencia exclusiva del gobierno central y ningún irresponsable político puede poner un lazo negro en la bandera de todos. Es hora de regularlo para que no haya contradicciones, como fue el caso de la muerte de Don Juan de Borbón (abuelo del actual rey) que se declaró siete días de luto.
Podría seguir escribiendo hasta un libro al respecto, refiriéndome a la necesidad de elaborar un manual de protocolo para situaciones de este tipo, introducir sugerencias sobre lo que se debe hacer o no para los eventos de homenaje… Seguramente todo sería muy útil, pero de momento hay que apelar a nuestro profesionalismo para que con las medidas sanitarias y de seguridad adoptadas por el gobierno puedan planificar sus eventos (hasta que podamos dar otros pasos). Pero prefiero dejar aquí la reflexión y esperar a las buenas ideas que saldrán este martes en la III Jornada de Protocolo ante el Covid’19.
Orfandad profesional
No obstante, si me permito reflejar la orfandad de los profesionales de protocolo en relación a nuestro papel en estos momentos. No sentimos la sombra ni el aliento de la desaparecida jefatura de Protocolo de Estado, cuyas competencias fueron asumidas por la Dirección del Departamento de Protocolo de la Presidencia del Gobierno, un servicio muy mermado también por las bajas sanitarias. En situaciones como éstas necesitamos indicaciones que nos ayuden a todos, porque hemos de remar en la misma dirección y hagamos desde las instituciones eventos con sentido de Estado.
Me consta del buen hacer de los responsables protocolarios de Presidencia, y que trabajan en ello, aunque los acontecimientos del día a día quizá no permitan trabajar bien el reto del día “d”. Pero que sepan que todos estamos a su disposición y que obviamente sus pequeñas o grandes sugerencias de corte institucional y profesional serán seguidas. Nosotros estamos trabajando colectivamente desde nuestras casas para no vernos solos ante el peligro, pero necesitamos más que nunca a los altos representantes del protocolo de nuestro país.
Un abrazo, ánimo y nos vemos el martes a las 17.00 horas.