Protocolo para los Premios Princesa de Asturias: mirando al futuro

PanorámicaAcceso de los premiados al inicio de la ceremonia de 2015.

Oviedo (Principado de Asturias, España) albergó ayer una nueva edición de los Premios Princesa de Asturias (antes Príncipe de Asturias), en la que se entregaron los ocho galardonados que anualmente concede en el transcurso de una ceremonia que alcanza la perfección organizativa (y por ello hemos de felicitar una vez más a sus organizadores). Pero al margen del éxito incuestionable, es bueno dar un paso más con el ánimo de contribuir a su mejora y plantearse algunos interrogantes y cuestiones técnicas que no buscan desmerecer el éxito de esta edición y anteriores, que sitúan a la capital asturiana en el epicentro mundial de la cultura y la defensa de los valores humanos que fomentan la solidaridad, la convivencia, la justicia y la paz, sino contribuir a su crecimiento (desde las aportaciones dle protocolo). Reflexionamos a través de varias pinceladas.

  1. La presencia de la Princesa de Asturias.

Los Premios Princesa de Asturias, 35 años después de su creación (Oviedo, 1980; primera entrega en 1981), estrenaron ayer su denominación femenina, después de 34 años con el nombre en masculino. Un cambio obligado tras la proclamación del rey Felipe VI y el ascenso de Leonor de Borbón y Ortiz de Infanta a Princesa heredera. No asistió, como era previsible, la actual poseedora del título, pues sus padres han estimado que por su corta edad (cumple 10 años el 31 de este mes) no es tiempo aún de exponerse en esta ceremonia tan mediática. Su padre acudió a Oviedo para la primera ceremonia de entrega en 1981, pronunciando su primer discurso oficial como heredero. Tenía entonces 13 años. A todos nos queda en la mente esas primeras palabras: “He querido que…

1981El Príncipe de Asturias en su primer discurso oficial. Premios Príncipe de Asturias, 1981, primera edición.

No obstante, conviene recordar que don Felipe (nacido el 30 de enero de 1968) recibió con 9 años (uno más que la edad que tenía su hija mayor cuando la sucedió) el título de Príncipe de Asturias (así como los otros inherentes a su condición, Príncipe de Viana, Príncipe de Girona, Conde de Cervera, Duque de Montbanc y Señor de Balaguer) en 1977. Dos años antes había asistido a su primer acto oficial en 1975: la proclamación de su padre don Juan Carlos como Rey de España, acto que tuvo lugar dos días después de la muerte del general Francisco Franco, en el Congreso de los Diputados. El 1 de Noviembre de 1977, asistió a su primer acto oficial como Príncipe de Asturias en Covadonga, donde recibió los tradicionales atributos por parte de la hoy inexistente Diputación de Oviedo (al tratarse de un Región uniprovincial, la Diputación quedó extinguida, asumiendo sus competencias el Gobierno del Principado de Asturias). Tenía entonces don Felipe 9 años. Estuvo, pero no habló. Lo hizo por él su padre. En 1980 presidió junto a los reyes entonces, en el Hotel de la Reconquista de Oviedo, la ceremonia oficial de constitución de la Fundación que llevaría su título. Tenía 12 años. Y además fue la única vez que siendo Príncipe y asistiendo el Rey, presidía una ceremonia en España. Ocupaba el asiento central, quedando a su derecha el Rey y a su izquierda la Reina (única vez que vimos esta disposición).

1980Acto de constitución de la Fundación Príncipe de Asturias en el Salón Covadonga del Hotel de la Reconquista de Oviedo el 24 de septiembre de 1980.

Con estos antecedentes y con la lógica en la mano parece concluirse dos cuestiones:

  • Es de suponer que la Princesa de Asturias acudirá muy pronto a Covadonga para recibir sus atributos tradicionales, en lo que puede ser su primera visita oficial como tal al Principado. Estoy convencido que en este curso lo veremos, ya cumplidos su primera decena de años. Pendientes de una agenda próxima.
  • A buen seguro, los Reyes seguirán acudiendo a la ceremonia ovetense hasta que la Princesa cumpla los 18 años (como hicieron don Juan Carlos y doña Sofía con su hijo) y jure ante las Cortes Generales la Constitución Española como Princesa heredera (al igual que lo hizo hasta que cumplió la mayoría de edad; después nunca volvió). Queda anotado para la agenda el 31 de octubre de 2023. Sin embargo, todo induce a pensar (aunque solo los monarcas y su entorno lo sabrán con certeza; lo demás son meras cábalas), que con casi once años la próxima edición de 2016 sí pueda contar con la presencia de la Princesa o, en cualquier caso, no creo que se demore más de 2017. Don Felipe es consciente de la importancia que para él (por supuesto para Asturias y España) ha tenido esta ceremonia, y la ayuda que le ha supuesto para colocarlo en la escena internacional, razón que seguramente le mueva a querer que pronto su hija siga los mismos derroteros.
  1. ¿Debe cambiar el protocolo y la puesta en escena de la ceremonia?

Es una pregunta que muchos se hacen. Y con razón. Aunque cada año se introduce alguna novedad, es cierto que la ceremonia viene respondiendo a un esquema muy similar desde su nacimiento, aunque ha vivido tres fases protocolarias diferenciadas (me remito para ello a la tesis que sobre el “Protocolo y Ceremonial de los Premios Príncipe de Asturias 1981-2010 presenté para mi doctorado en 2013):

1983Ceremonia de 1983.

1990Ceremonia de 1990.

1999Ceremonia de 1999.

  • Primera etapa (1981-1987), cambios permanentes que no terminan de consolidar un estilo definido.
  • Segunda etapa (1988-1997): buscando una identidad.
  • Tercera etapa (1998-actualidad): consolidación de un estilo propio de protocolo y ceremonial y protagonismo escénico de la decoración floral).

En esta última fase se encuentra ahora, pues apenas se han producido cambios fundamentales (más allá de aligerar de autoridades y personalidades el lado izquierdo de la presidencia e incorporar más cámaras robotizadas escondidas entre flores y telas). Responde desde el punto de vista escenográfico a la propuesta que entonces hizo el tristemente fallecido escenógrafo Julio Galán y desde el protocolario quien firma este artículo.

Han pasado ya 17 años de la gran transformación que a efectos de protocolo tiene su visualización en la reducción de la presidencia (que de 7/9 personas, se quedó en tres, Príncipe, Presidente del Principado de Asturias en calidad de Vicepresidente de Honor de la Fundación y Presidente ejecutivo de la misma), la incorporación de la alfombra central con el escudo, la reducción del número de banderas, la composición de una nueva caja escénica donde predomina el azul combinado con el amarillo (colores ambos de la bandera de Asturias) y el cambio de reposteros oficiales en la trasera siendo por la frase hoy vigente “Premios Príncipe de Asturias (más el año)”, con el escudo de la Fundación.

2005Ceremonia de 2005. Año en el que cumplió el 25 aniversario.

Decidir si es necesario o no el cambio escénico y protocolario debería ser objeto de debate en el seno de la Fundación.

Principales razones en contra del cambio:

  • Riesgos de perder la identidad propia tan difícil de conseguir.
  • Los Nobel –por señalar una referencia aceptable- no han modificado su formato, y supera con creces los cien años de existencia, y sigue siendo del agrado del gran público.
  • Si la crítica es positiva –a la hemeroteca nos remitimos- ¿por qué cambiarlo?
  • La Casa Real y la Casa de S.M. se encuentran a gusto con este formato y temen que cualquier cambio implique riesgos que por el momento no conviene experimentar.
  • El Teatro Campoamor no permite muchas alternativas.
  • Lo importante de esta ceremonia no es tanto la puesta en escena (aunque se le da valor), sino la palabra y los gestos. No en vano, a este evento habría que llamarlo la “Ceremonia de la palabra y el sentimiento”, entre otras cosas, porque su gran impacto e importancia viene por la vía de los discursos, de gran calado social, que allí se pronuncian y por la emoción que genera cada año gracias a los gestos y sentimientos de sus galardonados.

Principales razones a favor del cambio:

  • El escenario del Teatro Campoamor ofrece una escenografía un tanto anticuada ya, valorando que vivimos en la sociedad de las tecnologías de la comunicación, los nuevos diseños más comunicacionales y la exigencia de un mayor dinamismo si quiere seguir siendo una ceremonia mediática.
  • La tendencia actual que facilita la comunicación en un evento requiere de escenarios más minimalistas, en los que se destaque más a las personas protagonistas de esta ceremonia y se eliminen elementos innecesarios.
  • Hay que agilizar su protocolo, porque al ser una ceremonia televisada su duración y alto número de discursos la hacen por momentos tediosa e innecesariamente larga.
  • Conserva gestos pasados de moda, tales como las inclinaciones de cabeza de los galardonados y un excesivo formalismo, pareciendo que el rígido protocolo gana la batalla a la necesaria “espontaneidad y naturalidad” que requiere una ceremonia que debe emocionar y sensibilizar.
  • Resulta, con la nueva sociedad digital, muy cansino el excesivo azul que rodea su campo de acción y convierte el formato en algo muy plano.
  • La decoración floral es excesiva y recarga sin necesidad la escenografía.
  • Debe incorporar nuevos elementos tecnológicos que contribuyan a la facilitación del mensaje, rompa la monotonía de la palabra como tal, pero refuerce el mensaje que de ella se puede extraer.
  • Es presidida por unos Reyes que apuestan por la modernidad, y en consecuencia el protocolo y la escenografía deberían ser consecuentes con esa circunstancia.

Hemos esbozado algunos criterios que partidarios y detractores de un posible cambio apuntan. Lo cierto es que ayer tuve la oportunidad de reunir alrededor de la televisión a seis directores de primeras agencias de producción y organización de eventos de nuestro país, con el objeto de debatir con ellos esta cuestión. La respuesta de estos expertos fue contundente: necesita cambios, pero matizan, variaciones que no le hagan perder su identidad. Coincidían conmigo en la necesidad de seguir apostando por la “Ceremonia de la palabra y el sentimiento”, pero señalaban que eso mismo se puede mantener con una puesta en escena que incorpore conceptos escénicos más actuales, más seguros y más comunicacionales. Incluso me decían que económicamente sería más barata que la actual producción. No estiman la urgencia de los cambios, pero sí la necesidad de ir incorporando cambios de mayor alcance visual en los próximos tres años. Para ello, consideran que debería afrontarse un primer ajuste importante en una primera edición y perfilar en las dos siguientes, y revisar el formato al menos cada diez años.

Piensan que no pierde identidad la ceremonia con posibles cambios. Al contrario, la ceremonia ganaría sin perder la esencia fundamental que tiene en la actualidad. “Si este acto contribuye a la marca España, si tiene un alto impacto internacional –que lo tiene- debemos trasladar una imagen de país algo más modernizado”. Y todos al unísono: lo más urgente cambiar la política floral. Es chocante, aporta poco y desluce. No transmite, tampoco, y desvía el centro de atención. Es cierto que el espacio requiere de algo, pero no de ese “jardín colgante” al que se acude en cada edición. Hay otras buenas alternativas.

Obviamente, el debate está ahí y que cada uno saque sus conclusiones. La mía es clara: precisa de una puesta al día, hecha con mucha delicadeza para no perder su esencia. Y protocolariamente tiene áreas de mejora, que antes a lo mejor no se podían acometer, pero ahora probablemente sí. Por ejemplo, destacar más la posición de los premiados, muy ladeados, reubicar a las autoridades, jurados y ex premiados fuera del escenario y eliminar la mesa presidencial para favorecer el necesario acercamiento entre el Rey y cada premiado, una imagen que impide la mesa de por medio.

Por otra parte, es una evidencia general que los discursos, aunque su fuerza es espectacular, terminan por cansar a la audiencia. Puede conseguirse lo mismo con otro formato. La creatividad en este campo puede aportar mucho a la ceremonia. En fin, son algunas reflexiones que en la no urgencia del cambio –al menos para mí- es bueno valorar. Quizá la Casa Real española y la Fundación consideren que todavía no es el momento oportuno, quizá esperen a la Princesa. Una de las grandes carencias de la Fundación es no contar con un buen equipo de producción que se ocupe de la puesta en escena, o no recurrir a buenas agencias profesionales y expertas en la cuestión.

Otro área de mejora es lo relativo al Premio de los Deportes. La ausencia ayer de los hermanos Gasol pone de manifiesto la debilidad de esta categoría. Rebaja la potencialidad de la ceremonia que dos premiados (mediáticos, además) no concurran, aludiendo la exigencia de estar en los entrenamientos en Estados Unidos. No dudamos de su veracidad, pero la ausencia daña, como ha dolido otras destacadas faltas en este galardón que tiene en vilo cada año a la Fundación. Quizá si este premio buscase menos lo mediático y lo reciente tendría mejores resultados a medio y largo plazo (eso exige uj cambio en la filosofía de selección de los miembros del jurado). En cualquier caso, la ausencia de un galardonado perjudica a cualquier premio y más a este. Son ya muchas ausencias en esta disciplina, algunas muy sonadas.

  1. Las banderas de los premiados

Este capítulo es una crítica, espero que constructiva, porque es un área de mejora. Nos referimos a la colocación y disposición de las banderas de los países de los galardonados, que se sitúan tras los mismos, en el lado derecho de la presidencia. Desde 2014 se colocan en orden alfabético en español, rompiendo así con el criterio marcado en 1981 por su primer jefe de Protocolo, Felio A. Vilarrubias, de hacerlo en inglés. Ponerlo en español o en inglés son internacionalmente admitidas, pero aquí conviene otra tercera opción.

Banderas premiadosCeremonia de 2015. Las banderas de fondo corresponden a los países de los galardonados y se ordenan en precedencia desde más  cerca de la presidencia a más lejos. Comienza por la de España y termina por Rusia.

En cualquier caso, el orden no debe empezar por la bandera de España. Eso es un error de concepto. La enseña española es evidente que tiene precedencia sobre el resto pues el evento se celebra en nuestro país, pero ya está a ambos lados de la presidencia, junto a las de Asturias y Europa. Ahí, en esos dos juegos triples de banderas, queda fijada la posición preeminente de la española.

La española, en el conjunto de las de los países de los reconocidos, no puede tomar precedencia por el mero hecho de que estemos en tierra hispana, porque se interpretaría como el galardón el galardón español es más relevante. Eso no conviene, ni tampoco es cierto. La bandera de España está ahí porque representa a españoles premiados (en alguna edición –al menos recuerdo una- no pudo estar la rojigualda porque no había galardonados de “casa”), no porque estemos en España. Todos los premiados deben tener un tratamiento similar y eso hay que hacerlo extensivo al símbolo nacional que les representa. El vexilo español debe estar, en este grupo, en el orden alfabético correspondiente (insisto que otra bandera española ya está en el lugar de honor, visible y destacado, que obliga la ley).

En esta edición, se dispusieron las banderas (y por este orden) de España, Argentina, Benín, Cuba, Estados Unidos de América, Francia, India, Irak y Rusia. Lo correcto, hubiera sido situar la de España entre Cuba y Estados Unidos. Todas en condiciones de igualdad, bajo un criterio objetivo de ordenamiento. No hacer es endogámico y no concuerda con los objetivos universales del evento.

Otra reflexión sobre la materia: en la flexibilidad que tiene el protocolo, cuando hay razones lógicas para ello, debería pensarse en disponer las banderas de cada país justo detrás del premiado al que representa, para que en las imágenes se refuerce el mensaje que se busca. Tiene más sentido y fortalece el objetivo de los organizadores. Cuando hay razones poderosas y de “sentido común”, el orden internacional de las banderas puede hacerse a la carta. Tampoco hay norma alguna escrita que obligue al orden alfabético, y aunque lo hubiera se podría saltar, al fin y al cabo este no es un acto oficial, sino un evento promovido por una Fundación privada. Eso sí, esta fórmula obligaría a pensar muy bien la disposición de los premiados, algo que la Fundación no tiene reglado y que pende en cada edición de la política de conveniencia de los organizadores (normalmente razones de equilibrio mediático, que tiene sentido, pero hay que adminístralo de forma correcta). Aunque no soy partidario de normas que condicionen la necesaria flexibilidad que requieren actos de este tipo, sería bueno no utilizar como único criterio qué galardonado tiene más peso mediático –se supone que todos tienen el mismo a estos efectos-. Es necesario que la Fundación establezca en esto unos mínimos criterios.

  1. El encuadre de las banderas que presiden.

Discurso Rey banderasEl Rey Felipe VI lee su discurso en la ceremonia de 2015. En el encuadre televisivo aparecen las banderas de España y Europa y queda fuera la del Principado de Asturias.

Otro elemento a tener en cuenta cada año es la disposición de las tres banderas situadas tras el atril. Hemos analizado las diferentes tomas de televisión y fotografías de prensa, y durante los tiempos de discursos las enseñas de España y Europa son las que más protagonismo toman. Queda fuera de encuadre la asturiana, y sin afán de localismos, pienso que la referencia local en estos premios es fundamental. Es solo cuestión de calibrar mejor con el realizador de TVE las tomas. Por cierto, si la bandera de España aparece bien desplegada y puede verse el escudo de su bandera, debiera hacerse lo mismo con la asturiana y la europea.

Ver mejores momentos de la Ceremonia de 2015 (fuente Fundación Príncipe de Asturias).

Ver ceremonia completa de 2015 (señal de RTVE).