¿Cuál es tu compromiso personal por potenciar la profesión de protocolo y eventos?

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SI DE VERDAD TE SIENTES PROFESIONAL DEL PROTOCOLO Y LOS EVENTOS NO DEJES DE LEER ESTO. AUNQUE DUELA…

La poderosa industria de los eventos en España sigue experimentando desde 2014 un crecimiento espectacular. Los datos que van apareciendo en los últimos meses de diferentes estudios realizados evidencian que efectivamente los primeros brotes verdes están ya dando paso a flores coloridas. Las internacionalmente aceptadas siglas del denominado Turismo MICE (meetings, incentives, conferencing, exhibitions) son el motor que más está tirando, pero no hay que despreciar la recuperación de otros eventos promovidos por empresas e instituciones que están igualmente contribuyendo a esa floración. Desde la universidad lo notamos también porque la empresas solicitan cada vez más alumnos destacados para incorporarlos en sus plantillas (aunque desgraciadamente con contratos todavía abusivos). Estamos ante una década interesante en la que triunfan quienes en tiempos de crisis hicieron la necesaria reestructuración. Y lo más interesante, las agencias fuertes del sector cada vez tienen mayor presencia y peso en el ámbito internacional.

Sin embargo, este optimismo real no es percibido a nivel individual por los tradicionalmente denominados jefes o técnicos de protocolo, muchos de ellos en paro, o contratados en condiciones inadmisibles o relegados en sus ámbitos de trabajo. ¿Por qué se está produciendo esta disfunción? ¿Cómo es posible que un crecimiento por encima del 4 % no llegue al profesional individual? Es una cuestión sobre la que hay que hacer una severa reflexión y un profundo debate, porque puede que lo que realmente esté en peligro hoy, si no se hace nada, es el concepto mismo de protocolo como profesión. No debería ser así, porque sigue teniendo su vigencia y su espacio, es necesario e, incluso, imprescindible. Pero Protocolo no se está “vendiendo” bien y no sé si a estas alturas estaremos yendo con excesivo retraso. Durante esta crisis del sector, los técnicos de protocolo y eventos no nos hemos reconvertido, ni organizado para emprender los nuevos retos y exigencias. Hemos asumido una especie de hibernación que no está conduciendo a nada positivo y, es más, hemos permitido dejar pasar a otros que si han encontrado el nicho de su salvación.

El sector de eventos en general se mueve, pero unos con pasos más firmes y acertados que otros. Se cuecen proyectos interesantes, liderados por personas de prestigio indiscutible. Así se ha creado (y su desarrollo será espectacular) la Asociación de Agencias de Eventos, que sin lugar a dudas se convertirá en el gran referente y en un importante motor, además de interlocutor ante los diferentes agentes de la sociedad. He tenido la oportunidad de hablar con algunos de sus promotores y sus planes son buenos y ambiciosos y apuestan claramente por una unidad y coherencia que pase por encima de la lógica competencia y busque algo esencial: los éxitos de una o varias agencias son buenos para todas, si todas permanecen unidas. Transmitir globalmente una imagen de fortaleza, de que se hacen bien las cosas, no se abusa de determinadas prácticas del pasado, etc., es lo mejor que puede pasar. Y en la misma línea caminan los Organizadores Profesionales de Congresos (OPC), a punto de consolidar su propia asociación.

¿Dónde se sitúa el profesional?

En este contexto, ¿dónde se queda el freelang, o ese experto organizador que trabaja en solitario o el técnico o responsable de protocolo que está en su ayuntamiento? ¿Quién le representa? ¿Quién le ayuda y defiende? Se supone que la Asociación Española de Protocolo, u otras similares existentes en toda la geografía española, debieran ocupar ese espacio, necesario como nunca, pero no han conseguido alcanzar cotas de fortaleza. En primer lugar porque se estrella con un flagrante falta de compromiso personal de los profesionales (la mayoría ajenos al corporativismo) y, en segundo lugar, porque tampoco ha acometido la reestructuración antes aludida. Siguen estando ahí, hacen cosas, sus responsables altruistamente dedican horas a su atención, pero se encuentran con la deserción general.

Lo curioso es que luego muchos lanzan críticas irresponsables preguntándose ¿qué hacen las asociaciones por mí? O a veces, que es peor, preguntándose qué me aporta afiliarme, qué me ofrecen a cambio de mi cuota anual de 70 euros, por decir una cifra que a veces es más baja. Evidentemente por esa cantidad poco se puede ofrecer (salvo que se alcanzara una afiliación superior a los cinco mil). En un país donde hay más de dos millones de personas laborando en sectores próximos o afines al mundo del protocolo y los eventos, tener asociaciones que apenas sobrepasan el medio millar de socios es preocupante (por referirnos a la que más tiene). Es un claro síntoma de la enfermedad que encima es contagiosa.

Pero si ya somos pocos, encima se desfragmenta sin un sentido claro de la unidad profesional, apareciendo nuevas asociaciones motivadas por el factor territorial o de proximidad. El proceso abierto por varias asociaciones de constituir una única plataforma que agrupe a todas no termina de ver sus frutos, en muchos casos por reticencias absurdas o por la mala creencia que ello puede originar una pérdida de identidad. El sector de las agencias lo tienen ese problema, por eso les irá bien. El sector individual si lo tiene. ¿Qué pasa? La cuestión es que si las asociaciones profesionales siguen no podrán alcanzar su objetivo de colegiación, como estamos viendo en otras profesiones que cuentan con mayor reconocimiento social.

El cambio necesario

El cambio se impone, se hace más necesario que nunca. El espacio que ocupa este sector comienza a estrecharse, mientras se amplían otros a los que no llega. Las asociaciones, todas, deben reinventarse de nuevo y salvando la identidad de cada una, han de dar el paso decisivo para lograr ese reivindicada unidad profesional capaz de aglutinar a miles de expertos del sector. No nos movemos en la buena dirección, porque arrastramos un lastre muy pesado, y la falta de compromiso general no ayuda. Pocos son conscientes de que la ausencia de un gran asociación es un problema grave que terminaremos pagando todos. Debe llegar el cambio, no puede esperar más. Hay que reinventar el asociacionismo de los profesionales del protocolo y la organización de eventos, y para ello se necesitan dos compromisos esenciales: uno personal, mayor implicación de los profesionales, y otro la determinación urgente de reestructurar el movimiento asociativo. Suena duro, pero si queremos tener peso en este sector de los eventos no nos queda otra. De lo contrario, las agencias arrasarán con todo. Y hay sitio para todos. Las agencias, como empresas, deben unirse, y los profesionales también.

La Federación de Profesionales de Eventos, Protocolo y Relaciones Institucionales (FEPRI por inventarme unas siglas) no debe concebirse como una sencilla unión de asociaciones ya existentes. Hay que ir más lejos. Debe concebirse como una estructura nueva, con unos objetivos claros, con unos estatutos que reflejen la realidad de hoy, que sea capaz de asumir su papel de interlocutor aceptado y validado, por citar algunas cuestiones. Y cuando eso esté claro y bien definido es cuando las asociaciones deberían integrarse, tras hacer previamente su propia profilaxis interna. Hacerlo al revés para mí es un error. Pienso que ése es el compromiso y no queda otra que seguir insistiendo en que si queremos futuro hay que invertir en asociacionismo y cambiar el chip: adiós a la tópica frase “qué me dan por la cuota que pago” y bienvenida a la que apuesta por el futuro: “¿qué puedo aportar yo a mi asociación?”. En definitiva, ¿qué estoy haciendo yo por mi profesión?

Todos soñamos con ese día en que nuestra gran Federación canalice las ofertas de empleo, respalde jurídicamente a sus socios, les aporte apoyos a sus eventos, le oferte servicios para crear su propia empresa, denuncie y con éxito el intrusismo, desplace las malas prácticas y los engaños y una larga lista de deseos que haría interminable esta sencilla, pero delicada reflexión.

Debe comenzar ya un nuevo proyecto hecho entre todos. Nadie puede quedar fuera. De lo contrario estamos muertos.