Horas después de un Congreso (Madrid 2013) diferente: ¿”protocolistas” o “eventistas”?

Apenas han pasado 24 horas y aún late en nuestros corazones y cabeza la amplitud de “cosas” que han sucedido a lo largo de los dos días del I Congreso Universitario de Comunicación y Eventos, celebrado en el Salón de Actos del Consejo Superior de Investigaciones Científicas en Madrid, al que asistieron 311 personas y que al menos, personalmente, y por lo que he percibido en persona y visto en las redes sociales, puede calificarse de exitoso. Pero no porque asistan más o menos congresistas, -dato quizá poco relevante para una valoración, pues un encuentro con treinta puede ser de mayor éxito todavía-, sino porque claramente ha señalado un antes y un después en la forma en que los profesionales de la organización, los que se dedican al protocolo y ceremonial oficial, y quienes lo hacen genéricamente a los eventos no oficiales, sino por el nuevo horizonte y perspectiva que te ofrece el sector de los eventos cuando son vistos como lo que son: comunicación en vivo. Es la primera vez, y tengo una larga historia de asistencia a congresos, jornadas y encuentros, que quienes nos dedicamos o pertenecemos a este mundo, hemos dejado de mirarnos al ombligo para levantar la vista y observar y tocar por dónde va hoy nuestra profesión.
Creo firmemente que nuestra profesión comienza a sentir de verdad, a creérselo, que formamos parte de una industria que genera riqueza al país, y que no se limita solo a colocar alfombras, establecer procedimientos o determinar líneas de saludos. Hemos observado el extremo contrario, el de aquellos no menos profesionales que hablando de los eventos huyen del protocolo porque lo asocian a la precedencia, la ordenación, las tradiciones, las reglas… y se acogen al mundo de la creatividad, de las vivencias experienciales y del marketing aplicado. Por momentos parecía que estábamos ante dos mundos: el del protocolo al uso y el de la creatividad, como si entre ambos hubiera una barrera infraqueable, dos mundos nada convergentes. En su esencia, ¿qué diferencia hay entre organizar la entrega de un título de hijo adoptivo en un ayuntamiento y la del Premio Planeta? Organizativamente hablando, ¿qué diferencia existe entre inaugurar un centro social municipal y lanzar una nueva marca o producto para una empresa?
“Protocolistas” y “eventistas”
Si nos quedamos en la esencia -ya sabemos que luego cada tipo de acto es diferente y requiere soluciones desiguales, que acreditado está que no hay dos actos iguales-, tanto en unos casos como en otros, estamos organizando un acto o un evento. Los protocolistas se muestran como más maniatados por normas y costumbres,  mientras que los que genéricamente afirman dedicarse a los eventos (¿eventistas?) no tienen más ataduras (casi nada) que ofrecer resultados. Unos apelan al orden y a buena imagen, salvarguardando el concepto de lo institucional, y otros asocian las marcas a lo creativo, a lo impactante, a lo sorpresivo, a buscar diferenciarse del resto del mundo, a ganar cuotas de mercado y reputación. Claramente dos formas de ver un único sector, el de los eventos, que aunque se muestren alejados entre sí oficiales y no oficiales, no son profesiones diferentes. Es más, su proximidad conceptual es tal que en poco tiempo veremos la convergencia.
Han dejado claro los representantes de agencias y empresas que la crisis también se sufre en el sector privado, pero han mostrado soluciones para que sus actos y eventos puedan ajustarse a los límites presupuestarios de hoy, y casi todas ellas son trasladables al ámbito institucional (pero hay que saber hacerlo, no vale con copiarlos). Han acreditado que lo que se hace en el sector privado es claramente exportable al ámbito de lo oficial, eso sí en una progresiva evolución en la que las instituciones  han de observar numerosos parámetros que no tienen las empresas. Pero ocurre lo mismo a la viceversa. Es evidente que los eventos oficiales y no oficiales no tienen por qué ser iguales, pero sí pueden nutrirse de los mismos argumentos, razonamientos y técnicas. Un salón de plenos de un ayuntamiento será difícil que se convierta en una casa de relax y sorpresas agradables para incentivar a los funcionarios, como será imposible encontrar un acto empresarial donde se estudie con celo el lugar y orden de las banderas, la ubicación de los invitados y la precedencia de los discursos. Pero hay muchos puntos de convergencia.
La necesaria especialización
Nadie puede discutir que hay diferentes tipologías de actos que requieren soluciones distintas y aplicaciones de técnicas singulares. De ahí que siempre estemos defiendo la necesidad de especializarse. España precisa de buenos profesionales que se ocupen del protocolo y la organización de los actos y eventos oficiales, como también lo requieren las empresas, el mundo del deporte, de la cultura, del entretenimiento… Por la misma razón que hay especialidades en el periodismo (político, económico, deportivo, social, etc.), debe haberlo en el Protocolo y los Eventos (esto quizá es lo que más le está costando entender a quienes nos defendemos la profesión tradicionalmente llamada Protocolo). Y el hecho de que haya especialidades no quiere decir que no sean propias del periodista (una profesión que sufre también el intrusismo, pero menos por la fuerza de sus lobbyes y corporativismo).
El Congreso ha dejado claro que no son dos profesiones diferentes, la de los que se dedican al sector oficial (“estrechamente” denominado Protocolo) y quienes lo hacen desde el ámbito no oficial y las agencias y consultoras (mal llamados “Productores de Eventos). No lo son. Su cometido es el mismo, aunque cada uno tenga que recurrir a prácticas distintas. De hecho, la alerta ya ha comenzado a saltar cuando empiezan a conocerse indicios claros de que estas agencias arraigadas hasta no hace muchos años en lo privado, cada día se les contrata más en el sector público para hacer y organizar eventos u ocuparse de una parte esencial de los mismos.
Este congreso ha podido demostrar en mi modesta opinión que estos dos mundos no están tan lejos, y que si hace años decíamos que el protocolo en la empresa se nutría mucho de lo oficial, una década después hay que empezar a decir exactamente lo contrario. La frescura que traen los eventos creativos arrasarán, y aunque en el mundo oficial habrá que preservar ciertas riquezas históricas y tradicionales, terminarán por incorporar los esquemas y forma de hacer de los eventos no oficiales. Esa es para mí una primera conclusión.
El tratamiento mediático injusto
Una segunda, y no menos importante, es que no está el mundo contra nosotros, los protocolarios, porque seamos los malos de la película o los “gastizos”. La expresión que un periodista ponía de manifiesto en el Congreso que nunca el “Protocolo será noticia, salvo que éste se salte u origine anécdotas”, da mucho que pensar. Al principio te cae como una bofetada (luego piensas que lo que mejor que nos puede suceder es que nunca seamos noticia y menos el protocolo), pero nos ha de obligar a reflexionar si realmente nosotros mismos estamos transmitiendo la imagen fiel de lo que realmente somos o queremos ser y cómo deseamos ser vistos. Tenemos que hacer un gran ejercicio de autocrítica, porque asistiéndonos la razón sobre el tratamiento injusto que recibe el protocolo desde los medios de comunicación -por culpa normalmente de unos políticos que equivocan el bacalao con el jamón, o por la percepción social de que Protocolo solo es o relativo a la realeza, la diplomacia o el saber estar- tampoco estamos dando pasos sólidos para acreditar lo que de verdad somos. Y aunque a veces te dan ganas de decir que cada uno tiene lo que merece, no hay que dejarse llevar por ello. Hay que seguir reivindicando nuestro buen nombre.
El escaso corporativismo
Es impresionante lo poco corporativos y solidarios que somos en esta nuestra querida profesión. Llena de envidias, celos y autarquías, a la profesión le cuesta encontrar su sitio, entre otras cuestiones porque los que debían ser líderes por su posicionamiento laboral se refugian tras las trincheras y se condenan a sí mismos a no querer ver la realidad tan evidente que tenemos. Me ha bastado con observar algunos comentarios en la redes sociales en estos días de Congreso para confirmar que realmente no todo el mundo está por la labor, que no a todos les importa el reconocimiento a social y mediático, para que nos vean como profesionales y no como mayordomos. Pero también he podido acreditar que es muy fuerte el movimiento de quienes sí apuestan por avanzar hacia una puesta en escena de la profesión más acorde con nuestros días. Menos ombligo y más apertura de ventanas para ver y escuchar lo que demanda la realidad actual.
Por eso, este encuentro del CSIC ha sido un soplo de aire fresco, de motivación, de aprendizaje y reciclaje de las posibilidades infinitas de nuestra profesión y de su futuro. No es cierto que haya menos eventos, ni que se nos considere mal, ni que tengamos los días contados. Esa cortina que algunos quieren echarnos se cae sola. No se le pueden poner puertas al campo, y el Protocolo tiene todo un mundo por delante, un futuro espectacular, pero que requiere de verdad poner el “on” a los nuevos tiempos. Comienza a posicionarse una generación hoy que tiene esa frescura, y vienen otras detrás con más fuerza todavía. Quien se ancle y siga pensando que el protocolo es lo que es y que poco más puede aprender, terminará por sucumbir a esta marea que viene. Eso exigirá compromiso, reciclaje, encuentros, compañerismo y corporativismo, apoyo e implicación con las asociaciones que han de hacer sus deberes para ponerse al día si no quieren ver cómo a su alrededor nacen y crecen opciones alternativas, y, sobretodo, actitud. Sin olvidar, que profesionales consolidados han de acercarse más a quienes están llamados a sucederles, porque ellos les serán muy útiles para seguir en sus puestos y ofrecer ese regenerado protocolo, y las nuevas generaciones han de aprender lo mucho que aportan estos veteranos profesionales. Cuando encontremos este convergencia entre pasado, presente y futuro, también empezaremos a hablar de una profesión de verdad.
En un evento no todo es protocolo
Tenemos juntos que reclamar muchas cosas a la Administración, la actualización de las normas protocolarias, por ejemplo, o el estatus profesional y su incidencia en el empleo, pero no nos quedemos ahí. La demostración que hicieron los expertos en Seguridad en el Congreso de que aquella en los eventos es igual de importante que el protocolo, la comunicación y la producción, pone de manifiesto que un evento es mucho más que protocolo. Hablamos ya de la gestión integral de la organización de actos o/y eventos, que mira a un futuro que está ahí. Pero insistimos, hemos de levantar la cabeza y dejemos el ombligo.
¿Nos creemos que somos una industria?
El Congreso de Madrid de 2013 ha acreditado que estamos ante un nuevo protocolo y una nueva forma de enfrentarse a la organización, aquél que dentro de la industria general de los eventos mueve mucho en la actividad económica de nuestro país y contribuye a la marca nacional, regional y local. ¿Nos creemos de verdad que somos una industria que mueve mucho? Pues mientras que no lo asumamos y lo demostremos seguiremos siendo mayordomos o asesores de lujo, pero tendremos esa imagen que nos acerca a lo obsoleto, rancio y casposo.
Esta industria nos permite hablar de un nuevo concepto de protocolo que, en el sector de los eventos, tiene mucho que decir. Vamos a dar mucha batalla para que todos nos sintamos orgullosos de decir que “soy profesional del Protocolo o/y de los Eventos”, pero hay que dar pasos colectivos. Reflexione cada uno que haya leído esto: ¿Qué estoy haciendo yo para que nuestra profesión tenga el prestigio que merece? Esa para mí es la clave. Y el Congreso ha sido un importante primer paso colectivo en cimentar la nueva autopista por la que hemos de avanzar en los próximos años. Cuando profesionales, docentes, investigadores y estudiantes, bajo el paraguas de las universidades y las asociaciones, unen sus fuerzas, convierte a la profesión en imparable. Ese ha sido otro factor diferencial de este Congreso que arroja más conclusiones importantes que analizaremos con más tiempo.