London 2012: “eurovisiva” clausura

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Los juegos olímpicos de verano London 2012 ya son historia. “Felices y Gloriosos” como los ha definido Jacques Rogge, presidente del Comité Olímpico Internacional (COI), ante millones de telespectadores, Londres cerraba sus juegos en una espectacular ceremonia de clausura celebrada este domingo 12 de agosto. Los juegos de verano, como a su escala los de invierno, son para quienes nos dedicamos al Protocolo y a la organización de eventos, nuestro inevitable Máster de cada cuatro años. El “gran evento” por excelencia en nuestro campo, suma de miles de pequeños, medianos y grandes eventos programados por el COI, el Comité Organizador de London 2012, los 204 comités olímpicos nacionales, “casas” de países, embajadas, federaciones internacionales, empresas patrocinadoras, medios de comunicación, etc., es sin duda la gran referencia en el ámbito de la organización de actos, y desde luego en el mundo deportivo.

En cada edición observamos nuevas opciones, tecnologías, ideas, creatividades, que nos permite reciclar nuestros conocimientos, aunque luego cada uno saque sus conclusiones sobre lo que le parece un avance, una nueva idea o sencillamente más de lo mismo. Creo que Londres no ha dejado indiferente a nadie, y hablamos desde el punto de visto de Protocolo y Organización. Desde la Producción ha aportado avances, pero menos de los que al menos uno esperaba.  Hay que partir de la base de que la organización en general, pequeños detalles sin importancia al margen, ha sido un éxito sin apelativos. Lo hemos visto desde la televisión, desde el privilegio de conocer de primera mano la experiencia de profesores y alumnos de la Universidad Camilo José Cela que han tenido la fortuna de vivir protocolariamente unos juegos modernos en una ciudad emblemática, lo han comentado los medios de comunicación, los deportistas, los comités nacionales. Todo son parabienes y nos alegramos mucho como europeos, que en un momento de tanta crisis el viejo continente no haya defraudado en su organización.

 

La organización en general Londres, la que hace posible que todo funcione como un “reloj” ha superado a Pekin, y esto era complicado. Políticamente parece que tan bien ha sido un éxito por la alta participación de países, y por el “hito” -que es muy importante- de que los 204 países participantes llevaran representación femenina, aunque la mayoría menos numerosa en proporción a los hombres, pero que en algunos casos ha generado mayores éxitos como en nuestro caso español. Bienvenido sea.  Mediáticamente, parece -aunque a la hora de escribir esto uno al menos no ha tenido acceso al dato preciso- que los objetivos se han cumplido, y aunque el seguimiento haya sido inferior a China, ha conseguido aumentar la audiencia si consideramos un paréntesis al gigantesto país asiático. Así que todos muy contentos, incluso los propios chinos, que aunque segundos en el medallero, se han quedado para siempre con el apellido que también Rogge les puso en la clausura de “juegos excepcionales”. Unos han sido felices y gloriosos y otros excepcionales. Así que todos contentos. Pero seguimos sin que se resuelva la calidad del sonido musical y ambiental que, tanto en competiciones deportivas que lo exigen -como la gimnasia rítmica- o las propias ceremonias, llega a los espectadores que siguen los acontecimientos a través de la televisión y la radio. La señal internacional sigue siendo poco sólida para la fuerza que se quiere dar a las ceremonias.

 

Este Máster que hemos vivido mientras disfrutábamos del sol, el relax, el descanso veraniego -al menos para quienes tuvimos la suerte de disfrutar de unos días- dará mucho de qué hablar desde el punto de vista de la organización y el Protocolo. Y espero que vayamos desgranando detalles entre unos y otros porque una referencia mundial no puede pasar sin los análisis protocolarios oportunos.  Iremos hablando de ello, pero voy a hacer referencia en este texto a la ceremonia de clausura, por eso de ser lo más reciente. Como antes señalaba, la ceremonia ha sido espectacular en producción, montaje, diseño…, pero a mí personalmente se me ha hecho larga -mal síntoma- y, sobretodo, aburrida en muchos instantes. Y eso que la mayoría de los artistas que pusieron la voz en la capital musical del mundo, son auténticos ídolos para mí. No han sido los protagonistas la causa de mi decepción del último acto, sino que sigo muy bien sin comprender qué se ha querido decir, qué significó y qué ha aportado al olimpismo, objetivo éste fundamental. Cuando las llamas del peculiar pebetero -que tampoco me llamó la atención y que cuyo encendido careció de la solemnidad requerida- en forma de amapola se apagaban comentaba en mi entorno que aquella gala de cierre me había parecido Eurovisión a lo bestia (y por supuestos con muchos artistas de lujo). Pero por unos instantes, sino hubiera deportistas y banderas, hubiera pensado que este año habría habido dos eurovisiones.

Bandera de Presidente a Brasil

No pongo en duda que Londres haya querido transmitir la imagen de una ciudad cosmopolita, abierta al mundo, dinámica, icono de la música en los últimos cincuenta años, moderna, que han querido conjugar las ciudades caóticas del futuro con la esperanza de las nuevas generaciones. Supongo que esto haya sido el mensaje sustancial, porque ha sido deplorable que la televisión olímpica española durante la retransmisión no haya explicado en momento alguno el significado de cada cosa, cuestión que en China no ocurrió. Por eso tampoco me quiero cebar contra la clausura de Londres, pero sí debemos señalar la importancia que tiene que este tipo de espectáculos creados para las televisiones sean bien contados a los periodistas y que éstos sepan transmitirnos que detrás de todo hay un mensaje. Esto no se ha hecho y nos ha confundido aún más. He tenido acceso finalmente al “libreto” explicativo de la ceremonia, y es increíble que nada o muy poco de su contenido haya sido comentado al menos en nuestra televisión oficial. Y da para contar.

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Pero bueno, al margen de ello, las ceremonias de Londres me han gustado mucho menos que las de 2008 de Pekín (y aquí ya incluyo inauguración y clausura), que seguirán siendo para mí las dos mejores ceremonias por mi vistas en cualquier sector de los eventos. La clausura de Londres fue una fiesta y está bien, pero la ceremonia final es el cierre de unos juegos olímpicos, y el olimpismo ha de estar presente. Los obligatorios actos protocolarios de la clausura se respetaron pero de tal forma que siempre ocuparon un rincón discreto en el conjunto. Incluso, hasta el momento más importante como es el apagado del pebetero nos resultó poco brillante y al contrario que Pekín la carne no se me puso de gallina.  Es necesario conjugar perfectamente la fiesta de cierre de unos juegos y el interés por la proyección de imagen de una país -el anfitrión- con el espíritu olímpico. Londres se quedó lejos. China lo bordó. Aún queda en mi retina la torre de la memoria, el papiro virtual en las pantallas situadas en la visera del estado, el deportista subido a la escalera del avión repasando la historia de los juegos, es impresionante encendido del pebetero… De Londres me llevo el recuerdo de un Eurovisión a lo grande, o de un superconcierto, que entre cantante y cantante, colocaban algo del obligado protocolo. No lució para nada la entrega de la bandera olímpica a Brasil (por cierto este país en su tiempo de presentación nos defraudó más), ni el apagado de la antorcha, ni la llegada de los deportistas… No tuve sensaciones, como dicen los deportistas. Todavía no puedo quitarme las de China. Mi medalla de oro va para China, porque supo conjugar los tres factores esenciales: fiesta del deporte, espíritu olímpico (lo que conlleva que el protagonismo lo han de tener los deportistas) y proyección de país anfitrión.

 

Sin embargo, he de felicitar a Londres por la escenografía sobre el césped del estadio olímpico, con esa brillante simulación de la bandera británica, que supo, aquí sí, conjugar protocolo y espectáculo.