La Fiesta del Protocolo

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La  Asociación Española de Protocolo vivió este sábado 24 de noviembre su  gran fiesta. Celebró su XX aniversario de existencia en la Casa Encendida de Madrid. Y lo hizo mediante un foro de debate y conferencias entre las que resultó de gran interés la ofrecida por el director de la Academia de Televisión, conocido periodista y experto en Comunicación, Manuel Campo Vidal, que supo valorar la importancia del Protocolo en la Comunicación, de reconocer el gran desconocimiento que por desgracia los periodistas tienen de esta disciplina y quien apeló a los profesionales de la organización a hacer de la flexibilidad su eslogan permanente. Fue brillante la exposición de Raúl Chapado, director general de Deportes de la Candidatura Olímpica de Madrid 2020, quien vino a concluir que determinados eventos han de tener una importante complicidad social si se quiere alcanzar el éxito.
Lo más entrañable venía al final de la jornada, en la ceremonia de entrega de las medallas al Mérito en Protocolo y Ceremonial. Después de varios años, la Asociación ha dado un salto
cualitativo al reivindicar para sí algo en lo que había quedado atascada: hacer su propio encuentro,  que sin duda debe ser el germen de algo muy necesario como es el Congreso Nacional de Protocolo y Organización de Eventos, y celebrar su propia ceremonia (en formato sencillo y humilde, pero solemne) de reconocimiento a profesionales merecedores de un galardón que más allá de lo simbólico premia los méritos de personas que han dejado su piel en este duro oficio durante años.
Felio A. Vilarrubias,  AndrésPardo, Milagros Moreno y Elena Garrido recibieron de manos del presidente de la AEP, Juan Ángel Gato, esta distinción. Cuatro merecidísimos premios. Felio A. Villarrubias, dedicado a esta profesión durante 70 años, los últimos  cuarenta impulsando la formación y el reciclaje en una España carente hasta hace poco más de una década,  de estudios reconocidos o de inexistencia de centros especializados capaces de ofrecer la formación obligada para acceder a este profesión. A Felio hay que reconocerle muchas cosas, entre ellas el de ser precursor y pionero en este aspecto. Miles de personas hemos pasado por su cátedra, hemos aprendido prácticamente lo que sabemos y ha sido el farol que ha guiado a muchos profesionales hoy en ejercicio. Felio ha dado respuesta a esa necesidad y en él hay que reconocer que la realidad de los estudios oficiales hoy tiene mucho que ver con su trayectoria y trabajo en este campo. Fue, además, el primer jefe de Protocolo de la Fundación Príncipe de Asturias, el que sentó las bases de su ceremonial y Protocolo y que como bien dice el que fuera su primer director, Graciano García, “no hubiéramos sabido enfrentarnos a la ceremonia sin su concurrencia”. En palabras de Graciano[1] “nos enseñó que a cada persona hay que asignarle el sitio que le corresponde. Eso fue decisivo”. Un reconocimiento en definitiva que empezaba a ser ya una deuda histórica.

 

Compañeros de privilegio fueron Milagros Moreno, casi 40 años trabajando en la sastrería de Palacio Real, ocupándose de toda la uniformidad que requiere el ceremonial de Palacio, persona que tuvo  la oportunidad de vivir muy de cerca e íntimamente momentos singulares para la historia como la boda de los Príncipes, asistiendo en todo momento a la entonces Letizia Ortiz. Uno de esos trabajos, que integrados en el ceremonial, mucha gente desconoce, pero lleva horas y horas al día para que todo luzca como debe de ser.

 

Andrés Pardo, Monseñor como muchos le decimos, se preguntaba en la ceremonia por las razones de esta medalla, pero es evidente que este maestro de liturgia de la Catedral de la Almudena, que aparece normalmente junto al Cardenal Arzobispo de Madrid, acumula razones más que suficientes para que le profesión le premie. Ha vivido desde sus conocimientos de la organización en este campo eclesiástico, varias visitas de Juan Pablo II y Benedicto XVI, y numerosos acontecimientos donde ha tenido que mostrar sus buenas dotes de conocimiento y sabiduría, encargándose de ceremonias complejas como fue no sólo la propia boda de los Príncipes, sino el Funeral de Estado por las víctimas del 11 M.

 

Elena Garrido, hasta hace apenas unos meses jefa de Protocolo del Ayuntamiento de Santiago, cargo que ha dejado por razones de edad, es el retrato vivo de ese profesional del Protocolo, que
de sol a sol deja su piel trabajando en la organización de los actos promovidos en su caso por su Consistorio. Siempre, además, con la sonrisa en la boca y con una profesionalidad admirable. Cargada de trabajo, encontraba tiempo incluso para promover y empujar, junto a su presidente, Rafael Vidal, la Asociación de Técnicos de Protocolo de Galicia, la agrupación profesional decana de España.

 

La Asociación quiso remontarse a sus orígenes y a su evolución y desarrollo, homenajeando también a quienes fueran sus presidentes en esta joven etapa, como a su primera presidenta Ana Palacio -que fuera jefa de Protocolo del Jardín Botánico de Madrid-, María Carretero (tristemente fallecida y representada en el acto por su marido) y Cristina de la Vega, actual directora de Protocolo de Iberdrola. Ellas tres desde las dificultades de una asociación que comenzó con apenas veinte socios, sentaron los primeros pilares de una asociación que ya agrupa a más de medio millar. A ellas -y obviamente a sus diferentes juntas directivas-  hay que expresarle nuestro más sincero
agradecimiento. Han hecho mucho para que esta Asociación haya podido construir con el empuje decisivo de la actual dirección la que ya es la casa de todos los profesionales y el punto de encuentro permanente. Una profesión que no se corporativiza está llamada a desaparecer, porque otros la absorberán. Por eso es fundamental apoyarla, trabajar desde adentro y ofrecerse para colaborar en lo que sea necesario.

 

Ha sido un día importante, que marca un antes y un después. La AEP empieza a encontrar su sitio, ajeno al paternalismo de otras entidades, a los vaivenes de los tiempos y con un claro ideario para que los profesionales también tengan su merecido sitio en el reparto laboral de este país. Inicia pues un nuevo rumbo que ha de devolver la esperanza y la credibilidad que no terminaba de conseguir en todos los ámbitos. Eso es un gran salto, y eso merecía una fiesta como la de ayer,  una foto como la que pudimos ver con los premiados y los homenajeados y un marco de encuentro que expresaba en sí mismo el pasado, el presente y el futuro que está ahí. Queda camino por recorrer, el primero de ellos comprometer más al socio, para que acuda a foros de este tipo, porque solo su presencia fortalece a la que es su Asociación. Ayer cerrábamos el foro un centenar de personas en la espléndida instalación de la Obra Social de Cajamadrid, una cifra baja aún, pero que a buen seguro si se sigue trabajando bien terminará por necesitar un amplio Palacio de Congresos. Ese día no está tan lejos y entonces muchos se darán cuenta que para tener fuerza primero hay que juntarse.

 

[1][1] Lillo, Juan de. 2012. Graciano García. Nada fue un sueño. Biografía íntima del creador de los Premios Príncipe de Asturias.KKK ediciones. Oviedo. P. 495.