El ROI de los Premios Princesa de Asturias

ROI Princesa de Asturias

Panorámica general del Teatro Campoamor de Oviedo, durante la ceremonia de entrega de los Premios Princesa de Asturias de 2017, un evento que deja un ROI muy favorable.

La Fundación Princesa de Asturias gastó en 2017 en los eventos relacionados con la entrega de los Premios que lleva el nombre de la heredera de la Corona y que se entregaron en octubre pasado en Oviedo, casi cuatro millones de euros. Algunos pueden pensar que es un gasto excesivo, pero si a este guarismo añadimos que dejó un Retorno de la Inversión (ROI) de 61 millones de euros en impacto mediático y un nivel de audiencia acumulada de 1.466.562.000 personas solo en España, la cosa cambia mucho. Así se refleja en la Memoria Anual de 2017 que el pasado 1 de junio fue presentada al Rey de España en el transcurso de una reunión del Patronato celebrada en el Palacio de El Pardo, en Madrid. Dicho documento recoge, igualmente, que su página web recibió 650.903 visitas de usuarios de 168 países de los cinco continentes, que más de un millón de personas siguieron la retransmisión en tiempo real a través de Snappy TV, 545.864 visualizaciones en YouTube, más de dos millones de impactos en Twiter y casi tres millones en Facebook. A estos datos habría que sumar el impacto económico global que por ejemplo en el año 2011, según un estudio de Deloitte S.L., por cada euro gastado por la Fundación se generó 1,6 euros de PIB en el Estado.

Podemos concluir claramente que estos Premios no sólo aportan prestigio por su gran ceremonia cultural, sino que, además de trascendencia mediática nacional e internacional, produce beneficios al conjunto del país. Es clave en el mundo de los eventos hoy tener en cuenta los resultados que producen para determinar si es un gasto, una inversión, si produce beneficios específicos o globales o, en otros casos, resulta un negocio directamente. Pero para medir el ROI es necesario planificar los eventos incorporando ítems organizativos capaces de permitir la medición correcta. A nivel empresarial cada vez se tiene más en cuenta esto, pero desgraciadamente en el ámbito institucional es raro encontrase con algún caso. Este es otro aspecto que debe cambiar mucho en la industria de los eventos en todo el mundo. Continúe Leyendo…

El protocolo oficial, “en coma”

 

Desfile

Desfile militar con ocasión de la Fiesta Nacional del 12 de octubre de 2012, la última a la que asistieron

los Reyes de España. Foto: EP.

(Se reproduce a continuación de forma literal la parte introductoria de un amplio reportaje que publicará a finales de esta semana la Revista Protocolo y Eventos, de Ediciones Protocolo -número 70-, en su formato impreso, sobre los resultados de un estudio realizado con 480 periodistas y comunicadores sociales, sobre su opinión de los eventos oficiales. Un 93 por ciento destacan la escasa participación ciudadana y la falta de interactividad con los públicos; un 65 por ciento confiesa que no le interesan para nada los actos oficiales y un 87 por ciento que los discursos se extienden en exceso. Un 70 por ciento de las noticias publicadas en la prensa española en 2010 sobre protocolo no hacen una correcta valoración de lo que realmente es).
La opinión general es evidente: los actos organizados por las instituciones públicas precisan de nuevos formatos y escenografías que, combinando el respeto a las tradiciones y la esencia netamente institucional, faciliten el necesario acercamiento entre gobernantes y ciudadanos. El modelo habitual de acto oficial agoniza y los políticos tratan cada vez más de huir de los mal llamados actos estrictamente protocolarios para en su lugar propiciar un tipo diferente de eventos que rompa con la imagen rancia  de distanciamiento,  frialdad y excesiva solemnidad. Los profesionales del protocolo oficial son conscientes de este agotamiento del modelo clásico y se afanan en buscar alternativas aunque en los tiempos de austeridad actuales la tarea no es fácil. Al menos eso señalan cuando en diferentes foros se analiza la cuestión, como ocurrió recientemente en el II Congreso Universitario de Comunicación y Eventos, promovido fundamental por las universidades Complutense y Camilo José Cela de Madrid. La falta de recursos económicos, el condicionamiento de los espacios existentes en las sedes oficiales y la cierta reticencia de la clase política a incluir formatos más atrevidos, son algunos de los argumentos que esgrimen los organizadores de actos de las administraciones públicas para reconocer que la necesaria evolución será más lenta de lo deseable sino se produce al mismo tiempo un cambio conceptual de lo que es la figura del técnico de protocolo oficial y sus competencias.

 

Desgraciadamente no contamos con ningún estudio serio y riguroso que permita saber que opinan los ciudadanos españoles de los “actos protocolarios” que promueven sus representantes públicos, pero es evidente que existe una importante desafección hacia aquellos, a poco que uno se interese por la opinión de los invitados o del público de la calle, o sencillamente recurra a un seguimiento en las redes sociales más en boga. A este claro desapego o tendencia a pensar que los eventos oficiales habituales es cosa de “poderosos” e influyentes, los ciudadanos se interesan y se identifican mejor cuando el gobernante se “salta el protocolo” o genera gestos que rompan con la monotonía propia de este tipo de actos y con escenografía que no responden a la realidad comunicacional de los tiempos.

 

De hecho, los grandes expertos de comunicación y eventos de nuestro país  consideran que la eficacia de la mayoría de los actos institucionales es nula y que, por ejemplo, el alto coste que representa el desfile militar realizado con ocasión de la Fiesta Nacional del 12 de octubre, en Madrid, no genera ningún tipo de Retorno de la Inversión (ROI) favorable. Valoran que la Casa Real Española, escándalos al margen, siga transmitiendo una imagen muy rancia de sus propios eventos. Que resulta muy chocante en la España del siglo XXI ver jurar a un presidente del Gobierno ante los otros cinco altos representantes del país, en una ceremonia sin público alguno, con una mesa forrada de tela que nos retrotrae a siglos atrás, ante un crucifijo del que nadie entiende su presencia y con un jefe de gobierno que ha de inclinar dos veces la cabeza ante el Rey. Ni que el Congreso escenifique de forma muy similar una recepción para el Día de la Constitución que para los miembros de la Plataforma de Afectados por las Hipotecas. O que los nuevos jueces reciban sus credenciales en un acto que sitúa a la justicia a años luz de la realidad cotidiana Son algunos ejemplos  de actos al máximo nivel de la imagen que se proyecta de los actos organizan los padres de la patria.

Congreso Hipoteca

El presidente del Congreso, Jesús Posada, acompañado por diputados de diferentes formaciones, en el Salón de Pasos Perdidos del Congreso, recibió en febrero de 2013 a la Plataforma de Afectados por las Hipotecas (PAH), promotores de la iniciativa legislativa popular (ILP) a favor de la dación en pago. Dadas las características del acto, ¿es este el mejor formato para el acto? Foto: Congreso de los Diputados.

 

El recurso a “saltarse el protocolo”

 

Al problema organizativo, derivado bien de la escasez de recursos o de la falta de ideas alternativas o de los permisos políticos correspondientes (cada cual que valore las auténticas razones), se une la mala imagen que los medios de comunicación tienen del protocolo en sí mismo y que, obviamente, transmiten día a día a través de sus crónicas. Celebran con regocijo y destacan los “saltos de protocolo”  que convierten en noticia dejando en segundo plano los objetivos principales que pretenden dichos eventos. Un estudio realizado por el Instituto Universitario de Protocolo de la Universidad Camilo José Cela revela que casi un 65 por ciento de los periodistas reconocen no interesarles para nada los actos oficiales y casi un 23 por ciento que solo a veces. Tan solo un 12 por ciento dicen que sí. Datos preocupantes para quienes hacen de puente comunicacional entre gobernantes y ciudadanos.

 

Pero a este estudio se suma otro que pronto verá la luz en una importante revista científica de comunicación española que concluye que “la representación que la prensa hace del protocolo dista mucho de ser el correcto, desvirtuando en la mayoría de ocasiones su verdadera esencial conceptual”. El mismo trabajo activa la alarma al señalar que queda “evidenciado que la explicación que hacen de los códigos del protocolo es incorrecto e incluso perjudicial en la mayoría de los casos”. Unas conclusiones que se hacen más preocupantes cuando el mismo estudio concluye que la prensa española asocia el término protocolo a gastos, poder glamour, mundo oficial, gastos innecesarios (comidas, cócteles, regalos, viajes, etc.) y que la sociedad en general considera el protocolo como algo propio de familias reales, poder, jerarquía, etiqueta, saber estar, glamour, azafatas, corbatas, trajes largos y un sinfín de conceptos cuanto menos negativos para esta disciplina.

 

En el mismo estudio, cuyo autor no podemos desvelar hasta su publicación, corrobora cómo la prensa española “sigue reflejando lo que podríamos denominar “el protocolo de ayer”, relacionándolo constantemente con el poder, gran rigidez y un pomposo ceremonial”. Igualmente, el análisis de este trabajo concluye señalando que queda probado que el desconocimiento y “maltrato” que esta disciplina sufre en la sociedad es directamente proporcional al que experimenta en los medios, más concretamente en la prensa. Verifica, además, que el “protocolo y la diplomacia apenas coinciden en la prensa española y que el protocolo diplomático “pasa totalmente desapercibido, lo que también explica el desconocimiento y desinterés social que suscita aún siendo una herramienta que no solo es importante para la diplomacia, sino que resulta imprescindible para que ésta se pueda llevar a cabo”. Tema que no deja de llamar la atención para el autor, pues “una disciplina tan importante y que cumple un papel vital en muchos ámbitos de nuestra sociedad, siga siendo reflejada en la prensa española como algo casi obsoleto”.

 

Primera industria del país

 

Si a estos estudios añadimos la percepción general admitida que el protocolo se asocia al poder y a lo rancio, la profesión tiene un severo problema al que de enfrentarse claramente para romper estos paradigmas o etiquetas si quiere realmente poner en valor la importancia que  realmente tiene todo el campo de la organización de eventos, en un país que mueve nada menos que 14 billones de euros anuales solo en eventos relacionados con el mercado de reuniones y que representa más del siete por ciento del Producto Interior Bruto, lo que convierte a la industria de los eventos en la primera del país. Pocos se cuestionan que un gran equipo de fútbol tire la casa por la ventana en diferentes eventos con ocasión de una final de champions y sí en cambio muchos recriminan que un gobierno regional gaste cien mil euros en el acto de concesión de la entrega de las medallas  con ocasión del día de dicha comunidad. ¿Dónde están las razones de esa percepción? Entre otras, en el resultado del ROI y la implicación social. La necesidad de que desde los cambios oficiales se de la vuelta a la tortilla más que una necesidad se está convirtiendo en una urgente obligación. Lo curioso es que los políticos en su salida a la calle para sus campañas electorales apuestan por nuevos formatos, pero cuando regresan a sus sedes institucionales se anclan en los modelos clásicos ya agotados por su escasa eficacia de imagen, proyección y comunicación.

 

A todos estas percepciones, se suman el cúmulo de desaciertos protocolarios que en los últimos años se están generando desde las más altas instancias oficiales  que no contribuyen precisamente a la mejor imagen del protocolo oficial, que evidentemente da claros síntomas de agonía y que ha entrado “en coma” como lo ha definido algún experto en la materia. La teoría del “vale todo” que se ha impuesto ahora por razones mediáticas no está contribuyendo precisamente a la cura debida, más bien terminan por convertirse en medicaciones letales. Analicemos los estudios para intentar ahondar en las causas del problema del agotamiento de los modelos de actos oficiales en España (perfectamente trasladable a otros países).

 

(Ver artículo completo en el número 70 de la Revista Protocolo y Eventos, de Ediciones Protocolo, que sale a finales de esta semana y que es tema de portada)