12 de Mayo de 2011

Lastres

El pasado domingo no pude evitar ver el primero de los nuevos capítulos de la serie de Antena 3 TV sobre el Doctor Mateo, rodado Lastres, localidad del municipio de Colunga, que está en mi querida tierra asturiana. Aunque el contenido de la misma dista mucho en sí de la realidad de los médicos rurales y de la vida en un pueblo marinero, me alegro de su éxito porque ha multiplicado por mil el número de visitantes que ha acogido este verano la citada localidad. No importa que en la serie el pueblín se llame San Martín del Sella, porque al final Lastres es inconfundible. Uno se sienta ante el televisor el domingo en la noche después de haber relajado unos días en Semana Santa, y si bien desenchufasde protocolo, pronto todas las alarmas te saltan y devuelven a la triste realidad que rodea en algunos aspectos al protocolo. Veo la imagen de la alcaldesa de la serie en su despacho con las banderas de Asturias y de España colocadas al revés, incluso en la fachada municipal. Es una anécdota sin más en la que seguramente solo unos pocos recurramos. Pero, ¿tanto cuesta preguntar por el orden correcto?
Entonces me comprometí a escribir algo sobre la necesidad de que los directores y productores de determinados filmes o series relacionados con el mundo institucional o de los eventos que requieran un protocolo normativizado cuenten con asesores en su nómina de colaboradores. Da más credibilidad, y no sólo porque las banderas estén de una manera o de otra, sino porque hay muchos detalles de protocolo que se ignoran y que de atenderlos adecuadamente añaden rigor. ¿No se cuidan otros aspectos esenciales? Pues el protocolo en muchas películas y episodios es fundamental, y a otras series actuales me remito como La República, La Señora, La Duquesa de Alba,  23 F o sobre los Príncipes de Asturias o el Principito de Gales y su Kate…, en donde se aportan situaciones protocolarias que no se ajustan para nada a la realidad protocolaria.
Queda uno pasmado viendo y oyendo cada cosa… Es como menospreciar continuamente al protocolo. Va siendo hora de que hagamos nuestra cruzada.

De aquí al cielo

La foto, que ya ha dado la vuelta al mundo protocolario, ya lo dice todo. Poco más se puede añadir. Seguramente unos pensarán de una manera y otros de otra, afortunadamente. Pero resulta tremenda, impactante, y personalmente de alguna forma me devuelve al siglo XIX. Ver a un sacerdote bendiciendo unas instalaciones, en concreto el nuevo aeropuerto de Castellón; clama al cielo. Y más en un acto promovido por autoridades oficiales, que son representantes en este caso de la Comunidad Valenciana y de la provincia de Castellón.
Para un aeropuerto por donde van a pasar seguramente personas de todo tipo y condición, católicos, no católicos, ateos, musulmanes, etc., no parece que lo más recomendable sea pedir que en el transcurso del acto oficial un señor vestido de sotana invoque el nombre de Dios para poner en marcha un servicio ciudadano. Creo que demuestra una escasísima sensibilidad hacia la ciudadanía en general y un desprecio a quienes en nombre de las instituciones públicas recurran a determinadas prácticas que la propia Constitución Española no permite. La máxima norma prohíbe radicalmente la discriminación por razones religiosas, y entiendo que en un acto público promovido por una autoridad pública, recurrir a un protocolo que incluye una oración de una determinada confesión religiosa me parece que es discriminatorio y por lo tanto es probable que entre la ilegalidad.
Pero al margen de eso (soy partidario de un protocolo aconfesional), la fotografía nos aporta otras cuestiones que no podemos soslayar. A la imagen casi inquisitorial del cura bendiciendo se une la imagen de una trasera que parece transportarnos a través de un avión al cielo, con la susceptibilidad que aporta todo esto de viajar en avión y el miedo de los pasajeros. Y la imagen de una placa que aquí se muestra tapada por un paño azul, a cuya vera se encuentra una conductora del acto que parece absolutamente aterrada. Y no es para menos. Ella quiere estar con los pies en la tierra ante tan celestial momento. Claro, la cosa chirría.
Chirría tanto que después del suspense, paño fuera y aparece un texto de placa conmemorativa que seguramente cualquier profesional de protocolo cuestionaría inmediatamente. Creo que un evento de estas características no es el mejor ejemplo del buen protocolo que se hace en España y de los magníficos profesionales que hay. Pasemos capítulo y vayamos volando. Pero por Dios… que estas cosas de la España pasada se queden en el lugar que les corresponde y no salgan a la acción de las instituciones públicas. Los profesionales de protocolo tenemos que impedir que se produzcan situaciones como éstas…
Lo cierto es que viendo la secuencia completa y analizando los videos, uno llega a la conclusión siguiente: ¿realmente se ha inaugurado un aeropuerto? ¿O es una lanzadera hacia el cielo? ¿Estaremos ante un aeropuerto divino? No me extraña que Camps, presidente valenciano, haya querido dejar su firma sobre una placa que hasta la Real Academia Española podría decir algo a propósito de las faltas de ortografía que tiene. Por cierto, ¿que habrán hecho con la placa? Alguien la habrá enviado al infierno.