Este domingo la Familia Real española, a excepción del rey honorífico Juan Carlos I, acudieron a su fiel cita de la misa de Pascua en la Catedral de Palma de Mallorca. Se esperaba, cómo no, con expectación, tras las polémicas imágenes del pasado año. No hubo sobresaltos en esta ocasión, como suele ser habitual, aunque hay quien quiera hacer del paraguas de la reina Letizia información de alcance. Además de agradecer la normalidad de la “cita familiar”, entre otras cuestiones por una mayor atención protocolaria, la imagen de ayer nos concede otra clase magistral en la ordenación protocolaria por parte de la Casa de Su Majestad. Los expertos y estudiantes en protocolo que hayan visto la imagen del domingo seguramente se habrán sorprendido por la ordenación y no les cuadrará. Ciertamente no responde a las precedencias establecidas por el Real Decreto 2099/83. Como muchas veces señalamos, en esta institución no suele haber errores de protocolo, por lo que hay que deducir que la ordenación final responde a criterios pensados, más allá de la relativa espontaneidad que suele darse a esta cita anual fotográfica. Es verdad, que el encuentro de Palma pone de manifiesto una vez más el poco sentido legal que tiene que la infanta Sofía tenga mayor precedencia que los reyes honoríficos, cuando los infantes ya tenían y tienen su sitio específico en la norma. Que la Princesa vaya por delante, como primera heredera, lo entendemos y está justificado, pero lo de la segunda heredera no tanto, por mucho que en el legislador haya pesado la condición de hijas del Rey frente a las hijas de los reyes honoríficos. No tiene sentido.
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El protocolo hace de Felipe VI un Jefe de Estado más que un Rey
Los reyes de España, Felipe VI y Letizia Ortiz, realizaron esta semana su primera visita de Estado al Reino Unido, invitados por la reina Isabel II, que por diferentes causas había sido aplazada en sendas ocasiones. Desde el punto de vista político hay que reconocer el éxito de dicha visita, y desde la perspectiva de protocolo también. El protocolo y ceremonial nos han dejado diferentes detalles relevantes, apenas percibidos por la opinión pública, pero muy sustanciales en mi modesta opinión, que ponen de manifiesto que pese al férreo protocolo inglés, los Reyes españoles han sabido superar con creces el corsé protocolario británico y mantener, con el respeto a sus anfitriones y al programa diseñado, su propio estilo. No era fácil la cuestión, y menos con un buen número de medios de comunicación a los que sólo les importaba el glamour, el boato y la etiqueta, especialmente en la figura de la reina Letizia, desgraciadamente siempre sometida a dos cuestiones: su estilo, etiqueta y saber estar frente a la Familia Real británica (por desgracia la más mirada y admirada del mundo por los monárquicos) y su papel de cierta discreción como Primera Dama en visitas de esta relevancia. Continúe Leyendo…
De la indignidad de “la” Infanta al Rey “refrendado”
La semana que culmina nos ha dejado dos hechos que obviamente no han pasado desapercibidos para los ciudadanos. Por una parte, la revocación del título de Duquesa de Palma de Mallorca por parte del Rey a su hermana la infanta Cristina de Borbón, y, por otra, la toma de posesión de los alcaldes en los 8.115 ayuntamientos que hay en España, en los que trabajarán sus 68.230 concejales que elegimos hace apenas 15 días. Por ello, vamos a referirnos en dos artículos a ambas cuestiones, buscando como siempre el lado protocolario.
El diario El País, en su edición de hoy, asegura sobre la Familia Real: “La decisión adoptada por el Rey de revocar el título de duquesa de Palma a Cristina de Borbón y la reacción de esta asegurando que ya había renunciado antes de que se promulgara el real decreto pone de relieve el abismo que se ha abierto entre los dos hermanos como consecuencia de la imputación de la Infanta en el Caso Nóos. El movimiento realizado por Felipe VI sitúa de nuevo el foco en el paso siguiente: la renuncia de Cristina a sus derechos dinásticos, una decisión que solo depende de ella y que la desvincularía de la Casa del Rey”.
Felipe VI o la sencillez en el Protocolo
xComida en honor del presidente de Honduras el 1 de octubre.
Es evidente el nuevo estilo protocolario que el rey Felipe VI va imponiendo poco a poco en sus actuaciones públicas desde que fuera proclamado como tal ante las Cortes Generales, el 19 de junio. Han pasado ya esos cien días de cortesía que suelen darse a los mandatarios públicos para juzgar sus actuaciones y desde el punto de vista protocolario, está claro que el nuevo monarca apuesta por un estilo propio, que se aleja de su antecesor. Los cambios que va introduciendo son positivos, porque responden al deseo de romper la imagen de una monarquía anclada a determinadas tradiciones y costumbres que francamente hoy no tienen lugar en la sociedad del siglo XXI. Es posible que algunos nostálgicos aborrezcan estos cambios, pero resultan esenciales. Son pequeños gestos realizados cada día, que si se contemplan ahora en su conjunta dan cuenta de positivas variaciones de las que seguramente tendrán que tomar buena nota otras altas instituciones del Estado.
Los reyes durante su visita a la Feria Internacional Ganadera de Zafra el día 2 de octubre.
El estilo de la proximidad, la sencillez y la proyección de una imagen vinculada al trabajo y a los problemas reales, son las claves de los eventos protocolarios que hemos venido analizando a lo largo de este período, aunque ello no quiera decir que haya prescindido de algunas tradiciones que obviamente conviene mantener al menos durante un prudencial tiempo. Estos cambios eran urgentes por la crisis Real, pero al margen de ello, porque Felipe VI, para ser consecuente con su discurso de proclamación, debe ejercer un protocolo que contribuya al cumplimiento de su compromiso.
Hay muchos ejemplos de esos cambios protocolarios importantes, pero –por citar el último- es llamativo el que tuvo lugar en Palacio Real el pasado 1 de octubre con ocasión de la visita oficial del presidente de Honduras, Juan Orlando Hernández. Los monarcas españoles ofrecieron un almuerzo muy rebajado de pomposidad, con una etiqueta sencilla (traje, ni tan siquiera oscuro, y vestido corto), y se prescindió de la “solemne” cena de gala. Es cierto que no se trataba de una visita de Estado (veremos en la primera que se produzca cómo se enfoca), pero ya se intuye que Felipe VI quiere un estilo más ejecutivo y práctico, aunque conserve algunas cuestiones de momento obligadas como la invitación a consortes. El hecho de que sea comida frente a la cena ya es algo que de por sí facilita las cosas. La relación de invitados responde a criterios novedosos, permitiendo el acceso a otros representantes de la cultura, el deporte…, en definitiva de la sociedad, cuestión que por cierto los medios pusieron muy en valor.
Acabar con la imagen de rigidez protocolaria
Sin embargo, la Casa de S.M. tiene que seguir luchando aún con esa imagen que arrastran las casas reales de un protocolo rígido y algo desfasado. De hecho el periódico hondureño El heraldo, con un título poco afortunado (“Juan Orlando Hernández y su visita presidencial con protocolo real”), subtitulaba así: ”Las reglas diplomáticas, el orden, la compostura y una estricta seguridad formaron parte de la audiencia del presidente de Honduras con el rey de España, Felipe VI”. Y la crónica no hace justicia a este nuevo estilo. Quizá porque quedan aspectos que limar en la aplicación de un ceremonial que todavía arrastra estigmas y aunque el estilo de comunicación y tratamiento a los medios informativos que el responsable del área, Jordi Gutiérrez está llevando con acierto, requiere todavía un tiempo para que los medios y la sociedad en su conjunto los perciban con claridad. Un ejemplo de ello es la crónica hondureña del diario Heraldo que no hace justicia al nuevo protocolo de Felipe VI. Os invito a leer la crónica y que cada uno saque sus propias conclusiones.
En fin, lo importante es cambiar aspectos que hoy no tienen sentido y que poco a poco el nuevo Rey logre transmitir esa imagen que hará más justicia con la filosofía y política protocolaria del monarca español. Incluso la propia reina Letizia, ha dado indicios de cambios en su actuación pública, lo que beneficia la imagen de una Corona que debe recomponerse tras los episodios vividos y que la han llevado a una alta pérdida de confianza por los españoles.
Portada del último número de la Revista Vanity Fair.
Por otra parte, el absurdo papel protocolario que se está reservando al rey honorífico Juan Carlos, junto a la eterna imagen de soledad de la reina Sofía –de la que se hace eco en un duro reportaje en su último número 74 la relevante revista Vanity Fair[1][1]- que ha quedado excesivamente relevada, no termina de ayudar a mejorar la imagen de una monarquía a la que todavía puede llegarle severos reveses. Pero al menos los reyes actuales tratan de hacer todo lo posible por responder a lo que señaló el jefe del Estado en su discurso de proclamación: “Éstas son, Señorías, mis convicciones sobre la Corona que, desde hoy, encarno: una Monarquía renovada para un tiempo nuevo. Y afronto mi tarea con energía, con ilusión y con el espíritu abierto y renovador que inspira a los hombres y mujeres de mi generación”.
La Familia Real y el duque consorte
Desgraciadamente la figura de nuestro Rey y la de la Casa Real en su conjunto está en el punto de mira de muchas personas a raíz de las diferentes actividades desarrolladas en tiempos pasados por el esposa de la Infanta doña Cristina de Borbón, el duque consorte Iñaki Urdangarín. Incluso algunos enemigos de la forma política del Estado Español, la monarquía parlamentaria, según apunta en su apartado 3, artículo 1, del Título Preliminar de la Constitución Española, aprovechan la coyuntura para azuzar el eterno debate de la conveniencia o no de este sistema en nuestro país. Ya el barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS)correspondiente al estudio 2.914 de octubre pasado, último publicado sitúa a la monarquía, después de las Fuerzas Armadas en la institución pública en la que más confían los españoles, aunque se queda de nota `por debajo del cinco, en un 4,89, lejos del Gobierno, el Congreso, los parlamentos autonómicos, el Poder Judicial e incluso el mismo Defensor del Pueblo al que supera en algo más de tres décimas.