Tratamiento para un “rey jubilado”

Firma abdicación

El rey, don Juan Carlos, durante la firma de su abdicación, el 2 de junio de 2014 (Casa de S.M.)

 

La abdicación como rey de don Juan Carlos abrirá para muchos un interrogante sobre el papel que ha de asumir como padre de quien le ha de sustituir, don Felipe de Borbón. A falta de conocer la nueva Ley Orgánica que ha anunciado el gobierno, y que curiosamente se aprobará a toda prisa para dar cumplimiento al artículo 57.5 de la Constitución aprobada en 1978, la escasa normativa vigente en la actualidad no reserva competencia alguna para quien ha cedido la Corona. En España hay muy pocos antecedentes y los que hubo claramente no son aplicables a los tiempos del siglo XXI. Tampoco podemos sacar muchas conclusiones de la cesión de derechos dinásticos de don Juan a favor del rey don Juan Carlos, ya que no era una abdicación como tal, sino una renuncia a los derechos sucesorios, lo que implicaba además la transmisión de la Jefatura de la Casa Real.

 

Desde el punto de vista protocolario don Juan Carlos debería mantener por tradición la dignidad de rey y el tratamiento de majestad, así como la reina madre, doña Sofía. Será el nuevo rey, don Felipe VI, como jefe de la Casa Real, quien deba establecer la dignidad y tratamiento que desea para sus padres, como hizo don Juan Carlos con los suyos por Real Decreto en 1987 por el que se otorgaba el título de altezas reales para el Conde de Barcelona y  su esposa, María de las Mercedes, y los honores análogos al Príncipe de Asturias.

 

Un nuevo título para don Juan Carlos

 

Es de suponer que mantendrá la tradición y que tanto don Juan Carlos como doña Sofía conservarán el tratamiento de majestades y los honores de reyes, siguiendo así una norma no escrita que cumplen todas las casas reales europeas. Estoy convencido que don Felipe otorgará al ex monarca un título Real con el que se le denominará públicamente y no parece que el más acertado sea el de Conde de Barcelona porque aún sigue vinculado a la memoria de don Juan.

 

Constitucionalmente hablando el papel de un padre de un rey es cero. Será aquél que el nuevo jefe de la Casa Real, don Felipe, quiera darle, lo mismo que hizo don Juan Carlos con todos su Familia Real –hijos, hermanas, padres-, para quienes la Constitución no prevé papel institucional alguno, más allá de representar a la Corona cuando se determine. Para muchos será difícil ver a los “ex reyes” públicamente en actividades oficiales de Estado o representando al nuevo monarca en actos determinados, por lo que papel se limitaría a actos meramente familiares.

 

No hay sitio para el ostracismo real

Sin embargo, estoy convencido que el nuevo Rey pedirá a sus padres –una vez don Juan Carlos recupere bien su salud- que no se queden aislados, ni separados del compromiso de Estado. Seguramente asistirán a actos concretos que contribuyan al papel que la Casa Real debe continuar jugando en nuestro país. No serán actos de Estado, pero si de contacto con la realidad ciudadana. No hacerlo, en nuestra opinión, sería un error. No hay sitio hoy para el “ostracismo” real de sendos reyes que aún en horas bajas cuentan con un alto porcentaje de respeto y reconocimiento. Deberán saber jugar un papel muy secundario, pues el Rey Felipe VI habrá de aplicarse al máximo para consolidar su papel de máximo representante del Estado. Don Juan Carlos sabe que su intervención pública ha de ser limitada y prudente, sin interferir el importante reto que tiene su hijo por delante. Pero tampoco hay sitio hoy para un rey jubilado.

 

El Príncipe de Asturias, en unos días Rey, pasará por un conjunto de ceremonias que den visibilidad a la normativa, entre ellas la de jurar o prometer la Constitución ante las Cortes. La ceremonia será similar a la de su padre en 1975, con la Corona y el Cetro sobre un cojín en el estrado del Congreso. El protocolo que debiera responder, de alguna manera, al estilo inicial que quiera dar a su reinado. Su ceremonia será analizada al milímetro, para ver esos pequeños detalles que esconde el protocolo y que normalmente conllevan mensajes significativos.

 

El Rey juró ante Dios y sobre los “Santos Evangelios”, con presencia de una cruz  junto a la Corona y el Cetro. Don Felipe lo hará ante la Constitución como manda la norma y confiemos que lo haga sin crucifijo como lo hizo al cumplir su mayoría de edad, también en el Congreso.

La Familia Real y el duque consorte

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Desgraciadamente la figura de nuestro Rey y la de la Casa Real en su conjunto está en el punto de mira de muchas personas a raíz de las diferentes actividades desarrolladas en tiempos pasados por el esposa de la Infanta doña Cristina de Borbón, el duque consorte Iñaki Urdangarín. Incluso algunos enemigos de la forma política del Estado Español, la monarquía parlamentaria, según apunta en su apartado 3, artículo 1, del Título Preliminar de la Constitución Española, aprovechan la coyuntura para azuzar el eterno debate de la conveniencia o no de este sistema en nuestro país. Ya el barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS)correspondiente al estudio 2.914 de octubre pasado, último publicado sitúa a la monarquía, después de las Fuerzas Armadas en la institución pública en la que más confían los españoles, aunque se queda de nota `por debajo del cinco, en un 4,89, lejos del Gobierno, el Congreso, los parlamentos autonómicos, el Poder Judicial e incluso el mismo Defensor del Pueblo al que supera en algo más de tres décimas.

Mi perfil no es político, ni el propósito de este blog es entrar en valorar cuestiones que no tengan que ver con el ámbito estrictamente de las disciplinas derivadas de la comunicación, y especialmente del Protocolo y la Organización de Eventos. Por esta razón no entro en el debate monarquía sí o no, “juancarlistas” si o no. Únicamente digo al respecto que estoy con la Constitución de 1978, normal fundamental del Estado y a ello me debo, por lo que moralmente como ciudadano español pienso que no me vale solo con respetarla sino defenderla. Por eso cuestiono bastante a quienes aprovechando la delicada situación de Iñaki Urdangarín extienden un hecho puntual a la imagen y confianza de un Rey y una Familia Real que ha jugado y juega un papel fundamental en nuestro país.
Sin embargo, desde el punto de vista protocolario la cuestión está poniendo de manifiesto las dudas que muchos profesionales y estudiosos de la cuestiones tenemos acerca de aspectos como el significado concreto de lo que es Familia Real –no tenemos duda de lo que es Familia del Rey- y de la conveniencia o no de la pluralización del título de duquesas de las hijas y hermanas del rey don Juan Carlos. Se ha venido aceptando el uso coloquial y periodístico de que los consortes de las infantas pudieran hacer uso, incluso por iniciativa de ellos mismos, del título de duque. Así, de hecho, por citar a quienes hoy están en las portadas de los Medios, doña Cristina y de Borbón e Iñaki Urdangarín firman sus escritos y comunicaciones conjuntas, tales como las felicitaciones de Navidad, como Duques de Palma de Mallorca (al menos hasta ahora) Lo mismo hacían su hermana la infanta doña Elena con Jaime de Marichalar, antes de su separación y divorcio, con el título de Duques de Lugo.
La hija menor del monarca se casó con el ex jugador de balonmano del Barcelona y de la Selección española, en la Catedral de Barcelona el 4 de octubre de 1997. Apenas unos días antes, S.M. el Rey, con el refrendo del entonces presidente José María de Aznar, concedió el título, con carácter vitalicio[1] de Duquesa de Palma de Mallorca a doña Cristina de Borbón, “con ocasión de su matrimonio y como prueba de Mi profundo afecto y cariño”, según se desprende textualmente del Real Decreto 1502/1997, de 26 de septiembre, por el que se concede, con carácter vitalicio, la facultad de usar el título de Duquesa de Palma de Mallorca a Su Alteza Real la Infanta Doña Cristina.
El Código Civil español ya no reconoce en el consorte el mismo estatus y honores del más notable miembro de un matrimonio, aunque no obstante tal y como reconoce Amadeo-Martín Rey y Cabieses[2], en La Gaceta de 6 de octubre de este año, “se da la circunstancia de que los consortes de las personas que ostentan un título nobiliario gozan consuetudinariamente –por uso y costumbre- que también es fuente de ley, de idéntico título y tratamiento que el propietario de la merced nobiliaria”. Cabieses escribía esto a propósito de la conveniencia o no de llamar duque consorte de Alba de Tormes a Alfonso Díez Carabantes, esposo desde el pasado 5 de octubre de la XVIII Duquesa de Alba,  cuestión que sí defiende, incluso permitiéndole el tratamiento de Excelentísimo Señor como consorte de una grande de España. Y va más lejos al afirmar que cuando fallezca Cayetana, el Duque de Huéscar se convertirá en el XIX Duque de Alba y Alfonso Díez será duque viudo conservando el tratamiento de excelencia. Eso así ha sido siempre y supongo que continuará pero ya no sé si por mucho tiempo.
Comparto esta opinión y pienso que es absolutamente extrapolable al duque consorte de Palma de Mallorca, aunque ha de quedar claro que tiene el propietario del título es la infanta y que él goza de los derechos honoríficos de consorte en virtud a esa tradición. Obviamente, como sucediera con Marichalar, en caso de ruptura del compromiso matrimonial tal circunstancia desaparecería. Con todo ello, podemos concluir que efectivamente debemos de hablar de Iñaki Urdangarín como duque consorte de Palma de Mallorca.
La definición de lo que es hoy Familia Real es más difícil de acotar. He leído en estos últimos años numerosos textos relativos a esta cuestión sin que haya podido cerrar claramente cuál es el alcance de estas dos palabras. La Casa del Rey, a través de un comunicado emitido el pasado día 8, recurría a expresiones vagas que no nos sacaba de la duda. Textualmente, dice el escueto comunicado:
Ante la publicación y difusión en los días de ayer y hoy de informaciones referidas a la Familia Real, su composición y funciones, es imprescindible efectuar las siguientes aclaraciones:
1.- La composición de la Familia Real española viene definida en el Real Decreto 2917/1981, de 27 de noviembre, por el que se establece el Registro Civil de la Familia Real.
2.- Las informaciones y comentarios que, desde esta Unidad, se efectuaron a algunos medios sobre número de actividades oficiales realizadas en los últimos años por los diferentes componentes de la Familia Real, nada tienen que ver con su pertenencia a la misma.
3.- La Unidad de Relaciones con los Medios de Comunicación lamenta profundamente haber contribuido a que algunos medios hayan recogido de forma equívoca o errónea este tema.
El Real Decreto 2917/1981, de 27 de noviembre, por el que se establece el Registro Civil de la Familia Real, termina por confundir las expresiones Familia Real y Familia del Rey, pues en su artículo primero se dice que en “el Registro Civil de la Familia Real se inscribirán los nacimientos, matrimonios y defunciones, así como cualquier otro hecho o acto inscribible con arreglo a la legislación sobre Registro Civil, que afecten al Rey de España, su Augusta Consorte, sus ascendientes en primer Grado, sus descendientes y al Príncipe Heredero de la Corona”. Los ascendientes[3] y el Príncipe heredero está claro, pero cuál es el límite de los descendientes. Supongo que habrá una praxis y unas costumbres al respecto que pongan límite a esta cuestión, pero está claro que los hijos de doña Cristina y Urdangarín están en ese Registro, igual que los de doña Elena y, por supuesto, los del Príncipe. Sobre los descendientes es necesario recurrir de nuevo a la Real Academia de la Lengua que en vigésima segunda edición del diccionario de la Lengua Española, define la expresión como “hijo, nieto o cualquier persona que desciende de otra”. Está claro que son pues los hijos y los nietos.
Todo esto nos lleva a concluir mi vieja teoría recogida en mi libro de Protocolo Oficial, de Ediciones Protocolo, de que la Familia Real en España se delimita en la actualidad al Rey, Reina, Príncipe don Felipe y la Princesa consorte doña Letizia, sus hijas las infantas Leonor y Sofía (ambas de apellido Borbón y Ortiz), infanta doña Elena y sus hijos Felipe Juan Froilán y Victoria (ambos de apellidos Marichalar y Borbón, con consideración de Grandes de España y tratamiento de excelentísimos), y la infanta doña Cristina, su marido Iñaki Urdangarín y sus hijos Juan Valentín de Todos los Santos, Pablo Nicolás, Miguel de Todos los Santos e Irene (todos ellos de apellidos Urdangarín y Borbón, con consideración de Grandes de España y tratamiento de excelentísimos). Es obvio señalar que los Reyes tienen el tratamiento de Majestad y el Príncipe y las infantas de Alteza. Del consorte de la infanta ya nos hemos referido.
Esa es en mi modesta opinión la Familia Real en la actualidad, quedando fuera de la misma, y considerándoles Familia del Rey, la infanta doña Pilar de Borbón, duquesa de Badajoz (Real Decreto 758/1967), viuda de Luis Gómez-Acebo y Duque de Estrada, y sus hijos María de Fátima Simoneta Luisa, Juan Filiberto Nicolás, Bruno Alejandro, Luis Beltrán Alfonso y Fernando Umberto (todos de apellido Gómez-Acebo y Borbón, con la consideración de Grandes de España y tratamiento de excelentísimo), así como la infanta doña Margarita, duquesa de Soria y Hernani, el esposo de esta última, el doctor Carlos Emilio Zurita y Delgado, así como sus hijos Alfonso Juan Carlos y María Sofía Emilia Carmen Zurita y de Borbón (también consideración de Grandes de España y tratamiento de excelentísimos). Quedarían fuera de la Familia Real española  la Princesa Irene de Grecia (soltera y sin hijos) y Constantino II de Grecia, Rey de Grecia entre 1964 y 1967, casado con Ana María de Grecia (tienen cinco hijos Alexia, Pablo, Nicolás, Teodora y Felipe), y el Infante[4] Don Carlos de Borbón-Dos Sicilias y Borbón-Parma, príncipe de las Dos Sicilias y duque de Calabria, su esposa la Princesa Ana de Orleans y sus hijos Cristina, María, Pedro, Inés y Victoria de Borbón-Dos Sicilias.
Cuando el destino tenga a bien situar a don Felipe de Borbón y Grecia como Rey de España la Familia Real volverá a cambiar, quedando fuera las hermanas del Príncipe, sus consortes e hijos, y permaneciendo todos los hijos y nietos del nuevo Rey. Para entonces seguro que se abrirá una nueva polémica a propósito de si los padres de doña Letizia han de ser considerados Familia Real al ser ascendientes en primer Grado de la Augusta Consorte del Rey. Pero eso será ya más adelante.
[1] Vitalicio significa que podrá disfrutarlo en tanto viva, sin que puede ser heredado o pasar a una segunda generación. De ser así el título se llamaría hereditario. Desde hace ya tiempo, el Rey –que entre sus prerrogativas tiene la de conceder títulos del Reino- no otorga hereditarios.
[2] Doctor en Historia y Académico correspondiente de la Real Academia Matritense de Heráldica y Genealogía.
[3] Según el diccionario de la Real Academia Española, “Padre, madre, o cualquiera de los abuelos, de quien desciende una persona”.
[4] Título de Gracia concedido por el Rey don Juan Carlos el 16 de diciembre de 1994, teniendo en cuenta el factor histórico de ser nieto de la Princesa de Asturias Mercedes de Borbón-Dos Sicilias y Habsburgo-Lorena, hermana de Alfonso XIII, nacido Rey, y haber estado entre los primeros a la sucesión en la Corona de España, aplicando el sistema definido en la Constitución Española.