Ceremonia de Cartas Credenciales en “fase 2”

La tradicional ceremonia de Estado de presentación de Cartas Credenciales por un embajador extranjero acreditado en nuestro país ante el rey Felipe VI, sufrió ayer las consecuencias de la “fase 2” de la desescalada sanitaria frente a la pandemia del Covid-19, vigente aún en Madrid. El formato hubo de ser modificado para garantizar las distancias, el aforo por debajo del máximo permitido en espacios cerrados y la etiqueta modificada en la que se introdujeron las mascarillas quirúrgicas que protagonizaron la imagen del evento. No salieron las carrozas de gala ni la Guardia Real por las calles de la capital, ni tan siquiera la sede oficial de la Jefatura del Estado, Palacio Real, albergó la ceremonia. No fue posible la entrega en mano de la Carta por el embajador, ni el obligado saludo protocolario en tiempos donde tocarse entre no convivientes está desaconsejado.

No tengo memoria histórica para recordar si hubo una variación de fórmula tan grande en las últimas décadas, más allá de los lógicos y obligados cambios por la convalecencia del rey Juan Carlos en 2013 y 2014, en los que hubo que realizar el acto también en Zarzuela, con menos boato y en turnos que llegaban hasta 15 embajadores. En aquella ocasión, fue la salud del monarca, en ésta la Covid-19 truncó la ceremonia oficial de Estado más vistosa, solemne y antigua de nuestro país.

Presentación de Cartas Credenciales ante el rey Felipe VI.

Momento en que el embajador deposita en una mesa vacía sus cartas credenciales en la ceremonia celebrada ayer en el Palacio de La Zarzuela.

El rey Felipe VI, acompañado como es habitual de la ministra de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación, recibió a seis nuevos embajadores que presentaron sus cartas credenciales ante el jefe del Estado. Esta ceremonia que quedó interrumpida durante el confinamiento por la pandemia, se retomó ayer en un formato diferente, siguiendo en parte la pauta promovido en el caso de Juan Carlos I antes comentado, aunque preservando la esencia del formato. Continúe Leyendo…

Reyes con carácter honorífico, no eméritos

Fotografía oficial de los Reyes honoríficos Juan Carlos I y Sofía de Grecia.

Estos días los medios de comunicación y muchos ciudadanos insisten una y otra vez en el término emérito para referirse al rey Juan Carlos de Borbón y emérita a la reina consorte Sofía de Grecia. El término exacto que debe utilizarse es Reyes honoríficos, que no es lo mismo. La normativa les confiere el título con “carácter honorífico” de Rey y Reina y honores de Príncipes de Asturias. No quiero darle mayor importancia, pero con el fin de ser exactos no debemos confundirnos, ni confundir a los demás, porque los términos tienen significado diferente. No es lo mismo honorífico que emérito. Continúe Leyendo…

El video viral de la Familia Real, ¿problema de protocolo?

El posado oficial tras la celebración de la misa y de las situaciones reflejadas en el vídeo de la polémica.

Ayer y hoy los medios de comunicación y las redes sociales han ardido a propósito de las imágenes difundidas por el diario El Mundo del supuesto “rifirrafe” entre la reina consorte Letizia Ortiz y la reina honorífica, Sofía de Grecia, al término de la Misa de Pascua en la Catedral de Palma de Mallorca, el pasado domingo. Motivos para la cobertura mediática y para generar, en consecuencia, millones de comentarios hay, pues no es habitual que estas cosas se produzcan, al menos en público. Y las imágenes son las que son. En un análisis superficial, los ciudadanos se han quedado con la imagen de una madre que dificulta la fotografía de una abuela con sus nietas a la salida de misa. Entendemos ese posicionamiento (aunque no lo compartimos), pero es nuestra obligación como profesionales de protocolo ir más allá, y no quedarse con la “anécdota” (¿puedo llamarlo así?), que en mi modesta opinión no cuestiona las normales relaciones de las “reinas”. Pienso que, desde el máximo respeto, admiración y reconocimiento por ambas personalidades, la Reina Honorífica se equivoca al no seguir el protocolo que en ese preciso momento era necesario observar y empeñarse, además, en hacerse un posada con sus nietas en un lugar que no es el adecuado, ni el oportuno. Y considero que quizá la Reina Consorte, ante un hecho consumado, pudiera haber evitado convertir en noticia mundial algo que nadie hubiera notado.

No quiero entrar en consideraciones de si existen o no relaciones buenas, malas o regulares, pues sencillamente las desconozco, y por lo visto en el video no puedo deducir absolutamente nada, más allá de un mero “incidente” que puede ocurrir en el seno de cualquier familia (aunque es evidente que la Familia Real no es una familia cualquiera). Vayamos más allá de lo que se ve y en mi condición de conocedor de la materia, quisiera analizarlo desde el punto de vista protocolario, que es en mi modesta opinión, donde está el origen de esta situación. Soy consciente de que mucha gente me criticará por no entender el derecho de una “abuela a hacerse una fotografía con sus nietas a la salida de misa” o por no condenar un posible exceso de celo en la observancia protocolaria por parte de la madre de la Princesa de Asturias, Leonor, y de su hermana, la infanta Sofía, o simplemente por entender a una persona que no es del agrado de algunos. Soy consciente, pero no voy a renunciar al análisis técnico-protocolario como hago habitualmente en este blog. Continúe Leyendo…

¿Culpa del protocolo?

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De nuevo se culpa al protocolo. Muchas han sido las críticas habidas a propósito de la no asistencia del rey emérito, Juan Carlos I, al acto conmemorativo del cuarenta aniversario de las primeras elecciones democráticas del 15 de junio de 1977 en España tras la dictadura. En ellas se eligieron los diputados y senadores que conformaron la Legislatura en la que se aprobó la Constitución Española de 1978. Dicho acto se celebró en el Congreso de los Diputados, bajo la presidencia de los reyes de España, Felipe VI y Letizia Ortiz.

Personalmente considero un error que el impulsor, en calidad de Jefe de Estado, de la recuperación de la democracia en España, el rey de España entonces, Juan Carlos I, no haya sido invitado. También me parece una torpeza la filtración del disgusto del monarca hoy emérito a un medio de comunicación, porque aún cuando pueda sentirse “dolido”, su posición institucional en este caso le obliga al sacrificio del silencio. La abdicación en junio de 2014 acarrea también asumir ese papel discreto y disciplinario con respecto al actual Jefe de la Casa Real. Continúe Leyendo…

El Rey Juan Carlos representará a España en Colombia

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El Rey Juan Carlos en el despacho de La Zarzuela con el Presidente del Gobierno el día 2 de junio en el que comunicó al pueblo español su decisión de abdicar como Rey de España.

Bueno, para quienes preguntaban una y otra vez qué papel desarrollaría el Rey Juan Carlos en su papel de Rey honorífico, y que pudiera justificar de alguna forma la modificación que se ha hecho al Real Decreto de Precedencias en España, tenemos ya un primer caso de cierto alcance. El Consejo de Ministros celebrado el 1 de agosto ha aprobado designar al Rey Juan Carlos para que represente a España en los actos de toma de posesión del Presidente de la República de Colombia que tendrá lugar el 7 de agosto de 2014 (Real Decreto683/2014,de 1 de agosto, por el que se confiere a Su Majestad el Rey Don JuanCarlos, la representación de España en los actos de toma de posesión delPresidente de la República de Colombia). Allá viajará el monarca padre representando al Jefe de Estado, asumiendo de esa forma el papel que hasta ahora venía ejerciendo el entonces Príncipe de Asturias, Felipe de Borbón, hoy Rey Felipe VI.

Es temprano aún para saber si ésta va a ser la tónica que se seguirá en adelante, pero analizado fríamente supone un cambio cualitativo de importancia. A las tomas de posesión de los presidentes iberoamericanos acudía hasta el 19 de junio el heredero, representando a su padre Rey y, en consecuencia a España, pero ahora quien acude es un monarca, rey, honorífico, pero al fin y al cabo rey. Durante su estancia en tierras americanas tendrá de nuevo la consideración de Jefe de Estado en representación de su hijo don Felipe VI. “Las tornas cambian”.

Obviamente, estamos ante un salto cualitativo en la calidad de la representación, pues con independencia de si es un Rey o un Príncipe quien represente a España –matiz ya importante de por sí- hay que valorar la propia figura y trayectoria de don Juan Carlos, jefe de Estado que fuera de España entre 1975 y 2014) que compartirá con otros primeros mandatarios de diferentes países el relevo presidencial en Colombia. Obviamente su reciente pasado de casi cuarenta años al frente de la Jefatura del Estado español le confiere mucho más que una mera representación. No sé, en consecuencia, si la decisión es la más adecuada o no para los intereses nacionales o para la consolidación del nuevo concepto de Familia Real española, pero políticamente es evidente que el Rey Juan Carlos es mucho más en este caso que un mero representante de su hijo Rey.

Personalmente creo que hay determinados cambios que requieren su tiempo, y que la medida no es idónea, máximo cuando coincide en fecha con el inicio en Palma de Mallorca de las vacaciones de don Felipe y de doña Letizia. Sería una magnífica ocasión visualizar con la presencia de don Felipe en Colombia que España sigue apostando claramente por su vocación iberoamericana, y al mismo tiempo evitar la confusión de la duplicidad de reyes.

En fin, no me cuadra mucho la decisión adoptada, aunque obviamente España estará bien representada por un monarca, ya honorífico, que aunque su crédito popular interno haya sufrido cierta pérdida, sigue contando con un alto prestigio y respeto en todo el mundo. Pero como España tiene dos reyes y ambos parece que tendrán actividades de peso, podremos duplicar nuestra presencia en diferentes foros. Al menos presumiremos ante el mundo de tener cuatro reyes muy activos.

No quisiera que se interpretara este comentario sobre la presencia de don Juan Carlos en Colombia negativamente, sino en su sentido de contribuir a la reflexión acerca de cuál debe ser el papel lógico y conveniente para los intereses de España de un rey honorífico, que públicamente se estrena como tal en un evento de tanta relevancia como el comentado. Pienso que realmente no se está definiendo bien, ni explicando correctamente y me preocupa, porque en la calle se dicen demasiadas cosas que deberían cortarse de raíz con decisiones más claras.

Protocolo y ceremonial para la Proclamación del Rey Felipe VI

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Rey y el Príncipe de Asturias juntos después de anunciarse la decisión de don Juan Carlos de abdicar la Corona en favor de su hijo. Ambos compartieron agenda en el Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, donde el soberano presidió una reunión del capítulo de la Orden de San Hermenegildo, creada hace dos siglos para premiar conductas militares ejemplares

 

Don Felipe de Borbón, como Felipe VI, asumirá, previsiblemente el próximo día 19 de junio, la máxima responsabilidad institucional como jefe del Estado español, en su condición de nuevo Rey. Ha de liderar desde su más alta función a “una generación más joven, con nuevas energías, decidida a emprender con determinación las transformaciones y reformas que la coyuntura actual está demandando y afrontar con renovada intensidad y dedicación los desafíos del mañana”, según señaló don Juan Carlos en el mensaje dirigido a la nación al anunciar su abdicación el pasado día 2 de junio.

 

El propio monarca que cesa añadía además: “El Príncipe de Asturias tiene la madurez, la preparación y el sentido de la responsabilidad necesarios para asumir con plenas garantías la jefatura del Estado y abrir una nueva etapa de esperanza en la que se combinen la experiencia adquirida y el impulso de una nueva generación. Contará para ello, estoy seguro, con el apoyo que siempre tendrá de la Princesa Letizia”.

 

Estas palabras del Rey, pronto “rey padre”, intentan marcar las pautas de un necesario nuevo estilo de reinar lo que influye directamente en el protocolo y el ceremonial, formalismos éstos a través de los cuales se da visibilidad a los actos públicos que vaya a desempeñar a partir de ahora y en definitiva a la imagen de la propia monarquía española. Desde esta óptica, y consideraciones políticas e institucionales al margen, tiene don Felipe su primera oportunidad de acreditar los indicios de ese nuevo estilo, en la ceremonia de juramento y proclamación ante las Cortes Generales.

 

Se habla estos días sobre el protocolo a seguir para este acto, el más importante de Estado. Apenas se conocen los detalles y lo poco que ha trascendido es fruto de un inicial briefing que desde el servicio de prensa de La Zarzuela se hizo este jueves con diferentes representantes de los medios de comunicación. Se ha dicho que no habrá la misa conocida como del Espíritu Santo, que en el caso de don Juan Carlos en 1975 se celebró en la Iglesia de los Jerónimos, que no habrá representaciones extranjeras ni de casas reales por problemas de capacidad en el hemiciclo del Congreso (fenomenal evitar toda esa pompa y gasto innecesario) y que el nuevo Rey acudirá de uniforme de Capitán General de las Fuerzas Armadas.

 

Tratamiento para el “Rey padre” y su precedencia

 

Por otra parte el Gobierno, siguiendo los deseos del nuevo Rey, establecerá mediante Real Decreto el tratamiento y dignidad que tendrá don Juan Carlos. Aunque nada ha trascendido de forma fiable, todo parece indicar que tanto el actual monarca como su esposa, la reina doña Sofía conservarán la dignidad de Rey (siempre hay que entenderlo como algo honorífico) y, en consecuencia, el tratamiento de Majestad/Majestades. Nos parece razonable, aunque desde el punto de vista jurídico probablemente discutible. Un Rey que dio a España una constitución democrática e impulsó la modernización de un país atrasado que venía de una aislada dictadura militar, que ha hecho encomiables servicios a la nación en sus 39 años de reinado, creemos que es digno de conservar su estatus de Rey, aunque sea de forma simbólica y no suponga ello la asunción de funciones específicas, más allá de las que el nuevo Jefe de la Casa Real disponga en la distribución de las tareas de representación y presencia pública de la Corona.

 

Es un acierto que don Juan Carlos renuncie al título de Conde de Barcelona, así como a cualquier otro que sea propio de Rey, evitando así confusiones y cerrando la disfunción histórica que, obligada por las circunstancias, se llevó a cabo con la figura del abuelo de don Felipe, don Juan de Borbón y su esposa, al reconocerle el uso de título de Conde de Barcelona. Sería oportuno en su momento establecer un título específico para el Rey abdicado, a los efectos de clarificar verbal y popularmente el estatus de uno y otro. Su tratamiento siempre sería de Majestad y la consideración de Rey a efectos de protocolo, pero se evitaría la duplicidad de nominaciones.

 

No adelantemos acontecimientos a la espera de la norma, pero de confirmarse esa consideración de Rey, ha de entenderse que en las precedencias del Estado tanto el Rey padre como la Reina madre irían por delante de la Princesa de Asturias, salvo que se modificara en sentido contrario en el Real Decreto 2099/1983. Resulta chocante que un rey honorífico y abdicado, tenga mayor precedencia que la heredera, la Princesa de Asturias (la edad actual no debe ser condicionante pues las normas se hacen con la perspectiva del tiempo).

 

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 Jura de don Juan Carlos como Rey de España el 22 de noviembre de 1975.

Antecedentes próximos de la ceremonia

 

La ceremonia de proclamación y juramento es, pues, el primer indicio claro de cuál será el estilo de reinado del nuevo Monarca, si plenamente continuista o apuntará hacia cambios significativos. Sin irnos excesivamente atrás en la historia, donde poco podríamos sacar que sirviera para la España actual, partimos de la base de dos antecedentes. El primero, la propia proclamación de don Juan Carlos el 22 de noviembre de 1975 –estrictamente de Rey- y la segunda, el juramento del Príncipe de Asturias de la Constitución Española al cumplir los 18 años el 30 de enero de 1986. Ambas se celebraron en el mismo escenario, el estrado del Congreso de los Diputados, pero de desigual manera.

 

En el caso del acto de 1975 venía claramente condicionada por un régimen fruto de la dictadura franquista, en la que se impuso el ceremonial propio de una época donde la Regencia tras la muerte del general Franco fue asumida por los tres máximos representantes de Las Cortes, las Fuerzas Armadas y la Iglesia Católica. En esas circunstancias, ver jurar al Rey “por Dios y ante los Santos Evangelios” y uniformado de Capitán General del Ejército de Tierra no nos sorprendió. Bastante tenía ya con realizar el primer discurso que un monarca pronunciaba ante las Cortes tras su jura y hacerlo, además, reclamando justicia social, respeto a las singularidades territoriales españolas y a los intereses del pueblo y recordando la figura de su padre don Juan.

 

En un ceremonial condicionado y encorsetado, propio de la época, en el que lucieron sobre un cojín la Corona, el Cetro y un crucifijo de plata, don Juan Carlos quiso significarse fundamentalmente con sus palabras y apostar desde el primer momento por la idea de su una España democrática. Y debía hacer claramente visible su autoridad, por lo que acudió vestido de Capitán General, algo que en 1975 era entendible, crucial y necesario. No hubo más discursos que el suyo, entre otras cosas porque después del testamento político de Francisco Franco a ver qué representante de esa dictadura tenías agallas de añadir algo más.

Jura Príncipe 1986

 Jura del Príncipe de Asturias de la Constitución Española al cumplir la mayoría de edad. 30 de enero de 1986.

 

Diferente fue la jura del príncipe, don Felipe. Muy significativos los cambios. No vamos a extendernos en la cuestión pues tan solo con observar las imágenes cada uno puede extraer sus propias conclusiones. Pero sí al menos quisiera resaltar algunos aspectos relevantes que se produjeron en 1986: la jura del Heredero se hizo con etiqueta civil (chaqué), sin referencia religiosa alguna (ni crucifijo, ni biblia) y hubo un discurso al inicio del acto a cargo del presidente del Congreso, entonces Gregorio Peces Barba. Tres aspectos que desde el punto de vista ceremonial son muy relevantes y que estuvieron acertados.

 

Uniforme militar o civil

 

La ceremonia de proclamación de don Felipe VI debe ser una mezcla de ambas, pero al mismo tiempo consecuente al estilo que ya fijó en su jura como sucesor. De forma rotunda estimo negativo y contradictorio que el nuevo Rey concurra a la Cámara Baja vestido de Capitán General de los Ejércitos. El hecho de que asuma la jefatura suprema de las Fuerzas Armadas no es razón suficiente para utilizar dicha prensa en una ceremonia civil ante los representantes de los ciudadanos. Tiempo tendrá de lucir su nuevo uniforme donde corresponda, que es en los actos militares. Pero en el Congreso no tiene sentido alguno. Sería una magnífica ocasión que prescindir de esta uniformidad para actos civiles de Estado. Creo que ya es hora de que el Rey por encima de todo ejerza como representante de todos los españoles y reduzca al mínimo en su actos habituales su condición de militar y católico.

Honores Rey

El Rey recibió honores (vestido de civil) con ocasión de la ceremonia de inaiguración de la X Legislatura de las Cortes Generales el 27 de diciembre de 2011, última vez que estuvo en el Congreso de los Diputados.

No ha de entenderse esta postura como un rechazo a la importancia que tiene ejercer el mando supremo de las Fuerzas Armadas, ni el papel de las mismas en la sociedad moderna, pero chirría mucho ver al Rey en su primer acto jurando una Constitución y siendo proclamado por la “Soberanía popular” vestido de militar. Un claro error y un inadecuado estilo. En la España del siglo XXI esta imagen supondría una clara contradicción con los tiempos y tampoco creo que refleje el estilo del reinado que ejercerá don Felipe VI. Otra cosa es que se le rinda honores de ordenanza a su llegada al Congreso y presida el ulterior desfile militar con la que se pondrá fin al acto oficial del Congreso. Pero para recibir honores militares no es necesario ir uniformado. De hecho, cuántas veces hemos visto tanto a don Juan Carlos como a don Felipe recibir honores vistiendo traje civil. Por cierto, ha de entenderse que los honores que recibe son los correspondiente a Rey (pues lo es desde el mismo momento de la entrada en vigor de la abdicación), por lo que debería sonar el himno en su versión completa (52 segundos).

Los símbolos reales y el Himno Nacional

Resultaría acertado que el presidente de Las Cortes, en nombre de las dos cámaras y, en definitiva, de todos los españoles, hiciera un discurso breve y sencillo para ensalzar y solemnizar la relevancia del momento. Es necesario y positivo que los símbolos reales se dispongan (Corona y Cetro), porque con ello se simbolizará claramente el significado de este acto. No se entregan porque no es una Coronación (el Rey lo es de forma automática en virtud a la Constitución). Por supuesto, tampoco los lleva porque no es costumbre en nuestro ceremonial histórico (quedaría patético ver a nuestro Rey bajo Corona y con el Cetro en la mano), ni tampoco ha sido utilizado por su padre el Rey don Juan Carlos. Don Felipe debería ser consecuente con lo hecho en 1986 y prescindir del crucifijo y de la biblia, elementos que se contradecirían con el estado laico y aconfesional que establece la Carta Magna.

No ha trascendido aún, pero suponemos que en breve se sepa –de hecho los equipos de protocolo de la Casa de S.M., Presidencia del Gobierno y Congreso están trabajando y coordinando al respecto desde hace varios días-, cuándo se interpretará el Himno Nacional dentro del hemiciclo. Normalmente, cuando los reyes acuden al Congreso –hasta ahora en todas las inauguraciones de la Legislatura- se interpretó a su llegada. En la jura de don Juan Carlos se hizo una vez pronunció las palabras propias de su juramento, pero antes de dirigirse con su discurso a los procuradores y senadores. Se simbolizaría mejor su nueva condición de Rey si ese protocolo de himno aplicado a su padre se mantuviera. Es una forma muy efectiva de solemnizar el momento y tomaría más significado. Sin embargo, hay que advertir que en el caso de don Juan Carlos no llegaba como Rey –no fue una sucesión como tal, sino una instauración de la monarquía- y hasta ese momento a Jefatura del Estado la encarnaba el Consejo de la Regencia. Como se ha apuntado, don Felipe llega ya como Rey, razón que puede aconsejar que se interprete el Himno Nacional al inicio del acto.

El protocolo de asientos

Los nuevos reyes ocuparán dos sitiales de honor en el centro del estrado, situándose a su derecha los presidentes del Congreso y Senado y a su izquierda las dos hijas, la infanta doña Leonor (que en ese momento ya será Princesa de Asturias) y doña Sofía, la segunda en la línea de sucesión. Es probable que los miembros de las Mesas del Congreso y del Senado se ubiquen en una segunda fila tras los citados. A la derecha, la del Congreso; a la izquierda la del Senado. Algunos ha especulado con la posible ubicación del Presidente del Gobierno junto a las infantas (como ocurrió en la jura del Príncipe), pero en esta ocasión carecería de sentido que en un pleno oficial de sesión conjunta de Las Cortes, el máximo representante del Ejecutivo no estuviera en su escaño (primer sillón azul)[i].

La presencia de don Juan Carlos y doña Sofía

Sobre la posible presencia de don Juan Carlos y doña Sofía a la ceremonia pienso que no acudirán con el objetivo de no quitar protagonismo al único que debe tenerlo. Como reyes que fueron sabrán asumir el sacrificio de seguir tan relevante acto por televisión. Acertarían si no concurrieran al igual que sus hermanas por razones obvias o cualquier otro miembro de la familia del Rey y de la Reina. Si los “ex reyes” asistieran ¿dónde se les podría ubicar? ¿En un lado de la presidencia? ¿Tras las infantas? ¿En la tribuna Real? Me pregunto: ¿No es demasiado fuerte escenificar el cambio habitual de sitio de unos monarcas que siempre han ocupado la presidencia del hemiciclo y que ahora se les traslada a la tribunal real, en la planta de invitados? Hay razones a favor y en contra, pero a mí me pesan más las negativas.

Tampoco se trata de un relevo al estilo presidencial de los regímenes sin monarquía. No es necesario escenificar en este momento el “traspaso”, pues el objetivo del acto es otro. El rey don Felipe VI acude a las Cortes a jurar y a ser proclamado, no para simbolizar el relevo. La escenificación del fin de un reinado y el inicio del otro, se hace en esa ceremonia que se anuncia para la víspera en la que el Rey en presencia de la Reina y los príncipes firmará oficialmente la Ley Orgánica aprobada por el Congreso y Senado por la que se oficializa su abdicación y que se publicará en el BOE al día siguiente. A ese momento debe aplicarse toda la carga emocional y simbólica de lo que significa el relevo generacional en la jefatura del Estado. Un sencillo acto de firma, sin más, pero suficiente y ciertamente histórico. Confiemos que ese acto sea televisado para todo el mundo, porque de lo contrario perdería la esencia de su razón de ser.

La Recepción en Palacio Real

Tras el acto del Congreso, se especula –y así será- sobre la posibilidad de que don Felipe VI ofrezca una Recepción en el Palacio Real. Estimo que una sobria y sencilla Recepción es obligada, para que los representantes de las instituciones del Estado y de las comunidades autónomas (deberían estar los alcaldes de los ayuntamientos capitales de provincia), del cuerpo diplomático acreditado en España, los agentes sociales, culturales, etc., tengan la oportunidad de expresar directamente la felicitación al Rey proclamado. Deseamos que esa posible Recepción se abra a más estamentos de la sociedad que los meramente institucionales y que la lista de asistentes sea otro de los indicios de cambio.

Saludo a los ciudadanos

Faltaría solo, para redondear la cuestión, cómo expresar de forma directa la vinculación del nuevo Rey con el pueblo. En la ceremonia de don Juan Carlos en 1975 utilizó un coche descapotable para dirigirse desde el Congreso a La Zarzuela y desde él, a paso lento, saludó a las miles de personas que se dieron cita en las inmediaciones. No sabemos lo que don Felipe hará, pero estamos convencidos que buscará algún gesto directo al pueblo. No soy partidario de asomarse al balcón de Palacio; preferiría más la imagen de unos reyes –don Felipe y doña Letizia- a pie de calle saludando y mezclándose con el público.

Adiós a la monarquía de “hadas”

Este nuevo Rey debe ir desterrando determinadas imágenes que nos recuerdan la idea de una monarquía de “hadas” y de viejos tiempos. Que no miren a otras monarquías. Que se abstraigan de las mismas. Que piensen que en España la cultura monárquica existente es floja y que quizá Felipe VI deba reinventar un nuevo estilo monarquía que se aleje de los estilos de Palacio y le haga ganarse a los ciudadanos.

Ese debe ser el objetivo de su protocolo y ceremonial a partir de ahora: construir una imagen de una representación plástica de la monarquía que se aleje de los estereotipos a los que nos han acostumbrado y que ya han caducado. El pueblo quiera otra cosa, por mucho que luego “devore” todo lo que le den sobre el vestido de doña Letizia o los azules ojos de la rubia infanta doña Leonor o la barba sí, barba no, de nuestro rey Felipe VI. Hay que evolucionar los eventos Reales y socializarlos, aunque nos alejemos de lo que hacen otras monarquías de “cuento” y, así, rejuvenecer la imagen que la Casa Real española tiene que transmitir a través de su actos. Todo en un calculada transición que debe empezar desde su primera ceremonia en el Congreso.

De esta forma daría respuesta don Felipe a las palabras de su padre en el mensaje de abdicación, donde señaló de su hijo que “encarna la estabilidad, que es seña de identidad de la institución monárquica”. Y más adelante afirmaría otra importante frase: “Abrir una etapa de esperanza en la que se combinen la experiencia adquirida y el impulso de una nueva generación”. Como se han apresurado en decir portavoces de la Casa de S.M. no se trata de un “cambio”, sino de una sucesión dentro de una normalidad constitucional. Pero al margen de lo político, es una magnífica oportunidad para que los nuevos reyes abanderen el estilos propio de una monarquía para el siglo XXI. Y no tienen, para ello, buenos referentes en Europa.

Posible estructura del acto

Con todos los riesgos que tiene adelantar una previsión personal sin conocer importantes detalles que se están debatiendo y estudiando ahora, me atrevo a intuir que la ceremonia responderá más o menos a este guión:

  1. Llegada de diputados y senadores, que deberán acudir con etiqueta de traje oscuro y los miembros de las Mesas, al menos, portando la medalla del Congreso y del Senado.
  2. Llegada de las principales autoridades invitadas al acto.
  3. Llegada del nuevo Rey en vehículo del estado portando el banderín guión Real).
  4. Recibimiento por el Presidente del Gobierno y Jefe del Estado Mayor de la Defensa.
  5. Acceso al podio para el inicio de los honores militares ofrecidos por la Guardia Real, con representación de los tres ejércitos. Suena el himno nacional y las salvas de honor.
  6. Revista a la tropa por el nuevo Rey, acompañado por el Jefe del Estado Mayor de la Defensa y el Jefe del Cuarto Militar de la Casa de Su Majestad.
  7. Fin de la Revista.
  8. Saludo al pie de la escalinata del Congreso de los presidentes del Congreso, Senado, Tribunal Constitucional y Consejo General del Poder Judicial.
  9. Saludo en el vestíbulo principal a los miembros de las Mesas del Congreso y del Senado.
  10. Acceso al estrado presidencia del hemiciclo. Himno Nacional.
  11. Intervención del Letrado Mayor de las Cortes para dar lectura a la convocatoria de la sesión extraordinaria.
  12. Posible discurso del Presidente del Congreso.
  13. Toma de juramento por el Presidente del Congreso.
  14. Fórmula de juramento por don Felipe.
  15. Discurso del Rey.
  16. Fin del acto. Abandonan el hemiciclo.
  17. Saludo (besamanos) en el Salón de Pasos perdidos a los representantes institucionales.
  18. Desfile de las unidades militares que le rindieron honores en la Carrera de San Jerónimo. Presidirá desde un podio situado al pie de la escalera principal de la Puerta de los Leones.
  19. Traslado a Palacio Real para la Recepción