La corbata indignante

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El verano y la corbata para mí son incompatibles, y especialmente en días como los que estamos viviendo más. Hoy hacia 33 grados cuando traje en ristre y corbata al cuello iba a una grabación televisiva. La verdad es que me sentía totalmente ahogado. Puede que influya que fuera lunes en eso de la falta de aire. Caminaba por la calle y la gente me miraba como un bicho raro. O al menos eso pensaba yo: ¿qué hace este tipo con corbata, sudando la gota gorda?

Es una pregunta que también me hago yo cuando voy más informal y veo a un tipo de estos de corbata arrastrándose por el suelo camino del bonito momento de desaflojar y quitar la soga, porque eso es lo que es, una soga. Soy defensor de ir reduciendo el uso de la corbata en el hombre como prenda obligatoria en las relaciones sociales. Pero tengo mis dudas existenciales de cuándo hay que llevarla y cuándo no. ¿Es conveniente salir en la tele sin corbata, cuando hasta la presentadora me esperaba con alfombra, silla isabelina y tacones? Si aparezco sin corbata les mato el programa. Y sin embargo es probablemente lo que correspondía.
Me recomendaba un amigo que hiciera como él. Chaqueta al hombro, corbata en el bolso y antes de presentarse ponerse la etiqueta. Quizá sea una buena solución en estos días de calor. Pero no sería mejor solución comenzar a hacer la guerra a esta prenda tapabotones de camisas o servilletas encubiertas para comidas de negocios u oficiales. Hombre, bajo un aire acondicionado todo se soporta, hasta estar en un cóctel de pie dos horas.
Precisamente, el otro día en un encuentro de lobby, en un conocido club de la capital, se nos pedía a todos que fuéramos de corbata, y efectivamente todos menos dos cumplimos con la etiqueta. Pero a nadie la pareció raro que el superconocido odontólogo y el apreciado constructor fueran sin corbata. Con el calor que pegaba en aquella terraza seguramente fueron los que más disfrutaron. Y me pregunto: ¿para qué la corbata? Seguro que todos hubiéramos estado mucho mejor sin corbata.
De cualquier forma me consuela que salvo excepciones pocas veces me pondré corbata este verano y también que cada vez veo más amigos incondicionales de la corbata que prescinden de ella en más ocasiones de las que podía imaginar y no sólo en verano. Llevo años prediciendo que la corbata terminará por dejar de ser prenda obligada en actos de protocolo. Al tiempo. Y si alguien se opone, le pongo a pasear por la Puerta del Sol a las 14.00 horas de un buen día de julio. Soy un indignao de la corbata en verano… O lo que es lo mismo es indignante la corbata a 30 grados bajo el sol…