El Presidente prescinde de los símbolos religiosos

El nuevo Presidente prescinde de los símbolos religiosos

Momento de la Promesa del Presidente del Gobierno ante el Rey y en presencia del ex Presidente, y los presidentes de los Poderes del Estado: Congreso, Senado, Tribunal Constitucional y Consejo General del Poder Judicial, por su orden correcto. A la derecha, el ejemplar de la Constitución abierto por el Título II, artículo 62. A la izquierda un folio con la fórmuló que leyó Pedro Sánchez.

La normalidad institucional ha sido el hilo conductor del protocolo y ceremonial (o como gusta llamar a los periodistas, de la liturgia) seguida para el acto de toma de posesión del nuevo presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez, esta mañana, ante el rey Felipe VI, en el Palacio de La Zarzuela. La parte reglada de este acto siguió sus tradicionales pautas, y la no reglada aportó por primera vez en la historia de esta democracia una importante novedad de la que cada cual sacará sus conclusiones: el máximo representante del Poder Ejecutivo prescindió de los dos habituales símbolos religiosos: la Biblia y el Crucifijo. Se ha convertido así en el más alto representante de los poderes del Estado que promete su cargo ante el Rey sin connotación religiosa alguna. Era previsible, conociendo su agnosticismo, que así sería, pero faltaba verlo. Y al margen de que crea o deje de creer en religión alguna, representa un acierto porque esa imagen nos ofrece la “foto” de la aconfesionalidad que proclama la Constitución Española, único elemento depositado en la mesita de la promesa. Además, aportó la ceremonia otro pequeño detalle que para mí tiene una importante lectura: obvió la también tradicional reverencia ceremoniosa al Monarca (que ya debería dejarse de hacer, al menos en actos oficiales como éstos), sustituyéndola por un sencillo gesto de cortesía.

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La jura del Ministro

El Rey presidió, el pasado jueves, día 8, el acto en el que Román Escolano Olivares juró su cargo como nuevo ministro de Economía, Industria y Competitividad. El nuevo miembro del Ejecutivo juró su cargo ante un facsímil de la Constitución abierta por el Título IV, que trata del Gobierno y la Administración, dispuesto junto a un crucifijo y una Biblia editada en 1791 y dedicada a Carlos IV, abierta en el capítulo 30 del Libro de Números (porque esa fue su decisión). Cada jura o promesa de un miembro del Gobierno salen las mismas preguntas: ¿Juran los ministros ante un crucifijo por tradición o convicción? Si es por tradición, es hora que actualicen. Y si es por convicción deberían pensar que son miembros de un gobierno que ha de gobernar para todos los españoles, con independencia de su pensamiento o confesión religiosa. Aunque respetamos que el Ministro por sus creencias religiosas tenga el “derecho” de hacerlo ante el crucifijo y Biblia, pienso que ya es hora de que en sus actos oficiales se atengan a lo estrictamente legal dejando de lado lo religioso. Empieza a ser hora de que piensen que por no jurar o prometer ante el crucifijo no van a ser mejor o peor ministros, o mejor o peor valorados. Es hora de que estas ceremonias sean estrictamente civiles y la religión quede al margen o se reduzca al ámbito personal. La decisión de Felipe VI de respetar si quieren o no crucifijo es digna de reconocer, pero los ministros ya es hora de que se olviden de mirar fotos atrás y pensar que lo que juran o prometen es cumplir con la Constitución, no con la Biblia o con Dios (que eso queda en su interior).

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