La jura del Ministro

El Rey presidió, el pasado jueves, día 8, el acto en el que Román Escolano Olivares juró su cargo como nuevo ministro de Economía, Industria y Competitividad. El nuevo miembro del Ejecutivo juró su cargo ante un facsímil de la Constitución abierta por el Título IV, que trata del Gobierno y la Administración, dispuesto junto a un crucifijo y una Biblia editada en 1791 y dedicada a Carlos IV, abierta en el capítulo 30 del Libro de Números (porque esa fue su decisión). Cada jura o promesa de un miembro del Gobierno salen las mismas preguntas: ¿Juran los ministros ante un crucifijo por tradición o convicción? Si es por tradición, es hora que actualicen. Y si es por convicción deberían pensar que son miembros de un gobierno que ha de gobernar para todos los españoles, con independencia de su pensamiento o confesión religiosa. Aunque respetamos que el Ministro por sus creencias religiosas tenga el “derecho” de hacerlo ante el crucifijo y Biblia, pienso que ya es hora de que en sus actos oficiales se atengan a lo estrictamente legal dejando de lado lo religioso. Empieza a ser hora de que piensen que por no jurar o prometer ante el crucifijo no van a ser mejor o peor ministros, o mejor o peor valorados. Es hora de que estas ceremonias sean estrictamente civiles y la religión quede al margen o se reduzca al ámbito personal. La decisión de Felipe VI de respetar si quieren o no crucifijo es digna de reconocer, pero los ministros ya es hora de que se olviden de mirar fotos atrás y pensar que lo que juran o prometen es cumplir con la Constitución, no con la Biblia o con Dios (que eso queda en su interior).

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Bandera a media asta en los cuarteles,un “sinsentido”

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Bandera a media asta el pasado Jueves Santo en la sede del Ministerio de Defensa en Madrid.

Hace un año, el 17 de abril de 2017, escribía sobre esto mismo, pero he querido retomar su contenido y actualizarlo, porque sigo pensando que está fuera de lugar que el Ministerio de Defensa haya dispuesto de nuevo una instrucción interna en la que se ordena que “desde las 14.00 horas del Jueves Santo hasta las 00.01 horas del Domingo de Resurrección, la enseña nacional ondeará a media asta en todas las unidades, bases, centros y acuartelamientos”. Hasta aquí la noticia ampliamente recogida por la mayoría de la medios nacionales y locales tanto en 2017, como en 2018 y que ha generado un amplio abanico de comentarios en contra de este hecho que en nuestra modesta opinión vulnera la normativa vigente en la actualidad (más allá de la sentencia del Tribunal Constitucional a la que se agarra con “pinzas” el Ministerio) y que más allá de los textos legales parece no solo absurda sino innecesaria en una España constitucionalmente aconfesional. Y volvemos a decir como el pasado año: después de esto, ¿tendrá el mismo valor ver la bandera a media asta cuando haya una tragedia con muertos en España? Continúe Leyendo…

El “estilo” protocolario de Felipe VI llega en pequeños gestos a la jura del Presidente

Al margen de nuestra discordancia con la presencia de símbolos religiosos en actos oficiales de Estado, la ceremonia de jura del Presidente del Gobierno ha aportado al menos dos novedades protocolarias de interés que son objeto de análisis.

(Texto publicado en el diario La Nueva España, hoy 1 de noviembre, onomástica del rey Felipe VI, bahjo el título “Ausencia de la Reina y presencia del crucifijo”, y que ha sido enriquecido con otras consideraciones que por razones de extensión no pudieron ser incluidas en la columna de opinión del citado periódico del Principado de Asturias).

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Fase 1 de la jura: El Presidente, al fondo, el Rey en posición destacada próximo a la mesa de la jura, presidiendo el acto, junto a la Presidenta del Congreso, del Senado, del Tribunal Coinstitucional y del Consejo General de Poder Judicial, de acuerdo a la precedencia protocolaria vigente. En este instante se dando lectura al Real Decreto de nombramiento del Presidente.

Mariano Rajoy, ha pronunciado ante el rey Felipe VI, la preceptiva frase regulada en el Real Decreto 707/1979, de 5 de abril, por el que se establece la fórmula de juramento en cargos y funciones públicas, y que para el Presidente del Gobierno es la siguiente: “Juro cumplir fielmente las obligaciones del cargo como Presidente del Gobierno, con lealtad al Rey, guardar y hacer guardar la Constitución como norma fundamental del Estado, así como mantener secreto de las deliberaciones del Consejo de Ministros” (eligió la opción de “juro” frente a la de “Prometo por mi conciencia y honor”).

Se cumplía de esta manera un protocolo obligatorio para tomar posesión del cargo y asumir de forma efectiva la presidencia del Poder Ejecutivo. Sin embargo, dos aspectos han suscitado diferentes comentarios entre la clase periodística sobre el acto celebrado a primera hora de la mañana de ayer en el Palacio de La Zarzuela. Uno la ausencia de la reina Letizia Ortiz, y otro el hecho de que en un estado aconfesional se siga jurando ante un crucifijo y la Biblia (editada en Valencia en 1791, propiedad de Carlos IV, abierta por el capítulo XXX del Libro de los Números, dedicado al voto y al juramento). Obviamente, estaba también un ejemplar facsímil de la Constitución editado por las Cortes Generales en 1980, abierto por el Título IV, del Gobierno y la Administración. Continúe Leyendo…

Las zapatillas deportivas y los regalos, en el protocolo de Felipe VI.

 

El rey Felipe VI ha dejado de utilizar en las invitaciones protocolarias de sus actos la tradicional expresión “que Dios guarde”, normalmente dispuesta con la abreviatura “q.D.g.”. Al abandonar esta fórmula, da un paso más en su creciente secularización de las actividades oficiales promovidas desde la jefatura del Estado. Ni juró sobre la Biblia, ni colocó el crucifijo junto a los atributos de Rey (corona y cetro), ni se convocó la misa del Espíritu Santo, con ocasión de su proclamación el 19 de junio pasado. Como dice el diario Las Provincias, “Felipe VI profesa la religión católica pero se ha tomado muy en serio su papel como primer Monarca constitucional de la historia de España. La Carta Magna propugna la aconfesionalidad del Estado. Y está dispuesto a que esa aconfesionalidad se cumpla hasta en el mínimo detalle”.

Lo ha hecho ya en varias ocasiones, dos de ellas singulares: para la cena de gala en honor de la presidente de Chile, Michelle Bachelet, el 29 de octubre, celebrada en el Palacio Real, y para la entrega de los Premios Nacionales del Deporte, el pasado 4 de diciembre, en el Palacio del Pardo. Confirma una vez más ese estilo propio al que hemos aludido en diferentes comentarios anteriores y cumple con su compromiso de renovar y adaptar a los tiempos actuales la Corona, más preocupada ahora en el activismo de compromiso que en las formalidades de sus eventos. El Protocolo para Felipe VI se ha convertido en un mero instrumento que, ordenando adecuadamente sus apariciones públicas, facilita su gran apuesta: la cercanía, la proximidad y el contacto con los ciudadanos. Día tras día va dando notables ejemplos de esa nueva forma de practicar un protocolo que en la Casa Real necesitaba de una urgente puesta al día.

Son constantes los guiños a su nuevo estilo, hechos con la sutileza de no provocar cambios bruscos, pero siempre introduciendo novedades. La propia foto de familia de la entrega de los Premios Nacionales del Deporte es otro ejemplo de los cambios, donde se aplica un protocolo que a los expertos no les cuadra de acuerdo a las normativas y tradiciones, pero que tiene su sentido, en cuanto a la ubicación de los cuatro miembros de la Familia Real y del Rey que asistieron. El Rey, entre las dos reinas, Letizia y Sofía, tratando con ello suavizar las diferencias de rango que ahora tienen ahora ambas. Y separados de la Familia Real, la infanta Elena, una más entre los deportistas galardonados. Su presencia tiene sentido, no en vano ha asumido durante mucho tiempo la responsabilidad de asistir y presidir eventos relacionados con el deporte en nombre del Jefe de la Casa Real. Un lujo de detalle protocolario el que nos deja esta foto (por extraño que quede la imagen con los trofeos así dispuestos):

Rey Premios DeporteLos Reyes en la entrega de los premios nacionales del Deporte en el Palacio del Pardo.

Los regalos a la Familia Real

Otra medida singular se refiere al nuevo régimen de regalos a los miembros de la Familia Real, anunciado recientemente por la Casa de S.M. y que recoge de forma clara el diario ABC, el pasado 5 de diciembre:

El Rey ha querido elevar a normativa interna el criterio que él ya venía aplicando a los obsequios que ha recibido. Este nuevo régimen adapta a la Corona la ley 19/2013 que ya regula en materia de regalos a los políticos y altos cargos de todas las Administraciones públicas.

El nuevo régimen establece que los miembros de la Familia Real no aceptarán para sí regalos que superen los usos habituales, sociales o de cortesía, ni aceptarán favores o servicios en condiciones ventajosas que puedan condicionar el desarrollo de sus funciones. También distingue entre regalos personales e institucionales, y establece que los obsequios que tengan carácter institucional se procederá a su incorporación al Patrimonio Nacional.

Además, está normativa prohíbe a los miembros de la Familia Real aceptar regalos que por su alto valor económico, finalidad o interés comercial o publicitario, o por la propia naturaleza del obsequio, puedan comprometer la dignidad de las funciones institucionales que tengan o les sean atribuidas.

Este régimen de regalos afectara exclusivamente a los miembros de la Familia Real, pero no a los familiares del Rey, por lo que las Infantas Doña Elena y Doña Cristina no estarán obligadas a su cumplimiento. No obstante, sí será de aplicación para los miembros de la Familia Real a los que el Rey encargue alguna actividad institucional durante el desarrollo de esta función concreta.

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Los Reyes y sus hijas el día de la Proclamación de Felipe VI

La nueva normativa considera regalos institucionales los ofrecidos por las autoridades anfitrionas y los organizadores de actos y visitas nacionales o internacionales. Los regalos que no pueden incluirse en la categoría de institucionales tendrán la consideración de personales, que solo se podrán aceptar cuando no pueden los usos sociales y de cortesía. Cuando excedan esos usos, seguirán el mismo tratamiento que los institucionales o serán cedidos a una entidad sin ánimo de lucro que persiga fines de interés general.

La norma incluye supuestos especiales, que prohíben a los miembros de la Familia Real aceptar préstamos sin interés o con interés inferior al normal del mercado, ni regalos de dinero. En este último caso se procederá a su devolución o será donado. Cuando los miembros de la Familia Real reciban premios con dotación económica, el importe se deberá ceder a una entidad sin ánimo de lucro.

El nuevo régimen también establece que en el caso de aniversarios o celebraciones de carácter singular de algún miembro de la Familia Real en los que presuma que darán lugar al ofrecimiento de regalos, se establecerá un régimen propio que será objeto de información pública.

Regalo al Rey por el Papa

El Papa Francisco entrega un obsequio al rey Felipe VI

Zarzuela también anotará en un registro cada regalo recibido por el Rey o la Familia Real. Estos regalos serán valorados por una comisión para clasificarlos como institucionales o personales y con periodicidad anual se publicará en la página web de la Casa del Rey la relación de regalos institucionales que haya recibido la Familia Real durante el año anterior, con una breve descripción del regalo, así como la persona o entidad que lo haya entregado y su destino, uso o afectación.

Zarzuela también ha dado a conocer el código de conducta del personal de la Casa del Rey, que se ha decidido poner en marcha porque los ciudadanos tienen derecho a que el personal de la Casa tenga un comportamiento ejemplar que ayude a preservar la confianza en la Jefatura del Estado.

En la Casa hay funcionarios que proceden de distintos organismos (militares, funcionarios…) y cada uno tiene una normativa propia. A partir de ahora e independientemente de su origen, todos ellos tendrán que cumplir unos principios comunes por el hecho de trabajar en Zarzuela.

El nuevo código establece 20 medidas de obligado cumplimiento. Entre otras, obliga al personal de la Casa a desempeñar sus obligaciones de manera ejemplar y esta ejemplaridad deberá practicarla igualmente en el cumplimiento de las obligaciones que, como ciudadano, le exigen las leyes.

Que Dios guarde

Volvemos a centrarnos ahora en las invitaciones del rey Felipe VI. Haciendo una gracia, al Rey Católico (título que no usa, como tampoco lo hizo su padre) ya no le guarda Dios. Esta expresión, que se conserva desde siglos atrás, era obligada en el trato de cortesía con el Rey, aunque como bien se sabe la frase “dios le guarde” es muy popular y todos en alguna ocasión la hemos pronunciado en relación a otra persona. Más nuestros padres y abuelos que nosotros, pero ha estado muy enraizada en la cultura lingüística de nuestro país.

Diferentes expertos dan por confirmado que la primera referencia escrita en norma legal (por costumbre desde siglos atrás) sobre el uso de esta fórmula de cortesía data de la Novísima Recopilación (editada en 1805), Libro VI, Título XII (De los Tratamientos de palabra y escrito), Ley I, que en lo que afecta a los miembros de la Realeza señala lo siguiente (recopila disposiciones de Felipe II de 1586 y 1593; Felipe III de 1598 y 1611 y de Felipe IV de 1630):

“Orden que debe de observarse en los tratamientos, títulos y cortesías de palabra y por escrito.

Habiendo sido informados, que en los tratamientos, títulos y cortesías de que usan, así por escrito como de palabra, entre sí los Grandes y Caballeros, y otras personas de nuestros Reynos, ha habido y hay mucho desorden, exceso y desigualdad, y seguídose de ello muchos inconvenientes; habemos acordado de proveer y ordenar lo siguiente:

  1. Como quiera que no era necesario en lo que toca a nuestras Reales Personas, innovaren cosa alguna de lo que hasta aquí se ha acostumbrado, todavía para que los demás con mayor obligación y cuidado guarden y cumplan lo que acerca de esto se dirá adelante; queremos y mandamos, que cuando se escribiere, no se ponga en lo alto de la carta o papel otro título algo mas que, Señor, y en el remate de ella no se diga mas que, Dios guarde la Católica Persona de V.M.; y sin poner debaxo otra cortesía alguna, firme la persona que escribiere la tal carta o papel, y en el sobrecito tampoco se pueda poner ni ponga mas que, al Rey nuestro Señor”.

(ver Novísima recopilación Libro VI en:

http://books.google.es/books?id=GHBFAAAAcAAJ&pg=PA174&lpg=PA174&dq=Nov%C3%ADsima+recopilaci%C3%B3n,+t%C3%ADtulo+12,+Libro+VI&source=bl&ots=gSUe9G_Bq5&sig=isGYfrvoSRswbKwR8jbtpnYGCYs&hl=es&sa=X&ei=AmuDVK_pGcHuaNz_guAP&ved=0CFUQ6AEwCQ#v=onepage&q=Nov%C3%ADsima%20recopilaci%C3%B3n%2C%20t%C3%ADtulo%2012%2C%20Libro%20VI&f=false.

El texto se refiere posteriormente a que se observe el Dios Guarde para los Príncipes herederos y sucesores, cambiando lo de V.M. (Vuestra Majestad) por V.A. (Vuestra Alteza). Lo mismo para sus consortes las princesas. Para las reinas ordena mantener la misma cortesía que para reyes. Es la misma norma que establece el tratamiento de Alteza para los infantes e infantas, para quienes ordena anteponer a la expresión Señor el término Serenísimo, sin más cortesías que la de referir al final del escrito de nuevo la frase “Dios guarde a V.A.”. Con esta norma se pretendía poner fin a la confusión generada hasta ese momento, de tal forma que las cartas al Príncipe se dirigían a “Su Alteza” y a los infantes como “Serenísimo Señor Infante (nombre)”. Por cierto, en la norma que contempla la Ley VI, en su punto 5, ya fija que a los yernos y cuñados de los reyes se dará el mismo tratamiento que a sus mujeres, y a las nueras y cuñadas el de su marido. En el punto 6 acredita la tradición alseñalar que “no entendemos innovar cosa alguna de lo que hasta agora se ha acostumbrado y se acostumbra”.

Del hecho de que esta fórmula de cortesía es más antigua da cuenta esta “Aclamación del Rey Nuestro Señor D. Felipe V (que Dios Guarde) en la Muy Noble y Muy Leal ciudad de Cádiz el 19 de diciembre de 1.700”, cuya portada reproducimos (fuente: archivo electrónico Universidad de Sevilla):

Felipe V

Las invitaciones de antes y ahora

Para quienes pudieran desconocer el uso de esta fórmula por la Casa Real española, reproducimos a continuación un modelo de invitación realizado bajo el reinado de Juan Carlos I y la última remitida por el rey Felipe VI. Ambas conservan la tradición de que el Monarca no invite directamente, sino que lo haga a través del Jefe de Su Casa:

Invitación Felipe VI

El detalle de las zapatillas deportivas

Ha llamado mucho la atención, por novedoso y sorprendente, el hecho de que en la nota de protocolo del acto de entrega de los Premios Nacionales del Deporte, así como en la credencial que autoriza el estacionamiento en El Pardo, se haya incorporado por primera vez un detalle -¿pintoresco?- como la silueta de un par de zapatillas deportivas. ¿Se trata de un primer experimento en la necesidad de innovar? No lo sabemos, pero ahí queda la cosa. Personalmente, no me convence este “dibujito”, porque resta seriedad institucional. Abogaría más por un diseño integral atrevido e innovador, pero que combine rigor institucional y creatividad. Reproducimos a continuación estos dos tarjetones:

Nota Protocolo sin Gloria

Credencial coche

La aconfesionalidad no llega al Gobierno

El pasado miércoles el ministro de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, Alfonso Alonso Aranegui, juraba ante el jefe del Estado, el rey Felipe VI, el cumplimiento de la Constitución Española. Lo hacía en el Palacio de La Zarzuela en un acto al que asistían igualmente el Presidente y Vicepresidenta del gobierno, así como el Ministro de Justicia, que lo hacía en calidad de Notario Mayor del Reino, encargado de dar fe del cumplimiento de este precepto.

El juramento o promesa de la Constitución Española viene regulado por un Real Decreto de 1979 que obliga a los cargos públicos a formular previamente a su posesión la siguiente frase: “Juro o prometo por mi conciencia y honor cumplir fielmente las obligaciones del cargo de … con lealtad al Rey y guardar y hacer guardar la Constitución como norma fundamental del Estado?”. En el caso de los miembros del Gobierno de la Nación han de hacerlo ante el Rey y añadiendo a aquella afirmación “así como mantener en secreto las deliberaciones del Consejo de Ministros”.

De acuerdo al protocolo tradicional en estos casos, tras el acto en La Zarzuela, el nuevo responsable acude a la sede ministerial para recibir del anterior titular la cartera que lleva impreso el nombre del ministerio, una puesta en escena que viene a significar el traspaso de los asuntos pendientes del ministro saliente. De esta forma se da visualización al relevo. El 29 de septiembre pasado había hecho lo propio el ministro de Justicia, Rafael Catalá Polo, quien sustituía a Alberto Ruiz Gallardón. Son los dos únicos ministros que hasta ahora han jurado su cargo ante el rey Felipe VI.

Ambos lo hicieron ante un crucifijo, un ejemplar facsímil de la Constitución editado por las Cortes Generales en 1980, abierto por el artículo 100 (que dice: “Los demás miembros del Gobierno serán nombrados y separados por el Rey, a propuesta del Presidente), así como una Biblia editada en Valencia en 1791, propiedad de Carlos IV, abierta por el Antiguo Testamento, Libro de los Números, capítulo 30, del voto de juramento, página 157 (afirma literalmente: “Cuando alguno hiciere voto a Jehová, o hiciere juramento ligando su alma con obligación, no violará su palabra; hará conforme a todo lo que salió de su boca”).

No deja de sorprender que tras el ejemplo demostrado por el rey Felipe VI de prescindir de cualquier símbolo o alusión religiosa en su proclamación ante Las Cortes Generales el pasado 19 de junio (no se dispuso el crucifijo, ni las Sagradas Escrituras, como en 1975 con su padre el hoy rey honorífico Juan Carlos I), los ministros mantengan dichos símbolos que a nuestro modo de entender rompe con la filosofía del Estado aconfesional de la Constitución que acaba de cumplir sus 36 años de vida, que en su artículo 16.3 señala refiere a que “ninguna confesión tendrá carácter estatal”.

El Tribunal Constitucional ha dejado claro en una sentencia que “el Estado se prohíbe a sí mismo cualquier concurrencia, junto a los ciudadanos, en calidad de sujeto de actos o de actitudes de signo religioso”, según recoge el experto constitucionalista Rafael Naranjo en su Manuel de Derecho Constitucional. Estamos en consecuencia en un Estado laico que es independiente de cualquier organización o confesión religiosa y en el cual las autoridades políticas no se adhieren públicamente a ninguna religión determinada ni las creencias religiosas influyen sobre la política nacional. Siendo esto así, carece de sentido que siga observándose aquél ceremonial para un cargo que se pone al servicio de todos los españoles (con independencia de las convicciones de unos y de otros).

Puede pensarse que lo hacen los cargos del Partido Popular para garantizarse mediante esta puesta en escena el apoyo de los fieles cristianos, pero hay que recordar que bajo el mismo formato prestaron juramento los presidentes Suárez (éste arrodillado ante la mesa), Calvo Sotelo, González, Aznar, Zapatero y Rajoy, así como todos sus ministros. No tiene sentido en la España plural actual el mantenimiento de estos elementos religiosos. Aludir a otros países democráticos donde se jura ante la Biblia, como Estados Unidos, o declarar ante el juez en otros como el Reino Unido –donde por cierto los propios jueces están instando a no hacer ese tipo de juramento porque “la mayoría de las veces la gente no lo toma en serio”, según recoge en 2013 la publicación Noticia Cristiana-, no es comparable, ni sirve de refutación para acreditar la tradición española.

Juro chiste
Más información sobre regalos y transparencia:

Ley 19/2013, de 9 de diciembre, de transparencia, acceso a la información pública y buen gobierno.
Noticia regalos en El País.
Noticia en El Mundo. 
Noticia en el Público.
Noticia en el ABC.
–  Los regalos de los Reyes.
Reportaje RTVE sobre los regalos.
Europa Press. La Familia Real no viajará gratis en vuelos comerciales.

La Constitución laica (¿q.D.g.?)

Ministro 2

 Jura del Ministro de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, Alfonso Alonso, el pasado 3 de diciembre ante el Rey de España, en el Palacio de la Zarzuela.

(Artículo de opinión publicado en La Nueva España, el 11 de diciembre de 2014)

El pasado miércoles el ministro de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, Alfonso Alonso Aranegui, juraba ante el jefe del Estado, el rey Felipe VI, el cumplimiento de la Constitución Española. Lo hacía en el Palacio de La Zarzuela en un acto al que asistían igualmente el Presidente y Vicepresidenta del gobierno, así como el Ministro de Justicia, que lo hacía en calidad de Notario Mayor del Reino, encargado de dar fe del cumplimiento de este precepto.

El juramento o promesa de la Constitución Española viene regulado por un Real Decreto de 1979 que obliga a los cargos públicos a formular previamente a su posesión la siguiente frase: “Juro o prometo por mi conciencia y honor cumplir fielmente las obligaciones del cargo de … con lealtad al Rey y guardar y hacer guardar la Constitución como norma fundamental del Estado?”. En el caso de los miembros del Gobierno de la Nación han de hacerlo ante el Rey y añadiendo a aquella afirmación “así como mantener en secreto las deliberaciones del Consejo de Ministros”.

De acuerdo al protocolo tradicional en estos casos, tras el acto en La Zarzuela, el nuevo responsable acude a la sede ministerial para recibir del anterior titular la cartera que lleva impreso el nombre del ministerio, una puesta en escena que viene a significar el traspaso de los asuntos pendientes del ministro saliente. De esta forma se da visualización al relevo. El 29 de septiembre pasado había hecho lo propio el ministro de Justicia, Rafael Catalá Polo, quien sustituía a Alberto Ruiz Gallardón. Son los dos únicos ministros que hasta ahora han jurado su cargo ante el rey Felipe VI.

Ambos lo hicieron ante un crucifijo, un ejemplar facsímil de la Constitución editado por las Cortes Generales en 1980, abierto por el artículo 100 (que dice: “Los demás miembros del Gobierno serán nombrados y separados por el Rey, a propuesta del Presidente), así como una Biblia editada en Valencia en 1791, propiedad de Carlos IV, abierta por el Antiguo Testamento, Libro de los Números, capítulo 30, del voto de juramento, página 157 (afirma literalmente: “Cuando alguno hiciere voto a Jehová, o hiciere juramento ligando su alma con obligación, no violará su palabra; hará conforme a todo lo que salió de su boca”).

No deja de sorprender que tras el ejemplo demostrado por el rey Felipe VI de prescindir de cualquier símbolo o alusión religiosa en su proclamación ante Las Cortes Generales el pasado 19 de junio (no se dispuso el crucifijo, ni las Sagradas Escrituras, como en 1975 con su padre el hoy rey honorífico Juan Carlos I), los ministros mantengan dichos símbolos que a nuestro modo de entender rompe con la filosofía del Estado aconfesional de la Constitución que acaba de cumplir sus 36 años de vida, que en su artículo 16.3 señala refiere a que “ninguna confesión tendrá carácter estatal”.

El Tribunal Constitucional ha dejado claro en una sentencia que “el Estado se prohíbe a sí mismo cualquier concurrencia, junto a los ciudadanos, en calidad de sujeto de actos o de actitudes de signo religioso”, según recoge el experto constitucionalista Rafael Naranjo en su Manuel de Derecho Constitucional. Estamos en consecuencia en un Estado laico que es independiente de cualquier organización o confesión religiosa y en el cual las autoridades políticas no se adhieren públicamente a ninguna religión determinada ni las creencias religiosas influyen sobre la política nacional. Siendo esto así, carece de sentido que siga observándose aquél ceremonial para un cargo que se pone al servicio de todos los españoles (con independencia de las convicciones de unos y de otros).

Puede pensarse que lo hacen los cargos del Partido Popular para garantizarse mediante esta puesta en escena el apoyo de los fieles cristianos, pero hay que recordar que bajo el mismo formato prestaron juramento los presidentes Suárez (éste arrodillado ante la mesa), Calvo Sotelo, González, Aznar, Zapatero y Rajoy, así como todos sus ministros. No tiene sentido en la España plural actual el mantenimiento de estos elementos religiosos. Aludir a otros países democráticos donde se jura ante la Biblia, como Estados Unidos, o declarar ante el juez en otros como el Reino Unido –donde por cierto los propios jueces están instando a no hacer ese tipo de juramento porque “la mayoría de las veces la gente no lo toma en serio”, según recoge en 2013 la publicación Noticia Cristiana-, no es comparable, ni sirve de refutación para acreditar la tradición española.

Coincide este juramento con la decisión reciente del rey Felipe VI de prescindir de la tradición de la Casa Real de poner en sus invitaciones para los actos oficiales que promueve el Rey como Jefe del Estado la siglas “q.D.g.” (que Dios guarde), utilizada por nuestros monarcas desde que adquirieron el título de Reyes Católicos Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón por concesión del Papa valenciano Alejandro VI en la bula Si convenit, expedida el 19 de diciembre de 1496. Un título que heredaron y conservaron sus sucesores (Felipe II como el Rey «Católico») y que a día de hoy, la actual Constitución Española reconoce al rey de forma indirecta porque alude al posible uso de los títulos tradicionales de la Monarquía española, por lo que también puede utilizar el de Rey Católico o ser llamado Su Católica Majestad. Los reyes Juan Carlos I y Sofía nunca hicieron uso público del mismo (aunque sí de los simbólicos beneficios que conlleva, tales como que la Reina pueda lucir traje blanco y mantilla blanca en una audiencia ante el Papa –mientras que el resto de jefas de Estado o primeras damas deban hacerlo con traje oscuro en señal de respeto y discreción, tradición ésta en creciente desuso- u ocupar el lado del Evangelio en el altar (lado derecho de éste) durante una ceremonia católica o ser recibidos en la puerta de un templo (y ofrecerles agua bendita, también en desuso) por la máxima autoridad eclesial presente.

Las invitaciones han dejado de lado la expresión “S.M. el Rey y en Su nombre el Jefe de Su Casa tiene el honor de invitar…”. El rey Juan Carlos I, como sus antecesores, ponía tras la expresión S.M. el Rey las siglas entre paréntesis q.D.g. Otro gesto más del nuevo Monarca que evita en su protocolo cualquier cuestión que rompa su neutralidad confesional como Jefe del Estado. Otra cosa será que tenga sus propias creencias y las cultive privadamente o asista a actos promovidos por las diferentes confesiones religiosas. De hecho ya no se habla oficialmente de “Funeral de Estado” cuando se hace con una ceremonia religiosa. El Funeral de Estado se limita a la despedida civil que con mayor o menor solemnidad ofrezcan las instituciones oficiales y si es deseo de la familia que ese adiós contemple una ceremonia religiosa se matiza el nombre como “Ceremonia religiosa de despedida en honor de…”, evitando de esta manera posibles confusiones que asocien al Estado a una determinada confesión. Felipe VI da ejemplo constitucional. Nuestros gobernantes deberían tomar buena nota.

El Protocolo del Día de la Constitución (sin el Rey)

Buena presidenciaSalón de Conferencias. Presidencia del acto.

Este sábado se celebró el 36 aniversario de la Constitución Española de 6 de diciembre de 1978. Como viene siendo habitual se hizo en el transcurso de un acto institucional en el Congreso de los Diputados, bajo la presidencia conjunta de los presidentes del Congreso, Jesús Posada Moreno, y del Senado, Pío García Escudero. Como seguramente muchos lo habrán seguido a través de los medios de comunicación no voy a extenderme mucho en los detalles protocolarios, pues en este sentido no ha habido especiales novedades con respecto a ediciones anteriores.

Me sigue llamando la atención que un acto tan singular como el de conmemorar el día que se aprobó el texto que garantiza la democracia española y que constituye el acto más solemne y trascendental de las Cortes Generales (después de la ceremonia de apertura de cada Legislatura tras las elecciones generales), no asista el Jefe del Estado, hoy el rey Felipe VI. Tampoco lo hacía anteriormente el rey Juan Carlos I. Es evidente que no es cosa de la Casa Real, sino de una decisión política encaminada a dar el protagonismo a los parlamentarios españoles, acompañados de los poderes del Estado y las representaciones de los diferentes sectores de la sociedad española (quizá haya que abrir algo más este listado, aunque es cierto que la presencia ciudadana se garantiza con los dos días anteriores de puertas abiertas al público). Casi 1.500 invitados que, como sardinas en lata, ocupan los diferentes salones de la casa madre del Legislativo. Afortunadamente, el Congreso y el Senado cuentan con espléndidos profesionales de protocolo que garantizan la correcta organización de esta conmemoración, y a quienes de nuevo hay que felicitar.

La no presencia del Rey

Pero al margen de los detalles técnicos, uno se hace la pregunta: ¿por qué la ausencia del Jefe del Estado en un acto tan simbólico? ¿Resta protagonismo al parlamentarismo? ¿Es suficiente ese criterio para que no acuda la máxima autoridad del estado? Nunca he entendido por qué no entra en la agenda Real este evento que celebra la gran conquista de la democracia (aunque por cierto creo que hay cosas que ya habría que cambiar para amoldarla a la realidad político-social de nuestro país). La Constitución fue redactada y aprobada por las Cortes, luego tanto al Congreso como al Senado le corresponde el protagonismo. No hay duda. Pero hay fórmulas protocolarias para que el Rey esté presente y no quede al margen del evento. ¿No va la Constitución con él? Su no presencia provoca el riesgo de que pueda pensarse que nuestra monarquía nada tiene que ver con la Constitución y es evidente que el Rey es el primer defensor del orden constitucional. Tenemos Rey, además, porque la Constitución que en 1978 votamos quienes teníamos derecho a ello, así lo establece, definiendo nuestro sistema como monarquía parlamentaria. Por mucho que me lo expliquen encuentro un sinsentido que estando todos los poderes del estado y representaciones sociales, el Rey deba quedarse en Palacio siguiendo el acto por televisión. Absurdo.

Acto para el Hemiciclo

También llama la atención que el acto tenga como escenario el Salón de Conferencias (más conocido por el nombre de los Pasos Perdidos) y no el propio Salón de Sesiones o Hemiciclo, aunque en aquél se celebren otros actos solemnes, como las juras de altos cargos dependientes de las Cortes. Un evento de esta solemnidad obliga al uso de los espacios que contribuyan a entender mejor el sentido del acto. Y conmemorar la Constitución en el Hemiciclo, donde fue aprobada, nos parece más adecuado. Desde su habitual sillón, junto al Presidente del Senado, debiera haber pronunciado su discurso el Presidente del Congreso. Para nada, por cierto, hubiera restado protagonismo que el Rey o los Reyes presidieran tan importante acto, aunque no hicieran uso de la palabra. Lo importante es su asistencia, junto a todas las instituciones presentes. Queda chocante que la Jefatura del Estado esté ausente.

Hemiciclo

Es el marco idóneo, porque está presidido por un tapiz con el Escudo de España bajo dosel y a cada lado dos esculturas en mármol de Carrara que representan a Isabel la Católica y Fernando el Católico, obras de José Panucci y Andrés Rodríguez, respectivamente. A derecha e izquierda de cada una de ellas hay dos grandes cuadros: uno sobre las Cortes medievales, en el momento en que la Reina Regente María de Molina presenta a su hijo el Infante don Fernando ante las Cortes de Valladolid, pintado por Antonio Gisbert; otro, de las Cortes de Cádiz, durante la celebración de la Sesión en la que los Diputados juran su cargo en 1810, obra de José María Casado del Alisal.

También, me sorprende que en tan señalada fecha no se interprete el Himno Nacional, primero porque el guión del evento lo demanda, y segundo porque contribuiría no solo a la solemnidad sino a los objetivos del acto. Los símbolos del Estado están precisamente para estas ocasiones.

El marco del hemiciclo es el adecuado, disponiendo a autoridades y diputados y senadores lugar entre las bancadas o buscando lugares especiales, reservando las tribunas para otros invitados, o bien mezclando. Está claro que los 1.500 invitados no entrarían, con lo cual si se estima conveniente su presencia pueden seguir la ceremonia desde los diferentes salones, hasta el momento de mezclarse tras el discurso, momento que parlamentariamente viene a denominarse el de los “corrillos”.

Presidentes entre macerosEl Presidente del Congreso durante su discurso, acompañado por el Presidente del Senado.

Por otra parte, la imagen del Presidente del Congreso durante su intervención quedaría más adecuada a los tiempos actuales, hablando desde la presidencia del Hemiciclo que desde el precioso Salón de los Pasos Perdidos, con los dos maceros de fondo que nos trasladan excesivamente una imagen no muy enlazada precisamente con el texto constitucional (deberían estar en un posición más abierta, para que no copen tanto la imagen principal). Con ello, no quiero decir que deba de prescindirse de la costumbre parlamentaria de la presencia de los maceros en estos actos solemnes. Debe respetarse esta tradición porque su presencia recuerda simbólicamente la autoridad suprema de los parlamentarios y su independencia frente al resto de los poderes.

El protocolo del acto

Banderas autonómicasAcceso al Congreso a través de la carpa.

Protocolariamente el acto ha sido correcto, aunque es difícil “lidiar” con tanta gente para tan poco espacio. En varias ocasiones he tenido la oportunidad de asistir a este acto y es cierto que intentar poner orden es tarea imposible. Por ello, es suficiente atender con más mimo el recibimiento que los dos presidentes dispensan en la puerta de Congreso a todos los invitados y que se reserven los puestos protocolarios en la zona de presidencia a los representantes de las principales instituciones del Estado y de las cámaras legislativas, y que el resto se ubique al libre albedrío. Para el acceso de invitados se habilitó una carpa desde la entrada de la Carrera de San Jerónimo hasta la puerta lateral de la calle de Floridablanca, donde lucía además de tres banderas nacionales, las enseñas de las 17 comunidades autónomas y las dos ciudades autónomas.

Lado Gobierno Los representantes de los poderes y otras autoridades a la derecha de la presidencia.

Lado MesasMiembros de las Mesas del Congreso y Senado.

En el centro de la presidencia se ubicaron los dos presidentes, tomando precedencia (lado derecho) el del Congreso, no solo porque está en su “casa” sino por ser el presidente de las Cortes Generales (cuando concurren conjuntamente Congreso y Senado). A la derecha, en dos filas, los presidentes de los otros poderes (Gobierno, Constitucional y Judicial) y los ministros por su orden, cerrando el Ministro de Sanidad, no por ser el último nombrado, sino porque en el ordenamiento de los ministerios ocupa la última posición. Detrás de ellos, los pocos presidentes autonómicos que acudieron (igualmente por su orden), seguido (porque no asistió ex presidente del Gobierno alguno) del Secretario General del Partido Socialista, que como máximo representante del grupo parlamentario no gobernante con mayor número de diputados, se le reservó el puesto de Jefe de la Oposición que prevé el artículo 10 del Real Decreto 2099/83 sobre Ordenación General de Precedencias en el Estado (de las pocas veces que se hace bien). El lado izquierdo quedó reservado para los vicepresidentes y secretarios que componen las Mesas del Congreso y Senado. Sigue así el Congreso su práctica de distinguir mediante espacios a las autoridades externas, y las internas, en una decisión muy acertada.

Supongo que habrá razones presupuestarias, pero al Congreso le hace falta un atril renovado, acorde con el entorno, más funcional y discreto (y con algo más de gusto). Seguro que cuando la economía lo permita será cambiado. La ceremonia consistió únicamente en el discurso pronunciado por el Presidente del Congreso.

Como recuerdo de este año queda la iluminación de la fachada principal del edificio, que se inauguró la noche anterior, y que fue financiada por la empresa Iberdrola.

Congreso iluminado

Honores a la bandera en la Plaza de Colón

Como también es tradicional, dos horas antes del acto del Congreso, a las 10.00 h, los presidentes del Congreso y Senado presidieron en la plaza de Colón el solemne acto de izado de la bandera de España, una enseña de nada menos 300 metros cuadrados de superficie y que entre numerosos militares fueron izando a los acordes del Himno Nacional.

Revista Presidentes

Compañía buena

Comenzó este homenaje con la formación de la compañía mixta que rendía honores (ejércitos de Tierra, Mar y Aire, más Guardia Civil). Tras la llegada de los presidentes del Congreso y Senado, accedieron al podio para recibir los honores militares que les corresponde, y posteriormente pasaron revista a la tropa. Seguidamente se izó la gran enseña, ya emblema de Madrid, y que periódicamente es cambiada de forma solemne. Hasta no hace mucho, en cuatro ocasiones al año: 15 de mayo (San Isidro), 24 de junio (onomástica del anterior Rey de España), 12 de octubre (Fiesta Nacional) y 6 de diciembre (Día de la Constitución). La del 24 de junio se cambiará por el 19 del mismo mes, aniversario de la proclamación del rey Felipe VI, y la del 12 de octubre se hace días antes de forma más discreta, pues el homenaje a la bandera en ese día se traslada al lugar donde se celebra el desfile.

Ver ceremonia completa:

Crónica y análisis de la sucesión al Trono de España

Familia Real balcón

La actual Familia Real saluda desde el balcón de Palacio Real tras la proclación en el Congreso de los Diputados.

España tiene desde las 00.00 horas del día 19 de junio de 2014 nuevo Rey, Felipe VI, hasta ese momento Príncipe de Asturias, hijo de los reyes don Juan Carlos y doña Sofía, y el primero que alcanza esa condición con la Constitución de 1978. Pasadas las 10.45 horas de ese día festivo en Madrid (Corpus Christi) era, además, proclamado como tal tras jurar ante las Cortes Generales la mencionada Carta Magna. Lo hacía con uniforme de Gran Etiqueta de Capitán General del Ejército de Tierra, acompañado de su esposa, la reina doña Letizia, dignidad que alcanza por consorte, vestida elegantemente de corto, y de las hijas de ambos, la nueva Princesa de Asturias, doña Leonor, y la infanta doña Sofía. Juraba ante un ejemplar de la Constitución abierto por el capítulo de la Corona, en presencia de diputados y senadores, poderes del Estado, presidentes de comunidades autónomas y otras autoridades y personalidades de nuestro país.

  1. La abdicación

Firma abdicación2 Firma por el rey don Juan Carlos de su abdicación.

Rey y Rajoy entrega abdicaciónEl Rey entrega en su despacho el documento firmado de su abdicación al Presdiente del Gobierno.

El proceso se inició para sorpresa general el 2 de junio, a las diez y media de la mañana, cuando el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, anunciaba, desde el Palacio de La Moncloa, a la nación la decisión Real: “Su Majestad el Rey Don Juan Carlos acaba de comunicarme su voluntad de renunciar al trono y abrir el proceso sucesorio. Los motivos que han llevado al Rey a tomar esta decisión es algo que Su Majestad desea comunicar personalmente a todos los españoles a lo largo de esta misma mañana”.

Algunas voces críticas se alzaron contra la forma de presentar públicamente esta importante decisión, al parecer ya tomada desde primeros de años. Algunos políticos, como el ex presidente del Gobierno, Felipe González, consideraron que dicho anuncio debiera haber sido realizado de forma directa por el propio don Juan Carlos: “Me hubiera gustado oír directamente al Rey (…) El acto de abdicación es personal y corresponde al Rey”. Como obviamente no hay normativa alguna al respecto, ni tampoco costumbres a las que acogerse, nada se puede decir al respecto, pero considero que una decisión tan histórica y trascendental debiera haber sido realizada en primer término por el propio Monarca.

Rey-discurso-03Lunes, 2 de junio de 2014. El Rey explica los motivos de su abduicación. Casi tres horas antes lo había anunciado el Presidente del Gobierno en una comparecencia ante los medios en el Palacio de La Moncloa.

El hoy rey honorífico compareció a las 13.05 horas, en una corta alocución de seis minutos, grabada en su despacho, una cuota de pantalla televisiva del 79,3 %, con una puesta en escena poco cuidada en su conjunto –no solo por rancia y antigua, sino por su mala realización y producción- y no acorde a la solemnidad propia de un momento excepcional que ha dado la vuelta al mundo y que quedará como documento gráfico imprescindible de la historia moderna de nuestro país. Sólo algunos detalles escaparon a esa escenografía que recordaba décadas anteriores: una fotografía de don Juan Carlos con don Felipe y doña Leonor y otra del propio Rey con su padre, el ya fallecido Don Juan. Sobre la mesa un ejemplar de la Constitución y a su derecha, las banderas de España y Europa. La mala iluminación puso al resto a un marco que merecía otro tratamiento. Habiéndose tomado la decisión en enero, hubo tiempo sobrado para pensar muy bien en qué entorno debía producirse este último discurso del Rey que pilotó la llegada de la democracia a España.

La puesta en escena era definida así por la periodista especializada en casas reales del diario El País, Mabel Galaz: “Don Juan Carlos lleva muchos años enviando mensajes a través de las fotos que aparecen en su mesa cuando pronuncia sus tradicionales discursos navideños. En el último ha elegido una imagen de miembros de la Asociación de Víctimas del Terrorismo (AVT); el año que nació la infanta Leonor, ella fue la protagonista; como los Príncipes ocuparon el lugar de honor el año de su boda. Este lunes, ha tenido a su espalda el cuadro que Jean Ranc hizo de Felipe de Borbón, futuro duque de Parma; a su derecha lucían dos banderas: la de España y la de la Unión Europea; y a la izquierda, dos fotos con gran significado, que elegidas como fondo a su discurso de renuncia, adquieren un importante valor. Junto a don Juan Carlos ha habido una imagen con su padre, el fallecido conde de Barcelona, y, al lado, otra más reciente en la que aparece con el príncipe Felipe y su primogénita, la infanta Leonor. De esta manera y en solo dos instantáneas ha quedado reflejada en la escena televisiva la continuidad de la Corona, la línea de sucesión que ya está hace tiempo asegurada, lo que ha permitido el relevo”.

Don Juan Carlos afirmó ante la cámara: “Cuando el pasado enero cumplí 76 años consideré llegado el momento de preparar en unos meses el relevo para dejar paso a quien se encuentra en inmejorables condiciones de asegurar esa estabilidad. El Príncipe de Asturias tiene la madurez, la preparación y el sentido de la responsabilidad necesarios para asumir con plenas garantías la Jefatura del Estado y abrir una nueva etapa de esperanza en la que se combinen la experiencia adquirida y el impulso de una nueva generación. Contará para ello, estoy seguro, con el apoyo que siempre tendrá de la Princesa Letizia. Por todo ello, guiado por el convencimiento de prestar el mejor servicio a los españoles y una vez recuperado tanto físicamente como en mi actividad institucional, he decidido poner fin a mi reinado y abdicar la Corona de España, de manera que por el Gobierno y las Cortes Generales se provea a la efectividad de la sucesión conforme a las previsiones constitucionales. Así acabo de comunicárselo oficialmente esta mañana al Presidente del Gobierno”.

Más de dos horas y media pasaron entre el anuncio del Presidente y el mensaje del Monarca, desfase horario que también ha sido objeto de críticas. ¿Qué razones hubo para demorar las esperadas explicaciones del Jefe del Estado? Siempre quedará la duda, pero en fuentes próximas a la Casa de S.M. se nos indicó en su momento que era prudente valorar previamente las reacciones que se estaban suscitando en la calle. Durante casi tres horas todo el país sabía que el Rey había abdicado pero no sus razones (previsibles por otra parte). Histórica fue la decisión, tanto que la mayoría de los medios nacionales lanzaron ediciones especiales vespertinas, algo que ya prácticamente se nos había olvidado. Hubo diferentes encuestas virtuales promovidas a través de sus webs por los medios de comunicación. Un ejemplo fue la encuesta del diario 20 minutos en la que participaron 7.877 internautas. De ellos 4.403 (56 %) respondían a la pregunta “¿Ha hecho bien el rey presentando su abdicación?” con un “sí, no está en las mejores condiciones para ser rey”, 410 (5%) que “no, debería haber aguantado más”) y 3.064 (39 %) que “debería haber considerado otras opciones, como una consulta popular”.

  1. La Ley orgánica y su aprobación por Las Cortes

Tras el anuncio y las lógicas reacciones que rompieron todas las programaciones mediáticas y se convirtieron en el monotema, se abría un proceso que algunos criticaron por no haberse realizado antes. La Ley Orgánica que debía conducir el proceso de abdicación y que preveía el artículo 57.5 de la Constitución de 1978 (“Las abdicaciones y renuncias y cualquier duda de hecho o de derecho que ocurra en el orden de sucesión a la Corona se resolverán por una ley orgánica”) no estaba lista –pese a los años transcurridos-, por lo que al día siguiente el Consejo de Ministros hubo de reunirse en sesión extraordinaria y urgente para aprobar el proyecto de Ley que debían aprobar el Congreso y el Senado. El día 11 de junio el Congreso la aprobaba con 299 votos a favor (85,4 %) gracias al apoyo de diputados de PP, PSOE, UPyD, UPN y Foro Asturias, 19 en contra (Izquierda Plural, ERC, BNG, Compromís y Geroa Bai y Nueva Canarias) y 23 abstenciones (CIU, PNV y CC). Amaiur se ausentó de la votación. El 17 de junio fue el Senado quien aprobaría definitivamente la Ley con un respaldo del 89 por ciento. Votaron a favor 233 senadores (PP, PSOE, PSC, UPN), 5 en contra (IU, ICV y ERC) y 20 abstenciones (CIU, PNV y CC).

El texto de la Ley sorprendió a muchos por la brevedad de su articulado. Tras el prólogo, la norma comprendía un artículo único y una disposición final, cuyo texto quedó así:

“Artículo único.

Abdicación de Su Majestad el Rey Don Juan Carlos I de Borbón.

1.Su Majestad el Rey Don Juan Carlos I de Borbón abdica la Corona de España.

2.La abdicación será efectiva en el momento de entrada en vigor de la presente ley

orgánica.

Disposición final única.

Entrada en vigor.

La presente ley orgánica entrará en vigor en el momento de su publicación en el

Boletín Oficial del Estado”.

Dicha Ley, preceptiva para que el nuevo Rey pudiera acceder a la Corona, se publico en el Boletín Oficial del Estado, número 148, Sec. I. Páginas 46396, 46397 y 46398, el día 19 de junio, el mismo día de la proclamación don Felipe VI, evitándose de esta manera un vacío en la titularidad de la Corona que hubiera obligado a la designación por las Cortes de una Regencia.

En paralelo a esta tramitación, el Consejo de Ministros en su sesión de 13 de junio aprobaba un Real Decreto que modifica el actualmente vigente desde 1987 sobre Régimen de títulos, tratamientos y honores de la Familia Real y de los regentes, con el fin de otorgar un tratamiento singular al Rey que, voluntariamente, pone fin a su reinado y a la Reina Consorte.

A tal efecto, en el Real Decreto del 6 de noviembre de 1987 sobre Régimen de títulos, tratamientos y honores de la Familia Real y de los regentes se añade una disposición transitoria cuarta que dice:

“Disposición transitoria cuarta:

Don Juan Carlos de Borbón, padre del Rey Don Felipe VI, continuará vitaliciamente en el uso con carácter honorífico del título de Rey, con tratamiento de Majestad y honores análogos a los establecidos para el Heredero de la Corona, Príncipe o Princesa de Asturias, en el Real Decreto 684/2010, de 20 de mayo, por el que se aprueba el Reglamento de Honores Militares.

Doña Sofía de Grecia, madre del Rey Don Felipe VI, continuará vitaliciamente en el uso con carácter honorífico del título de Reina, con tratamiento de Majestad y honores análogos a los establecidos para la Princesa o el Príncipe de Asturias consortes en dicho Real Decreto.

El orden de precedencia de los Reyes Don Juan Carlos y Doña Sofía en el Ordenamiento General de Precedencias del Estado, aprobado por el Real Decreto 2099/1983, de 4 de agosto, será el inmediatamente posterior a los descendientes del Rey Don Felipe VI”.

  1. La ceremonia de sanción y promulgación de la Ley 

Global

Acto de la firma de la Ley de Abdicación celebrado en el Salón de Columnas de Palacio Real.

La Ley Orgánica 3/2014, de 18 de junio, por la que se hace efectiva la abdicación de Su Majestad el Rey Don Juan Carlos I de Borbón, fue sancionada por el Rey y refrendada por el Presidente del Gobierno en el transcurso de una ceremonia celebrada en el Salón de Columnas de Palacio Real, el mismo día 18 de junio. Fue breve, pero solemne y con fases emotivas, aunque en su conjunto algo fría y de escasa solemnidad, aunque con bonitos gestos como la cesión de la silla de don Juan Carlos a don Felipe, haciendo visible así su plena voluntad y conformidad con el relevo. Protocolariamente la ceremonia fue correcta, bien medida y calculada, aunque no exenta de algunos detalles mejorables.

Se inició a las 18.00 horas. Minutos antes, los Reyes, Príncipes de Asturias y sus hijas, fueron recibidas en la Puerta del Príncipe de Palacio por el presidente del Consejo de Administración del Patrimonio Nacional, José Rodríguez-Spiteri, responsable de la gestión de la sede oficial de la jefatura del Estado. Posteriormente, se dirigieron a la Saleta Gasparini donde los miembros de la Familia Real recibieron el saludo de los presidentes del Gobierno, Congreso, Senado, Tribunal Constitucional y Consejo General del Poder Judicial.

En el interior del Salón de Columnas se encontraban ya los más de 160 invitados que tuvieron ocasión de presenciar el último acto oficial del rey don Juan Carlos. Comenzó la ceremonia con la interpretación del Himno Nacional, que fue seguido por el anuncio a cargo del jefe adjunto de Protocolo de la Casa de S.M., Gabriel Sistiaga, de la lectura de la Ley Orgánica por el subsecretario de la Presidencia, Jaime Pérez Renovales (hay quien consideró que este documento debiera haber sido leído por el Ministro de Justicia, en calidad de Notario Mayor del Reino, lo que hubiera dado más solemnidad al momento). Seguidamente, sobre una mesa dispuesta a tal fin, el Rey firmó el documento (sanción) y a continuación el Presidente del Gobierno (refrendo). De nuevo volvió a sonar el Himno Nacional.

Ceremonia Salón de Columnas

 Salón de Columnas de Palacio Real. Ceremonia de sanción de la Ley de abdicación

El protocolo para los reyes y príncipes se adaptó al tipo de acto. En cuatro sillas iguales (un poco más elevada la de don Juan Carlos por sus problemas físicos) situadas en la cabecera del salón, sin mesa alguna por el medio, se ubicaron en las dos centrales el Rey (derecha) y el Príncipe (izquierda). La Reina de esta forma cedía su puesto número dos a favor del sucesor. La presidencia quedaba conceptualizada en dos partes, la derecha para los Reyes y la izquierda para los futuros Reyes. Tanto don Juan Carlos como don Felipe acudieron vestidos de traje oscuro, colgando del ojal de sus solapas la versión propia para estas vestimentas del Toisón de Oro. Ninguna condecoración más. En un acto de este tipo, era muy importante hacer valer la Orden propia de los borbones españoles, una de las más reconocidas del mundo. Don Felipe ya portaba la correspondiente a Gran Maestre, mientras que don Juan Carlos la de Caballero, cuestión que ya ponía de manifiesto que el Rey había pasado la titularidad de la Orden a su hijo.

Comparativa Toisones

 En esta imagen pueden observarse cómo el Toisón de Oro que lleva don Juan Carlos corresponde a la categoría de Caballero y la de don Felipe de Gran Maestre.

Poderes Estado Abdicación

 Los presidentes de los diferentes poderes del Estado en la ceremonia del Salón de columnas, con la esposa del Presidente del Gobierno.

A la derecha de la presidencia, lateralizadas, seis sillas que ocuparon (y en este orden) el Presidente del Gobierno, su esposa, y los presidentes del Congreso, Senado, Tribunal Constitucional y Consejo General del Poder Judicial (que lo es también del Tribunal Supremo). Ha sido criticada en diferentes sectores la presencia en el acto de la esposa del Presidente del Gobierno, Elvira Fernández, única consorte de todos los invitados (a excepción de la Familia Real). Aunque se pretenda ver con ojos de cortesía, no se justifica su presencia, más cuando el resto de los presidentes no fueron invitados con consorte. ¿Qué sentido tiene entonces? ¿Por qué uno sí y el resto no? Tampoco los otros asistentes acudieron con su pareja (salvo la propia Familia Real y del Rey, y la Alcaldesa de Madrid y su esposo, José María Aznar, que lo hacía en calidad de ex presidente del Gobierno). Criticable en cualquier caso la presencia de la señora de Rajoy que traslada la idea de un papel que la ha situado al nivel de los consortes de la Familia Real y del Rey.

Ubicación Familia Real y Familia del Rey

A la derecha de la imagen la Princesa de Asturias y las infanta doña Sofía y doñla Elena, en primera fila. En segunda, las infantas doña Pilar y doña Margarita con su esposo. En tercera fila, los infantes de gracia, don Carlos de Borbón-Dos Sicialias, con su esposa, y la infanta doña Alicia de Bordón-Parma.

A la izquierda de la presidencia, se ubicaron en sendas sillas las infantas doña Leonor, doña Sofía y doña Elena, en ese orden. Por detrás de ellas, las infantas hermanas de don Juan Carlos, doña Pilar y doña Margarita, ésta con su esposo, Carlos Zurita. En una tercera fila estaba el infante de gracia, don Carlos de Borbón-Dos Sicilias y su esposa, doña Ana de Orleans, y la infanta de gracia doña Alicia de Borbón-Parma y Habsburgo-Lorena (duquesa viuda de Calabria, padre del actual duque don Carlos y tía de don Juan Carlos).

Firm Rey con escribanía

 El Rey sanciona la Ley de abdicación. La escribanía tapa el documento, obligando a la realización televisiva a buscar otros planos más ladeados.

Firma RajoyEl Presidente del Gobierno refrenda la Ley de abdicación.

Entre la presidencia y los representantes de los poderes, frente a los invitados, se dispuso una mesa, sobre la que estaba preparada la carpeta con el documento a firmar y un juego de escribanía a nuestro juicio innecesario y, además, molesto, pues tapaba varios tiros de cámara el momento de la firma. Hubiese quedado más vistoso sin él, dejando solamente el documento. Siempre decimos en protocolo que cualquier elemento que no signifique nada y, además, desvíe la atención de lo realmente importante debe eliminarse. En este caso, más que nunca dicho juego de escribanía sobraba.

Tras la mesa, las bandera de España y Europa, en lugar relevante, y a la derecha de éstas y por detrás de los presidentes de los poderes, las banderas autonómicas españolas en orden lineal, siguiendo los criterios de antigüedad de sus estatutos de autonomía. El atril desde el que se leyó el texto de la nueva Ley por parte del jefe adjunto de protocolo de la Casa de S.M., Gabriel Sistiaga, se situó a la izquierda de las infantas, esquinado y mirando hacia la Presidencia. En esta misma zona se ubicaron los tres altos cargos de la Casa de S.M.: el Jefe, el Secretario General y el Jefe del Cuarto Militar.

Frente a la presidencia, e igualmente sentados en sillas dispuestas en dos zonas separadas por un pasillo, se ubicaron los 160 invitados institucionales pertenecientes al Gobierno, Comunidades Autónomas, ex presidentes del Gobierno, Congreso y Senado, ponentes de la Constitución, autoridades, caballeros de la Orden del Toisón de Oro, Reales Academias y organizaciones empresariales y sindicales, entre otros ámbitos, según datos ofrecidos por el servicio de prensa de la Casa de Su Majestad. A todos ellos, los Reyes saludaron uno a uno al término del acto en la saleta Gasparini.

AbrazoEl Rey da un abrazo a su hijo tras firmar la Ley de Abdicación.

Durante este acto se produjeron pequeños gestos muy simbólicos que conviene resaltar, dado que este tipo de ceremonias y con esta Familia Real se esconden en ocasiones numerosos gestos i detalles muy significativos. Destacamos algunos de ellos:

  • El Rey don Juan Carlos quiso que durante la firma estuvieran de fondo las banderas de las comunidades autónomas.
  • El Rey don Juan Carlos no lució en su ojal la insignia de Gran Maestre de la Orden del Toisón de Oro, que corresponde a soberanos, sino que lució la de Caballero. Fue don Felipe, todavía Príncipe, quien portó la de Gran Maestre y no la de Soberano. Eso indicaba que el Monarca ya había dado el relevo.
  • Tras la firma de abdicación, don Juan Carlos quiso hacer visible la sucesión, cediendo la silla prioritaria que había ocupado hasta ese momento a don Felipe, haciéndolo con gesto muy evidente. Se consumaba así el último acto del Rey titular. Había firmado la abdicación y aunque no entrara en vigor hasta la medianoche, quiso adelantar plásticamente el hecho ante las cámaras del mundo entero.
  • Padre e hijo se fundieron en un cariñoso abrazo, con un don Juan Carlos que no pudo ocultar su emoción, mientras los invitados de pie aplaudían en homenaje al que fuera Rey durante 39 años.
  • En los gestos de afecto no faltaron los besos, primero a doña Sofía (previo al abrazo con su hijo), doña Sofía a don Felipe y tras aviso al oído de don Juan Carlos a las nietas del Rey (momento en el que se produjo la anécdota de esa media caída hacia la silla). Algunos medios advirtieron del olvido del Monarca de dirigirse hacia doña Letizia. De hecho, la revista Vanitas Vanitatis titulaba: “El Rey don Juan Carlos desaira a Letizia en la ceremonia de abdicación en Palacio”. Lo cierto es que revisando varias veces los videos resulta muy evidente.

Ver ceremonia completa en: https://www.youtube.com/watch?v=KmGYEF9A8K8

  1. La imposición del fajín

Fajín

 El rey don Juan Carlos impone el fajín al re don Felkipe VI en el Palacio de La Zarzuela.

El día 19 de junio, ya en vigor la nueva Ley Orgánica de Abdicación, se celebró la solemne sesión de proclamación del nuevo Rey. Antes, a las 09.30 horas, en el Palacio de La Zarzuela en el que ya ondeaba el nuevo estandarte real (que una parte seguirá siendo residencia de los reyes honoríficos y otra el despacho oficial de don Felipe), se celebró la sencilla ceremonia de imposición del fajín de Capitán General al nuevo Rey por don Juan Carlos.

Acudieron el Ministro de Defensa (Pedro Morenés Eulate), acompañado por el Jefe del Estado Mayor de la Defensa (Almirante general de la Armada, Fernando García Sánchez) y los jefes de Estado Mayor del Ejército de Tierra (General del Ejército, Jaime Domínguez Buj), Armada (Almirante General de la Armada, Jaime Muñoz-Delgado y Díaz) y Aire (General del Aire, Francisco Javier García Arnaiz) y el director general de la Guardia Civil (Arsenio Fernández de Mesa Díaz del Río), quienes esperaban en una línea protocolaria la entrada de Sus Majestades. Accedieron –sin saludar- en primer lugar la infanta doña Elena, acompañada de su hijo Froilán, seguidos de la reina doña Sofía y la reina doña Letizia y sus hijas, que ocuparon todos ellos un lugar especial.

Se anunció a continuación: “Sus Majestades la Reyes”, primera vez que hubo oportunidad de escuchar tal expresión, dirigida a los dos reyes que tiene España, el titular de la Corona y el honorífico. Accedió en primer lugar el Rey don Felipe, vestido de Gran Etiqueta del Ejército de Tierra, sin condecoración alguna más allá de las cuatro grandes cruces que lucía en su pecho, seguido del rey don Juan Carlos, vestido igualmente de Gran Etiqueta del Ejército de Tierra, con fajín de Capitán General y la banda correspondiente a la Gran Cruz de la Orden de Carlos III. Este se situó a la izquierda de su sucesor, mirando hacia los gráficos.

Fajín

Los reyes don Felipe VI y don Juan Carlos, mientras el General Jefe del Cuarto Militar anuncia la imposición del Fajín de Capitán General.

Tomó la palabra el General Jefe del Cuarto Militar, Antonio de la Corte García, Teniente General del Cuerpo General del Ejército de Tierra, que anunció: “Acto de imposición de la faja de Capitán General a S.M. el Rey don Felipe VI por S.M. el Rey don Juan Carlos. Que la Constitución Española, artículo 62, apartado h, corresponde al Rey el mando supremo de las Fuerzas Armadas. Que la Ley 39037 de la Carrera Militar, artículo 2, apartado 1, el Rey tiene el empleo de Capitán General del Ejército de Tierra, de la Armada y del Ejército del Aire, máximo rango militar que le corresponde en exclusiva como mando Supremo de las Fuerzas Armadas. A continuación S.M. el Rey don Juan Carlos va a imponer a S.M. el Rey don Felipe VI la faja de Capitán General”.

Tras estas palabras, ambos reyes se giraron hacia sí y quedando uno en frente del otro, don Juan Carlos colocó la faja roja de Capitán General a don Felipe. Se fundieron de nuevo en un abrazo. El rey don Juan Carlos le estrechó la mano y e inclinó ligeramente la cabeza ante su hijo. Se esperaba por parte de algunos que el Rey honorífico se cuadrara y saludara militarmente, pero es obvio que ese gesto no se iba a producir porque se trataba de dos capitanes generales, uno ya en activo y el otro en la reserva (pero manteniendo la condición de capitán general honorífico). Por ello, el simple gesto de una leve inclinación de cabeza era suficiente para visualizar el cambio. Normalmente, en este tipo de imposiciones quien recibe la faja saluda militarmente y se cuadra ante quien lo impone, porque suele ser un superior, pero no era el caso. Por lo tanto, pensamos que esa leve inclinación de cabeza fue testimonialmente suficiente.

Saludo fajín

 El rey don Felipe saluda a su esposa, mientras el rey don Juan Carlos hace lo propio con el Ministro de defensa.

Tras el brevísimo acto (apenas tres minutos), don Felipe acudió a saludar a su esposa, hijas, madre y hermana, mientras que don Juan Carlos saludaba al Ministro de Defensa, y resto de autoridades antes citadas.

Foto_militar_faji_n Los reyes con la cípula militar tras la imposición del Fajín, con un protocolo incorecto.

Seguidamente, don Felipe saludó a las citadas autoridades con quienes posó para una nueva fotografía histórica, cuyo protocolo fue erróneo, ya que el Ministro debiera colocarse a la derecha de don Felipe. Al ser número impar, y estar en el centro por su orden los dos reyes, el Ministro debería haberse quedado a la derecha del nuevo Rey, y el Jefe del Estado Mayor de la Defensa a la izquierda de don Juan Carlos y así sucesivamente. Pero el resultado final fue este pequeño líoal que tampoco contribuyó en resolver ni los servicios de protocolo de la Casa de S.M., ni el propio director general de la Guardia Civil:

Ver ceremonia completa en: https://www.youtube.com/watch?v=bhWkyD6hHJU

  1. La solemne proclamación ante las Cortes Generales

Tras la imposición del fajín, los nuevos reyes y sus hijas subieron a los coches que escoltados por la Guardia Real motorizada debían trasladarlos hasta el Congreso de los Diputados. Este es el croquis de la caravana que nos han facilitado desde Protocolo de La Zarzuela:

Caravana motorizadaCroquis de la caravana real para el itinerario entre Palacio de la Zarzuela y el Congreso de los Diputados.

El coche principal en el que viajaban los reyes, un Rolls-Royce Phantom IV, de color negro, propiedad actualmente de Patrimonio Nacional, y uno de los 18 construidos por la célebre empresa para miembros de la realeza y jefes de Estado, ya portaba el guión del nuevo Rey, una bandera pequeña con fondo rojo carmesí, color tradicional de la monarquía española, y sobre ella el escudo de armas de don Felipe, aprobado por el Real Decreto 527/2014,de 20 de junio, por el que se crea el Guión y el Estandarte de Su Majestad el Rey Felipe VI y se modifica el Reglamento de Banderas y Estandartes, Guiones, Insignias y Distintivos, aprobado por Real Decreto 1511/1977, de 21 de enero. Este nuevo Real Decreto entró en vigor al mismo tiempo que la Ley Orgánica de Abdicación, aunque se publicara en el BOE dos días después. El escudo es similar al de don Juan Carlos, salvo que desaparecen el yugo y las flechas de los Reyes Católicos y la Cruz de Borgoña, por ser éstos símbolos propios utilizados por el anterior Rey.

Tribuna Real

 Tribuna Real ocupada por doña Sofía y doña Elena, en el momento en que el nuevo Rey le dedicó un homenaje en su discurso.

Previamente a la llegada de la caravana de los nuevos reyes, lo hacía la propia de la reina doña Sofía, acompañada en este trayecto desde La Zarzuela por su hija la infanta doña Elena (don Juan Carlos por expreso deseo suyo y argumentando que pretendía con ello dar todo el protagonismo a don Felipe, no acudió). Viajaron sin escolta de honor alguna. La reina doña Sofía y la infanta doña Elena y su hijo Froilán accedieron por la puerta de Floridablanda, donde fueron recibidas por personal de protocolo (creo que como reina honorífica debiera haber sido recibida por los presidentes del Congreso y Senado, Jesús Posada y Pío García Escudero, respectivamente), quienes fueron acompañadas hasta la Tribuna Real o Tribuna del Reloj, situada en la franja central del piso superior del hemiciclo, frente a la presidencia. A su derecha se encontraban ya las hermanas del Rey y en otro palco próximo los padres de doña Letizia, así como todos los asistentes.

Llegada coche

 Coche en el que viajron los reyes hasta el Congreso de los Diputados portando el nuevo guión real.

Podio buenoPodio de honor a la llegada de los reyes y sus hijas al Copngreso de los Dipoutados, desde el que siguieron el Himno Nacional.

Minutos antes de las diez y media llegaba la caravana real. Los Reyes, la Princesa de Asturias y la infanta doña Sofía fueron recibidos a su llegada por el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, y el jefe de Estado Mayor de la Defensa, Fernando García Sánchez. Un batallón de honores compuesto por escuadra de gastadores, bandera, banda y música y cuatro compañías de los tres ejércitos (Ejército de Tierra, Armada y Ejército del Aire) y de la Guardia Civil, mandadas por un teniente coronel del Ejército del Aire, rindió honores. Los Reyes se subieron al podio dispuesto a tal efecto, quedando fuera de él y a su derecha la Princesa y su hermana, y la izquierda el Presidente del Gobierno y el Jefe del Estado Mayor de la Defensa. Tras interpretarse el himno nacional en su versión completa (52 segundos), primera vez que en su honor se hacía, el Rey recibió novedades y pasó revista a las tropas.

Se constituyó una Agrupación de Honores compuesta por un Batallón Mixto de honores (414 efectivos), dispuesto en la Carrera de San Jerónimo, y una Unidad tipo Batallón Mixto (380 efectivos) para cubrir carrera, además una Unidad de Música del Ejército de Tierra participó en los actos dentro del Congreso para interpretar el himno nacional, vestidos con uniforme de época, lo que supuso la participación de un total de 854 militares y guardias civiles. Los Batallones Mixtos estuvieron compuestos por cuatro Compañías de los Ejércitos de Tierra, Aire, la Armada y Guardia Civil. El Mando del Batallón Mixto de honores, la Bandera, Escuadra de Gastadores y Banda y Música pertenecían al Ejército del Aire.

Las Compañías pertenecían al Regimiento “Inmemorial del Rey” nº 1 del Ejército de Tierra, a la Agrupación de Infantería de Marina de Madrid de la Armada, al Grupo de Seguridad del Ejército del Aire, al Grupo de Reserva y Seguridad nº 1 de la Guardia Civil. También cubrió la carrera el Escuadrón de Caballería de la Agrupación de Reserva y Seguridad, de la Guardia Civil.

Posado a la llegada

 Los Reyes y sus hijas tras saludar a los presidentes del Congreso y del Senado, posan para los medios de comunicación junto al Presidente del Gobierno en la Puerta de los Leones.

Después de los honores militares, los presidentes del Congreso y del Senado recibieron al Rey, la Reina, la Princesa de Asturias y la infanta doña Sofía, quienes accedieron al Congreso por la Puerta de los Leones.  En el Salón de Isabel II, fueron saludados por el presidente del Tribunal Constitucional, Francisco Pérez de los Cobos, y el presidente del Tribunal Supremo y del Consejo General del Poder Judicial, Carlos Lesmes, y en el Salón de los Pasos Perdidos, por los miembros de las Mesas de ambas Cámaras y a continuación los ministros del Gobierno, por su orden.

Según la crónica realizada por la propia Casa de S.M., se formó a las 10.37 h seguidamente el cortejo de entrada al hemiciclo, formado por los maceros de las Cortes Generales, las mesas del Congreso y Senado, los presidentes del Tribunal Constitucional y del Tribunal Supremo y Consejo General del Poder Judicial, los presidentes del Congreso y Senado, el presidente del Gobierno, y los Reyes seguidos de sus hijas.

Presidencia completa

 Presidencia de la Ceremonia

Protocolo presidencia

Protocolo para la presidencia en el Congreso de los Diputados

El cortejo entró en el hemiciclo y se situó en los sillones centrales, según puede verse en el croquis: a la izquierda de los Reyes, la Princesa de Asturias y la infanta doña Sofía, y a continuación, los presidentes del Tribunal Constitucional y del Consejo General del Poder Judicial; a la derecha de los Reyes, y en ese orden, los presidentes del Gobierno, Congreso y Senado. Las mesas del Congreso (derecha de los Reyes) y del Senado (izquierda) se ubicaron en una segunda línea formando una “L”. Detrás de la Familia Real y jubnto a la Mesa del Senado, se reservaron cinco sillas para el séquito de la Casa de S.M.: Jefe, Secretario General, Jefe del Cuarto Militar, Jefe de la Secretaría de SS.AA.RR. los Príncipes de Asturias y el Ayudante de Campo de turno.

Jura

 Momento de la jura por don Felipe VI.

El presidente del Congreso de los Diputados abrió la Sesión Solemne de Juramento y Proclamación, con un breve discurso al que siguió con el inicio de la fórmula: “Ruego a sus señorías que se pongan en pie. Señor, las Cortes Generales están reunidas para recibir el juramento que venís a prestar como Rey de España conforme al artículo 61 de la Constitución”. El Presidente del Congreso tomó la Constitución, abierta por el capítulo II de la Corona, y sosteniéndola con ambos manos la colocó en dirección a don Felipe, quien depositó su mano derecha sobre ella y pronunció la fórmula prevista: “Juro desempeñar fielmente mis funciones, guardar y hacer guardar la Constitución y las leyes y respetar los derechos de los ciudadanos y de las comunidades autónomas”.  Tras la jura de nuevo el Presidente del Congreso tomó la palabra y dijo: “Señor, las Cortes Generales acaban de recibir el juramento que Vuestra Majestad ha prestado. En cumplimiento de la Constitución queda proclamado Rey de España, don Felipe de Borbón y Grecia que reinará con el nombre de Felipe VI. ¡Viva el Rey! ¡Viva España”. Posteriormente, sonó el Himno Nacional. Finalmente, y tras colocarse un atril, el rey don Felipe VI pronunció su discurso. Un metro por delante estaba un mesa baja sobre la que reposaba un cojín en el que se dispusieron los símbolos reales: Corona y Cetro.

Ver acto completo: http://www.rtve.es/alacarta/videos/especiales-informativos/especial-informativo-proclamacion-sm-rey-felipe-vi-3/2623009/

Ellas

 La reina doña Letizia, la Princesa de Asturias y la infanta doña Sofía. Tras ellas parte del séquito de la Casa de Su Majestad.

El protocolo seguido para las primeras autoridades es merecedora de una reflexión. Durante varias jornadas, los responsables de protocolo de la Casa de S.M. el Rey, Presidencia del Gobierno y Presidencia del Congreso (quienes se ocuparon de la organización integral), venían estudiando la posible colocación de los representantes de los poderes del Estado, así como la etiqueta a seguir por las autoridades civiles presentes en el estrado. Ya había quedado definida la sugerencia a los diputados y senadores de que acudieran con traje oscuro y vestido corto (misma etiqueta para invitados), así como el chaqué para las personalidades que estuvieran en el estrado, rogándose a los miembros de las mesas que portaran las medallas del Congreso o del Senado. Hubo cierta resistencia por parte del Presidente del Congreso al uso del chaqué, pero la misma noche anterior cedió. Así los presidentes de los tres poderes, más el del Constitucional, acudieron con esta prenda. El Príncipe lo hizo vestido de uniforme de Gran Etiqueta del Ejército de Tierra (guerrera azul), portando colgada al cuello la insignia de Gran Maestre de la Orden del Toisón de Oro, la Gran Cruz de Carlos III (banda azul), así como las tres grandes cruces de los ejércitos. La Reina vestía un traje corto color blanco, diseño de Felipe Varela, y la princesa de Asturias y su hermana sendos vestidos iguales solo diferenciados en los colores: rosa y celeste, respectivamente, elaborados por las modistas de la comunidad del Principado de Asturias, Nieves García Torres y Teresa Fernández Castro (símbolo del guiño hacia Asturias, no solo por la Princesa, sino por la condición de ovetense y asturiana de la Reina).

El puesto ocupado por el Presidente del Gobierno fue objeto de bastantes discusiones, aunque finalmente se impuso el criterio de los “fontaneros” de Rajoy. Ocupó un lugar por delante del Presidente del Congreso, algo absolutamente inusual y desde nuestro punto de vista criticable. Admitiendo que excepcionalmente dejara su escaño habitual para subir a la presidencia en tan solemne ocasión, debería haberse sentado junto a los presidentes del Tribunal Constitucional y Consejo General del Poder Judicial, dejando solos en dos sillones a los presidentes anfitriones. De esta forma se hubiera evitado en las fotografías que la figura de Rajoy saliera entre el Rey y el Presidente del Congreso. Incluso se dio la desagradable circunstancia de que en varias imágenes el Presidente del Gobierno saliera con la Corona de fondo sobre la cabeza que lleva en su pectoral un macero del Congreso, como se aprecia en la foto:
Rajoy coronado

Imagen del Presidente del Gobierno durante el momento de la jura.

De hecho la broma tuvo sus titulares en redes sociales y en algún medio: “Rey proclamado, presidente coronado”. Una frase que no sólo tenía sentido en la imagen, sino en el excesivo protagonismo que en todo el proceso de la sucesión tomó protocolariamente el jefe del Ejecutivo. Si con el protocolo se pretende ordenar y definir el sentido correcto de lo que se pretende simbolizar en una ceremonia, la presencia de Rajoy por delante de los presidentes de las dos instituciones que en nombre de los ciudadanos proclaman al Rey (Congreso y Senado, en quien reside la soberanía popular), nos alimenta la idea de un relegamiento a la soberanía popular y una excesiva tutela por parte del gobierno en algo que corresponde exclusivamente a las cámaras legislativas. Un claro error de entendimiento de lo que debe ser el protocolo.

Concluida la Sesión, los Reyes y la Princesa de Asturias e Infanta doña Sofía abandonaron el Hemiciclo, precedidos por los maceros y seguidos de los presidentes del Congreso y del Senado. Se dirigieron al Salón de Pasos Perdidos, donde fueron saludados por los portavoces del Congreso y Senado, los presidentes de las Comunidades Autónomas y los ex presidentes de Gobierno.

Parada militar Presidencia del desfile tras la jura.

Tras la proclamación de Felipe VI, los Reyes, acompañados de la Princesa de Asturias y de la infanta doña Sofía, presidieron un desfile militar desde la escalera de la Puerta de los Leones. A su término, se dirigieron en coche desde el Congreso de los Diputados  hasta el Palacio Real de Madrid, escoltados por una sección de caballería de la Guardia Real, siguiendo la Carrera de San Jerónimo, Paseo del Prado, Calle de Alcalá, Gran Vía, Plaza de España y Plaza de Oriente. Durante todo el paseo a marcha lenta, miles de ciudadanos saludaron a los nuevos reyes. Los invitados al acto del Congreso se trasladaron en autobuses, siguiendo otro itinerario, con el fin de asistir a la Recepción.

Recorrido coche

 Recorrido en coche descubierto desde el Congreso hasta Palkacio Real. Junto al vehículo el guardia real que porta el guión del nuevo Rey.

El croquis oficial de la caravana que trasladó a los reyes (esta vez en Rolls Royce descapotable) hasta Palacio Real fue el siguiente:

Caravana Escuadrón Real

 Croquis oficial de la caravana real entre el Congreso y Palacio Real.

El Rey, la Reina, la Princesa de Asturias, la Infanta doña Sofía, el Rey don Juan Carlos y la Reina doña Sofía saludaron desde el balcón del Palacio Real de Madrid a los numerosos ciudadanos que se congregaron en la Plaza de Oriente. Un balcón del que pendía un gran repostero con el nuevo escudo de armas del Rey sobre fondo rojo carmesí, remarcado por una decoración vegetal verde muy desafortunada.

Reyes balcón solos

 Los nuevos reyes saludan al público congregado en la Plaza de Oriente, desde el balcón de Palacio real.

El protocolo para este saludo respondió a la siguiente secuencia:

  1. Salida del Rey (imagen solo).
  2. Salida de la Reina (imagen con ambos, en la que no faltó el beso).
  3. Salida de la Princesa de Asturias y la infanta doña Sofía (imagen de los cuatro).
  4. Salida de los reyes honoríficos, don Juan Carlos y doña Sofía (imagen de la Familia Real actual). Besos y abrazos entre todos.
  5. Retirada de los reyes honoríficos.
  6. Retirada de la Princesa de Asturias e Infanta Sofía.
  7. Retirada de la Reina (quedó el Rey solo que aprovechó para llevarse la mano al corazón).
  8. Retirada del Rey.
  9. Cierre del balcón

Besamanos Gasol

 Saludo en la Refepción Oficial ofrecida en Palacio y que puso fin a los actos con motivo de la proclamación. El jugador de balocnesto, Pau Gasol estrecha la mano de don Felipe. Como él, otros tres mil invitados.

Los actos finalizaron con una Recepción Oficial que los Reyes ofrecieron en el Palacio Real y a la que asistieron casi tres mil personas, representantes institucionales y de la sociedad española, a quienes saludaron, uno a uno, durante más de tres horas, en el Salón del Trono. En el saludo a las primeras autoridades participó la Princesa de Asturias, pero luego se retiró. Los reyes honoríficios no participaron en la Recepción. Hubo personalidades no invitadas como por ejemplo el Presidente de la Comisión de Rectores de las universidades españolas que aún sigue preguntándose por las razones de tan singular olvido. Y por contra otros asistentes que aún muchos siguen preguntándose el por qué de su presencia. Los criterios puntuales de la selección no han trascendido más allá de la frase tópica: “una amplia representación de la sociedad española”.

Portada El PaísPortada del diario El País correspondiente el jueves 19 de junio y que de alguna forma resume lo que ese día histórico recogieron las primeras de los principales diarios españoles.

Protocolo y ceremonial para la Proclamación del Rey Felipe VI

rey-felipe-3-a

Rey y el Príncipe de Asturias juntos después de anunciarse la decisión de don Juan Carlos de abdicar la Corona en favor de su hijo. Ambos compartieron agenda en el Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, donde el soberano presidió una reunión del capítulo de la Orden de San Hermenegildo, creada hace dos siglos para premiar conductas militares ejemplares

 

Don Felipe de Borbón, como Felipe VI, asumirá, previsiblemente el próximo día 19 de junio, la máxima responsabilidad institucional como jefe del Estado español, en su condición de nuevo Rey. Ha de liderar desde su más alta función a “una generación más joven, con nuevas energías, decidida a emprender con determinación las transformaciones y reformas que la coyuntura actual está demandando y afrontar con renovada intensidad y dedicación los desafíos del mañana”, según señaló don Juan Carlos en el mensaje dirigido a la nación al anunciar su abdicación el pasado día 2 de junio.

 

El propio monarca que cesa añadía además: “El Príncipe de Asturias tiene la madurez, la preparación y el sentido de la responsabilidad necesarios para asumir con plenas garantías la jefatura del Estado y abrir una nueva etapa de esperanza en la que se combinen la experiencia adquirida y el impulso de una nueva generación. Contará para ello, estoy seguro, con el apoyo que siempre tendrá de la Princesa Letizia”.

 

Estas palabras del Rey, pronto “rey padre”, intentan marcar las pautas de un necesario nuevo estilo de reinar lo que influye directamente en el protocolo y el ceremonial, formalismos éstos a través de los cuales se da visibilidad a los actos públicos que vaya a desempeñar a partir de ahora y en definitiva a la imagen de la propia monarquía española. Desde esta óptica, y consideraciones políticas e institucionales al margen, tiene don Felipe su primera oportunidad de acreditar los indicios de ese nuevo estilo, en la ceremonia de juramento y proclamación ante las Cortes Generales.

 

Se habla estos días sobre el protocolo a seguir para este acto, el más importante de Estado. Apenas se conocen los detalles y lo poco que ha trascendido es fruto de un inicial briefing que desde el servicio de prensa de La Zarzuela se hizo este jueves con diferentes representantes de los medios de comunicación. Se ha dicho que no habrá la misa conocida como del Espíritu Santo, que en el caso de don Juan Carlos en 1975 se celebró en la Iglesia de los Jerónimos, que no habrá representaciones extranjeras ni de casas reales por problemas de capacidad en el hemiciclo del Congreso (fenomenal evitar toda esa pompa y gasto innecesario) y que el nuevo Rey acudirá de uniforme de Capitán General de las Fuerzas Armadas.

 

Tratamiento para el “Rey padre” y su precedencia

 

Por otra parte el Gobierno, siguiendo los deseos del nuevo Rey, establecerá mediante Real Decreto el tratamiento y dignidad que tendrá don Juan Carlos. Aunque nada ha trascendido de forma fiable, todo parece indicar que tanto el actual monarca como su esposa, la reina doña Sofía conservarán la dignidad de Rey (siempre hay que entenderlo como algo honorífico) y, en consecuencia, el tratamiento de Majestad/Majestades. Nos parece razonable, aunque desde el punto de vista jurídico probablemente discutible. Un Rey que dio a España una constitución democrática e impulsó la modernización de un país atrasado que venía de una aislada dictadura militar, que ha hecho encomiables servicios a la nación en sus 39 años de reinado, creemos que es digno de conservar su estatus de Rey, aunque sea de forma simbólica y no suponga ello la asunción de funciones específicas, más allá de las que el nuevo Jefe de la Casa Real disponga en la distribución de las tareas de representación y presencia pública de la Corona.

 

Es un acierto que don Juan Carlos renuncie al título de Conde de Barcelona, así como a cualquier otro que sea propio de Rey, evitando así confusiones y cerrando la disfunción histórica que, obligada por las circunstancias, se llevó a cabo con la figura del abuelo de don Felipe, don Juan de Borbón y su esposa, al reconocerle el uso de título de Conde de Barcelona. Sería oportuno en su momento establecer un título específico para el Rey abdicado, a los efectos de clarificar verbal y popularmente el estatus de uno y otro. Su tratamiento siempre sería de Majestad y la consideración de Rey a efectos de protocolo, pero se evitaría la duplicidad de nominaciones.

 

No adelantemos acontecimientos a la espera de la norma, pero de confirmarse esa consideración de Rey, ha de entenderse que en las precedencias del Estado tanto el Rey padre como la Reina madre irían por delante de la Princesa de Asturias, salvo que se modificara en sentido contrario en el Real Decreto 2099/1983. Resulta chocante que un rey honorífico y abdicado, tenga mayor precedencia que la heredera, la Princesa de Asturias (la edad actual no debe ser condicionante pues las normas se hacen con la perspectiva del tiempo).

 

1975-juramento-juan-carlos

 Jura de don Juan Carlos como Rey de España el 22 de noviembre de 1975.

Antecedentes próximos de la ceremonia

 

La ceremonia de proclamación y juramento es, pues, el primer indicio claro de cuál será el estilo de reinado del nuevo Monarca, si plenamente continuista o apuntará hacia cambios significativos. Sin irnos excesivamente atrás en la historia, donde poco podríamos sacar que sirviera para la España actual, partimos de la base de dos antecedentes. El primero, la propia proclamación de don Juan Carlos el 22 de noviembre de 1975 –estrictamente de Rey- y la segunda, el juramento del Príncipe de Asturias de la Constitución Española al cumplir los 18 años el 30 de enero de 1986. Ambas se celebraron en el mismo escenario, el estrado del Congreso de los Diputados, pero de desigual manera.

 

En el caso del acto de 1975 venía claramente condicionada por un régimen fruto de la dictadura franquista, en la que se impuso el ceremonial propio de una época donde la Regencia tras la muerte del general Franco fue asumida por los tres máximos representantes de Las Cortes, las Fuerzas Armadas y la Iglesia Católica. En esas circunstancias, ver jurar al Rey “por Dios y ante los Santos Evangelios” y uniformado de Capitán General del Ejército de Tierra no nos sorprendió. Bastante tenía ya con realizar el primer discurso que un monarca pronunciaba ante las Cortes tras su jura y hacerlo, además, reclamando justicia social, respeto a las singularidades territoriales españolas y a los intereses del pueblo y recordando la figura de su padre don Juan.

 

En un ceremonial condicionado y encorsetado, propio de la época, en el que lucieron sobre un cojín la Corona, el Cetro y un crucifijo de plata, don Juan Carlos quiso significarse fundamentalmente con sus palabras y apostar desde el primer momento por la idea de su una España democrática. Y debía hacer claramente visible su autoridad, por lo que acudió vestido de Capitán General, algo que en 1975 era entendible, crucial y necesario. No hubo más discursos que el suyo, entre otras cosas porque después del testamento político de Francisco Franco a ver qué representante de esa dictadura tenías agallas de añadir algo más.

Jura Príncipe 1986

 Jura del Príncipe de Asturias de la Constitución Española al cumplir la mayoría de edad. 30 de enero de 1986.

 

Diferente fue la jura del príncipe, don Felipe. Muy significativos los cambios. No vamos a extendernos en la cuestión pues tan solo con observar las imágenes cada uno puede extraer sus propias conclusiones. Pero sí al menos quisiera resaltar algunos aspectos relevantes que se produjeron en 1986: la jura del Heredero se hizo con etiqueta civil (chaqué), sin referencia religiosa alguna (ni crucifijo, ni biblia) y hubo un discurso al inicio del acto a cargo del presidente del Congreso, entonces Gregorio Peces Barba. Tres aspectos que desde el punto de vista ceremonial son muy relevantes y que estuvieron acertados.

 

Uniforme militar o civil

 

La ceremonia de proclamación de don Felipe VI debe ser una mezcla de ambas, pero al mismo tiempo consecuente al estilo que ya fijó en su jura como sucesor. De forma rotunda estimo negativo y contradictorio que el nuevo Rey concurra a la Cámara Baja vestido de Capitán General de los Ejércitos. El hecho de que asuma la jefatura suprema de las Fuerzas Armadas no es razón suficiente para utilizar dicha prensa en una ceremonia civil ante los representantes de los ciudadanos. Tiempo tendrá de lucir su nuevo uniforme donde corresponda, que es en los actos militares. Pero en el Congreso no tiene sentido alguno. Sería una magnífica ocasión que prescindir de esta uniformidad para actos civiles de Estado. Creo que ya es hora de que el Rey por encima de todo ejerza como representante de todos los españoles y reduzca al mínimo en su actos habituales su condición de militar y católico.

Honores Rey

El Rey recibió honores (vestido de civil) con ocasión de la ceremonia de inaiguración de la X Legislatura de las Cortes Generales el 27 de diciembre de 2011, última vez que estuvo en el Congreso de los Diputados.

No ha de entenderse esta postura como un rechazo a la importancia que tiene ejercer el mando supremo de las Fuerzas Armadas, ni el papel de las mismas en la sociedad moderna, pero chirría mucho ver al Rey en su primer acto jurando una Constitución y siendo proclamado por la “Soberanía popular” vestido de militar. Un claro error y un inadecuado estilo. En la España del siglo XXI esta imagen supondría una clara contradicción con los tiempos y tampoco creo que refleje el estilo del reinado que ejercerá don Felipe VI. Otra cosa es que se le rinda honores de ordenanza a su llegada al Congreso y presida el ulterior desfile militar con la que se pondrá fin al acto oficial del Congreso. Pero para recibir honores militares no es necesario ir uniformado. De hecho, cuántas veces hemos visto tanto a don Juan Carlos como a don Felipe recibir honores vistiendo traje civil. Por cierto, ha de entenderse que los honores que recibe son los correspondiente a Rey (pues lo es desde el mismo momento de la entrada en vigor de la abdicación), por lo que debería sonar el himno en su versión completa (52 segundos).

Los símbolos reales y el Himno Nacional

Resultaría acertado que el presidente de Las Cortes, en nombre de las dos cámaras y, en definitiva, de todos los españoles, hiciera un discurso breve y sencillo para ensalzar y solemnizar la relevancia del momento. Es necesario y positivo que los símbolos reales se dispongan (Corona y Cetro), porque con ello se simbolizará claramente el significado de este acto. No se entregan porque no es una Coronación (el Rey lo es de forma automática en virtud a la Constitución). Por supuesto, tampoco los lleva porque no es costumbre en nuestro ceremonial histórico (quedaría patético ver a nuestro Rey bajo Corona y con el Cetro en la mano), ni tampoco ha sido utilizado por su padre el Rey don Juan Carlos. Don Felipe debería ser consecuente con lo hecho en 1986 y prescindir del crucifijo y de la biblia, elementos que se contradecirían con el estado laico y aconfesional que establece la Carta Magna.

No ha trascendido aún, pero suponemos que en breve se sepa –de hecho los equipos de protocolo de la Casa de S.M., Presidencia del Gobierno y Congreso están trabajando y coordinando al respecto desde hace varios días-, cuándo se interpretará el Himno Nacional dentro del hemiciclo. Normalmente, cuando los reyes acuden al Congreso –hasta ahora en todas las inauguraciones de la Legislatura- se interpretó a su llegada. En la jura de don Juan Carlos se hizo una vez pronunció las palabras propias de su juramento, pero antes de dirigirse con su discurso a los procuradores y senadores. Se simbolizaría mejor su nueva condición de Rey si ese protocolo de himno aplicado a su padre se mantuviera. Es una forma muy efectiva de solemnizar el momento y tomaría más significado. Sin embargo, hay que advertir que en el caso de don Juan Carlos no llegaba como Rey –no fue una sucesión como tal, sino una instauración de la monarquía- y hasta ese momento a Jefatura del Estado la encarnaba el Consejo de la Regencia. Como se ha apuntado, don Felipe llega ya como Rey, razón que puede aconsejar que se interprete el Himno Nacional al inicio del acto.

El protocolo de asientos

Los nuevos reyes ocuparán dos sitiales de honor en el centro del estrado, situándose a su derecha los presidentes del Congreso y Senado y a su izquierda las dos hijas, la infanta doña Leonor (que en ese momento ya será Princesa de Asturias) y doña Sofía, la segunda en la línea de sucesión. Es probable que los miembros de las Mesas del Congreso y del Senado se ubiquen en una segunda fila tras los citados. A la derecha, la del Congreso; a la izquierda la del Senado. Algunos ha especulado con la posible ubicación del Presidente del Gobierno junto a las infantas (como ocurrió en la jura del Príncipe), pero en esta ocasión carecería de sentido que en un pleno oficial de sesión conjunta de Las Cortes, el máximo representante del Ejecutivo no estuviera en su escaño (primer sillón azul)[i].

La presencia de don Juan Carlos y doña Sofía

Sobre la posible presencia de don Juan Carlos y doña Sofía a la ceremonia pienso que no acudirán con el objetivo de no quitar protagonismo al único que debe tenerlo. Como reyes que fueron sabrán asumir el sacrificio de seguir tan relevante acto por televisión. Acertarían si no concurrieran al igual que sus hermanas por razones obvias o cualquier otro miembro de la familia del Rey y de la Reina. Si los “ex reyes” asistieran ¿dónde se les podría ubicar? ¿En un lado de la presidencia? ¿Tras las infantas? ¿En la tribuna Real? Me pregunto: ¿No es demasiado fuerte escenificar el cambio habitual de sitio de unos monarcas que siempre han ocupado la presidencia del hemiciclo y que ahora se les traslada a la tribunal real, en la planta de invitados? Hay razones a favor y en contra, pero a mí me pesan más las negativas.

Tampoco se trata de un relevo al estilo presidencial de los regímenes sin monarquía. No es necesario escenificar en este momento el “traspaso”, pues el objetivo del acto es otro. El rey don Felipe VI acude a las Cortes a jurar y a ser proclamado, no para simbolizar el relevo. La escenificación del fin de un reinado y el inicio del otro, se hace en esa ceremonia que se anuncia para la víspera en la que el Rey en presencia de la Reina y los príncipes firmará oficialmente la Ley Orgánica aprobada por el Congreso y Senado por la que se oficializa su abdicación y que se publicará en el BOE al día siguiente. A ese momento debe aplicarse toda la carga emocional y simbólica de lo que significa el relevo generacional en la jefatura del Estado. Un sencillo acto de firma, sin más, pero suficiente y ciertamente histórico. Confiemos que ese acto sea televisado para todo el mundo, porque de lo contrario perdería la esencia de su razón de ser.

La Recepción en Palacio Real

Tras el acto del Congreso, se especula –y así será- sobre la posibilidad de que don Felipe VI ofrezca una Recepción en el Palacio Real. Estimo que una sobria y sencilla Recepción es obligada, para que los representantes de las instituciones del Estado y de las comunidades autónomas (deberían estar los alcaldes de los ayuntamientos capitales de provincia), del cuerpo diplomático acreditado en España, los agentes sociales, culturales, etc., tengan la oportunidad de expresar directamente la felicitación al Rey proclamado. Deseamos que esa posible Recepción se abra a más estamentos de la sociedad que los meramente institucionales y que la lista de asistentes sea otro de los indicios de cambio.

Saludo a los ciudadanos

Faltaría solo, para redondear la cuestión, cómo expresar de forma directa la vinculación del nuevo Rey con el pueblo. En la ceremonia de don Juan Carlos en 1975 utilizó un coche descapotable para dirigirse desde el Congreso a La Zarzuela y desde él, a paso lento, saludó a las miles de personas que se dieron cita en las inmediaciones. No sabemos lo que don Felipe hará, pero estamos convencidos que buscará algún gesto directo al pueblo. No soy partidario de asomarse al balcón de Palacio; preferiría más la imagen de unos reyes –don Felipe y doña Letizia- a pie de calle saludando y mezclándose con el público.

Adiós a la monarquía de “hadas”

Este nuevo Rey debe ir desterrando determinadas imágenes que nos recuerdan la idea de una monarquía de “hadas” y de viejos tiempos. Que no miren a otras monarquías. Que se abstraigan de las mismas. Que piensen que en España la cultura monárquica existente es floja y que quizá Felipe VI deba reinventar un nuevo estilo monarquía que se aleje de los estilos de Palacio y le haga ganarse a los ciudadanos.

Ese debe ser el objetivo de su protocolo y ceremonial a partir de ahora: construir una imagen de una representación plástica de la monarquía que se aleje de los estereotipos a los que nos han acostumbrado y que ya han caducado. El pueblo quiera otra cosa, por mucho que luego “devore” todo lo que le den sobre el vestido de doña Letizia o los azules ojos de la rubia infanta doña Leonor o la barba sí, barba no, de nuestro rey Felipe VI. Hay que evolucionar los eventos Reales y socializarlos, aunque nos alejemos de lo que hacen otras monarquías de “cuento” y, así, rejuvenecer la imagen que la Casa Real española tiene que transmitir a través de su actos. Todo en un calculada transición que debe empezar desde su primera ceremonia en el Congreso.

De esta forma daría respuesta don Felipe a las palabras de su padre en el mensaje de abdicación, donde señaló de su hijo que “encarna la estabilidad, que es seña de identidad de la institución monárquica”. Y más adelante afirmaría otra importante frase: “Abrir una etapa de esperanza en la que se combinen la experiencia adquirida y el impulso de una nueva generación”. Como se han apresurado en decir portavoces de la Casa de S.M. no se trata de un “cambio”, sino de una sucesión dentro de una normalidad constitucional. Pero al margen de lo político, es una magnífica oportunidad para que los nuevos reyes abanderen el estilos propio de una monarquía para el siglo XXI. Y no tienen, para ello, buenos referentes en Europa.

Posible estructura del acto

Con todos los riesgos que tiene adelantar una previsión personal sin conocer importantes detalles que se están debatiendo y estudiando ahora, me atrevo a intuir que la ceremonia responderá más o menos a este guión:

  1. Llegada de diputados y senadores, que deberán acudir con etiqueta de traje oscuro y los miembros de las Mesas, al menos, portando la medalla del Congreso y del Senado.
  2. Llegada de las principales autoridades invitadas al acto.
  3. Llegada del nuevo Rey en vehículo del estado portando el banderín guión Real).
  4. Recibimiento por el Presidente del Gobierno y Jefe del Estado Mayor de la Defensa.
  5. Acceso al podio para el inicio de los honores militares ofrecidos por la Guardia Real, con representación de los tres ejércitos. Suena el himno nacional y las salvas de honor.
  6. Revista a la tropa por el nuevo Rey, acompañado por el Jefe del Estado Mayor de la Defensa y el Jefe del Cuarto Militar de la Casa de Su Majestad.
  7. Fin de la Revista.
  8. Saludo al pie de la escalinata del Congreso de los presidentes del Congreso, Senado, Tribunal Constitucional y Consejo General del Poder Judicial.
  9. Saludo en el vestíbulo principal a los miembros de las Mesas del Congreso y del Senado.
  10. Acceso al estrado presidencia del hemiciclo. Himno Nacional.
  11. Intervención del Letrado Mayor de las Cortes para dar lectura a la convocatoria de la sesión extraordinaria.
  12. Posible discurso del Presidente del Congreso.
  13. Toma de juramento por el Presidente del Congreso.
  14. Fórmula de juramento por don Felipe.
  15. Discurso del Rey.
  16. Fin del acto. Abandonan el hemiciclo.
  17. Saludo (besamanos) en el Salón de Pasos perdidos a los representantes institucionales.
  18. Desfile de las unidades militares que le rindieron honores en la Carrera de San Jerónimo. Presidirá desde un podio situado al pie de la escalera principal de la Puerta de los Leones.
  19. Traslado a Palacio Real para la Recepción

¿Despiste o dejación?: La bandera franquista sigue contemplada en el Reglamento vigente de 1977

La Constitución Española de 1978, en su artículo 4, deja definida claramente cómo ha de ser la bandera de España: “(…) está formada por tres franjas horizontales, roja, amarilla y roja, siendo la amarilla de doble anchura que cada una de las rojas”. No hay más referencia a la enseña nacional salvo la que se hace en el artículo 5 que dice que las de las comunidades autónomas han de utilizarse “junto a la bandera de España en sus edificios públicos y actos oficiales”.
Según la Constitución, la bandera de España es ésta que se reproduce:

sinescudogigante
La Ley 39/1981 de 28 de octubre, regula el uso de la bandera, y en ella se establece que en “la franja amarilla se podrá incorporar, en la forma que reglamentariamente se señale (nota del autor: señalamiento inexistente), el escudo de España”. Éste se establece por la Ley 33/1981, de 5 de octubre, haciéndose público el modelo oficial en el Real Decreto 2974/1981, de 18 de diciembre, y se especifican técnicamente los colores por el Real Decreto 2267/1982, de 3 de septiembre. El escudo oficial es como se reproduce:

En los supuestos que permite la Ley 39/1981, para uso oficial, la bandera de España “podrá incorporar el escudo” (nota del autor: no dice que sea obligatorio), de tal manera que sería como la siguiente:

Sin embargo, pese a estas normas superiores, subsiste en vigor otro Real Decreto 1511/1977, de 21 de enero, por el que se aprueba el Reglamento de Banderas y Estandartes, Guiones, Insignias y Distintivos, que no ha sido tácitamente derogado y que para muchos de sus preceptos en Protocolo se siguen sus indicaciones. Este Reglamento “curiosamente” no ha sido modificado en lo que se refiere al Escudo de España, de tal forma que la Regla 2 señala que el escudo a colocar es el vigente durante el franquismo, es decir, el coronado con el Águila de San Juan y con la divisa “Una”, “Grande” y “Libre”. Es decir, esta (se reproduce la que viene en el BOE nº 156, de 1 de julio de 1977), que figura en la web oficial de Presidencia:

La Regla número 3 describe la bandera nacional con escudo de España y dice que “la colocación del escudo es centrado sobre la franja gualda, a una distancia de la vaina de media anchura de la bandera y de un tamaño de dos tercios de esta”, de tal maneras que el mismo texto normativo la reproduce de la siguiente manera:

Y así ya para el resto de las versiones de banderas, estandartes, guiones y divisas. ¿Cómo es posible que esta norma siga vigente y no se haya sido modificado? Este Reglamento, para más “INRI” figura colgado de la web oficial de la Presidencia del Gobierno junto a las otras dos normas sobre la enseña nacional (http://www.lamoncloa.gob.es/NR/rdonlyres/72AF2E80-D5A6-4CC5-A27D-7A8A947E9DF0/71673/1511_1977.pdf). Resulta inconcebible, inimaginable, indignante y todos los calificativos que se quieran añadir, que siga sin actualiarse. Desde hace años venimos recordando la necesidad de adaptar este Reglamento (necesario también para otros  capítulos que han quedado desfasados o ilegales), pero ya 32 años después sin tocarse nos induce a pensar que no es un olvido. Ni gobiernos centristas, socialistas o populares han tocado el Reglamento para adaptarlo a la Constitución y no hay otra normativa que diga que está invalidado. La lógica nos dice que una Ley es de rango superior, y qué vamos a decir de la Constitución, y dejan claro cuál es la bandera con el escudo correcto. ¿Pero tanto cuesta cambiar este Reglamento que puede inducir a errores  a quienes no estén duchos en la materia? La Ley 39/1981 solo deroga el Real Decreto 2749/1978, de 24 de noviembre, sobre utilización de la Bandera Nacional (http://www.boe.es/buscar/doc.php?id=BOE-A-1978-29187), pero no el Reglamento. ¿Un despiste?

Parece increíble que estas cosas sucedan, que tengamos en vigor una norma de banderas que es anticonstitucional. Un hecho muy grave que desde Protocolo del Estado deberían haber subsanado hace décadas. Y en la corrección por cierto podrían aprovechar para matizar y cambiar algunas cosas evidentes, y por qué no hacer alusión al decoro de la bandera, para que no se permita que en edificios oficiales luzcan banderas nacionales en las que parecen que anidan familias enteras de ratas. Banderas desgastadas, roídas, rotas, etc., debería penalizarse a quien lo consiente. Y aunque sea muy evidente que el símbolo nacional deba ser respetado incluso en su correcto estado físico, la realidad nos demuestra que la cuestión no preocupa mucho a un buen número de instituciones oficiales que deben estar esperando a que la rojigualda se desintegre por completo. Aquí vemos esta foto (extraída de http://blogs.elpais.com/cafe-steiner/2013/03/banderas-deshilachadas.html) del vexilo nacional ondeando el 27 de marzo de 2013 en una Casa Cuartel de la Guardia Civil:

O que pueda llegarse a lo que ocurrió en un municipio asturiano, en el que el Partido Popular hablaba del mal estado de las banderas en el balcón consistorial, “algo que ofende a ,la vista de todos los que pasan” (http://www.elcomercio.es/gijon/20080806/aviles/pone-manifiesto-estado-banderas-20080806.html).

Es inquietante en un Estado democrático, que estos “pequeños” detalles no se corrijan. ¿Cómo puede exigir el gobierno que en Cataluña o País Vasco o Andalucía o Murcia ondee la bandera de España junto a las autonómicas, si tiene un Reglamento Nacional, exhibido en la web oficial, que señala como idóneo el escudo franquista. ¿Necesitamos un siglo para que se cambie? Por favor… ¿Qué estado tenemos que aún admitiendo el despiste no corrija algo tan grave como esto? Sí, grave, porque estamos hablando de un símbolo nacional.

Nota: todas las imágenes, salvo la de la Casa Cuartel, se han extraído de la web oficial de la Presidencia de Gobierno de España (www.lamoncloa.es).