La boda que moderniza el protocolo británico

Boda real británica

El Príncipe Harry retira el velo de la novia.

Ha pasado ya un día de la boda entre el Príncipe Harry (Enrique) y la ex actriz Meghan Markle, en la Capilla de San Jorge (hogar espiritual de la insigne Orden de la Jarretera británica, una de las más importantes del mundo), en el histórico Castillo de Windsor (significativo el detalle). Cada uno podrá hacer ahora las lecturas que desee. Habrá quien se haya quedado con las etiquetas y estilismos, otros con el protocolo o con la puesta en escena o la supuesta modernización de la monarquía británica o el cambio sustancial que ha supuesto el enlace Real con respecto a otras anteriores. Como escribí ayer en varias redes sociales me quedo con esta reflexión: Harry y Meghan han podido dulcificar y humanizar el rígido protocolo británico. Han conseguido, sin romper lo sustancial de las “leyes de las costumbres de la Casa Real inglesa”, bordearlo para generar un relato y una puesta en escena que les ha situado en el epicentro del solemne acto, desplazando el tradicional boato del ceremonial y, sobretodo, demostrando que era posible encontrar un punto de equilibrio entre dos culturas protocolarias radicalmente distintas, superar las siempre difíciles barreras interculturales y no convertirse en reos del imperturbable protocolo. Lo que normalmente se entiende como protocolo fue ayer lo de menos. Lo importante estuvo en el guión y su escenificación. De todos los titulares de prensa me quedo con el del periódico español El País: “Enrique y Meghan modernizan la monarquía con una boda rompedora”. ¿Alguien a priori cuestionaba que habría fallos o problemas de protocolo? Eso es impensable en Reino Unido. Pero pocos podrían imaginarse que como una apisonadora pasó por encima un estilo renovador que dejó de lado etiquetas, carrozas, títulos nobiliarios e inclinaciones de cabeza. El chico “díscolo y problemático” de la Familia Real y la afroamericana Markle dieron una lección a todos los especialistas en organización de que lo importante no era lo formal, sino la narración. Esa fue su clave, lo que necesariamente nos lleva a pensar que pusieron mucha mano en todo esto. La forma dio paso a una puesta en escena que fascinó a casi todo el mundo. Contribuyó de forma decisiva la ausencia de cortes reales, el casi inexistente protagonismo del resto de la Familia Real y la inclusión en la ceremonia de elementos novedosos que le dieron aire fresco y que a más de uno le ha provocado emociones. Eso ha sido fruto de un gran protocolo con mirada de futuro y un revés para quienes consideran que el sostenimiento de las monarquía residen en salvaguardar su glamour.

Culminación del proceso de modenización

Dice El País en su crónica: “La boda del príncipe Enrique -de 33 años, sexto en el orden de sucesión, el menor de los hijos del heredero al trono y la fallecida Diana de Gales- con la popular estadounidense ha supuesto la culminación del proceso de modernización de la monarquía británica que tan magistralmente llevan años orquestando los nietos de la reina Isabel II. La escenificación de la renovación ha tenido lugar, significativamente, en la capilla del siglo XV del castillo de Windsor, elemento clave en la liturgia de la casa real británica, que toma de él su nombre. El aire fresco ha entrado a raudales este mediodía en una institución que vive una época dorada, en un momento de incertidumbre para un país tocado, económica, política y moralmente por el Brexit. Hoy en Windsor se han casado dos mundos. La boda, seguida en televisión por una audiencia global de millones, ha retratado a una monarquía más inclusiva y conectada con un Reino Unido multicultural. Ha aportado un saludable toque de luz en un país que se ha volcado en la celebración. Ha metido al sueño americano en el territorio del privilegio y lo ha hecho, como en los cuentos de Disney, a bordo de una carroza dorada”.

Prácticamente este párrafo resume lo que ha sido y significa esta boda para los ceremoniales de las casas reales. Una apuesta por la renovación como elemento necesario para su supervivencia y para seguir siendo elemento referente en cada país. La construcción de la ceremonia invirtió el proceso habitual en este tipo de eventos: primero se diseñó lo que se pretendía y luego el protocolo –en su parte más inflexible y en su margen de renovación- se puso al servicio del mensaje. Tuvo un coste personal para el resto de los miembros de la Familia Real británica que en sus circunspectos rostros parecían no entender nada de lo que pasaba. Bastaba con ver las caras de la Reina o del propio Príncipe de Gales durante la homilía del primer Obispo afroamericano en lo más alto de la iglesia Episcopal, Michael Curry, que con sus palabras y estilo hizo un canto no sólo al amor sino a la relación trasatlántica.

Boda Real

El gran predicador que puso alma a la ceremonia, durante su sermón que tanto sorprendió a la familia real británica y, me atrevo a decir, al mundo entero.

Sermón diferente y góspel acertado

El reverendo Curry se convirtió en una estrella inesperada de la ceremonia. Fiue la novia quien quiso que asumiera el discurso central religioso y trajera la atención de todos. Todo un acierto. Si alguien tenía alguna duda de que la boda de Enrique y Markle iba a ser diferente, Curry la ha despejado, con un larguísimo sermón donde ha citado al reverendo Martin Luther King y ha celebrado el amor, cuando menos, con insistencia. Ha leído de una tablet y ha mencionado, esto sí que por primera vez en una boda real, a Facebook e Instagram. Su apasionada gesticulación contrastaba con la tradicional sobriedad británica, provocando aplausos y risas entre la multitud que seguía la ceremonia en las pantallas gigantes, y que interpretaba la cara inexpresiva de Isabel II en los primeros planos como un signo de perplejidad.

Boda Real

A mí al menos mwe pareció espectacular y determinante en la búsueda de una ceremonia singular y multicultural. Así lo dije en RTVE.

Y cómo disfrutó Meghan Markle del sermón, sintiendo que esta ceremonia tambien era suya. Porque ha marcado historia en eventos en esta vieja Europa. Durante la predicación, ella no pestañeó como puede verse en esta imagen:

Boda Real

Los novios escuchan la homilia del predicador estadounidense que supo romper barreras multiculturales.

 

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El Coro gospel tras la homilía interpretando la canción Stand by me.

La canción Stand by me siguió la estela del sermón de Curry, que puso los pelos de piunta a todos. Impresionante. El coro de góspel cristiano del sureste de Inglaterra Karen Gibson y The Kingdom Choir y la contundente voz del predicador negro han retumbado en las milenarias piedras del castillo. Espectacular. La canción elegida lo dice todo en su letra y conecta con el espíritu de la ceremonia y las palabras del Obispo:

Cuando la noche haya llegado
y la tierra esté oscura,
y la luna sea la única luz que veamos,
no, no tendré miedo.
Oh, no tendré miedo,
mientras tú estés, estés conmigo (me apoyes).

Así que cariño, cariño,
quédate conmigo, oh, quédate conmigo.
Oh, quédate, quédate conmigo.
Quédate conmigo.

Si el cielo hacia el que levantamos la vista
se derrumbara y cayese,
o si la montaña se desplomase hacia el mar,
yo no lloraría, no lloraría.
No, no derramaría una lágrima
mientras tú estés, estés conmigo.

Así que cariño, cariño,
quédate conmigo, oh, quédate conmigo.
Oh, quédate, quédate conmigo.
Quédate conmigo.
(bis)

Siempre que estés en problemas,
¿te quedarás conmigo?
Oh, quédate conmigo.
Oh, solo quédate, oh, quédate.
Quédate conmigo.

Boda Real

Sus caras reflejan el éxito delas palabras del predicador.

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Tramo final del cortejo de entrada de la novia, acompañada en sus últimos metros por el Príncipe de Gales. De la capilla cuelgan las banderas con las armas de los caballeros de la Orden de la Jarretera, entre ellas dos correspondientes al rey Juan Carlos (designado en 1988) y el rey Felipe VI (2017).

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Meghan, sin buscarlo, se convirtió en l auténtica protagonista, gracias a la planificación general deseada por los novios.

La ausencia del padre de la novia y el protocolo de asientos

Se salvó con mucha dignidad la ausencia del padre de la novia, y se resolvió bien: entrada con su corte de damas y pajes en solitario, lo que confirió mayor protagonismo y solemnidad a la novia, recogida a escasos metros del altar por el Príncipe de Gales en un claro gesto de aceptación de la nueva miembro de la Familia. No la “entregó”, porque no es su padre, le acompañó sencillamente hasta su encuentro con el novio. Fascinante el momento.

Boda Real

Imagen cenital. A la izquierda, abajo, vestida de verde, la Reina, en una segunda fila, tras el padre del novio.

Boda Real

Aquí puede observarse mejor la segunda fila discreta donde se ubicó la todapoderosa Reina Isabel II, contribuyendo a ceder el protoganismo a qjuien lo tenía. Algo que no sucedió en la boda del Príncipe Gullermo dondela Reina precedió a toda la Familia Real, y en primer fila. ¿Responde a algo ese cambio? Probablemente, sí, al diferente protocolo que se ha querido dar.

La Reina Isabel y su convaleciente marido optaron por una segunda fila, a la derecha de los novios, para dejar la primera a los Príncipes de Gales y a la esposa del Príncipe Guillermo. Eso sí, no se ocuparon los asientos que estaban por delante de la Reina y esposo.Y las cámaras que ofrecieron la señal institucional, la BBC, apenas enfocaron a la Reina, en un claro pacto de quedar muy al margen.

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Un momento de emoción del Príncipe Harry. Al fondo, vestida de verde, en segunda fila, la madre de la novia.

No creo que se haya acertado –en un primer análisis de urgencia- con el puesto de la madre, que en pura lógica debiera haber estado en el lado izquierdo a la misma altura del Príncipe de Gales. Pero –en una segunda lectura- si nos quedamos con eso no entenderemos bien otro mensaje: la generosidad de la casa real británica en su protocolo. Se puso la madre a la misma altura de la Reina, pero enfrente. Y, además, con ello, los estudiados planos televisivos permitieron en numerosas ocasiones que tras los novios apareciera ella en muchos momentos, salvando así su supuesta soledad. Permitió ver sus emociones y lágrimas cuando los novios intercambiaban anillos. La ausencia de la mayoría de la familia de la novia quedó salvaguarda con este detalle.

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El joven chelista Sheku Kanneh-Mason, ganador del premio Joven Músico de la BBC en 2016 y embajador junior de la organización benéfica para la educación musical London Music Masters, interpretó bonitas piezas musicales que dieron solemnidad a la espera.

Fascinante la elección del chelista

La ceremonia anglicana, por lo demás siguió, como no podía ser menos, su propia liturgia, con las lecturas, votos tomados por el Deán (Decano) de Windsor, David Corner, imposición de anillos (con oro galés incluido), bendición por el Arzobispo de Canterbury, Justin Welby (máximo representante de la iglesia anglicana británica), oraciones y firma de los documentos. Precisamente, durante ese instante en el que los novios, testigo y padre del novio y madre de la novia, se retiraron de plano, el joven chelista Sheku Kanneh-Mason, ganador del premio Joven Músico de la BBC en 2016 y embajador junior de la organización benéfica para la educación musical London Music Masters, interpretó bonitas piezas musicales que dieron solemnidad a la espera. El chelista fue llamado por la novia para que tocara en su enlace. Algunos confiaban en que fuera Elton Jhon, o algunos miembros de la Spice Girls, pero afortunadamente se desmarcaron de algo que hubiera desviado inevitable la atención hacia Lady Di (para la que hubo otros guiños, pero de menor calado del esperado, lo que puede interpretarse como un certero adiós a la sombra de la fallecida Princesa del Pueblo). No era el momento. Otro acierto más. El chelista interpretó las significativas piezas Sicilienne de Maria Theresia Von Paradis, After a Dream de Gabriel Faure y finalizó con Ave María de Franz Schubert. Muy emocionante.

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Salida del cortejo nupcial

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La salida de la comitiva nupcial

La salida de la comitiva nupcial, encabezada por los novios, el Príncipe de Gales dando el brazo a la madre de la novia, el Príncipe Guillermo y su esposa, con el himno británico de fondo, resultó solemne y entrañable. Aparecieron los novios a la puerta y antes de que los congregados se lo pidieran, tomaron la iniciativa y regalaron al mundo la foto del beso con el fondo de Windsor. Buen detalle. La Reina con su esposo no formó parte de esta comitiva, ni se la vio en este momento del exterior de la iglesia.

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Imágenes a la salida de la Capilla. La Reina y su esposo, no estuvieron. Buen detalle de la Reina que supo ceder el protagonismo a quien debía de tenerlo.

Boda Real

El beso de los recien casados en la puerta de la capilla tras la ceremonia.

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Tras la celebración religiosa, los recien casados, a bordo de la carroza Aston Landau, recorrieron la ciudad ante las más de cien mil personas que esperaban este momento.

Con respecto a la boda del Príncipe Guillermo, sólo los novios se subieron a una carroza real, Aston Landau (la misma que utiliza la Reina para ir al conocido acontecimiento equino de Ascot). Todos los demás tomaron sus vehículos rumbo a Palacio para la comida (desayuno de boda en términos ingleses). Otro acierto, un recorrido único para los recién casados por la ciudad de Windsor, entre más de cien mil personas que vitorearon como nunca a sus nuevos referentes.

El difícil equilibrio de tres factores

Del protocolo real británico, más allá de su precisión y costumbrismo, no es santo de mi devoción. Pero he de reconocer que en esta boda los responsables organizativos han sabido combinar y equilibrar los tres factores esenciales de una boda que iba a ser analizada a fondo desde la mayoría de los países del mundo: el hijo traumatizado por la trágica muerte de su madre, la entrada en la impoluta Corte de una actriz afroamericana y el sostenimiento de las costumbres británicas. Todo un cóctel explosivo que fue resuelto bien.

La novia, hoy ya Su Alteza Real la Princesa de Harry, duquesa de Sussex, ha influido en los organizadores de Palacio reivindicando sus orígenes con orgullo y la monarquía británica ha sabido situarse a su altura, adaptándose a la diversidad social e intercultural que tanto impera en estos tiempos. Me ha encantado eso. Ha sido una ceremonia integradora y eso de alguna manera hay que reconocérselo a la generosidad de la Reina que ha sabido dejar de lado ciertas cuestiones intocables, e incluso asumir un papel secundario en el gran día de su nieto preferido según señalan los que más conocen esta Familia Real. Ha sido una boda sin cortejos reales, lo que de alguna manera ha contribuido a humanizar la ceremonia, no desviar el centro de atención que no eran otros que los novios. Ha sido una ceremonia integradora de culturas distintas. Y, desdeluego, una ceremonia de referencia en el gran protocolo de casas reales.

¿Se entendería en España una boda tan conceptual como esta?

 

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