La importancia de la escenografía en el protocolo institucional

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¿Nueva economía o nueva jardinería? Diría que la escenografía me recuerda más a una capilla ardiente. El pasado viernes, la Organización Independiente de Debate Nueva Economía Fórum, entregó al presidente de Argentina, Mauricio Macri, el Premio Nueva Economía Forum 2017 al Desarrollo Económico y Cohesión Social, acto que fue presidido en el Teatro Real de Madrid por el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, y en la que hizo la laudatio, la presidenta del Congreso, Ana Pastor, y actuó como anfitrión, el presidente de esta organización, José Luis Rodríguez. Un acto que protocolariamente estuvo relativamente bien resuelto a mi parecer, pero que en escenografía es el ejemplo de lo que no se debe hacer en un acto con protocolo institucional, sencillamente porque no responde a los objetivos de un evento de estas características y rompe todas las líneas conductoras de comunicación, diseño y protocolo imprescindibles en este tipo de ceremonias.

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No estuve físicamente en este acto, pero pude verlo desde la televisión y con ánimo constructivo quisiera apuntar la necesidad de su revisión, estética al menos, pues evidentemente no es un acto cualquiera. De hecho, han recibido este galardón muy importantes personalidades, como el pasado año el hoy premio Nobel de la Paz, Juan Manuel Santos, presidente de Colombia, en 2015 Jean-Claude Junker, presidente de la Comisión Europea, en 2013 a la OCD, en 2012 a la ONU, en 2012 a Giorgio Napolitano, presidente de la República italiana, en 2011, a Anibal Cabaco, presidente de Portugal, en 2010 a Luiz Inácio Lula da Silva, presidente de Brasil, en 2009 a Felipe Calderón, presidente de México, en 2008 a la Angela Merkel, Canciller de Alemania, en 2007, al presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso y en 2006 a Michelle Bachelet, entre otros.

Análisis protocolario elemental

La ceremonia fue presidida por el Presidente del Gobierno español, en una mesa central, acompañado a su derecha por la Presidenta del Congreso, y a su izquierda por el anfitrión. A la derecha de la mesa presidencial, en una silla en solitario se colocó el Presidente argentino, y a la izquierda de aquella, las primeras autoridades invitadas tanto españolas como argentinas, desde el Presidente de la Asamblea Argentina, Presidente del Senado, ministros de ambos países, Defensora del Pueblo y Director del Gabinete de Rajoy (rango de Secretario de Estado). En precedencias nada que señalar.

Se inició la ceremonia con los himnos de Argentina y España, interpretados desde los palcos de entresuelo, por la Orquesta y Coro Filarmónica, y que obviamente los presentes escucharon de pie. Tras ello, y unas palabras del anfitrión y la laudatio de Ana Pastor, el Presidente del Gobierno hizo entrega simbólica del galardón, un pergamino ya dispuesto desde el inicio y a la vista de todo el respetable, elaborado por los calígrafos del grupo Alcuino de la Villa del Libro de Urueña (Valladolid), enmarcado en plata española, cincelado a mano. Creo que la entrega en sí de este documento premial debiera realizarse de otra forma que permita visualizar más el hecho físico de la concesión, pues de la manera que viene realizándose la misma queda restringida a un simple apretón de manos entre los presidente del Gobierno español y argentino, y eso no parece lo más idóneo desde el punto de vista comunicacional.

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Seguidamente, tomó la palabra el Presidente argentino y cerró el acto el Presidente del Gobierno. Por pura cortesía diplomática considero que quien debiera cerrar el evento es el Presidente argentino, quien además poder agradecer las palabras de todos, tiene rango de Jefe de Estado. Acabó la ceremonia con el Himno de Europa. No me gustó tampoco que el Presidente del Foro ejerciera, al mismo tiempo de maestro de ceremonias, levantándose de su silla (por cierto la más lejana del atril) cada vez que intervenía alguien y hasta para anunciar los himnos. Pide a voces este evento un discreto conductor de la ceremonia. Ganaría al mismo tiempo en solemnidad.

La puesta en escena

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La puesta en escena en el Teatro Real no me gustó nada y es una pena. De ahí que haya empezado esta crónica hablando de “jardinería” o “capilla ardiente”, expresiones que no pretenden molestar pero que salen inevitablemente si das libertad a tus impresiones visuales. De verdad, si la mesa central apareciera sin personas, diría que estaríamos en mitad de una capilla ardiente. Aunque incluso con ellas sigue dando tal aspecto. El exceso de flores, la composición escénica general y colocación de los diferentes elementos, destroza la visualización de la ceremonia. Y ese soporte que sostiene el pergamino, tapado con un tela azul llamativa, escoltado por dos especies de coronas funerarias, duele a la vista… Sencillamente nada acertado.

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No voy a entrar mucho (por evidente) en el inadecuado juego de colores entre el fondo negro, reposteros azules y dorados, mesa azul, flores blancas y azul cielo (por mucho que se quisiera hacer un guiño a la bandera argentina), moqueta roja y un atril que asoma en forma de estrella que culmina un árbol de Navidad floral. ¿No pide la escenografía un fondo más festivo y acorde al evento, más moderno y actual, en la línea de una nueva economía, y no esos tres reposteros que nada aportan y nos retrotraen a siglos pasados? Una bonita trasera, informativa y contextualizadora, que aporte alegría y luminosidad, y que rompa esa amalgama de colores, elementos (muchos innecesarios) y personas en el escenario (excesivas). Un espacio éste al que le sobra no unas, sino todas las flores, y probablemente todas las autoridades laterales, que podrían estar perfectamente en la primera fila de público. No existe armonía cromática alguna, tan necesaria para garantizar el equilibrio del espacio. Es precisa una línea conductora, un estilo de diseño… El protocolo lo exige como necesario apoyo, porque debe visualizarse en la línea de lo que se pretende. Por eso defendemos una y otra vez la necesidad de que protocolo y producción vayan de la mano (obviamente junto a comunicación, seguridad, etc.), y que los expertos protocolarios lo sea también en puestas en escena.

La escenografía hoy requiere espacio libre para resaltar lo importante. No hay que llenarlo todo, porque tanto se ha metido que hasta parece que el galardonado ocupa un apretado rincón. El minimalismo escénico pretende destacar lo importante, en este caso las personas y el galardón, y no desviar la atención con elementos perfectamente prescindibles. No pondría mesa alguna, y las tres autoridades que la ocuparon las llevaría al lado izquierdo del escenario, en tres dignas sillas, dejando a la derecha al galardonado en un espacio más liberado. El atril (sin flores) y el pergamino (dispuesto con otro tipo de diseño más atractivo y sencillo) los centraría en el escenario, aunque en diferentes situaciones que no se molesten, creando para cada uno su zona, su protagonismo según la secuencia, y apoyandose en recursos lumínicos, capaz de resaltar o de lo contrario (no será que el Teatro Real no tenga focos para ello. Salvaría la posición de las tres banderas, ahora engullidas por tanto “arte floral”. Y, por supuesto, quitaría todas las flores que bordean el escenario que, además de molestar al público y a los medios gráficos (como se puede comprobar en las imágenes), genera una barrera visual y no visual que perjudica evidentemente al evento.

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En cualquier caso, habría muchas soluciones, y estoy seguro que cualquiera de ellas mejorarían este evento que requiere de una mayor dignidad en su puesta en escena. Es vieja y antigua esta estética, y estamos hablando del Premio Nueva Economía. Un poco más de creatividad en línea con los objetivos del acto… ¿Es tan difícil? Modernidad e innovación resultan necesarios e imprescindibles para una institución como ésta que apuesta por nuevos escenarios económicos.

Ver video de la ceremonia.