El Premio Cervantes acredita la necesidad de que los periodistas sepan interpretar el nuevo protocolo institucional

Cervantes buena

Hoy, el Paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares (Comunidad de Madrid) volvió a convertirse, como cada 23 de abril, en la capital mundial de la lengua española. Coincidiendo con la fecha de la muerte del universal escritor Miguel de Cervantes (en esta edición cumpliendo su IV aniversario), autor de la obra y considerada primera novela moderna más importante en castellano, “El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha”, por iniciativa del Ministerio de Educación, Cultura y Deportes, el Gobierno de España hacía entrega de su más importante galardón de literatura española, el “Premio Cervantes”, dotado con 125.000 euros, al escritor mexicano Fernando del Paso. Un acto brillante, solemne, emocionante y con muchas sensibilidades que presidieron como es habitual los Reyes de España.

Cervantes presidencia

Presiencia perfecta. De izuqierda a derecha, el Rector de la Universidad de Alcalá de Henares (anfitrión del espacio), Ministro de Educación, Cultura y Deportes, Presidente del Gobierno, Reyes, Presidenta de la Comunidad, Secretario de Estado de cultura de México (equivalente a Ministro en España) y Alcalde de Alcalá. Se ha aplicado, como corresponde el artículo 12 del Real Decreto 2099/83.

Protocolo para conmover

La conmemoración de los 400 años exactos de aquella fecha ha dado a esta edición un simbolismo especial, aunque en el ceremonial del acto no hubiera novedades visibles trascendentales destacables. Sin embargo, sin que se apreciara, una vez más se ha notado la mano sutil renovadora del estilo de reinado que vive nuestro país. Se han mantenido la costumbre y las tradiciones, como no podía ser de otra manera, pero abundando en el acto hemos apreciado detalles que confirman esa decidida firmeza de un protocolo que sabe combinar sentido histórico, costumbre, convicción institucional y mirada renovadora. Muchos detalles que a ojos de la mayoría probablemente no sean perceptibles a corto plazo, pero sí para quienes observamos técnicamente cada decisión organizativa que se adopta.

Cervantes también a dar

Es difícil concretar esos cambios, porque hay que verlo desde la globalidad y los resultados, pero me quedo con algo que no es fácil de conseguir: conmover. El acto de entrega del Premio Cervantes, al menos pero quienes hemos podido verlo, nos ha conmovido, nos ha llegado, nos ha puesto la carne de gallina en diferentes momentos. Por los tres discursos pronunciados, brillantes y sentidos todos ellos (por este orden, Ministro de Educación, Cultura y Deportes de España, Fernando del Paso y Rey de España), por el cariñoso gesto sentido de Felipe VI al salirse de la mesa presidencial para imponer la medalla del Premio al escritor mexicano que accedía a la presidencia en su silla de ruedas, el mayor protagonismo dado a éste y su familia (el Rey hizo alusión de forma muy especial a la esposa), la mayor limpieza visual de la escenografía gracias a una más acertada disposición de los asistentes y una reducción de los mismos (cuestión que supongo no haya sido nada fácil para los organizadores), un equilibrado protocolo de asignación de asientos, moderación en los tiempos de los discursos y gestos permanentes de complicidad, entre otros pequeños factores, han sentado las bases de un ceremonial que ha dejado a través la teoría de que “esto es lo que toca hacer” por el criterio de “esto es lo debe hacerse”. Frases que pueden parecer similares, pero que bien analizadas nos lanzan una declaración de intenciones manifiesta.

Nueva apuesta Real

El acto del Premio Cervantes ha sido de nuevo una evidente apuesta del rey Felipe VI por la sutil modernización pública de sus eventos (incluso los que aparentemente son más difíciles de “tocar”), a sabiendas que hay situaciones donde deben conservarse tradiciones y costumbres –con lo que ello afecta al protocolo-, pero que precisan de cambios medidos y paulatinos que los reyes saben aplicar en su compromiso de romper con el concepto de “Corte” para estar al lado de los ciudadanos y sus instituciones (en todos los sectores, más o menos elitistas) y alejarse de un trono histórico sin perder la institucionalidad que implica ejercer la Jefatura del Estado. Un Rey que a través de su Casa, tiene la valentía de poner fin a privilegios “malamente” consentidos en el pasado (en este caso en la lista de invitados, por ejemplo) y cambiarlos por decisiones consecuentes con los objetivos del evento. En este entorno del Cervantes, una valentía que marca nuevos tiempos en otro sector hasta ahora intocable.

Lástima que los medios de comunicación aún no sean conscientes de estos constantes pequeños cambios (que sumados ya son muy notorios) y sigan perdiéndose en lo anecdótico o en un ceremonial llamativo y periodístico, por chocante en la España del siglo XXI. Una pena que sus comentaristas no sepan interpretar el alcance de cada gesto. Además de felicitar a los organizadores, saco como conclusión de este evento la necesidad creciente de que los medios de comunicación incorporen a sus retransmisiones especialistas que no solo sepan de protocolo, sino, además, interpretarlo. No es cuestión de explicar el orden de las banderas, o de las personas que reciben, o de los honores o del protocolo de la mesa. No, eso quizá ya es lo de menos. Es explicar el sentido que tienen hechos o gestos muy puntuales que suelen pasarse sin que nadie los analice. ¿Por qué el Rey lleva su colgante de Gran Maestre de la Orden del Toisón de Oro? ¿Por qué el Rector se va al extremo de la mesa? ¿Por qué el Jefe de Oposición ocupa ese singular puesto a la derecha de la presidencia? Y así un buen número de detalles que podríamos analizar.

Mi objetivo principal de este comentario es resaltar esa conclusión: los periodistas y sus colaboradores comentaristas deben saber interpretar el nuevo protocolo real. Y que los profesionales protocolarios que conjugamos nuestros conocimientos con la vocación de escribir vayamos más allá de la simple descripción pautada del ceremonial. Hay que interpretar y contarlo. El resto es simple protocolo que cuando está en buenas manos suele salir bien. Esta interpretación es necesaria para dar el valor que tiene el protocolo institucional moderno que en España lidera destacadamente el rey Felipe VI y su consorte.

Cervantes a dar

El almuerzo en Palacio

Un ejemplo de esos cambios lo hemos visto también en el almuerzo servido ayer en Palacio Real en honor del galardonado. Casi 120 personas alrededor de nuestra mesa de gala, que cada vez deja más de lado la gala, para ser una mesa más humanizada y con criterio. No me quisiera poner en la piel de los responsables de la Casa de Su Majestad que siguen tachando de sus listas a “intocables” para abrir las puertas de Palacio a nuevos representantes, aportar nuevos aires, y disponer un protocolo que rompe claramente con la jerarquización tradicional del Protocolo de Estado. Autoridades, las justas, y sin copar los puestos principales. Cortesía amplia, pero con criterio, mucho criterio.

Se han quedado fuera intocables, porque en el IV aniversario del fallecimiento del escritor universal, era obligado incluir (y por primera vez desde que existe este premio) al representativo grupo de “estudiosos cervantinos”, esos expertos que con su discreto trabajo han contribuido a un mayor conocimiento de nuestro abanderado de la literatura española. Me imagino que el teléfono de La Zarzuela debe quemar últimamente cada vez que se remiten las invitaciones correspondientes y no llegan a quienes no entienden la necesidad de cambios.

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Me ha gustado mucho la solución protocolaria a una mesa difícil. Reyes, autoridades, académicos, jurados del premio, cervantinos, otras personalidades del mundo de la cultura, periodistas representativos, han sido como no podía ser de otra manera los privilegiados a quienes se les ha abierto el comedor de gala, en un comida sin una etiqueta exigente. Los Reyes como siempre presidiendo en su casa, porque no tiene sentido alguno ceder. Pero una exquisited amplia en la forma de resolver los principales los puestos. ¿Dónde poner al Premio Cervantes 2015 (aunque se entregue en 2016)? ¿A la derecha del Rey que es lo podría parecer lógico, o de la Reina? ¿Dónde al Ministro español del Gobierno que convoca el galardón y encabeza las conmemoraciones oficiales del IV aniversario? ¿Y el Ministro mexicano, correctamente Secretario de Estado de Cultura? ¿Y la Presidenta de la Comunidad de Madrid o la Alcaldesa que al fin y al cabo son destacadas representantes de la tierra de Cervantes? ¿Cómo equilibrar una lista tan diversa y dispersa, y sin dejar en mal lugar al alto dignatario del gobierno del país hermano mexicano?

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Protocolo con sentido

No era baladí la cuestión. No. La solución me pareció una obra de arte protocolaria. El Rey, como Jefe del Estado, ya tiene protagonismo por sí mismo, en consecuencia el ganador del Premio Cervantes se colocó a la derecha de la Reina, quedando a la izquierda de ésta el director de la Real Academia de la Lengua. A ambos lados de Felipe VI, en perfecto equilibrio, los ministros de España y México, y al lado de éste último, el director del Instituto Cervantes. En un almuerzo con este sentido cultural, ¿qué mayor honor se puede dar a un Ministro mexicano que estar entre el Rey y el reconocido presidente del Instituto de mayor prestigio del español?

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La Presidenta de la Comunidad de Madrid a la derecha del galardonado (este en consecuencia entre la Reina y la Presidenta, un alto honor), y la Alcaldesa de la Villa a la izquierda del director del Instituto Cervantes. Sin perder el lugar que les corresponde como autoridades, no han tomado la precedencia porque no tocaba en este evento. Y la esposa del galardonado en un lugar de privilegio a apenas unos puestos del Rey (tampoco hay que darle mayor relevancia que la que corresponde como consorte del premiado). Como siempre es probable que hay quien prefiriera otra opción, pero pienso que estamos ante una buena obra de arte protocolaria. Un adecuado ejemplo de cómo hay que adaptar las precedencias cuando se juegan con listados diferenciados de autoridades institucionales y autoridades de otros ámbitos. Enhorabuena.

Ejemplos así acreditan que es posible la modernización protocolaria sin resquebrajar el sentido institucional que han de mantener las instituciones públicas. Para mí estos pequeños detalles, que nadie sabe o quiere explicar, son más relevantes que la “quijotada” de un evento en el hemiciclo de nuestros padres de la Patria (Congreso de los Diputados), con un actor vestido de Cervantes utilizando el estrado con mensajes frívolos y fuera de lugar, por mucho que se le pusiera dulce música a un espacio que últimamente solo transmite tensiones políticas y desencuentros. Afortunadamente el buen protocolo del Congreso ha servido para frenar algunas ideas manejadas que de haber salido nos sonrojarían a todos.

Conclusión final: el nuevo protocolo institucional necesita periodistas que sepan interpretar.