Protocolo equilibrado para un Papa entre Cuba y Estados Unidos

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Las visitas del Papa Francisco a Cuba y Estados Unidos nos recuerda la importancia que tienen las puestas en escena en los objetivos comunicacionales que mueven a realizar eventos como estos. Es lo que periodísticamente solemos llamar “gestos”, detalles o supuestas “rupturas de protocolo” para evidenciar con claridad lo que se pretende manifestar sin palabras. Los discursos, y ha habido bastantes y algunos con mucho fondo humanístico y político (religioso al margen), cumplen su función y gracias a ellos nos llegan a millones de ciudadanos en el mundo frases cortas pero contundentes. Pero esas “voces” se apagarían si no vienen acompañadas de un evento adecuado con un protocolo medido y una alta dosis de calculada espontaneidad, con un exquisito equilibrio entre el estudiado ceremonial de Estado y la acreditada sencillez del protocolo que ha ejercido el Jefe de la Iglesia Católica en una visita entre lo apostólico y lo diplomático, que le ha llevado al agotamiento físico tal y como observamos ayer cuando ascendía al avión camino de Filadelfia ciudad donde finalizará hoy su largo periplo.

No ha querido el Vaticano en momento alguno que las visitas a Cuba y Estados Unidos de América fueron objeto de comparación, porque era consciente de que cada paso, cada palabra, serían analizados con lupa para saber de qué lado se mueve el Obispo de Roma. En apenas ocho días (entre el 19 y el 27 de septiembre) se ha expuesto el Papa a las visitas probablemente más difíciles que haya tenido o tenga en el futuro. Aunque todo parece indicar que pronto la normalización de las relaciones Cuba-Estados Unidos será una realidad, la presencia del Papa –en claro gesto para impulsar ese proceso que él mismo desde la sombra abrió y condujo- debía ser de extrema sencillez calculada, llena de gestos hacia un lado y otro, pero respetando las solemnidades propias que corresponden a los jefes de Estado. Intentar modificarlos solo le conduciría a problemas. Porque su principal misión de cara al mundo no era apostólica (aunque más del 80 por ciento del programa tenía carácter estrictamente religioso), sino claramente diplomática.

Entre dos aguas

Moverse entre dos partes enfrentadas es jugarse el pellejo. Para no perderlo el protocolo seguido en cada uno de los eventos institucionales y religiosos tuvo que adaptarse rigurosamente a un guión que no molestara a nadie. Para ello, el Vaticano tenía que conseguir (en el apartado oficial de sus visitas) que ni Castro ni Obama patrimonializasen la estancia en sus respectivos países, aunque debía de darles el protagonismo que les correspondía, y todo ello en un marco de claros signos de amistad. Aquí debía aparecer el auténtico protocolo, ese que no responde a ceremoniales intocables, sino a estrategias comunicacionales y marketing institucional, que obligan a desplegar un protocolo diferenciador sin que esos cambios llamen excesivamente la atención. Un protocolo “ad hoc”, respetando los mínimos requeridos del ceremonial diplomático de ambos países.

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No solo ha salido airoso el descendiente de San Pedro, sino que ha conquistado el corazón de quienes están condenados a entenderse. Sus gestos han contribuido a que unos y otros pongan lo necesario para que el gigante mundial y la pequeña isla caribeña ejerzan la correcta vecindad. En el éxito papal el Protocolo y sus gestos han contribuido de manera singular. Ese avión que el 22 de septiembre despegaba de La Habana y aterrizaba en la Andrews Air Force Base de Washington D.C. mostraba al mundo el puente que debe consolidarse. No ha habido reticencia alguna por parte de Francisco de meterse en la boca del lobo, ejerciendo su liderazgo mundial en lugares emblemáticos y hacerlo desde la generosidad de convertir en protagonistas a sus anfitriones en la parte institucional del viaje. Podía molestar el encuentro del Papa con un cada vez más enfermo Fidel Castro –acudiendo a visitarlo a su domicilio- y, por el contrario, la afectuosidad manifestada en todo momento por Obama como si de un amigo de toda la vida se tratara, podía también ser mal interpretada en La Habana. Sin embargo, nada de eso ocurrió, porque el equipo protocolario del Vaticano supo desplegar las posibilidades que ofrece el protocolo. En cada lugar Francisco se sintió en casa, visitó a quien debió, y demostró al mundo con sus gestos que entenderse solo es cosa de querer y proponerselo.

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Recibimientos en los aeropuertos

Se ha hablado mucho de la excepcionalidad de Obama de acudir al aeropuerto a recibir al Papa. Es cierto que no lo hace con los jefes de Estado, pero es costumbre consolidada que el Jefe de Iglesia Católica –que normalmente solo hace viajes apostólicos- sea recibido en el aeropuerto con los honores debidos en todos los países que visita. De esta manera, se cumple con los rigores de la cortesía diplomática, para después pasar a la misión apostólica. Pero si se comparan los recibimientos de La Habana y de Washington podrán observarse diferencias muy singulares en el protocolo seguido. En la isla caribeña, Francisco fue recibido por el Presidente cubano y el Arzobispo de La Habana (ambos a pie de escalerilla), pero inmediatamente el Papa dedicó más de dos minutos a conversar y abrazar a un grupo de muchachos, antes de dirigirse al podio cubierto desde el que siguieron los himnos de ambos estados, se prestaron los honores militares correspondientes y pronunciaron sus discursos. Tras los mismos, Francisco subiría al Papa Móvil para darse un baño de masas en su recorrido desde el aeropuerto José Martí hasta la Nunciatura Apostólica donde quedó alojado.

(Ver Manual de Prensa para los medios de comunicación acreditados en La Habana)

Llegada a Washington

En Washington, en cambio, el Sumo Pontífice fue recibido, por el Presidente de EE.UU., pero acompañado de su esposa, Michelle, sus hijas e incluso su suegra, además del propio vicepresidente y familia, para luego saludar a la representación de los obispos norteamericanos. No hubo ceremonia alguna como tal, pro los medios de comunicacoón ensalzaron la emoción y la excepcionalidad del gesto del Presidente americano. Todo se quedó en una entrañable recepción “desprotocolizada”, sin ceremoniales de Estado y de la que nos quedará la imagen en la retina de un Francisco subiéndose a un pequeño y discreto Fiat utilitario, provisto de un banderín vaticano que chocaba estéticamente con la sencillez del vehículo.

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No hubo más en ese día. Toda la tarde reservado a un programa privado en la Nunciatura. No podía Obama darle un recibimiento de estado en el aeropuerto viniendo el avión de La Habana, pero supo suplirlo estupendamente dándole un recibimiento de “amigo”, razón por la cual acudió con toda su familia. ¿Se puede manifestar mejor ese sentimiento de hospitalidad que acudir con tu familia y actuar con una sencillez de andar por casa? (Nota: si eso lo hace un presidente en España sale a “gorrazos” de este país). Protocolo para pensar.

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Fue al día siguiente, en la Casa Blanca donde el Papa, ante más de 15.000 personas especialmente invitadas, donde recibió los honores de Estado, himnos y desfile militar, y donde ambos mandatarios pronunciaron sus discursos oficiales. Llamó de nuevo la atención la llega del Pontífice en su Fiat utilitario, nada menos que en la Casa donde reside el Jefe de Estado más poderoso del mundo. Allí tuvo lugar el acto oficial de bienvenida al Jefe de Estado del Vaticano, donde pudimos observar y así fue recogido por diferentes periodistas, a un Obama con un pose más solemne de lo habitual. Cambió el lado humano del aeropuerto por el de Jefe de Estado consciente de la trascendencia de esta visita. Y, por supuesto, discursos en inglés (esta vez no hubo fallos de traducción). Casi dos horas de estancia en la Casa Blanca, frente a la hora de estancia en el Palacio de la Revolución de La Habana, donde Francisco y Castro departieron “sus” asuntos.

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Reunión

No es habitual que un Papa en visita apostólica- acuda a la residencias de los jefes de Estado y menos que mantengan en privado una entrevista que por su duración obviamente no debió quedar en mera cortesía. Detalle que pone de manifiesto el otro papel que el representante de Dios en la tierra debía jugar.

El contrapunto apostólico

El contrapunto al eje de estas visitas en su faceta diplomática, vino por los eventos religiosos, los que coparon obviamente la mayor parte del programa. En la Habana principalmente tres actos relevantes: la misa multitudinaria en la Plaza de la Revolución, la misa en la Basílica menor del Santuario de la Virgen de la Caridad del Cobre en Santiago de Cuba (muy emblemático el lugar) y el encuentro con las familias en la Catedral de Nuestra Señora de la asunción en la citada ciudad.

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En Estados Unidos ese contrapunto vino con la misa de canonización del beato Junípero Serra en el Santuario nacional de la Inmaculada Concepción de Washington, el encuentro interreligioso en el Ground Zero de Nueva York (importante y con gran calado simbólico), el Encuentro para la libertad religiosa con la comunidad hispana y otros inmigrantes en el Indepence Mall de Filadelfia y la Misa de Clausura del VIII Encuentro Mundial de las Familias en el Seminario San Carlos Borromeo también de Filadelfia. Por supuesto, también muy emblemático y lleno de sentido en un país donde este lugar es todo un “santuario” del deporte rey, la Misa en el Madison Square Garden de Nueva York. Gesto fundamental.

Papa en Congreso

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De nuevo en el marco diplomático e institucional, el Papa rompió moldes y acudió al Congreso de los Estados Unidos donde permaneció durante casi dos horas e hizo un importante discurso para los congresistas. Detalle singular. Y, cómo no, coincidiendo con la Asamblea General de Naciones Unidas, donde se encuentran más de centenar y medio de jefes de Estado de todo el mundo, el Papa se dirigió al mundo desde el hemiciclo de la ONU el pasado viernes 25. Antes de emprender su regreso a Roma este domingo, tendrá el detalle que tampoco pasará desapercibido y que lleva su mensaje implícito: visita a los presos del Instituto Correccional Curran-Fromhold de Filadelfia.

(Ver programa oficial de la visita del Papa a Cuba y Estados Unidos).

(Ver crónica del viaje a Cuba)

El protocolo que se adapta

Concluyendo: la visita del Papa a Cuba y Estados unidos acredita que el Protocolo y el Ceremonial debe adaptarse claramente a las circunstancias que mueven los objetivos de este viaje y a los eventos. Se optó por un protocolo muy sencillo y rebajado (más que con Juan Pablo II). Perfectos equilibrios en un viaje que dejó a satisfechas a las partes implicadas y que a buen seguro ha dejado la llave buena para que en un futuro próximo la barreras de Cuba y Estados Unidos sean franqueables. El Protocolo, podemos decir, jugó un papel esencial, como en todos los eventos, pero predominó más el sentido comunicacional que el estrictamente ceremonioso. En línea con los tiempos.

(Video del cansnacio del Papa demostrado mientras subía las escalerillas del avión que le trasladaría a Filadelfia)