La corbata política

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No soy yo muy dado a hablar de estas cuestiones en este blog. Pero viene muy al caso en estas fechas veraniegas de calor. El pasado 15 de julio el lehendakari, Iñigo Urkullu, se reunió en la sede de la Presidencia vasca en Vitoria con los máximos responsables de las Diputaciones de Bizkaia, Unai Rementeria; Gipuzkoa, Markel Olano; y Álava, Ramiro González. Una de esas típicas reuniones donde aflora el protocolo institucional y que fue comunicada oficialmente con una primera toma de contacto del máximo representante del Ejecutivo de Euskadi con los diputados generales.

Hasta ahí todo normal. De hecho nada hubiera ido más allá, a no ser que un periodista del diario El Correo Vasco se quedara mirando las fotografías del encuentro y quedase según sus propias palabras muy sorprendido por la etiqueta que llevaban los cuatro políticos, que en su opinión era “chocante” y “sorprendente”, especialmente cuando posaban en la escalinata de la Lehendakaritza. Recibí una llamada de dicho periodista interesado en conocer mi opinión al respecto. Miré las fotos y me preguntó: ¿No te resulta rara esa forma de vestir en estos tiempos? ¿Es normal?

Me quedé con ciertas dudas y llamé a parte de mis colaboradores para que me dijeran que pensaban ellos, y más allá de la coincidencia en los trajes, color y tipo, veían algo más que les sorprendiera o les rechinara los dientes. Luego les conté el por qué de la consulta. Concluimos todos que lo cierto, la imagen era la habitual en encuentros de este tipo y que los diputados generales acudieran a ver a Urkullu de traje y corbata era normal. Le dije al periodista con franqueza que era lo habitual, gustara o no, en audiencias oficiales de este tipo. Normalmente, se acude con traje y corbata. Es cierto que la coincidencia de colores en traje y corbatas y la forma de abrochar es chocante, y francamente “canta”.

De hecho le pregunté al periodista si a él no le llamaba la atención que todos los hombres (pongamos un “casi todos”) acudan a La Zarzuela a ver al Rey con traje y corbata, y lo mismo a La Moncloa, al Tribunal Supremo o a la Presidencia de la Generalitat, por citar algunos ejemplos. Forma parte de ese código de imagen en los cargos institucionales de integrar la corbata como prenda obligada, ya haga 0 grados o 40.

Quienes me conocen saben que ya desde hace mucho tiempo vengo diciendo que la corbata irá desapareciendo lentamente como prenda obligada en actos oficiales de primer nivel, y que la etiqueta avanzará hacia formas igual de elegantes pero de otro estilo. Comparto con el periodista que la imagen de los cuatro posando con esos trajes y corbatas marca una abismal lejanía y que no produce empatía con respecto a los ciudadanos que puedan ver el encuentro a través de los medios. Ese tipo de etiqueta en actos oficiales marca distanciamiento, y si me lo permitís, incluso “disfrazamiento” (palabra que creo acabo de inventarme).

Políticos de nuevo cuño

Las nuevas generaciones políticas que asoman en nuestro país huyen cada vez más de la corbata, buscando otras alternativas que sin dejar el toque de elegancia proyectan una imagen más próxima a la manera de vestir de los ciudadanos. Con mucha prudencia diré que ciertamente habrá que seguir utilizando corbata en situaciones donde no se entendería prescindir de ella (imagínense a Rajoy en una cumbre europea, aunque por ejemplo el primer ministro griego, Alesis Tsipras, no iba nada mal sin la corbata), pero hay otras donde claramente se puede recurrir a alternativas. Para los mítines y actos de domingo a los políticos fieles a la corbata no les duelen prendas dejarla en el armario, pero el lunes retornan a ella.

Algunos políticos, véase caso Podemos o las agrupaciones populares que tanto éxito han cosechado en las pasadas elecciones o del partido gobernante en Grecia, han hecho del “no uso” de la corbata un símbolo claro de estilo político renovador. Muchos de ellos, seguramente, irán a la boda de su hermano con corbata, pero haciendo política no. ¿Te hace perder votos la corbata? ¿Te aleja de la ciudadanía? ¿Transmite imagen de tener dinero y poder? Probablemente en el subconsciente ciudadano haya algo de todo eso. Este estilo de los nuevos políticos es muy contagioso por lo que creo que el recurso a la corbata en los eventos oficiales va a descender. Al tiempo.

Me hizo gracia en un encuentro que tuve con Dario Regatieri, CEO de la Agencia de Eventos Eventísimo, cuando me vio en uno de esos pocos días que llevo corbata –venía de una entrevista que lo requería- y me espetó: “Uy, hoy no me fio de ti. Vienes con corbata”. ¿Pensarán igual los ciudadanos cuando ven imágenes como las que recojo de El Correo Vasco? Para pensar.

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El espacio de la reunión

En lo que no había reparado el periodista, ni tan siquiera me preguntaba por ello, es cuando le dije que lo que realmente me llamaba poderosamente la reunión era la frialdad del espacio donde se celebraba la reunión. Que esa imagen sí que me transmitía lejanía, falsedad, rutina desfasada protocolaria. Que no había vida, ni alma, ni sentimiento. Que parecía que harían la foto y luego se marcharían todos para casa sin haber hablado nada. Tampoco había reparado que es ilegal que la bandera vasca en la sede de la Presidencia ondee en solitario y no con la española. Eso pareció importarle menos. Y es que a muchos ciudadanos les preocupa más cómo visten nuestros políticos que lo que representa el patrimonio de todos (vascos y no vascos).