Intrusismo, engaño y confusión en la oferta formativa de Protocolo

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Es muy buena noticia cuando una universidad o un centro de prestigio anuncia, convoca y desarrolla estudios relacionados con el protocolo y la organización de eventos. Saludo con satisfacción estas informaciones porque veo cómo se va extendiendo la oferta y en consecuencia cómo se va consolidando esta profesión cómo una alternativa seria y realista.

Por mi experiencia personal tras más de 25 años impartiendo formación, en una primera fase conciliando con mi trabajo en Protocolo y en una segunda más dedicado plenamente a ella, voy observando este progresivo reconocimiento en todas las capas de la Sociedad. Hace años, cuando un alumno venía con sus padres a pedir información para matricularse, recuerdo esa mirada incrédula de algunos progenitores como queriendo decir, “la niña se ha empeñado en hacerlo, pero ciertamente somos conscientes de que esto no vale para nada”. Incluso, padres que me decían, “bueno si quiere esto, que lo haga, pero ayúdenos a convencerla de que curse una carrera oficial, porque ¿piensa usted que esto del Protocolo tiene salidas laborales o sencillamente vale para algo?”.

 

La cosa ha mejorado, pero aún hay una cierta desconfianza entre los “mayores” sobre el hecho de que que estudiar Protocolo pueda tener futuro, a lo que yo les respondo: “El mismo que estudiar Medicina o Derecho”. Me alegra además informarles, por ejemplo, que de los pocos sectores que en 2011 ha generado empleo -y ya no puede decirse que infraempleo, o puestos mal pagados o valorados con respecto a otros, porque esa situación con la crisis se da desgraciadamente en casi todos los sectores- en más de un 33 por ciento y que el número de eventos organizados por los expertos ha subido otro 30 por ciento. Se espera que la cifra mejore en 2012 -hasta junio lo había hecho- y que el repunte definitivo comience en marzo del 2013.  Estamos pues en un momento de despegue importante, con una creciente sensibilidad hacia la importancia del Protocolo y la necesidad de contar con especialistas en la organización, algo que empieza a “calar” como una cuestión que requiere de técnicos.

 

Sin embargo, me preocupa -desde la perspectiva del conjunto profesional- que muchas de las ofertas formativas que se hacen rozan abiertamente el timo. Se está recurriendo mucho al engaño y a la confusión, y con la formación no debería jugarse. Con el futuro, la ilusión y el esfuerzo económico de muchas personas que acuden a nuestros centros para forjarse un porvenir, no se puede alimentar falsas esperanzas. Engañar y confundir es un timo, no sé si de los penados o no, pero éticamente reprobable y desdeluego dañino.

 

¿Oficial o no?

 

Hace poco -y no voy a referirme a oferta alguna porque no me toca a mi juzgar- leía en un medio una entrevista a un promotor de unos estudios de Máster universitario como título propio, que decía y no se cortaba nada que “si quieres trabajar en la Administración debes hacer estos estudios”. Estas afirmaciones deberían ser perseguidas por los organismos reguladores correspondientes del Ministerio de Educación o de las consejerías autonómicas, estamos ante publicidad engañosa, que debería ser sancionada.

 

Ya he empezado diciendo que saludo con alegría cada vez que se convocan estudios y felizmente hay mucho donde elegir ahora, pero también hay que hacer una llamada a las personas y los profesionales, a quienes veces recurren personas para pedir orientación, para que se informen muy bien de lo que se les está ofreciendo y si corresponde a la verdad. Para conocer la profesión y habilitarse para ella requiere la formación precisa, y en este sentido un Máster de Titulación Propia u otros estudios no oficiales de mayor duración pueden cumplir esa función si el programa y el profesorado responden a las expectativas. Un Máster o Grado Oficial cumple también esos objetivos -más otros muy importantes dentro de la vocación investigadora de la Universidad-, pero añade el sello del reconocimiento oficial, que no es una marca que llegue por la gracia divina, sino que se alcanza después de que el Ministerio de Educación verifique que ciertamente la programación y metodología es acorde a la función, que se garantiza el cumplimiento de la normativa por la que se rigen los estudios oficiales y que se somete a la inspección permanente por parte de las autoridades educativas. Es por ello, que estos títulos oficiales conducen al reconocimiento total por parte del Estado y forman parte de la familia de grados y licenciaturas que obviamente dan más valor general a estos estudios, tanto en la Administración como en la empresa. Es curioso que en el sector privado cada vez se exija más estudios oficiales en organización de eventos, como hemos podido comprobar en los últimos dos años.

 

Confusión y medias mentiras

 

Insisto que ambas opciones, títulos propios y oficiales, son lícitos e incluso diría que su convivencia es buena y necesaria. Pero la gente de la calle quiere que se le diga la verdad, y ya está. Hay escuelas o centros que hablan a sus posibles “clientes” de grados o de postgrados, y no se cortan un pimiento al decir que tienen reconocimiento “oficial” por ser universitarios. Decir esto es una mentira a medias, es decir, es engañar. La verdad es más simple: son unos estudios que te enseñan una profesión y que tienen el valor que el mercado quiere darles. Ante situaciones como éstas deberían tomarse medidas no solo desde la autoridad, sino desde el propio colectivo profesional.

 

Los pasados días tuve la oportunidad de entrevistarme con dos candidatos a ingresar en el Máster oficial de la UCJC en Protocolo y aportaban un título de Grado en Comunicación y Relaciones Públicas (es requisito imprescindible para acceder a un Máster Oficial tener un título oficial). Tras hacer las comprobaciones pertinentes en mi propia universidad y posteriormente en el Ministerio se nos informaba que dicho Grado no tenía reconocimiento en España y por lo tanto no podían acceder al postgrado oficial y al doctorado. Cuando informé a los interesados su abatimiento fue increíble: “¡Nos han estado engañando todo este tiempo…!”. Uno también se le cae la cara de vergüenza oyendo estas cosas. No han podido acceder e iniciarán acciones judiciales contra quienes engañaron.

 

He recibido mucha gente que venía de pedir información de otros centros que imparten algún tipo de curso en Protocolo y te cuentan cada cosa que como dicen los más chicos te hacen “flipar”. “¿Cómo es posible que se diga tamaña barbaridad?. ¿Has pedido que te lo acrediten?” Y claro, como muchos desconocen la normativa, cuela. Lo que pasa es que a medio plazo saltará el escándalo y vendrán los problemas. Vender es lícito, pero sin engañar, algo que a nuestras autoridades responsables parece no importarle demasiado. Os invito a mirar diferentes webs para que observéis rápidamente lo fácil que es confundir. Como director de los estudios de Protocolo de la UCJC esta situación me importa menos, pues allá cada uno, como miembro activo de esta profesión me preocupa y creo que debería perseguirse más, sencillamente porque daña a todo el colectivo de trabajadores.

 

Intrusismo desde la base formativa

 

Ya en mi artículo anterior hablaba del intrusismo, pero es que lo estamos fomentando desde la base. He visto postgrados de prestigiosas universidades que llevan en su título la palabra Protocolo, pero juega con otras que generan aún más la confusión. Ejemplos como ofrecer un postgrado de 60 créditos en Protocolo, Comunicación y Relaciones Públicas, o Imagen, o comportamiento social, o Marketing, etc., menosprecia la proyección de nuestra profesión de organizadores de eventos. Muchos centros y universidades juegan con los másteres a la generalidad, para favorecer mayor captación de alumnos, así de esta manera por un curso y el mismo precio, puedes decir que has hecho un Máster de Protocolo, un Máster de Comunicación, un Máster de Publicidad, o un Máster de Imagen.

 

La vocación de los másteres, y recojo aquí palabras de ilustres doctores metidos en nuestra profesión, están vocacionados a la especialización en un área de conocimiento que puede habilitarte para una profesión o a una parte de ella, valorando al tiempo la procedencia del Grado o Licenciatura que te ha permitido el acceso. Un Graduado en Periodismo o en Publicidad y Relaciones Públicas, puede hacer un buen Máster en Protocolo y Organización de Eventos y según su aprovechamiento puede quedar habilitado para la profesión con esos 60 créditos europeos mínimos exigibles. Por la misma razón que un estudiante de Grado de Protocolo con un buen Máster en Comunicación puede quedar habilitado para ser director de un Gabinete de Comunicación, por ejemplo, o con un buen Máster en RR.PP. para ejercer como relacionista. Y así sucesivamente.

 

Debe de ponerse un poco de orden en todo esto. Jugamos con las ilusiones y esfuerzos de mucha gente para que vea que todo puede caer por tierra. Hagamos una llamada a la sensatez, a los aumentos de controles y a que desde el colectivo empiece a denunciarse ofertas de cursos de todo tipo que tan solo con ver su programa, valorar el número de horas y comprobar el profesorado es suficiente para darse cuenta que no es idóneo. Hay ofertas, como en todo, buenas, regulares y malas, y no seré yo quien diga cuáles. Es lícito que se ofrezcan, pero es de justicia pedir que no se engañe, porque al final todo se termina por saber y la profesión pierde.

 

Acreditar lo que se ofrece

 

Con pagar a Google u otros reconocidos buscadores un montón de dinero ya sitúas tu oferta entre las primeras opciones y muchas personas caen en el engaño. Comprobar, pedir explicaciones, si te hablan de que es oficial lo que ofrecen que te lo acrediten mediante la aprobación en Real Decreto, si te hablan de tantos créditos que te den el cuadro horario, si te hablan de cursos adaptados a Bolonia o al espacio único europeo que no te genere confusión de que esos estudios tengan validez en el mapa europeo, porque no es cierto.

 

Si a todos nos preocupa el intrusismo profesional, ¿no debería preocuparnos más que aquél lo podamos estar generando desde la base, desde la formación? Hago un experto o un especialista, donde no se imparten más de 80 o 150 horas reales, y ya te dicen que eres profesional. Cuando no te hablan que con un curso de 40 horas es suficiente. No engañemos a la gente, que al final todo pasa factura.

 

Dar formación es complejo y no todo el mundo vale para ello. He tenido en mis años de experiencia como responsable formativo magníficos profesionales dando clases, que salían luego valorados por los alumnos con puntuaciones con un 1 ó 2 sobre 10. Y he tenido formadores sin experiencia profesional que alcanzaban el 9 ó 10 sobre 10. Curioso. O no tanto. Encontrar los equilibrios es fundamental, pero los profesionales que imparten clases deben de saber que enseñar exige otros conocimientos que los estrictamente profesionales. Dar una conferencia es, por otra parte, otra cosa.

 

Demasiados temas a vigilar y a tener en cuenta, pero éstos deben ser objeto de nuestra atención si queremos una profesión respetada y valorada.