Autoridades y Políticos que quieren ser jefes de protocolo de sí mismos

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En los últimos meses he tenido la oportunidad de viajar a diferentes comunidades autónomas y encontrarme con profesionales que ejercen como responsables o técnicos de protocolo en las instituciones públicas. He tenido la oportunidad de ahondar en la preocupación existente hoy al respecto entre quienes ocupan puestos en la Administración Pública. He sido receptor de la preocupante desilusión que existe entre muchos profesionales por el trato que nuestras autoridades están dando al conjunto de la profesión y por el vilipendio al que someten al Protocolo en su conjunto. Y más observar cómo se quitan a uno para poner a otros dóciles y partidistas (nada que ver con el derecho a la elección por confianza).

Estamos asistiendo a un momento duro y complicado en la Administración, diferente al del sector privado, donde los técnicos de protocolo y eventos se van asentando cada vez con mayor fuerza, y encuentran un mayor respeto y atención. La crisis económica se ha cebado, entre otro, con los gastos de protocolo, y en ese paquete ha metido a técnicos, muchos brillantes y reconocidos. Algo absolutamente injusto, y más cuando en algunos casos se ha dado “puerta” a magníficos profesionales, para ser sustituidos por personas ajenas a este mundo que apadrinados por el representante institucional o el partido encuentran el hueco que premia sus servicios prestados, como si para esta profesión valiera cualquiera.

 

Pienso que esta situación, más que un problema de personas -que lo hay- obedece a un cambio muy importante en la forma en que nuestros políticos comienzan a concebir el Protocolo (palabra ya maldita en muchos sectores) como algo que hay que hacer a la medida. Su confusión de lo que es Protocolo con los gastos que se derivan de la representación y la imagen constitucional, les ha llevado a tomar decisiones que con el tiempo se les volverá en contra. Pero mientras tanto, el sector de trabajadores es el perjudicado. Deseamos que sea una situación temporal que pase, pero los profesionales no podemos quedarnos quietos, porque si no nos movemos es probable que el devenir nos sorprenda para mal y nos perjudique aún más.

 

A un político el Protocolo se le atraganta como tal. Es probable que solo en instituciones de alto nivel se sostenga, pero en la mayoría de las medianas y pequeñas instituciones públicas lo ven como un cáncer. Hay que empezar a concienciar que el Protocolo se sostiene sobre normas que están para cumplirse -con más o menos flexibilidad- y que para eso hay técnicos responsables de garantizar el cumplimiento o su interpretación. Pero también, no es menos fundamental, empezar a acreditar que los buenos técnicos de Protocolo en los últimos años hemos evolucionado hacia auténticos gestores de la organización de eventos, ajenos a los vaivenes políticos, y que estamos muy preparados para dar respuesta a lo que la sociedad demanda.

 

Nuestros políticos -no todos- hacen una interpretación muy personal de lo que es el Protocolo. Quitan y ponen banderas a su manera, “pasan” olímpicamente de las normativas estatales y autonómicas de precedencias, rompen reglas fundamentales heredadas por tradición, son ajenos a la evolución de las técnicas y las tecnologías, y por ello piensan que los jefes de protocolo ya no les sirven, es más, les “molestan” de alguna forma. Los utilizan en ocasiones bajo presión para conseguir sus objetivos, muchas veces legalmente dudosos, y si aquellos no siguen la consigna entran en riesgos. Se desvirtua así una profesión hasta ahora no politizada, pero lo que está ocurriendo acredita que los profesionales van perdiendo peso en favor de supuestos asesores llevaderos de maletas.

 

Nuestros políticos, se están cargado el verdadero Protocolo, con la excusa de la crisis,  en el momento que interpretan que aquel está a su servicio, e ignoran que son las reglas del juego que fija el Estado. No les importa lo que digan las normas, porque en su institución mandan ellos y quieren imponer sus criterios fuera de su “rancho”. Lástima, pero es la realidad. Vivimos el Protocolo del “capricho institucional”, del Protocolo a la carta, solo paliado donde hay profesionales con agallas, maduros, jugándose su puesto y que no se cortan a la hora de advertir de los riesgos de dinamitar esas reglas legales.

 

Debe la profesión convocar con urgencia un debate nacional para reflexionar sobre esta cuestión. Más urgente que las propias normas, que también requieren actualizaciones.  Siempre hemos apelado a la necesidad de unirnos, pero precisamente este miedo que existe hoy a poner en riesgo el puesto de trabajo ha traído dos cosas muy peligrosas: la sumisión y aceptación a la “prostitución” del Protocolo de Estado -en el que tampoco las autoridades nacionales tienen interés alguno en moderar y controlar- y la desbandada grupal. Cada uno ya va por libre, atrincherado en su puesto, ajeno a la defensa global del sector. Nunca ha habido en el ámbito institucional tanta desunión entre los profesionales, ni tanto “canivalismo” (si se me permite la expresión. Por eso, y lo digo con afecto, el próximo congreso internacional de Protocolo no responde a mis expectativas dentro de lo que es la urgencia profesional, y lamento que no haya sido el hilo conductor esto que aquí denunciamos. De ahí que personalmente no acuda a San Fernando en noviembre, porque creo que tenemos otra batalla más importante que dar. Ojo, que no critico el Congreso, que toda reunión es buena. Digo que para mí en este momento no responde a lo que prioritariamente necesita la profesión. Que no se me critique luego de ir en contra de nada. En cualquier caso no deja de ser una opinión personal.

 

Es ahora de decir “BASTA”. Y hay muchas formas de parar aquellos problemas que recogemos angustiosamente, devolver la personalidad y credibilidad a los profesionales, hacerles fuertes en su puestos y demostrar que son importantes en el conjunto de las acciones que -con dinero o sin dinero- hay que hacer para que una ciudad, una comunidad o el propio Estado sea capaz de aportar en sus acciones externas e internas granitos para superar esta crisis que ya no es solo económica, sino global. Es necesario más que nunca juntarse, hablar y fijar postura. Una tarea que puede perfectamente hacer la Asociación Española de Protocolo, a cuyas siglas ya debe unir con urgencia la “E” de Eventos, tema del que nos ocuparemos en otro instante.

 

Si la AEP no es capaz de lograr este objetivo, también nos defraudará, como ya lo ha hecho desde hace tiempo, -sin que con ello queremos culpabilizar a los actuales rectores que apenas llevan unos meses en el cargo- una desorientada Organización Internacional de Ceremonial y Protocolo, cada vez más distante de lo que sucede hoy en los despachos de Protocolo. La realidad es tan cruda por lo que yo personalmente he visto y he hablado con cientos de profesionales en estos últimos meses, que si las asociaciones no mueven ficha, habremos perdido la batalla. Quienes desde hace tiempo estamos comprometidos con esta profesión, ya más que de Protocolo de “organizadores de eventos”, no nos va en el cuerpo quedarnos parados. Algo hay que hacer, porque el desánimo y los abusos son tan fuertes que si en estos momentos no nos solidarizamos y nos ayudamos, denunciando y haciendo oír nuestra voz, perderemos un posicionamiento institucional que será muy difícil volver a recuperar.

 

Como siempre digo, habrá profesionales o supuestos profesionales que discrepen, pero la realidad del panorama es la que hay. Hacernos los ciegos, sordos y mudos solo nos lleva a empequeñecernos y diluirnos. Cosa curiosa, cuando precisamente ahora hace falta más que nunca un buen protocolo y mejores profesionales en eventos. Hay que empezar a levantar la voz contra esos protocolos politizados, los que algunos políticos se tallan a su medida. Toca que las asociaciones nacionales y autonómicas y locales, por otro lado, tristemente incapaces de unirse, tomen cartas en el asunto. Pero si ellas no lo hacen, nacerán nuevas alternativas promovidas por muchos que consideran que esto no puede seguir así. BASTA YA. ¿Eres profesional? Pues lucha por tu profesión junto a los demás. Creo que debemos empezar a hablar con tonos de exigencia porque la alarma ha sonado. TOCA MOVER FICHA.